miércoles, 24 de junio de 2015

"La primavera", de MANUEL MACHADO RUIZ (España, 1.874-1,947)

Poema perteneciente al libro "aaaa", de fecha xxxx  d.n.e.



¡Oh el sotto voce balbuciente, oscuro,
 de la primer lujuria!... ¡Oh la delicia
 del beso adolescente, casi puro!...
 ¡Oh el no saber de la primer caricia!...

 ¡Despertares de amor entre cantares
 y humedad de jardín, llanto sin pena,
 divina enfermedad que el alma llena,
 primera mancha de los azahares!...

 Ángel, niño, mujer... Los sensuales
 ojos adormilados y anegados
 en inauditas savias incipientes...

 ¡Y los rostros de almendra, virginales,
 como flores al sol, aurirrosados,
 en los campos de mayo sonrientes!...

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lunes, 22 de junio de 2015

"¡Cómo será!", de AMADO NERVO (seudónimo de JUAN CRISÓSTOMO RUIZ DE NERVO Y ORDAZ) (´MÉJICO, 1870-1919 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "La amada inmóvil", de fecha (póstuma) de 1.922 d.n.e.



Si en el mundo fue tan bella,
¿cómo será en esa estrella
donde está?
¡Cómo será!

Si en esta prisión obscura,
en que más bien se adivina
que se palpa la hermosura,
fue tan peregrina,
¡cuán peregrina será
en el más allá!

Si de tal suerte me quiso
aquí, cómo me querrá
en el azul paraíso
en donde mora quizá?
¡Cómo me querrá!

Si sus besos eran tales
en vida, ¡cómo serán
sus besos espirituales!
¡Qué delicias inmortales
no darán!
Sus labios inmateriales,
¡cómo besarán!

Siempre que medito en esa
dicha que alcanzar espero,
clamo, cual Santa Teresa,
que muero porque no muero:
hallo la vida muy tarda
y digo: ¿cómo será
la ventura que me aguarda
donde ella está?
¡Cómo será!



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jueves, 18 de junio de 2015

"Salmo VIII. De la voluptuosidad: en los jardines de Eros", de JOSÉ MARÍA VARGAS VILA (COLOMBIA, 1.860-1.933).

Salmo VIII de los XII que componen los "Salmos de la voluptuosidad: en los jardines de Eros", perteneciente al libro "Archipiélagos sonoros", de fecha de 1.913 d.n.e.



VIII.

Silenciosas horas lentas...
una gran Melancolía, en los cielos y en
los aires y en la playa, difundía su avidez
crepuscular...
por el gran balcón abierto, con los rui-
dos del concierto de la Mar, llena de voces
afines, penetraba aéreo y alado, el céfiro
perfumado de jazmines...
se respiraba el aliento salobre de las on-
das;
fingía rondas en la alfombra, la sombra
del ramaje, que se movía afuera;
el cortinaje era, como una penumbra le-
ve en la cual jugaba, un rayo de luna,
blanco como la nieve;
tu cuerpo, reclinado a lo largo, en una
otomana, parecía el de la Venus de Cano-
va, para el cual, la hermana del César,
sirvió de modelo; Paulina Bonaparte;
todo el Arte, y todo el Ritmo de la Esta-
tuaria, estaba en la Escultura suntuaria,
de tus modelaciones;
en la actitud grave, y la euritmia divi-
na de tu belleza suave...
suave, como esa hora vespertina, eva-
nescente en el seno del Misterio...
llena de la mística armonía de un Sal-
terio...
nuestras almas, a solas, escuchaban el
vago canto del deseo y de las olas;
y, sentían el estremecimiento furtivo,
que venía del cielo pensativo, del aire vi-
vo, del mar lascivo... como un contagio...
porque las nubes, las brisas, y las olas,
cantaban el adagio obsesionante de la Vo-
luptuosidad;
de cuyo aliento estaba llena la Inmensi-
dad;
y, la Noche de Primavera, que cantaba
en la ribera, dulcemente, dulcemente, co-
mo un ruiseñor ardiente;
y, entraba en nuestras almas, sacudien-
do las calmas de nuestros pensamientos,
con voces, que más que cánticos, parecían
lamentos...
lamentos, arrancados a leones acosa-
dos;
arrancados, a las malas pasiones de to-
dos los corazones;
arrancados, a los peores instintos, exas-
perados;
arrancados, a los deseos, palpitantes
como trofeos;
arrancados, a los ímpetus de nuestra
Lujuria, que aullaban con furia, como le-
breles atrahillados;
en nuestras miradas;
en nuestras palabras entrecortadas;
en la inquietud impudorosa de nuestras
manos;
en nuestros alientos malsanos, y, bruta-
les, llenos de las más bajas pasiones ani-
males...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
De rodillas, al pie de la otomana, yo aca-
riciaba tu Belleza Soberana;
tu Belleza Esplendente, que se dejaba
amar férvidamente;
y, te decía:
— He aquí la Noche, Amada Mía, la No-
che que abre su broche, y, se entrega al
Espacio que la viola;
¿no estás contenta de estar sola, sola en
mis brazos?
ceñí con mis abrazos, tu cuello;
besé tu rostro bello ; lleno de un éxta-
sis fatal;
desanudé tu cabellera fluvial, que pa-
recía la crinera de una joven leona;
y, cuando desnudé tus senos de Pomo-
na Virgen, mil vidas vivieron en tus ojos
entrecerrados...
besé tus párpados, semientornados...
y, mis labios avezados, comenzaron la
gama de las caricias, que iban subiendo
y, subiendo, en crescendo, en crescendo,
en el diapasón de los goces refinados, in-
finitos...
lanzabas débiles gritos;
temblabas, como una corza herida, en el
anhelo y, en el presentimiento de esa hora
desconocida, que llegaba, e iba por siem-
pre a lacerar tu Vida...
tenías un gesto de oblación, en esa ar-
diente mansedumbre de paloma, que pa-
recía decirme:
—Toma... mi Belleza ; desgarra mi Pu-
reza ; enséñame eso que se llama el beso;
no el beso pasajero, que se posa en los la-
bios, como un pájaro en un alero, sin im-
poner agravios ; quiero el beso profundo;
aquel que hace perpetuar el Mundo...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
Besé tus ojos;
besé tus labios;
besé tus pechos... hechos perfectos al
hacerse erectos, en una plenitud descono-
cida, llena de los temblores de la Vida;
recorrí el ardor de mi beso profanador
por todos los senderos de tu cuerpo de
flor...
te viste desnuda, como la Noche muda,
que nos miraba;
tal vez, amaste tu desnudez...
aun era casta, como la vasta irradia-
ción lunar, que nos venía a alumbrar;
me acerqué más a ti;
mordí tu boca, en el Supremo anhelo...
desmayó tu mirada enamorada...
y, abriste tus ojos como un cielo...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
Y, yo...
temblé asustado, entre tus brazos;
me separé de tus abrazos, espantado,
desarmado, vencido-
hecho casto, como un Cristo...
¿qué había sido?
que al inclinarme sobre tus ojos, había
visto en ellos, retratada otra imagen ado-
rada... que mucho se te parecía...
la imagen de tu madre muerta...
que había sido mía...
que yo había amado ; que se me había
entregado en ese mismo sofá donde yacía
tu belleza...
en esa misma hora, encantadora, llena
de melancólica Tristeza...
en el Estío pasado;
en ese mismo Hotel;
ante ese mismo Mar, ahora calmado...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
El recuerdo cruel, de la noche que la
habíamos velado en ese mismo aposento,
surgió en mi pensamiento, extinguiendo
en mí, todo Deseo...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
Aún te veo puesta en pie, cubrir tu des-
nudez, con un gesto lleno de altivez...
arreglar tu cabellera, como si fuera la
cimera de una diosa;
y, pálida, orgullosa, no queriendo llo-
rar, abrir la ventana, y acodarte en ella,
ante la Noche soberanamente bella, que
continuaba en cantar...
la Noche, ignota...
la Noche, incierta;
que alumbraba mi derrota...
¡la Victoria de una Muerta!...


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martes, 16 de junio de 2015

"La gota de sangre", de MANUEL REINA MONTILLA (1.856-1.905)

Poema perteneciente al libro "La vida inquieta", de fecha 1.894   d.n.e.



Sentados en la gótica ventana
estábamos tú y yo, mi antigua amante;
tú, de hermosura y de placer radiante;
yo, absorto en tu belleza soberana.

Al ver tu fresca juventud lozana,
una abeja lasciva y susurrante
clavó su oculto dardo penetrante
en tu seno gentil de nieve y grana.

Viva gota de sangre transparente
sobre tu piel rosada y hechicera .
brilló como un rubí resplandeciente.

Mi ansioso labio en la pequeña herida
estampé con afán...
¡Nunca lo hiciera,
que aquella gota envenenó mi vida!

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domingo, 14 de junio de 2015

"De vuelta", de AMADO NERVO (seudónimo de JUAN CRISÓSTOMO RUIZ DE NERVO Y ORDAZ) (MÉJICO, 1870-1919 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Los Jardines interiores", de fecha 1.905 d.n.e.



-Salí al alba, dueño mío,
y llegué, marcha que marcha
entre cristales de escarcha,
hasta la margen del río.
¡Vengo chinita de frío!

¡De la escarcha entre el aliño,
era el dormido caudal
como un sueño de cristal
en un edredón de armiño!
(Emblema de mi cariño).

Alegre estaba, señor,
junto a la margen del río,
alegre en medio del frío:
Es que me daba calor
dentro del alma tu amor.

Te vi al tornar, mi regreso
esperando en la ventana,
¡y echó a correr tu Damiana
por darte más pronto un beso!
-¿Por eso? -¡No más por eso!



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miércoles, 10 de junio de 2015

"Pasión", de ANTONIO CARVAJAL MILENA (ESPAÑA, 1.943--, d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Tigres en el jardín", de fecha 1.968   d.n.e.



Con estos mismos labios que ha de comer la tierra,
te beso limpiamente los mínimos cabellos
que hacen anillos de ébano, minúsculos y bellos,
en tu cuello, lo mismo que el pinar en la sierra.

Te muerdo con los dientes, te hiero en esta guerra
de amor en que enloquezco. Sangras. Y pongo sellos
a las heridas tibias, con besos, besos....Ellos
que han de quedar comidos, mordidos por la tierra.

Tal ímpetu me come las entrañas, que sorbo
tu carne palmo a palmo, cerco de llama el sexo,
te devoro a caricias, y a besos, y a mordiscos.

Ni la muerte, ni el ansia, ni el tiempo son estorbo.
El abrazo es lo mismo si cóncavo o convexo,
y yo soy un cordero que trisca en tus apriscos.

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lunes, 8 de junio de 2015

"Un relámpago apenas", de BLAS DE OTERO MUÑOZ (España, 1.916-1.979)

Poema perteneciente al libro "Ángel fieramente humano", de fecha 1.950  d.n.e.



Besas como si fueses a comerme.
Besas besos de mar, a dentelladas.
Las manos en mis sienes y abismadas
nuestras miradas. Yo, sin lucha, inerme,
me declaro vencido, si vencerme
es ver en ti mis manos maniatadas.
Besas besos de Dios. A bocanadas
bebes mi vida. Sorbes. Sin dolerme,
tiras de mi raíz, subes mi muerte
a flor de labio. Y luego, mimadora,
la brizas y la rozas con tu beso.
¡Oh Dios, oh Dios, oh Dios, si para verte
bastara un beso, un beso que se llora
después, porque, ¡oh, por qué!, no basta eso!

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domingo, 7 de junio de 2015

"Salmo X. De la voluptuosidad: en los jardines de Eros", de JOSÉ MARÍA VARGAS VILA (COLOMBIA, 1.860-1.933).

Salmo X de los XII que componen los "Salmos de la voluptuosidad: en los jardines de Eros", perteneciente al libro "Archipiélagos sonoros", de fecha de 1.913 d.n.e.



X.

En el Mar de lo Infinito, boga y llega el
Mensajero; el bajel que trae la Noche;
tenebroso como un muerto, lentamente
va avanzando, con sus velas de Misterio...
¡el bajel que trae la Noche!...
¡tenebroso como un muerto!
¡oh, las tardes del Otoño, precursoras
del Invierno!...; ¡cómo cantan con sus
ritmos de colores, en los mares y, en los
cielos!
¡oh, las tardes del Otoño, las auroras
del Invierno!
¡ya el Crepúsculo se muere en la som-
bra y, el Silencio!...
¡oh, la muerte del Crepúsculo, el Poeta
del Ensueño!...
ya se besan en la sombra, en divino Epi-
talamio, las estrellas soñadoras y, los pá-
lidos geranios, cuyos pétalos, muy tristes,
van cayendo lentamente, como sueños que
se mueren en su nítida blancura;
¡oh, los sueños de las flores!
¡oh, la muerte de los sueños!
a la luz del Plenilunio, albas rosas de
la Tarde, van abriéndose, como almas,
que escucharan en su angustia, el colo-
quio formidable de la Sombra, y el Mis-
terio...
¡oh, las rosas de la Tarde!
¡oh, las rosas del Silencio!
¡oh, la Amada, de mi Vida! ¡oh, la
Amada de mis Sueños!... ¡ilumina este
crepúsculo, con la lumbre de tus besos!...
de tus besos, que son astros...
y, el perfume de tus labios, caiga en mi
alma, como un bálsamo de Ventura y de
Sosiego...
¡oh, los rojos tulipanes de las frondas
de tus besos!...
¡oh, la Amada!
¡oh, Bien Amada!...
ven, reclina tu cabeza, tu cabeza triste
y, blonda como el halo de una estrella;
ven, reclínala en mi pecho;
¡tu cabeza perfumada por los místicos
Ensueños!
¡oh, tu pálida cabeza!...
¡oh, mi Reina, coronada con las rosas
entreabiertas en praderas ignoradas y, el
silencio de las selvas;
de las selvas, que te guardan su perpe-
tua primavera;
de las selvas, donde viven mis Ensue-
ños de Poeta!...
tu cabeza, con un nimbo de jazmines y
violetas;
que me toque la caricia de tus grandes
ojos tiernos ; algas verdes que se mecen
en los mares muy remotos, de la Gloria y
del Ensueño;
que me toquen con sus alas, tus libélu-
las de fuego;
¡oh, los ojos de la Amada, misteriosos y
serenos!
playas tristes, donde mueren las olea-
das del Deseo...
que los lirios de tus manos, cual capu-
llos entreabiertos, como brisas perfuma-
das, como rayos de un lucero, se deslicen
en la selva autumnal de mis cabellos, y
serenen mis pasiones tempestuosas y, soberbias,
y dominen la Implacable Rebel-
día de mi cerebro;
mi cerebro, que es tu Arca;
mi cerebro, que es tu Templo;
mi cerebro, donde imperas, tú mi Dio-
sa, entre la mirra que te queman mis pa-
siones, y, los cirios del Deseo, y, mis him-
nos amorosos, y, el perfume que te brin-
dan las corolas de mis versos...
y, una flor que se abre augusta, con sus
pétalos soberbios; una flor, en holocausto
ante Ti: mi Pensamiento;
¡oh, los lirios de tus manos, domadoras
del Deseo!...
¡oh, los cirios de mi Templo ; y, las ro-
sas de mis Versos !...
por las flores del Crepúsculo;
por las rosas del Silencio;
por las algas de tus ojos;
por las frondas de tus besos;
ven, reclina tu cabeza, en la sombra de
mi pecho...
¡Bien Amada! ¡Bien Amada!... ven, te
esperan ya mis besos, que murmuran co-
mo olas en las playas del Silencio...
¡Bien Amada! ¡Bien Amada! ven, res-
ponde a mi Deseo... ;
ven, unamos nuestros labios, en un beso
que sea eterno...
ven, y unamos nuestros cuerpos, cual
dos llamas de un incendio...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
Ven, mi Amada, que es la hora;
ven, mi Amada, que aun es tiempo;
¡tú no sientes cómo pasa la caricia del
momento?...
ven, y amémonos;
aún es hora...
ven, y amémonos, que aún es tiempo...
aún hay flores en el bosque;
aún hay luces en el cielo;
aún hay sangre en nuestras venas y,
palpitan nuestros besos...
son las tardes del Otoño, precursoras
del Invierno;
ven, tus ojos agonizan en las ansias del
Deseo...
aprisione yo tus manos, y tus labios y,
tus senos;
y, te brinden sus perfumes, las corolas
de mis besos;
es la hora del Crepúsculo...
todo se hunde en el Silencio... ;
es la tarde en nuestras almas... y la Noche
avanza presto...
nuestras vidas, ya se pierden en los va-
lles del Misterio;
aun dibuja la ventura, un miraje en
nuestro cielo;
es la hora de las almas...
es, la hora de los besos...
ven, y reposa tu cabeza blonda, sobre
mi ardiente pecho de Poeta;
ven, y reposa tu cabeza blonda, como
una mariposa en una flor;
y, que me bese de tus ojos verdes, la ca-
ricia profunda y, tentadora...
¡oh! ¡la caricia de tus ojos verdes! ¡la
caricia furtiva de la ola!...
deja que estreche los capullos blancos,
de tus pálidas manos de azahar...
y, deja que en el lirio de tu rostro, la
sombra de mi rostro se proyecte ;
y, que caiga mi beso entre tus labios,
como el nido de un pájaro en el mar;
que me bañe la Gloria del Crepúsculo,
que irradia tu opulenta cabellera...
que te cubra con mis labios, con mis
brazos, con mi cuerpo...
ven, y unamos nuestras bocas, en un
beso que sea eterno...
ven, y unamos nuestros cuerpos, cual
dos llamas de un incendio.


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miércoles, 3 de junio de 2015

"Carta a usted", de JOSÉ ÁNGEL BUESA (Cuba, 1.910-1.982)

Señora: Según dicen, ya usted tiene otro amante.
Lástima que la prisa nunca sea elegante...
Yo sé que no es frecuente que una mujer hermosa
se resigne a ser viuda sin haber sido esposa,
ni pretendo tampoco discutirle el derecho
de compartir sus penas, sus goces y su lecho;
pero el amor, señora, cuando llega el olvido,
también tiene el derecho de un final distinguido.

Perdón, si es que la hiere mi reproche; perdón
aunque sé que la herida no es del corazón...
Y, para perdonarme, piense si hay más despecho
en lo que yo le digo que en lo que usted ha hecho;
pues sepa que una dama, con la espalda desnuda,
sin luto, en una fiesta, puede ser una viuda
-pero no, como tantas, de un difunto señor-,
sino, para ella sola, viuda de un gran amor.

Y nuestro amor -¿recuerda?-, fue un amor diferente
(al menos, al principio; ya no, naturalmente):
Usted era el crepúsculo a la orilla del mar,
que, según quien lo mire, será hermoso o vulgar.
Usted era la flor, que, según quien la corta
es algo que no muere o es algo que no importa.
O acaso, cierta noche de amor y de locura,
yo vivía un ensueño... y usted una aventura.

Si; usted juró, cien veces, ser para siempre mía;
Yo besaba sus labios, pero no lo creía...
Usted sabe –y perdóneme- que en ese juramento
influye demasiado la dirección del viento.
Por eso no me extraña que ya tenga otro amante,
a quien quizá le jure lo mismo en este instante.
Y como usted, señora, yo, con sed o sin sed,
nunca pensaba en otra cosa si la besaba a usted.

Perdóneme de nuevo, si le digo estas cosas,
pero ni los rosales dan solamente rosas;
y no digo estas cosas por usted ni por mí,
sino por los amores que terminan así...
Pero vea, señora, que diferencia había
entre usted que lloraba, y yo, que sonreía,
pues nuestro amor concluye con finales diversos:
Usted besando a otro; yo, escribiendo estos versos...

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