jueves, 27 de abril de 2017

"El beso", de ALBERTO Rodríguez de LISTA y Aragón (ESPAÑA, 1775-1848, d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Poesías de Don Alberto Lista", de fecha 1822 (red. de 1854),   d.n.e.



Cual suele venciendo su margen riscoso
lanzarse a las tierras
soberbio el torrente, e inunda primero
la humilde pradera;

y luego crecido con lluvia incesante 5
no admite riberas,
y chozas y establos, ganados y puentes
las ondas se llevan:

del súbito estrago el rústico huyendo
se acoge a la sierra, 10
y allí guarecido los turbios raudales
seguro contempla:

así los furores del Niño vendado,
que Jove respeta,
al ver que domina con pérfido cetro 15
entrambas esferas;

burlé asegurado, buscando en tu pecho,
¡ay Filis! centellas
del fuego inocente, que enciende las almas
con llama halagüeña. 20

Amiga constante, premiando mi afecto
gozosa y risueña,
en plácidos juegos, en puras caricias
y en pláticas tiernas
las horas sabrosas fugaces volaban, 25
la vida con ellas,
de Amor ignorando la risa dañosa;
la ardiente saeta.

Mas ¡ay! que en el pecho sintiendo a deshora
cual sierpe encubierta, 30
la herida funesta probé de su aljaba,
que mata y recrea.

Al bosque apacible de altivos laureles,
¡ay Filis! ¿te acuerdas?
huyendo de Febo llevonos un día 35
la férvida siesta.

Allí recostados al margen florido
de fuente encubierta,
que en mansos raudales los mirtos y rosas
halaga parlera; 40

de tórtola amante hirió nuestro oído
la ardiente querella,
y en trinos suaves su fuego amoroso
lanzó Filomena.

No sé qué torrente de llama sabrosa 45
corrió por mis venas,
y en dulce esperanza de nuevos placeres
mi pecho enajena.

Ansioso te pido el beso de amiga;
y tú blanda y tierna 50
mi ardiente mejilla con boca inocente
buscabas contenta.


¿Por qué ya sedientos de gozos acerbos,
te di en vez de ella
mis labios, que osaron sellar por su daño 55
la rosa entreabierta?


¿Por qué, respirando su aroma divino,
gusté de entre perlas
la miel destilada, que fiera ponzoña
ya el alma me quema?
60

Después de aquel día, mi pecho encendido
sosiego no encuentra,
ni el campo me grada, ni busco del Betis
las plácidas vegas.

Dejé los amigos: los libros me enfadan, 65
y, Filis, tú mesma
con blandos afectos, con puras caricias
mi pecho atormentas.

Y al mal que padezco, querido bien mío,
remedio no queda, 70
si no haces, que al beso que fue mi ruina,
mil besos sucedan:


al nombre de amigo, delirios amantes;
y al prado y la selva,
el tálamo blando, la antorcha fecunda, 75
que amores sosiega.


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