lunes, 30 de julio de 2018

"Erótico. II", de MARIO MENDOZA OROZCO (COLOMBIA, 1948-- d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "De nuevo en este tiempo", de fecha 1985  d.n.e.



Si tú me dieras esa flor que ocultas
entre la cárcel de tus muslos tersos.
Esa flor de recóndita fragancia,
de oscuro musgo y lujuriosos pétalos.
Si me dieras tu fuego más profundo,
tu palpitar más íntimo, tus besos.
Si me dieras el vino que almacenas
en las ánforas plenas de tus pechos.
Si me dieras tus pechos, blancos frutos
del árbol perfumado de tu cuerpo.
Si me dieras tu boca sensitiva
para beber el fuego de tu aliento.

Si me dieras tu pelo, derramado
como una oscura flor sobre mi lecho.
Si me abrieras tu cuerpo, si me amaras,
derramaría en ti todos mis versos.
Entonces venceríamos la muerte,
el miedo, el odio, el tedio y el silencio.


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jueves, 26 de julio de 2018

"El amor", de GONZALO ROJAS PIZARRO (CHILE, 1916-2011 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Las hermosas", de fecha 1991  d.n.e.




De pronto sales tú con tu llama y tu voz,
y eres blanca y flexible, y estás ahí mirándome,
y te quiero apartar, y estás ahí mirándome,
y somos inocentes, y la marca roja
me besa con tus labios
, y es invierno, y estoy
en un puerto contigo, y es de noche.
Y no hay sábanas donde dormir, y no hay, y no hay
sol en ninguna puerta, y no hay estrella alguna
que arrancar a los cielos, y perdidos
no sabemos qué pasa, por qué la desnudez
nos devora, por qué la tempestad
llora como una loca, aunque nadie la escucha.
Y ahora, justo ahora que eres clara -permite-,
que te deseo, que me seduce tu voz
con su filtro profundo, permíteme juntar
mi beso con tu beso,
permíteme tocarte
como el sol, y morirme.
Tocarte, unirte al día que soy, arrebatarte
hasta los altos cielos del amor, a esas cumbres
donde un día fui rey, llevarte al viento libre de la aurora,
volar, volar diez mil, diez mil años contigo,
solamente un minuto,
pero seguir volando.


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miércoles, 25 de julio de 2018

"La primavera y la guerra", de VICENTE BLASCO IBÁÑEZ (ESPAÑA, 1867-1928 d.n.e.)

Caldea el sol las entrañas de los rojizos campos, fecundando los gérmenes de vida; estalla la térrea corteza respirando por sus grietas colores y perfumes, manojos de enmarañadas hierbas, verdes cabelleras sobre las cuales se balancean las flores silvestres con las palpitaciones del aire, y zumban los insectos multicolores que fueron durante el invierno larvas informes y ateridas; como oleada vivificante sube desde los últimos filamentos de las raíces la prolífica savia, circulando por las arterias del tronco, esparciéndose por las ramas, convirtiendo en madera jugosa y tierna el leño seco invernal, rompiendo los botones para expansionarse en forma de hojas, cubriendo la tierra con una bóveda verde; y en los cultivados bancales, martirizados incesantemente por la acerada uña del arado, crece el trigo como bienhechora bendición, y entre sus verdes espigas asoman las rojas amapolas como gotas de sangre del gran combate librado entre la naturaleza fecundante y el suelo yermo y helado.

Reina la primavera; la juventud del año, como la llamaba el poeta. Por ella y para ella se viste: de verde el monte; hierve la plata en los ríos; vibra la dorada luz en el espacio; canta el ruiseñor bajo la tienda de follaje, poblando de trinos el augusto silencio de la noche; lanza su grito la alondra, despertando con la primera luz del día y sacudiendo sus plumas impregnadas de rocío; se cubre el cielo de transparencias nacaradas en los dulces crepúsculos, y las golondrinas voltean en el aire su caprichosa contradanza con silbidos que parecen rayar el azul cristal del espacio.

Nunca como ahora se ama la vida. Jamás como en primavera parece hermosa la tierra y seductora la existencia.

El perfume de los campos deslízase lentamente hasta lo más profundo de nuestro ser; la sangre hierve en nuestras venas como la savia en las de los árboles; las mujeres parecen más hermosas, el sol más deslumbrante, la vida más dulce.

Los desolados horizontes cúbrense con cortinas de verdes hojas, cuyas puntas tienen suave transparencia; el naranjo, como enorme incensario, impregna el ambiente de azahar, el perfume del ensueño que hace pensar en la presencia de hadas invisibles que con su aliento os rozan las mejillas; en los jardines la hierba con sus minúsculas florecillas, crece hasta en las escalinatas, desuniendo con su fuerza de expansión las ajustadas losas de mármol; las blancas estatuas cúbrense con sombrillas de hojas, a través de las cuales el sol las viste con mantos de oro festoneados de sombra; asoman entre el follaje las rosas encendidas, rojas y frescas como femeniles bocas que ofrecen interminables besos y las flores de pétalos blancos y carnosos que hacen pensar en desnudeces de raso, en carnes sonrosadas como las de las ninfas de Rubens o ambarinas y transparentes como las de las beldades del Ticiano; se adormecen en el prado las tímidas violetas, lánguidas, melancólicas y espirituales como vírgenes del prerrafaelismo; y la naturaleza, ebria de lujuria y de luz, estremeciéndose con desemperezos de intensa voluptuosidad, temblando con el espasmo de la fecundación, cubre la tierra de colores y de perfumes, y el espacio de rumores suaves y dulces como si todo el éter temblase con el escalofrío de un beso inmenso dado a la tierra.

Estamos en plena apoteosis de la vida; y cuando todo lo existente parece cantar un himno al amor, allá abajo, sobre las soledades del mar, los monstruos de acero cargados de hombres se buscan y rebuscan para emprenderse a cañonazos, para empañar el claro espacio con el infecto humo de la pólvora y enturbiar el azul profundo y solemne de las olas con el rojo de la sangre y la asquerosidad de las humanas piltrafas.

En un mundo donde existe la mujer, copa de felicidad jamás vacía por mucho que se apure y cuyos ojos brillan con el ardor de la primavera; donde el vino chisporrotea en la copa de cristal con su corona de irisados brillantes; donde los bosques tienen flores que perfuman y trinos envueltos en plumajes voladores que saltan de rama en rama; donde el cielo, con las transparencias de la rosa y los cambiantes del nácar ofrece la más hermosa de las tiendas para cubrir los delirios del amor, de la única verdad que encontró el doctor Fausto después de estudiar tanto; en un mundo tan bello, los hombres consideran como la más digna y honrosa de las profesiones hacerse polvo a cañonazos por si cuatro pedazos de tierra han de estar protegidos por una bandera de un color o de otro. Admiremos la sublime estupidez del hombre.

La naturaleza generosa le ha dado cuanto tiene de más hermoso y seductor; le ha dado la mujer, el vino y la primavera, las tres grandes inspiraciones del arte.

Y el hombre, ¡oh bestia ruin!, ha correspondido a tanta generosidad inventando el cañón que ensangrienta los mares y convierte en cementerios los fecundos campos.


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martes, 24 de julio de 2018

"Amor de tarde", de MARIO BENEDETTI (Uruguay, 1920-2009 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Poemas de la oficina", de fecha 1953-1956  d.n.e.



Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cuatro
y acabo la planilla y pienso diez minutos
y estiro las piernas como todas las tardes
y hago así con los hombros para aflojar la espalda
y me doblo los dedos y les saco mentiras.


Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cinco
y soy una manija que calcula intereses
o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas
o un oído que escucha como ladra el teléfono
o un tipo que hace números y les saca verdades.

Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las seis.
Podrías acercarte de sorpresa
y decirme «¿Qué tal?» y quedaríamos
yo con la mancha roja de tus labios
tú con el tizne azul de mi carbónico.


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lunes, 23 de julio de 2018

"Vamos a guardar este día", de JAIME SABINES GUTIÉRREZ (Méjico, 1925-1999 d.n.e.).

Poema perteneciente al libro "Diario semanario y poemas en prosa", de fecha 1961  d.n.e.



Vamos a guardar este día
entre las horas, para siempre,
el cuarto a oscuras,
Debussy y la lluvia,
tú a mi lado, descansando de amar.
Tu cabellera en que el humo de mi cigarrillo
flotaba densamente, imantado, como una mano
acariciando.
Tu espalda como una llanura en el silencio
y el declive inmóvil de tu costado
en que trataban de levantarse,
como de un sueño, mis besos.


La atmósfera pesada
de encierro, de amor, de fatiga,
con tu corazón de virgen odiándome y odiándote,
todo ese malestar del sexo ahíto,
esa convalecencia en que nos buscaban los ojos
a través de la sombra para reconciliarnos.
Tu gesto de mujer de piedra,
última máscara en que a pesar de ti te refugiabas,
domesticabas tu soledad.
Los dos, nuevos en el alma, preguntando por qué.
Y más tarde tu mano apretando la mía,
cayéndose tu cabeza blandamente en mi pecho,
y mis dedos diciéndole no sé qué cosas a tu cuello.

Vamos a guardar este día
entre las horas para siempre.


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viernes, 20 de julio de 2018

"El beso", de HJALMAR SÖDERBERG (SUECIA, 1869-1941 d.n.e.)

Cuento perteneciente al libro "El camino oscurece", de fecha 1907  d.n.e.



Érase una vez una muchacha y un joven. Estaban sentados en una piedra, en una punta de tierra que se adentraba en el mar, y las olas golpeaban hasta tocar sus pies. Estaban sentados, callados, cada uno en sus pensamientos, y vieron ponerse el sol.

Él pensó que tenía muchas ganas de besarla. Su boca parecía hecha para eso. Había visto chicas más hermosas y, en realidad, estaba enamorado de otra, pero no creía poder besarla nunca, ya que era un ideal y una estrella, y “a las estrellas uno no puede desear poseerlas”. Ella pensó que querría que él la besara, porque entonces tendría una oportunidad de enojarse con él y mostrarle lo mucho que lo despreciaba. Se levantaría, levantando las faldas y ajustándolas en torno a sí; lo miraría con una mirada cargada de helada burla y se iría, derecha y sin prisas innecesarias. Pero para que no pudiera adivinar lo que pensaba, dijo en voz baja, muy lentamente:

-¿Cree usted en otra vida después de esta?

Él pensó que sería más fácil besarla si contestaba que sí. Pero no recordaba bien cómo había respondido en otra oportunidad a la misma pregunta y tuvo miedo de contradecirse. Por eso la miró profundamente a los ojos y dijo:

-Hay momentos en que creo que sí.

Esa respuesta agradó a la chica enormemente y pensó: “De todas maneras, me gusta su pelo y también la frente. Es una lástima que la nariz sea tan fea y que no tenga una posición. Es solo un estudiante”. Con un novio como ese no la envidiarían sus amigas.

Él pensó. “Ahora, decididamente, puedo besarla”. Pero tenía mucho miedo; no había besado antes a ninguna joven de buena familia, y se preguntaba si sería peligroso. Su padre dormía, tumbado en una hamaca, no muy lejos de allí, y era el alcalde de la ciudad.

Ella pensó: “¿Será quizá mejor que le dé un bofetón cuando me bese?”. Y pensó de nuevo: “¿Por qué no me besa, es que soy tan fea y desagradable??”

Y se inclinó sobre el agua para mirarse reflejada, pero su retrato se rompió en las olas que salpicaban.

Pensó a continuación: “Me pregunto qué sentiré cuando me bese”. En realidad, la habían besado una sola vez, un teniente, después de un baile en el hotel de la ciudad. Pero olía muy mal, a cigarros y a ponche, y ella se había sentido un poco halagada de que la hubiera besado, ya que era un teniente, pero, por otra parte, ese beso no había sido gran cosa. Y, además, lo odiaba, porque después del beso ni le había propuesto matrimonio ni había vuelto a mirarla.

Mientras estaban allí sentados, cada uno en sus pensamientos, el sol se puso y oscureció.

Y él pensó: “Ya que está todavía sentada a mi lado y el sol se ha ido, quizá no tenga nada en contra de que la bese”.

Y lentamente le pasó un brazo sobre los hombros.

Eso ella no lo había previsto. Había creído que la besaría sin más preámbulos y que entonces ella le daría una bofetada y se iría como una princesa. Ahora no sabía qué hacer; quería enfadarse con él, pero no quería perder la oportunidad de ser besada. Por eso se quedó sentada completamente quieta.

Entonces él la besó.

Era mucho más extraño de lo que ella había pensado; sintió que se quedaba pálida y sin fuerzas, y que se había olvidado totalmente de darle un bofetón, y de que no era nada más que un estudiante.

Pero él pensó en un pasaje del libro de un médico muy religioso, llamado La especie femenina, en donde decía: “Pero cuidado con dejar que el abrazo matrimonial se supedite al dominio de las pasiones”. Y pensó que debía ser muy difícil cuidarse si un solo beso podía ya hacer tanto.

Cuando salió la luna, estaban todavía sentados besándose.

Ella le susurró al oído:

-Te amé desde el primer momento en que te vi.

Y él respondió:

-Para mí no ha habido otra en el mundo como tú.


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sábado, 14 de julio de 2018

"El beso magno de la vida entera", de FELIPE TRIGO Y SÁNCHEZ-MORA (ESPAÑA, 1864-1916)

Fragmento perteneciente al libro "Las ingenuas", de fecha 1901  d.n.e.



Desvanecida de amor, sumisa a la voluntad dulce del amante, sus labios volvían a deslizar, como por la mañana, incoherentes súplicas y apagadas frases de protesta...

Era el rubor derrotado y escapando en suspiros, cerrándole en los ojos, entre la grana vivísima del rostro... -y se sentía bien de Luciano esta vez, en un deliquio de sollozos y lágrimas, de estremecimientos y pequeños gemidos que extinguía él en su boca a besos de pasión tan profunda como apacible, sin dejar de mirar esta frente comba, de blancura mate...

Y empezó entonces la hora letal, interminable- una hora henchida de sofocaciones del deseo sobre ausencias absolutas de lo que no fuese aquel presente alcanzado, eterno como la posesión de una divinidad maravillosa; una hora en que la virgen ganada al fin para la gloria de los amores, y en ella perdida, encontró en un éxtasis sublime la mirada aquella larga, inmensa y estrábica de la felicidad con que entrega el ser a Luciano... el ser todo, con el ansia de compenetrarse más, de fundirse a él y existir para siempre en el mismo, recogiendo toda el alma del poeta cuya frente noble al lado de la suya descansaba en la almohada o en la nube -no sabía ella-, enlazado en sus brazos, susurrándole al oído trémulas delicias...

Era el beso magno de la vida entera.


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jueves, 12 de julio de 2018

"Mujer fatal", de EDUARDO ZAMACOIS (España, 1873-1971 d.n.e.)

Era un cuerpo soberbio, lleno de casta hermosura, en la cual la morbidez provocativa de la carne estaba discretamente velada por el cendal blanquísimo...

Era una cabeza diabólica, en que resplandecían los atractivos de la belleza que arrastraba al abismo; con su frente pequeñita de gozadora; sus ojos grandes, entornados, bajo cuyas pestañas brillaban las pupilas con el juego de una pasión voraz, inextinguible, su nariz corta, dilatada por una aspiración de deseo no saciado... labios carnosos, entreabiertos, formulando un deseo eterno, encendida esa sensualidad que puso el pincel de Boticelli en las bocas de las mujeres.


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domingo, 8 de julio de 2018

"Una mujer desnuda y en lo oscuro", de MARIO BENEDETTI (Uruguay, 1920-2009 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Preguntas al azar", de fecha 1986  d.n.e.



una mujer desnuda y en lo oscuro
tiene una claridad que nos alumbra
de modo que si ocurre un desconsuelo
un apagón o una noche sin luna
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda

una mujer desnuda y en lo oscuro
genera un resplandor que da confianza
entonces dominguea el almanaque
vibran en su rincón las telarañas
y los ojos felices y felinos
miran y de mirar nunca se cansan

una mujer desnuda y en lo oscuro
es una vocación para las manos
para los labios
es casi un destino
y para el corazón un despilfarro
una mujer desnuda es un enigma
y siempre es una fiesta descifrarlo

una mujer desnuda y en lo oscuro
genera una luz propia y nos enciende
el cielo raso se convierte en cielo
y es una gloria no ser inocente
una mujer querida o vislumbrada
desbarata por una vez la muerte.

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Puede escuchar el poema, cantado y musicado por Joan Manuel Serrat, en este enlace: https://www.youtube.com/watch?v=PldGDZmeJYs

O recitado primero y la canción "Desnuda entre las sábanas", de Fran Fernández después, en este enlace: https://www.youtube.com/watch?v=zPBQjUxDi9c


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miércoles, 4 de julio de 2018

"A flor de piel", de ANTONIO DE HOYOS Y VINENT (ESPAÑA, 1884-1940)

Fragmento perteneciente al libro "A flor de piel", de fecha s/a (principios siglo XX)  d.n.e.



CAPÍTULO II.


...Estaban solos, frente a frente, y el gran misterio de amor, ese misterio de que depende a veces el porvenir, dicha o desdicha, de una vida entera, se aproximaba. Desposeído del gabán, habíase sentado el escultor en el sofá, y después de dejar vagar un rato su mirada por el cuarto habíala detenido en la sombra de la gitana, que oscilaba en la pared. Era una silueta elegantísima, sutil, llena de armoniosa gracia, que, al reflejarse en el muro, tenía un no sé qué de inmaterial, de aéreo, como sensual ensueño de un voluptuoso. Las vestiduras fueron cayendo una a una, lentamente, y cada uno de sus movimientos, el más insignificante de sus gestos, tenía una gracia definitiva. Pero al perder el ropaje la figura perdió su elegancia, aquella serenidad en el reposo y en la acción, que tenía algo de quimérico, y la silueta graciosamente desvergonzada de mujer, con pantalón y corsé, evocaba las ilustraciones de una novela de Paul de Kock para uso de estudiantes y viejos libidinosos. Willy cerró los ojos, temiendo que el ensueño que renacía volviese a morir en germen. Cuando los abrió nuevamente, la figura de pornografía estudiantil habíase evaporado, y vio erguirse en su lugar, espléndida y turbadora en su perversa belleza, retratada en el muro como en diabólica linterna mágica, la satánica arrogancia de Astarté, el demonio de la lujuria, la trágica hermosura de Medusa. Una silueta de mujer desnuda, de perversidad baudelairesca, se dibujaba sobre el sucio fondo. Rizos crespos como enroscadas sierpes nimbaban la cabeza, que se ladeaba sobre el airoso cuello. Las colinas suaves de sus pechos se erguían provocadoras; armoniosa, la suave curva del vientre impúber. Las piernas eran nerviosas, de rara elegancia. Y aquella figura se movía con algo de serpiente sabia, que inquietaba. Nuevamente cerró los ojos. Una fragancia intensa le envolvía, ahora: aroma de nardo indiano que mata, de ovonia que enloquece, olor de mujer joven y hermosa, olor de vida, mezcla crispadora de olores, fragancia de naturaleza y de perfumes. Y sintió una respiración jadeante que le quemaba la piel, y sus manos temblorosas corrieron las curvas llenas de armonía del desnudo cuerpo, que se le ofrecía, con sencillo impudor, seguro de su belleza victoriosa, y unos labios frescos como cerezas, ardientes como brasas, mordieron sus labios, y unos brazos le aprisionaron en un abrazo de infinita pasión...


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domingo, 1 de julio de 2018

"El disparo final en la Vía Láctea", de RAÚL GÓMEZ JATTIN (COLOMBIA, 1945-1997)

En el cielo profundo de mis masturbaciones
ocupas ese ámbito de deseo irrefrenable y voraz
Inagotable y tierno que te devora el sexo
aunque tú no lo sepas Tu cuerpo habita el mío

Y es tan mío como no pudo serlo allá
en la realidad Es mío cuando yo te deseo
De esa misma manera impalpable y eterna
como este libro es tuyo Como yo soy de ti

Habitamos el ocho Doble infinito
de los dos universos El 8 de los círculos
El que parece dos astros hermanos y gemelos
El que parece dos ojos Dos culos cercanos
El que parece dos testículos besándose

Cuando llegas a mi cielo estoy desnudo
y te gustan las columnas de mis piernas
para reposar en ellas Y te asombra
mi centro con su ímpetu y su flor erecta
y mi caverna de Platón carnal y gnóstica
por donde te escapas hacia la otra vida

Y en ese cielo te entregas a ser lo que verdaderamente
eres Agresión de besos Colisión de espadas
Jadeo que se estrella como un mar contra mi pecho
Locura de tus ojos orientales alumbrando
la aurora del orgasmo mientras tus manos
se aferran a mi cuerpo Y me dices
lo que yo quiero y respiras tan hondo
como si estuvieras naciendo o muriendo
Mientras nuestros ríos de semen crecen
y nuestra carne tiembla y engatilla su placer
hacia el disparo final en la Vía Láctea

En las sábanas de nuestro cielo hay nubes
perfumadas de axilas y delicados residuos
el amor En la almohada el hueco
que tu cabeza ha dejado oloroso a jazmines
Y en mi alma y mi cuerpo el inmenso dolor
de saber que desprecias mi amor

Oh tú por quien mi vida renació
dentro la lumbre de la muerte


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