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jueves, 17 de noviembre de 2022

"Soneto: Del regreso imposible", de WILLIAM OSPINA BUITRAGO (COLOMBIA, 1954--, d.n.e)

Poema perteneciente al libro "Una sonrisa en la oscuridad", de fecha 2007  d.n.e.



Años de soledad, años de prisa.
La pirámide, el ala y el desgaste.
Después de aquellos años regresaste,
iguales la belleza y la sonrisa.

Algo sentí, no sé por qué, desierto,
y era por eso, al fin, que había llorado.
Algo en tu corazón había cambiado,
imperceptible casi, pero cierto.

Algo dejaba aquella dicha trunca:
tu amor, el que se fue, no volvió nunca,
por él tiembla la boca que te besa.

Alguien llegó, con cosas del pasado,
alguien que habla de ayer ha regresado,
pero aquel que se fue jamás regresa.




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miércoles, 13 de abril de 2022

"En el comienzo", de LUIS ZALAMEA BORDA (COLOMBIA, 1921-2013, d.n.e.)

Eres el comienzo, la luz y la esperanza.
Antes de ti era la nada y no habían nacido las palomas.
Qué angustioso vacío el vivir sin saberte,
aunque mis ojos adivinaran tu mirada lánguida
y fueran construyendo mis manos tu presencia,
inventando mis sueños piel, risa y esencia de tus besos.

Sin ti andaba yo al garete, en un mar de borrasca,
cuán alejado de todo puerto conocido.
Y el mar también era la nada.
Tendrías que llegar a darle un día
el verdor de tus ojos, la sal de tus pupilas,
un hontanar de lágrimas,
y la suave madrépora que crece entre tus labios.

Sin ti mi voz no tenía forma y su eco faltaba,
era el lloro de un niño que se pierde.
Tú le entregaste acento y le fijaste rumbo.
Y entonces pude cantarte toda, con la voz que me diste.

Antes de ti, la nada, la pegajosa angustia, la voz muda.
Mas hoy comienza a respirar mi mundo,
nutrido con tu luz, fincado en la esperanza.






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lunes, 15 de noviembre de 2021

"Soneto: Rouge", de ALBERTO ÁNGEL MONTOYA (COLOMBIA, 1902-1970, d.n.e.)

De un solo beso desteñir provoca
tu boca en corazón recién pintada.
Fruta y flor a la vez; copa colmada
de vino y miel para la sed más loca.

Ella en sus vivos múrices evoca
el símbolo sensual de la granada,
y pienso al verla sonreír, que nada
en el mundo es más rojo que tu boca.

Cuando presos, al fin, por mis arrojos,
ceden tus labios y después me ofrecen
aún más amor que el que al besar me dieron,

tan húmedos están y son tan rojos,
que sólo las palabras que dijeron
más rojas que tus labios me parecen.






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martes, 2 de noviembre de 2021

"La voz apenas", de ALBERTO ÁNGEL MONTOYA (COLOMBIA, 1902-1970, d.n.e.)

Yo me he quedado con la voz
de esa mujer -la voz apenas-
como se quedan los marinos
oyendo el mar desde la tierra.

Y sin embargo yo algún día
pude ceñir la fácil hembra
y así ganar en dulce viaje
la costa azul de sus ojeras.

Y beber pude entre sus manos
el agua amarga de las penas,
por sólo hundir entre sus senos
mi ansia de onda y de sirena.

Yo amé mujeres como islas
entre amplios lechos de marea
donde las olas de los linos
alzaba el gozo de la entrega.

Y vi penínsulas de brazos;
playa al amor del beso abierta
para llevar el labio lento
hasta una rada de sorpresa.

Y hallé las cóncavas marismas,
-que son lo mismo alga y guedeja-
y hacia ellas iba la pasión
como hacia el norte va la vela.

Pero la voz de esa mujer
era la única sirena
para el oído turbulento
en las sensuales odiseas.

Y me he quedado con la voz
de esa mujer -la voz apenas-
como se quedan los marinos
oyendo el mar desde la arena.

Cuán tristes son los marineros
que ansiaron muerte en la tormenta,
y junto al mar, un cualquier día,
la muerte encuentran en la tierra.





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miércoles, 22 de septiembre de 2021

"A una amazona", de ALBERTO ÁNGEL MONTOYA (COLOMBIA, 1902-1970, d.n.e.)

I.

Quiero soñar contigo, rubia y alta amazona
que has cruzado esta tarde mis predios sin saber
que el hombre por quien vuelves e irrumpes en la zona
clausurada del parque, no es el mismo de ayer.

Has salvado los fosos y has saltado los setos.
El viejo jardinero me ha dicho que eres tú.
Rubia y alta amazona de los claros sonetos
que yo escribí una noche porque no estabas tú.

Otra mujer cercaba mis horas con los lazos
del placer, y en su grito yo añoraba tu voz
porque el recuerdo triste de una aurora en tus brazos
segaba los minutos como al trigo la hoz.

Si te amé, no sabría contestarle a mi duda.
Si me amaste, qué importa?... yo te amaba tal vez.
Ibas por vez primera bajo el traje desnuda,
ya desceñido el cuerpo de su alba doncellez.

Llevabas en tus labios tu deseo primero
y en los ojos azules tu lejano país.
Un bucle blondo y firme. Firme y alto el sombrero.
Las cárdenas violetas sobre tu traje gris.

Erguíase tu cuerpo tan fino como un tallo
floral, a cuyo extremo tu rostro era la flor.
¿Te acuerdas?... Sólo un día... Tu traje... Tu caballo.
Trotábamos, y el trote fue mi verso mejor.

Se asomaban los párvulos paisajes al camino
por mirarte a caballo y a mi lado pasar.
Y era el camino largo, como tu cuerpo fino.
Y era todo el camino de luz crepuscular.

Fulgía el campo verde como una esmeralda
que se hubiese caído de la mano de Dios.
Trotábamos, y el viento jugaba con tu falda.
Tu caballo -aún recuerdo- se llamaba Panglós.

II.

Puedes entrar, si quieres. Llama al buen jardinero.
Desciende del caballo y avanza el breve pie
por las graves estancias y entra al salón severo,
que el fuego está encendido y es la hora del té.

Aún el diván imita la curva de tu pierna.
Y aún el fuego en las llamas imita tu carmín.
Un sólo instante efímero te hizo en mi verso eterna,
y el tiempo está en tu nombre sin principio ni fin.

Al filo del recuerdo se han tronchado mis días.
-La Garconne... Mary Duchess... Childe Harold... Sans-a-tout-
Puedes entrar si quieres en las cuadras vacías;
yo vendí los caballos; no lo hagas nunca tú.

Guarda como un tesoro tu júbilo. Esa intacta
alegría de entonces...Mi dolor, qué más da?
Y haz grabar en tus bridas esta sentencia exacta:
"Sólo es completo el hombre cuando a caballo va".






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martes, 21 de septiembre de 2021

"Campo de caza", de ALBERTO ÁNGEL MONTOYA (COLOMBIA, 1902-1970, d.n.e.)

A la sombra del bosque de tu oscura melena
me acechaban tus ojos como lagos siniestros.
El fuego de tus labios orientó mi camino
porque perdí la ruta cándida de tus brazos
.
Mi ruego era un anuncio de huellas bajo el alba.
Vislumbré enardecido las cumbres de tus senos,
y al sentir el efluvio de tus vírgenes frondas
azucé mis lebreles por tus flancos desnudos.
A su raudo galope de besos, se ofrecían
en una primavera de incógnitos asombros,
los núbiles senderos florecidos de nardos
y las cálidas grutas de capitosos musgos.
Iniciaron colinas y ganaron florestas.
Y al final, ya enervados por las rutas ansiosas,
alígeros cayeron sobre el valle de nieve
donde temblaba inquieta la gacela escondida.
Mujer,
-maravillosa selva donde yo me he perdido-
tú fuiste a mis instintos como un campo de caza.






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viernes, 10 de septiembre de 2021

"Despedida", de LUIS ZALAMEA BORDA (COLOMBIA, 1921-2013, d.n.e.)

  
          "...es tan corto el amor
           y es tan largo el olvido... "
                           Pablo Neruda
Te fuiste.
Como se va la primavera.
Como se van todas las cosas.
Como se pierden en el mar las velas.
Y yo me quedé solo,
con las uñas clavadas en la arena,
viendo como se alejan las mareas.

Te fuiste.
Ni tu nombre recuerdo,
ni el color de tus ojos.
Sólo que por las tardes leíamos a Neruda;
aún me llega el timbre de tu voz profunda,
y el alarido de tu dicha, suelto,
huyendo a medianoche por la playa.

Te fuiste.
Irremediablemente huiste de mi vida.
Fue el océano tu cómplice fortuito:
zarpaste al borde de un balandro cualquiera
una tarde cualquiera.
Yo me quedé sobre la playa dilatada,
salpicado de ocaso, solitario en la arena.

Te fuiste.
Nos habíamos amado con la furia de los 25 años.
Todo fue cerca al mar:
besos de sal y yodo,
mordiscos de medusa enloquecida,
saltos de delfines en celo,
abrazos hasta brotar la sangre marinera.

Te fuiste.
Como se fueron también la rada familiar,
las velas madrugadoras de los camaroneros,
el lecho duro de nuestros combates clandestinos.
Hasta el mar cambió de rostro y de fragancia;
la codicia del hombre corrompió las aguas.
El aire mismo se llenó de venenos y de miasmas.

Te fuiste.
Como se van todas las cosas.
Y yo me quedé solo,
con las uñas clavadas en la arena,
viendo como se alejaban las mareas.




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miércoles, 1 de septiembre de 2021

"Canción nocturna", de JULIO FLÓREZ ROA (COLOMBIA, 1867-1923, d.n.e.)



Oye: cuando en las sombras del vacío,
en la noche, a lo lejos, oigo un canto;
algún canto de amor, a veces mío,
de esos que ha tiempos escribí con llanto,

mi memoria despiértase y se aclara;
y al sentir que resurge mi tristeza,
por los áridos surcos de mi cara
el viejo lloro a resbalar empieza.

Y es porque mi recuerdo ávido evoca
tus manos, tu mirada taciturna,
los ósculos quemantes de tu boca.

Tu garganta, tu cuerpo frágil urna
de marfil que mi mano ya no toca...
¡Todo lo aviva la canción nocturna!






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viernes, 20 de agosto de 2021

"Promesa" de MEIRA DELMAR (seudónimo de OLGA ISABEL CHAMPS EIJACH, COLOMBIA, 1922-2009 d.n.e.)


En alguna mañana azul y florecida
iremos dulcemente, con las manos unidas

a escuchar las historias que el arroyo murmura
ante el fácil asombro de las piedras desnudas...

No diremos, amado, una sola palabra:
hablarán nuestros ojos su lenguaje de magia,

y la brisa curiosa llegará muy callada
sin romper el embrujo de la hora encantada…

Después... como un racimo de hermosas uvas nueva
–tronchadas de la vid por manos tempraneras–

yo dejaré en tu boca con un poco de miedo,
el sabor ignorado de mis besos primeros...






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domingo, 15 de agosto de 2021

Soneto "Las copas", de ALBERTO ÁNGEL MONTOYA (COLOMBIA, 1902-1970 d.n.e.)

Para buscar el alma de los vinos
no me basta mi cáliz cincelado.
quiero altas copas de cristal tallado
que imiten largos cuerpos femeninos.

Copas en cuyos bordes cristalinos
el vino fuera un beso prolongado,
ya que en todas las bocas que he besado
los besos fueron capitosos vinos.

Unas en cuya euritmia transparente,
nuestros ávidos ojos evocaran
giros de amor en cuerpos de serpiente.

Otras castas cual núbiles doncellas,
y tan frágiles, ay, que se quebraran
en nuestras manos al beber en ellas.





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lunes, 4 de enero de 2021

"Beso con lengua", de MARÍA DE LOS ÁNGELES POPOV (COLOMBIA, 1969-- d.n.e.)

Morfema de lenguas,
vocalización perfecta de la a entre las piernas,

posición de sensaciones,
fonema íntimo,
cavidad nasal,
triángulo donde se moja la lengua,
abertura máxima,
pubis vocálico,
baja lenguas,
voz,
vagina fonética,
papila gustativa,

morfología,
pronunciación íntima,
paladar explorador del exotérmico,
saliva,
sí-laba,
si,
a,
cerrada,
abertura pélvica,
vocálica,
a,
máxima,
menor,
media,
lengua,
anterior,
posterior,
respiración,
morfema,
no se pueden cerrar las piernas,
orgasmo,
sonido sin habla,
sonoridad,
resonador,
acento,
donde no se habla,
solo se gime,
y
se
redime
el movimiento.



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viernes, 3 de julio de 2020

"Los ataúdes enamorados", de CARLOS CASTRO SAAVEDRA (COLOMBIA, 1924-1989, d.n.e.)

"Eterno", de Christiane Vleugels

Nuestras tumbas, mujer, se darán besos,
nuestros cajones besos y mordiscos,

y no serán sudarios los nuestros sino sábanas
para engendrar trigales
y construir el pecho de los cedros.

Nos volverán a ver sobre la tierra,
a ti llena de polen y de pétalos,
cubierta de azaleas y azahares,
y a mí con un pedazo de primavera roja
entre la boca de madera.

Sobre la tierra, amada, sobre el campo,
tú con trenzas de musgo,
con un manto de plumas y de orquídeas,
y yo con un relámpago extendido en mis ramas
como una fruta elástica y madura.

La muerte será apenas un fecundo reposo,
un sueño recorrido por gusanos labriegos,
otra luna de miel entre raíces,
otro rodar los dos dulces y mudos,
por un salón de terciopelo verde.

Que no pongan el nombre tuyo sobre la bóveda,
ni el mío sobre el hueco que se trague mis tigres,
sino que nos abonen y nos rieguen,
pues esto es suficiente, compañera,
para tu corazón y mi semilla.






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viernes, 12 de junio de 2020

"Soneto del amor elemental", de CARLOS CASTRO SAAVEDRA (COLOMBIA, 1924-1989, d.n.e.)

Te quiero así, mujer: sencillamente,
como quiere el pastor a sus ovejas,
el caminante a las encinas viejas
y el río matinal a su corriente.

Te amo como las casas a la gente
y como la colmena a las abejas,
y los ojos dormidos a las cejas
que vuelan en el cielo de la frente.

Voy a tu corazón como las olas
a los buques cargados de amapolas
y de maderas claras y sencillas.

Doy con tu beso al fin, con tu ternura,
como el río con toda la llanura
y la sed con el agua sin orillas.

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lunes, 1 de junio de 2020

"Presencia de amor victorioso", de CARLOS CASTRO SAAVEDRA (COLOMBIA, 1924-1989, d.n.e.)

"Mujer de pelo rojo", de Madgalena Weber

Tú eres la que yo quise destruir con mis besos,
pero la que resistes mi furia y mis abrazos,
y sales siempre nueva de mis bosques espesos
y siempre florecida de mis grandes hachazos.

(Un viento loco y verde te golpeaba la cara,
un vendaval de besos de mi boca te hundía,
pero el hijo llegaba con su semilla clara
y en medio de tus ojos oscuros la encendía).

Eres la que no pude vencer con mi locura
y fatalmente herir con mis espadas ciegas,
y el trueno que circula por mi cabalgadura
y el búfalo que truena por mis hondas entregas.

Sobrevives y cantas a mi lado, a mi vera,
como un ave incansable que atesora mis pasos,
y vuela a toda hora sobre mi calavera
y construye su nido en mitad de mis brazos.

Ya tienes el tamaño de mis manos inmensas,
la medida del grito que me habita la vida,
y puedes abarcarme todo lo que me piensas
y elevas a tu frente la sangre de mi herida.

Siento tu punzadora dulzura en mi costado,
tu penetrante aroma de selva en mi camino,
y nadie me consuela cuando estoy a tu lado
y pienso que la muerte se beberá tu vino.






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viernes, 15 de mayo de 2020

"Las trenzas lejanas", de CARLOS CASTRO SAAVEDRA (COLOMBIA, 1924-1989, d.n.e.)

Venus ante el espejo, de Marina Igorevna

Yo amé desde un principio tu sencillez de dalia,
tu pudor de semilla que se viste hasta el fondo,
y el amor con que hacías tus trenzas bajo el cielo
y escuchabas mis versos como un ave en el hombro.

Tu andar de sementera, de parcela espigada,
tu lengua constelada de honorables silencios,
y tus manos en guerra, sobre tu falda verde,
con las ganaderías que apacientan los vientos.

Amé tu timidez, tu cima de arreboles,
tu cabeza inclinada sobre tu pecho doble,
y tu color de espiga cuando el sol te besaba
y cerrabas los ojos bajo el beso de cobre.

Tu casa entre los árboles, tu nido de hojas duras,
tu domingo poblado de cúpulas remotas,
y el pueblo donde oías la misa y las abejas
rezando en los panales humanos de las bocas.

Pensabas azahares, naranjas y costuras,
te ponías en el pelo flores de enredadera,
y a solas contemplabas la niñez de los pájaros
meciéndose en la cuna de toda la arboleda.

De cerca te seguía mi amor con su corona,
tu corazón brillaba por sus rojas orillas,
y de la agricultura salían resplandores
de racimos maduros y de doradas piñas.

Cuando llovía en los montes lejanos te nublabas,
te ibas poniendo triste como toda la niebla,
y era que comenzabas a quererme, paloma,
y a sentirte campana de mis torres de piedra.

Los días me acercaban a tu piel y a tu ropa,
me candidatizaban labriego de tu vientre,
y tú escuchabas pasos de bueyes y de arados
encima de tu vida y encima de tu muerte.

¡Cuánto sudor después, cuánta faena honrada,
cuánto golpe de pala y de herradura ciega,
hasta llegar los dos, vestidos de semillas,
a iluminar las fiestas más hondas de la tierra!






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viernes, 17 de abril de 2020

"Cintia deleitosa", de PORFIRIO BARBA JACOB, seudónimo de MIGUEL ÁNGEL OSORIO (COLOMBIA, 1883-1942, d.n.e.)

"Baco y Ariadne", de Antoine-Jean Gros

Como una flor arcana, llameando
bajo el turquí del cielo apareció.
Fue su amor mi almohada matutina;
su seno azul, de gota coralina
en el pezón, de noche mi almohada.

Y era esencia tan dulce y regalada
la de su carne en flor, la de su boca
por enjambres de besos habitada,

la de su axila, ¡leche con canela!,
que un ansia de gozarla me extenuó.

Cintia concentra la onda de la vida,
el campo es de Ella y grana para Ella.
Mi sangre está en su carne consumida;
su alma radia con mi luz ardida,
y ella está en mí porque yo estoy en Ella.

-Dame tu axila, ¡leche con canela!
Dame tu beso, dámelo, y la lengua
fina y caliente y roja y ternezuela...

-¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
fatiga dulce, letal desvarío...
-¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
No más, amorcito mío,
que me muero...






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miércoles, 15 de abril de 2020

"Inés", de CARLOS CASTRO SAAVEDRA (COLOMBIA, 1924-1989, d.n.e.)

Obra de Marcos Rey


Inés digo y mi boca se convierte en azúcar
de manzana partida por la luz del verano.

Decir esta palabra es como adivinar
que está cantando un pájaro en un árbol lejano.

Inés digo y mi labio se convierte en abierta
flor de pétalos dulces contra la madrugada
.
Decir esta palabra es soñar que está muerta
la tarde en el abismo de la noche estrellada.

Inés digo y parece que mi voz se quedara
temblando entre las redes impalpables de un beso.

Decir esta palabra es como si lograra
detener en el aire la música de un rezo.

Cuando yo digo Inés olvido los agravios
y de claros panales y canciones me acuerdo.
Decir esta palabra es apretar los labios
para intentar el acto de besar un recuerdo.

Alzar las manos puras para decir Inés
es caer en la sombra de un árbol florecido.
Decir Inés, siquiera por una sola vez,
es sentir en la rama del corazón un nido.







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domingo, 12 de abril de 2020

"Cuando regreses", de LAURA VICTORIA VALENCIA (seudónimo de GERTRUDIS PEÑUELA) (Colombia, 1.904-2.004 d.n.e.).

Poema perteneciente al libro "Llamas azules", de fecha 1962  d.n.e.



Cuando regreses no hallarás siquiera
las huellas del pasado.
En el parque los cisnes se murieron
y las verbenas rojas se secaron.

Esos versos filiales que me oías
cogiéndome las manos,
cambiáronse por otros calcinantes
que visten mi alma de ropaje cárdeno.

Y esas dulces promesas que en tus brazos
hacíasme temblando,
son una cuerda rota en mis oídos
y ni un eco doliente me dejaron.

Naufragaron también en mis pupilas
tus ojos de gitano,
y en mi boca se helaron en silencio
las huellas calcinantes de tus labios.

Cuando regreses no hallarás siquiera
vestigios del pasado.
En el parque los cisnes se murieron
y en mi boca tus besos se borraron.





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sábado, 11 de abril de 2020

"Crónica de Gaugin", de JORGE GARCÍA USTA (COLOMBIA, 1960-2005, d.n.e.)


"Manao tupapu" (El espíritu de los muertos vela), 1892, de Paul Gaugin
Porque él conoció las ansias de ese mar
que hace de un hombre, por siempre,
un ángel endeudado,
o alienta el dios solidario
que silba por las noches
los rencores de las islas.

Fundó el amarillo del enigma,
labio a labio, robando la brasa primordial
que puede fundar varias iglesias en un párpado
y regala a cada día un animal milagroso.

Entonces, el pobre pájaro,
el flanco de la muchacha que inventa vanidades
aaaaaaaaaaaaaaaa partir de su trenza,
y amarillo augural,
el grito del día
con su jeta cínica o cantante,
y amarillo de deleite,
la perversión del girasol,
y amarillo de tinaja,
la paz del pubis de la tahitiana
que pensó en él
como un animal cansado
aaaaa qué perfumar y servir.

Así fluía cada día suyo
trabajando por ser ofrenda,
trombón o rapsodia.

El cielo
era aquella vulgar contraseña de la arena,
pintando azufres pueriles,
pero vinieron las islas y sus plegarias,
y un pájaro, como héroe mestizo,
funcionando en el mar.

Si ya tenías mar y mujer a la mano
para qué París otra vez,
la deliciosa perfección de sus mugres.
en el otoño
producen espejismos de tul.

Y hace resplandecer el tiempo,
y unos amores montunos
gimen y se eternizan, con patadas rotundas,
en los talleres de pintura.

Por las islas, quedó una forma de vida
lentamente distribuida en nalga briosa
que salva del hombre
aa sus espléndidas escorias.

A partir de la sombra sonora
y la precisión del sol
para originar escándalos.
y el dedo purgatorial
revisando labios recientes,
y luego el beso ocupó la noche
con sus patentes de lluvia desamarrada
.

Cuentan que el baile
no fue más que un simulacro de besadores
en época de prohibición
y que allí el beso alcanzó
la dignidad del agua bien usada.

Un paisaje del éxtasis.
y la muerte se aleja, esperando.

Hacer la crónica del beso,
es documentar un fulgor.

Besos galantes con límites
en frote y tiempo
no sirven a quienes saben
que mañana
la guerra romperá la casa,

el comisario reemplazará los atavíos del queso
y morirán muchos funcionarios de buen amor.

Hay que besar con las normas del caballo:
con la peligrosa mansedumbre del loco,

las manos trabajando en la distancia
y el temblor enlunado de siempre.



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martes, 17 de marzo de 2020

"Idilio eterno", de JULIO FLÓREZ ROA (COLOMBIA, 1867-1923, d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Horas", de fecha 1893  d.n.e.



Ruge el mar y se encrespa y se agiganta;
la luna, ave de luz, prepara el vuelo,
y en el momento en que la faz levanta,
da un beso al mar y se remonta al cielo.

Y aquel monstruo indomable que respira
tempestades y sube y baja y crece,
al sentir aquel ósculo, suspira...
Y en su cárcel de rocas... ¡se estremece!

Hace siglos de siglos que de lejos
tiemblan de amor en noches estivales:
ella le da sus límpidos reflejos,
¡Él le ofrece sus perlas y corales!

Con orgullo se expresan sus amores
estos viejos amantes afligidos;
ella le dice: «¡te amo!» en sus fulgores,
y él responde: «¡te adoro!» en sus rugidos.

Ella lo aduerme con su lumbre pura,
y el mar la arrulla con su eterno grito,
y le cuenta su afán y su amargura
¡con una voz que truena en el infinito!

Ella pálida y triste lo oye y sube
por el espacio en que su luz desploma,
y velando la faz tras de la nube,
le oculta el duelo que a su frente asoma.

Comprende que su amor es imposible,
que el mar la copia en su convulso seno,
y se contempla en el cristal movible
del monstruo azul en que retumba el trueno.

Y al descender tras de la sierra fría
le grita el mar: «¡en tu fulgor me abraso!
No desciendas tan pronto, estrella mía!
¡Estrella de mi amor... detén el paso!...

»¡Un instante!... ¡mitiga mi amargura
ya que en tu lumbre sideral me bañas;
¡no te alejes!... ¿no ves tu imagen pura
brillar en el azul de mis entrañas?
»

Y ella exclama en su loco desvarío:
«Por doquiera la muerte me circunda!
Detenerme no puedo, monstruo mío!
Compadece a tu pobre moribunda!...

¡Mi último beso de pasión te envío;
mi casto brillo a tu semblante junto!...
»
y en las hondas tinieblas del vacío
hecha cadáver se desploma al punto.

¡Entonces el mar, de un polo al otro polo,
al encrespar sus olas plañideras,
inmenso, triste, desvalido y solo,
cubre con sus sollozos las riberas!

Y al contemplar los luminosos rastros
de la alba luna en el oscuro velo,
¡tiemblan de amor los soñolientos astros
en la profunda soledad del cielo!

¡Todo calla!... el mar duerme y no importuna
con sus gritos salvajes de reproche,
y sueña que se besa con la luna
¡en el tálamo negro de la noche
!




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