martes, 30 de junio de 2020

"Dulzura a gajos", de CÉSAR VALLEJO (PERÚ, 1892-1938)

Le billet doux, de Alexandre Jacques Chantron
¡Dulzura por dulzura corazona!
¡Dulzura a gajos, eras de vista,
esos abiertos días, cuando monté por árboles caídos!
Así por tu paloma palomita,
por tu oración pasiva,
andando entre tu sombra y el gran tesón corpóreo de tu sombra.

Debajo de ti y yo,
tú y yo, sinceramente,
tu candado ahogándose de llaves,
yo ascendiendo y sudando
y haciendo lo infinito entre tus muslos.
(El hotelero es una bestia,
sus dientes, admirables; yo controlo
el orden pálido de mi alma:
señor, allá distante, paso paso, adiós, señor).

Mucho pienso en todo esto conmovido, perduroso
y pongo tu paloma a la altura de tu vuelo
y, cojeando de dicha, a veces,
repósome a la sombra de ese árbol arrastrado.

Costilla de mi cosa,
dulzura que tú tapas sonriendo con tu mano;
tu traje negro que se habrá acabado,
amada, amada en masa,
¡qué unido a tu rodilla enferma!

Simple ahora te veo, te comprendo avergonzado
en Letonia, Alemania, Rusia, Bélgica, tu ausente,
tu portátil ausente,
hombre convulso de la mujer temblando entre sus vínculos.

¡Amada en la figura de tu cola irreparable,
amada que yo amara con fósforos floridos,
quand on a la vie et la jeunesse,
c'est déjà tellement!

Cuando ya no haya espacio
entre tu grandeza y mi postrer proyecto,
amada,
volveré a tu media, has de besarme,
bajando por tu media repetida,
tu portátil ausente, dile así.






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lunes, 29 de junio de 2020

"No lo supo nadie", de ANTONIO ROLDÁN MANJÓN-CABEZA (ESPAÑA, 1905-1988 d.n.e.)

Venus, de Lauri Blank

... y fue sólo aquella noche
sin que lo supiese nadie.
Cuando pasé tú besabas
un clavel color de sangre
y entre la flor y tu boca
quedó prisionero el aire.

¡Quién fuera aquel prisionero
que tuvo tan dulce cárcel!
Yo a tí te dije: ¿Te vienes?
y si al principio dudaste,
pronto acabaron tus dudas,
sentí gemir tus cristales
y tus pies chiquirritines
fueron bordando la calle.
-¿Vamos a la Plaza Nueva?
-¿Vámonos mejor al Parque?
Corrióse arriba una estrella.
-¡Mira qué lindo brillante!
Tus manos de flor y espuma
se posaron sobre el aire.
-¿Te gusta mirar la noche?
-Me gusta mejor mirarte.
y estaba la noche aquella
perfumada de azahares,
borracha de luz de luna
envolviéndose en romances.
En el carmín de tus labios
llegó la risa a cuajarse
.
-¿Vamos y vemos la fuente?
- Vámonos donde tú mandes.
La luna rompió una nube
que se le puso delante
y en el cristal de la fuente
llegó la luna a mirarse.
-¿Y no te gusta la luna?
-Me gusta mejor besarte.
La luna guiñóme entonces,
sentí que tembló tu carne...
y fue solamente un beso
sin que lo supiera nadie.







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domingo, 28 de junio de 2020

"LOS JARDINES DE AFRODITA. Soneto VIII: Para escanciar el vino de mi viña temprana", de FRANCISCO VILLAESPESA MARTÍN (ESPAÑA, 1877-1936, d.n.e.)

Leda y el cisne, de Adolph Rudolph Wiertmuller

VIII.

Para escanciar el vino de mi viña temprana,
Fidias, divino artífice, en marfil y oro puro
modeló fina copa, sobre el más blanco y duro
seno que sorprendiera jamás pupila humana.

Son dos ninfas en arco las asas de esa copa,
y en ella están grabados, entre vides y flores
y sátiros que acechan, los lúbricos amores
de Leda con el Cisne, y el Toro con Europa.

Amada, ¡bebe y bésame! Al destino no temas,
que al borde de la copa rebosante de gemas,
cinceló Anacreonte estos versos divinos

cuyo ritmo el secreto de la existencia encierra:
-Bebe, ama y alégrate mientras sobre la tierra
haya labios de rosas y perfumados vinos
.






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miércoles, 24 de junio de 2020

"Soneto: Oriente, flores", de MANUEL MACHADO RUIZ (ESPAÑA, 1874 d.n.e. - 1947 d.n.e.)

A Ramón María del Valle-Inclán.

Antonio, en los acentos de Cleopatra encantado,
la copa de oro olvida que está de néctar llena.
Y, creyente en los sueños que evoca la sirena,
toda en los ojos tiene su alma de soldado.

La reina, hoja tras hoja, deshojando sus flores,
en la copa de Antonio las deja dulcemente...
Y prosigue su cuento de batallas y amores,
aprendido en las magas tradiciones de Oriente...

Detiénese... Y Antonio ve su copa olvidada...
Mas pone ella la mano sobre el borde de oro,
y, sonriendo, lenta hacia sí la retira...

Después, siempre a los ojos del guerrero asomada,
sella sus gruesos labios con un beso sonoro...
Y da la copa a un siervo, que la bebe y expira...







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martes, 23 de junio de 2020

"Murió al amanecer", de FEDERICO GARCÍA LORCA (ESPAÑA, 1898-1936, d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Canciones", de fecha 1921-1924  d.n.e.



Noche de cuatro lunas
y un solo árbol,
con una sola sombra
y un solo pájaro.

Busco en mi carne las
huellas de tus labios.
El manantial besa al viento
sin tocarlo.

Llevo el No que me diste,
en la palma de la mano,
como un limón de cera
casi blanco.

Noche de cuatro lunas
y un solo árbol.
En la punta de una aguja
está mi amor ¡girando!





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lunes, 22 de junio de 2020

ADRIANO DEL VALLE ROSSI (ESPAÑA, 1895-1957 d.n.e.)

A orillas de la fábula, secretamente mía,
desde el árbol de sangre donde nace el latido
que se asoma a tu pulso, tu lengua, flor mojada,
era un sésamo oculto para el paisaje mórbido
de tu floral desnudo, desgajado en pudores
y amorosas laderas silvestres, en la sombra
de tus senos en vilo, colmenas del enjambre
cuyo vuelo guiaba el beso más antiguo.

Sempiternas colinas con pétalos y zumos,
el sí y el no acertaban, dudoso de tu aroma;
áureo botín de besos, acosadas axilas,
fugacísima imagen traída en tus relámpagos,
abriéndome entre lirios palomas y moluscos.
Y tú, ya casi un claro de luna en tus pestañas,
arcángel sin edad eras sencillamente.

Y acueducto sin lluvia, la luz del arco iris
nos volcaba el secreto flamígero del beso,
la soledad abriendo a nuestras almas juntas
donde las aves urden sus alcobas de trinos.

¡Oh amada mía! Siempre tu inaccesible cumbre;
y ya en ti, me despeño virgíneamente tuyo,
cuando el aire y el río te huelen desde cerca
el tatuaje invisible de la piel de tu aroma.

Y entonces, voy bajando por la rampa del grito,
del fulgor y la piedra, del viento y de la nieve;
ave soy rubricando con el vuelo las cumbres;
Ángel Caído soy recluido en tus ojos,
mordiendo en tu cabello sus pendulares frutos,
desplegando en mi torso su funeral bandera,
tu ardiente cordillera midiendo con mis brazos...

Con mi equinoccio envuelvo tus claros hemisferios
de antípodas caricias, cuando exploran mis besos
la tibia sangre nómada de tus venas azules.

La luna era el ex-libris del éxtasis nocturno,
tallo de flor nacido de tu propia semilla,
soledad sin los árboles que sostienen el cielo,
la delicia ignorando de beber en tu lengua,
como la piedra ignora el lenguaje del pájaro.

Si el beso no era un símbolo creado en tu homenaje,
su corola en tu hálito tuvo pétalos dulces
para impregnar la tierra con mieles suficientes
cuyo dulzor brotaba de la raíz del mundo.

Te conocí en el lecho mineral del planeta,
mientras tú apaciguabas la luz en la montaña...
Cósmicamente mía... Norte, Sur, Este, Oeste,
nupciales, cuatro vientos te velaban el sueño.






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viernes, 19 de junio de 2020

"El color de tu alma", de JUAN RAMÓN JIMÉNEZ (ESPAÑA, 1881-1958 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Ríos que se van", de fecha 1951-1954  d.n.e.




Mientras que yo te beso, su rumor
nos da el árbol que mece al sol el oro

que el sol le da al huir, fugaz tesoro
del árbol que es el árbol de mi amor.

No es fulgor, no es ardor y no es altor
lo que me da de tí lo que te adoro,
con la luz que se va; es el oro, el oro,
es el oro hecho sombra: tu color.

El color de tu alma; pues tus ojos
se van haciendo ella, y a medida
que el sol cambia sus oros por sus rojos
y tú te quedas pálida y fundida,
sale el oro hecho tú de tus dos ojos
que son mi paz, mi fe, mi sol: ¡mi vida!





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jueves, 18 de junio de 2020

"El poema de la carne", de FRANCISCO VILLAESPESA MARTÍN (ESPAÑA, 1877-1936, d.n.e.)


Cuando me dices: Soy tuya,
tu voz es miel y es aroma,
es igual que una paloma
torcaz que a su macho arrulla.

Sobre mi mano dormida
de tu nuca siento el peso,
mientras te sorbo en un beso
todo el fuego de la vida.

Cuando ciega y suspirante
tu cuerpo recorre una
convulsión agonizante,

adquiere tu faz inerte
bajo el blancor de la luna
la palidez de la Muerte.





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miércoles, 17 de junio de 2020

"El beso", de IBN HAZ DE CÓRDOBA, o ABU MUHAMMAD ALI IBN AHMAD IBN SAID IBN HAZM AL ANDALUSI AL ZAHIR,(ESPAÑA, AL -ANDALUS, 994 d.n.e. - 1063 d.n.e.)


Alguien me preguntó mi edad,
al ver canas en mis sienes y en mis mejillas.
Le respondí: "-Sólo cuento que he vivido un momento
pensando justa y razonablemente
."
"- ¿Cómo es eso? -me dijo-. Acláramelo.
Me has contado la más extraña de las nuevas."
Yo le dije: "-A la que posee mi corazón
le di, un día, un beso, por sorpresa.
Por muchos años que viva, no pensaré
que he vivido, en realidad, más que aquel momento
."




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martes, 16 de junio de 2020

"Mi primer beso", de ALEJANDRO AHUMADA (seud. de ALEJANDRO SÁNCHEZ PENALVA) (ESPAÑA, 1950--, d.n.e.)


Yo te miré a la cara, tú cerraste los ojos y aunque pase mucho tiempo nunca olvidaré aquellos besos. Recorrimos aquella calle que fue testigo de nuestros ósculos, tan fugaces, tan suaves y tan tiernos, con tus inexpertos labios que hicieron temblar mi cuerpo.

Fue tanto el amor con que me entregué, que solo tengo que cerrar los ojos y al pensar en ti, vienen a mi mente todos los recuerdos de cuando te di mi primer beso que dio tanto sabor en mis labios.

De aquel, mi primer beso, tus labios dejaron las suaves caricias sobre los míos, que quedaron inmortalizados desde aquel momento, fue mi primer beso de amor que yo te di por primera vez; y fue como ver Ángeles volando. Tú me miraste a los ojos y yo me derretía por dentro; el tiempo avanzaba y nosotros nos contábamos nuestros primeros secretos. Hoy recuerdo aquel dulce ósculo.

Aquel beso, amor en la noche de invierno, sentí tu boca ardiente al rozar tus labios con mi boca. Fue una hermosa sensación que los dos sentimos hoy. Mis labios están marchitos, cansados y sumisos, que van evocando tu nombre con el amor de aquella noche.

Y cuando recuerdo aquel día con aquel beso de amor que nos dimos en aquel que marco de nuestras vidas, yo me despedí de ti y cerca, mis labios, tus labios rojos, y entre risas y risas tú ya tenías y rozabas los catorce.




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lunes, 15 de junio de 2020

"Qué es un beso", de MANUEL GARCÍA ROMERO (ESPAÑA, 1911 d.n.e. - 1997 d.n.e.)


I.
El beso es una poesía
que sale del corazón.

Es un grito de alegría
torturado de emoción.
Es un retazo del alma
que hasta los labios se eleva,
es una pasión que ciega,
es un bálsamo que calma
los más acerbos dolores,

es una canción de amores,
es un hondo palpitar
que con latido potente
dentro…, muy dentro, se siente
y no se sabe explicar.


II.
Como nacistes mujer
y, por lo tanto curiosa,
quieres saber una cosa
que no debieras saber.
Preguntas ingenuamente
qué beso llega más hondo,
y a tu pregunta respondo
de la manera siguiente:
El beso que no se olvida
y nos llena de ventura,
porque su memoria dura
lo que dura nuestra vida;
es el beso que da frío
y penetra en las entrañas
:
como penetra en las cañas,
la fresca humedad del río.
Beso que nada resiste;
enérgica vibración
que nos habla al corazón
de una dicha que no existe.
Esperanza convertida
en felicidad inmensa,
beso en el que se condensa
cuanto hay de grande en la vida.

Que nos llena de contento
cuando el alma lo recibe,
y parece que se vive
la existencia en un momento.
Estallido de alegrías,
afán ardiente, insaciable;
beso largo, interminable;
que hace sangre en las encías.
¿Entiendes mi explicación?.
¿Sabes ya qué beso encierra,
de todos los de la tierra,
la más profunda emoción?
.
¿Dices que no me comprendes?
¿Ahora salimos con eso?
Pues déjame darte un beso,
y verás como me entiendes.

******************************

A mi pregunta de anoche
no supistes contestar…
¿No sabes lo que es un beso?
pues te lo voy a explicar.
Un beso es emanación
que del alma se desprende
,
cuando henchido el corazón
da rienda a una sensación
que siente y que no comprende.
Algo, que según la gente
aliento da y vivifica
con fuego que quema ardiente…
que siente lo que no explica,
o explica lo que no siente.
Es una muestra de amor
verdadero, ciega y loca…
Mira Isabel, ¡por mi honor!
que si me prestas tu boca
lo has de comprender mejor
.

*****************************

¿Has comprendido Isabel?
Más por si acaso no crees
que el beso es el conductor
de ese fuego encantador

con que este mundo que ves
lo ha animado el Creador…
Prueba a besarme, y después
un beso verás como es
esa copa del amor

llena del vital licor
que en el humano festín
de una en otra boca, al fín
llega, de afán en afán
a tu boca de carmín…
desde los labios de Adán
.





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viernes, 12 de junio de 2020

"Soneto del amor elemental", de CARLOS CASTRO SAAVEDRA (COLOMBIA, 1924-1989, d.n.e.)

Te quiero así, mujer: sencillamente,
como quiere el pastor a sus ovejas,
el caminante a las encinas viejas
y el río matinal a su corriente.

Te amo como las casas a la gente
y como la colmena a las abejas,
y los ojos dormidos a las cejas
que vuelan en el cielo de la frente.

Voy a tu corazón como las olas
a los buques cargados de amapolas
y de maderas claras y sencillas.

Doy con tu beso al fin, con tu ternura,
como el río con toda la llanura
y la sed con el agua sin orillas.

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martes, 9 de junio de 2020

"Cuando nacen los besos en el alma", de HERMANOS ÁLVAREZ QUINTERO (ESPAÑA, SERAFÍN, 1871-1938 d.n.e.; JOAQUÍN, 1873-1944 d.n.e.)

El beso, de André Brouillet (1857-1914)


Cuando  nacen los besos en el alma,
nacen para buscar
a unos besos que buscan a esos otros,
sin saber donde están.
Y cuando no se encuentran y se funden
en uno cada dos,
se consume su esencia delicada
en un ¡ay! de dolor.
Esa nota doliente es el suspiro
que lanzamos tal vez,
y en el aire del suspiro es el aliento
del beso que se fue.
En mi alma nacen besos que a otros buscan
y que mueren así...

Yo sé que los que quieren son los tuyos:
¡guárdalos para mí!



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lunes, 8 de junio de 2020

"Lilith", de JUAN EDUARDO CIRLOT (ESPAÑA, 1916-1973, d.n.e.)

Poema en prosa perteneciente al libro "Lilith", de fecha 1949  d.n.e.



Tu corazón desciende entre las capas rojas del cielo y se detiene sobre mi frente de lentas aguas submarinas, Lilith, corazón negro, ¿qué quieres?

Quiero leer tu destino como lo hacían, en otra época, los grandes enemigos de la tranquilidad humana, los desposeídos de calma, los tristes porque sabían el dolor de las arenas de la otra orilla.

Lilith, ¿de dónde vienes?

Vengo de la tristeza donde tú caminas, con las sienes vendadas, con la mano derecha cercenada, con un pez detenido sobre las pupilas. Vengo del fondo de tu madre, del fondo de tu música exterminada, del fondo de tu sagrada boca extinguida, donde la ceniza late como un niño o como un pájaro.

¿Qué quieres de mi, Lilith?

Quiero que te olvides de la luz del día y de la luz de la noche; quiero que no recuerdes la tierra, ni el mar, ni el cielo. Quiero que entres en la caverna donde la sangre se convierte en cristal, tan dulce como los besos de una doncella desnuda al infante que, por primera vez, sabe que tiene sexo.

No podré perdonarte, Lilith. Yo nunca he sabido vivir entre lo que los hombres llaman cosas. Los objetos me son extraños. Y en verdad, tú eres la más maravillosa suma de objetos.


No digas tantas palabras inútiles. Cierra los párpados y deja que el musgo crezca sobre tu vientre pálido. Llenaré de oro tus venas y plantaré un árbol rosa donde sólo tienes un agujero sombrío.

Lilith, ven hacia mí.

No puedo moverme. Ni acaso siquiera dejar que me contemples demasiado tiempo. La máscara caería rota en tantos pedazos como dimensiones tenga tu pobre desamparada. ¿Por qué tú crees en el alma?, ¿verdad?

Mi alma eres tú, Lilith.

Yo soy solamente la Luna negra, la cifra que te señala a través del desorden, el número que te hace proseguir mirando hacia los globos azules, rojos, amarillos de los astros, cuando sin palabras, sin voz te preguntas por el misterio de las relaciones.

Déjame ver la forma de tu corazón. Tu corazón que hace poco descendía hasta mi quieta frente de solitario. Te he preguntado si crees en el alma.

Respóndeme, tú, Lilith. Solamente quiero creer lo que la forma de tus muslos dibuja sobre el horizonte tembloroso. Todo está tan gris en torno nuestro. Mira, ya empiezan a apagarse los fuegos de la lejanía. No hay otra alma que la que nosotros hacemos con la cera de nuestra sangre, gris como tú dices.

Entonces, ¿por qué estamos tú y yo, aquí, quietos sobre el filo de la desesperación, mirándonos como los muertos se miran detrás de su muralla de vidrio destruido?

Estamos juntos porque lo sabemos.

Dime, ¿qué debo hacer?

Debes permanecer en ti toda la eternidad. Piensa; yo soy eterno, y lo eres. Piensa; mi alma existe, y existe. Piensa; Lilith me ama, y te amo.

Nunca me ha sucedido así. Me basta pensar en una nube para que se desvanezca; creo en un aliento y ya no es nada. Pienso en un conjunto de sonidos. Y tan sólo el silencio de mis ojos queda quieto como una espada infinita rodeándome de una luz lúgubre, de una mortal desdicha, Lilith, Lilith, ayúdame.

No puedo hacer nada por ti. Llama a tu alma.

Tú eres mi propia alma. Te lo he dicho.

Si yo lo fuera, peor para ti. Yo soy la Luna negra. ¿Entrarías conmigo en el horizonte muerto? ¿Querrías caer conmigo en el secreto pozo de la materia ciega? ¿Quieres que te arranque los ojos?

El final de mi soledad es mucho más angustioso que todo cuanto puedas decir para probarme. Nunca he deseado lo que me era dado. Siempre viví en las murallas de la nada, convertido en impulso hacia el vacío. Sé mía sin serlo.

Si es cierto cuanto aseguras, has vivido en mi durante toda tu existencia. Voy a besarte. ¿Dónde quieres que lo haga? ¿Sobre tus ojos? ¿En tu corazón? ¿Entre tus labios? ¿O en el fondo de tu alma que desprecias?

Bésame en tu propio pensamiento.

Estoy cansado de acercarme a la carne caliente, de acercarme a las terribles hijas del sarmiento: estoy cansado de mirar sus tenebrosas bocas, sus piernas de crueles contexturas. Quiero vivir en el aire nocturno de tu destino.

Antes era yo quien hablaba de destino. Dije que quería leer el tuyo, como lo hacían los grandes enemigos de la tranquilidad humana, los tristes porque sabían el color de las arenas de la otra orilla. Ahora eres tú quien pronuncia la falsa palabra. Pero yo quería engañarte. No hay destino.

¿No hay tiempo?

No. Tampoco hay tiempo. Todo pasa, fue dicho hace muchos años, hace muchos lugares, por un hombre que, a veces, me recuerda a ti. Y, todo pasa, es equivalente a todo queda. Tú mismo has existido siempre.

No.

Claro que sí, aunque no lo sabes, por eso es para ti un problema pensar en el alma. Llamas existir, a pensar; pensar, a tener conciencia; tener conciencia, a erguirte sobre tu memoria y la comprensión de tu mundo. Pero, detrás de tu mundo, de tu memoria, de tu conciencia, de tu pensamiento y de tu existencia, tú mismo estás, fijo, inmóvil, clavado en un trono de diamantes, quieto, terriblemente fijo, como dos pupilas en una sola mirada, como ser y no ser reunidos en un único tormento.

Detente.

Sí. No es necesario que prosigamos hablando. Podemos mirar la destrucción que nos circunda como un halo que sufre al compás de nuestros latidos. Mirar el horizonte abrasado por los soles luminosos, los que vibran, los que cantan armonías blancas y doradas. Ellos también existen.

Lilith, no me hables de los luminosos. Tu corazón desciende entre las capas rojas del cielo y se detiene sobre mi frente. El universo de tu cuerpo se deshace en torno mío. No hablemos de nada. Ámame, solamente.

¿Dónde quieres que te bese? ¿En la flor esparcida de tus llantos? ¿En el día confuso de tu pensamiento? ¿Entre las dalias de tus búsquedas inacabables?

No, basta de terror y de consagraciones inútiles. Si todo es una permanencia inagotable, insubstituible, pura, ¿para qué me ha sido dada esta boca que no solamente sirve para morder y besar? Si mi pensamiento no puede añadir nada al mundo, ¿por qué me socava desde dentro como una montaña de fuego? A veces, he buscado los grandes cataclismos terrestres para perderme en ellos, pero nunca he muerto todavía.

Has pronunciado el gran secreto.

Bésame en la boca con que lloro. Lilith. Lilith. Porque mi boca es mi alma y también mi pensamiento. Porque mi boca es la montaña de fuego sobre la que tú apareces llena de flores salvajes.






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sábado, 6 de junio de 2020

"Ojos" de PEDRO DE LORENZO MORALES (ESPAÑA, 1917-2000, d.n.e.).

Poema en prosa perteneciente al libro "Tu dulce cuerpo pensado", de fecha 1947  d.n.e.




Cuando los cierras, cuando los abres tú. En la seda de tus párpados; arriba, abajo, entre tus párpados voy.

¿Es mía? Esa miniatura dorada que encuentro al fondo de tus ojos... Pero no son tus ojos lo que más amo en ti. No lo son, tus ojos voladores. Tus ojos de fruta rubia. Tus ojos tal dos astros dulces, rizados, flotantes, como gotas de sol que tiemblan en la red de las pestañas, como llama que aletea y rompe el velo de rosa de tus párpados caídos. Fíjalos. Apágalos. No quiero, no, que a esas fáciles estrellas tostadas de muñeca triste, de muñeca reciente, los cargues de pesadumbre. Derrama las luces de tu cuerpo sobre ti, sobre tu cuerpo posible, prensado, luminoso. ¿Comprendes? Un ser vive en la luz, en el color y la hondura, en la espera cálida de la mirada. Ese hacer inefable, expresivo más que toda palabra, creador, padre del verbo, con el infinito y a la par instantáneo relámpago de una estela de lucero fugaz...

Reflejado en ti, sobre el raso viviente de tu piel, y esparce a la anchura, en longitud, en lo total de ella, átomo tras átomo, la ansiedad de tus ojos. Tus ojos con brincos de corazones de goma. Tus ojos que se turban como coñac en el agua. Como esa agua, templados, como sobre rastrojo, como agua en herida de entraña joven, nublada, húmeda y sangrienta.

Recogeré los míos —¡devuélvemelos!— anclados a esa ribera. Mis ojos, náufragos en tus ojos, prisioneros ahí, enredándose entre los juncos. ¿Sabes, tú lo sabes? Un leve parpadeo te desequilibra, altera el ritmo de tu faz. Y la estremece con universos no sé si de alegría, si de pavor.

Cuando se cierran. Cuando se alzan. Y un incendio de azufre, implacable, una larva rugiente viene a abrasar al mundo.

Le clavan en el aire, miran después al aire en fría volada cazadora, agudos y tal en acecho. Tu alma entonces se deslíe como lágrima, cómo se disuelve un átomo de cielo contra el suelo.

¿Lo sabes? Comprende ese misterio de peces derramados sobre tu piel. Imagina por todos los miembros, uno a uno, de tu cuerpo, ese rafaguear de vidas luminosas. ¿Conoces los ojos de las estatuas? ¿Quién se arrojaría a esculpir tu mirada? Di. ¿Quién ha pensado nunca dar voz, prestar sus venas al latido imposible del astro en el mármol? Por eso es que los antiguos, señores del pecado y de la espuma, no sin acierto cegaban la mirada de sus dioses.

Todo tu cuerpo mismo es una mirada. Besaré tus labios y tus ojos. Yo besaré tus ojos tembloroso de pasión; seguro de que en ellos ha de fosforescer, va a quemarse, para siempre, la dulzura anterior posible de mi boca...

¿Es el hombro? Esa poma dura y suave, de mates posibles, cálida, de blancuras soñadas, que apenas si se atreve a rendirse en la cabecera palpitante de mi corazón...

No el amor, todavía. ¿Tal vez es deseo? Vislumbro generaciones capaces de disociar sensación de sentimiento. Cuando otra amiga, Mab, sepa embriagarle, como pensamiento suyo que, al fin es. Cuando el fuego del hombre la sorprenda —a ella, la tan de otro acaso— enteramente virgen, pues que ignora una a una todas las voluptuosidades del amor. Cuando se dé porque sí, que ésa es la entrega, y no la nuble gozos vaguedad de pudor alguno.

Entonces será. Entonces; al verte transfigurada, mía, con los nuevos sentidos, con el alma nueva y la nueva inteligencia que te dé.





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viernes, 5 de junio de 2020

"El amor no es relieve", de VICENTE ALEIXANDRE (España, 1898-1984 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Pasión de la tierra", de fecha 1935  d.n.e.



Hoy te quiero declarar mi amor.

Un río de sangre, un mar de sangre es este beso estrellado sobre tus labios. Tus dos pechos son muy pequeños para resumir una historia. Encántame. Cuéntame el relato de ese lunar sin paisaje. Tablado por el bosque por el que yo me padecería, llanura clara.

Tu compañía es un abecedario. Me acabaré sin oírte. Las nubes no salen de tu cabeza, pero hay peces que no respiran. No lloran tus pelos caídos porque yo los recojo sobre tu nuca. Te estremeces de tristeza porque las alegrías van en volandas. Un niño sobre mi brazo cabalga secretamente. En tu cintura no hay nada más que mi tacto quieto. Se te saldrá el corazón por la boca mientras la tormenta se hace morada. Este paisaje está muerto. Una piedra caída indica que la desnudez se va haciendo. Reclínate clandestinamente. En tu frente hay dibujos ya muy gustados. Las pulseras de oro ciñen el agua y tus brazos son limpios, limpios de referencia. No me ciñas el cuello, que creeré que se va hacer la noche. Los truenos están bajo tierra. El plomo no puede verse. Hay una asfixia, que me sale a la boca. Tus dientes blancos están en el centro de la tierra. Pájaros amarillos bordean tus pestañas. No llores. Sí, yo te amo. Tu pecho no es de albahaca; pero esa flor, caliente. Me abogo. El mundo se está derrumbando cuesta abajo. Cuando yo me muera.

Crecerán los magnolios. Mujer, tus axilas son frías. Las rosas serán tan grandes que ahogarán todos los ruidos. Bajo los brazos se puede escuchar el latido del corazón de gamuza. ¡Qué beso! Sobre la espalda una catarata de agua helada te recordará tu destino. Hijo mió. —La voz casi muda.— Pero tu voz muy suave, pero la tos muy ronca escupirá las flores obscuras. Las luces se hincarán en tierra, arraigándose a mediodía. Te amo, te amo, no te amo. Tierra y fuego en tus labios saben a muerte perdida. Una lluvia de pétalos me aplasta la columna vertebral. Me arrastraré como una serpiente. Un pozo de lengua seca cavado en el vacío alza su furia y golpea mi frente. Me descrismo y derribo, abro los ojos contra el cielo mojado. El mundo llueve sus cañas huecas. Yo te amo, yo. ¿Dónde estás, que mi soledad no es morada? Seccióname con perfección y mis mitades vivíparas se arrastrarán por la tierra cárdena.




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jueves, 4 de junio de 2020

"Ofelia", de FRANCISCO VILLAESPESA MARTÍN (ESPAÑA, 1877-1936, d.n.e.)

"Ofelia", de E. Maldonado

Turbia de sombra, el agua del remanso
reflejó nuestras trémulas imágenes,
extáticas de amor, bajo el crepúsculo,
en la enferma esmeralda del paisaje...

Era el frágil olvido de las flores
en el azul silencio de la tarde,
un desfile de inquietas golondrinas
sobre pálidos cielos otoñales...

En un beso muy largo y muy profundo
nos bebimos las lágrimas del aire
,
y fueron nuestras vidas como un sueño
y los minutos como eternidades...

Al despertar del éxtasis, había
una paz funeraria en el paisaje,
estertores de fiebre en nuestras manos
y en nuestras bocas un sabor de sangre...

Y en el remanso turbio de tristeza
flotaba la dulzura de la tarde,
enredada y sangrante entre los juncos,
con la inconsciencia inmóvil de un cadáver.






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martes, 2 de junio de 2020

"Mar y ángeles solo", poema en prosa de JOSÉ LUIS CANO (ESPAÑA, 1911-1999, d.n.e.)

Poema en prosa aparecido en "Butlletí de l'Agrupament escolar de l'Academia i Laboratori de Ciències Mèdiques de Catalunya ", de fecha 1930  d.n.e.



En el mar, junto al mar, hay ángeles que juegan a romperse las alas.

Yo estoy sentado en una plaza, quizá de nieve, y la palidez de esa luna inconcreta está destrozando mi ternura. Hoy precisamente: día fatal y absoluto en la dulce tranquilidad de mi sino. Si no me dejáis protestar de las fatalidades, me veré obligado a vengarme, derramando lágrimas por mí sino perdido; por aquel sino desgraciado, pero amable, que me reservaron las palmeras.

En el mar, junto al mar, ángeles sin espaldas se besan. Todas las palomas del mundo navegan lentas por sus alas. De un beso incierto y suave ha nacido un ángel, dos ángeles. Un beso angélico, que para ti, mi amor, fue tan bello, tan esencial; para mí, pensando en Dios, fue cursi. La cursilería de lo sumo se definió en un cuadro: vuelo.

No puedo tener el corazón podrido, sin llorar pensando en las hormigas. En las hormigas desgraciadas que se han apoderado de mi pensamiento, me lo han arrebatado, y mi inteligencia no es nada. No quiero que sufra mi idea por temor al éxito indeseable de las hormigas, ésas que me odian y me atacan disimuladamente, pretendiendo alcanzarme de improviso.

Todos los vientos amorosos debían venir, para conducirme en volandas más allá de los mares que no tienen límites, más allá de las montañas y de los desiertos, hasta alcanzar el mar puro y único, para nadar yo en él como nadador solo. Sólo los ángeles no se cansan nadando. Yo me rindo, porque tengo el corazón podrido de tanto amar. El olvido en la más alta buhardilla de la ciudad puede vencerme sin tristeza. Pero un poco de amor para mis lágrimas y no moriré. Perdonadme, por fin. Y dadme mar. Mar y ángeles para mi corazón podrido.




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lunes, 1 de junio de 2020

"Presencia de amor victorioso", de CARLOS CASTRO SAAVEDRA (COLOMBIA, 1924-1989, d.n.e.)

"Mujer de pelo rojo", de Madgalena Weber

Tú eres la que yo quise destruir con mis besos,
pero la que resistes mi furia y mis abrazos,
y sales siempre nueva de mis bosques espesos
y siempre florecida de mis grandes hachazos.

(Un viento loco y verde te golpeaba la cara,
un vendaval de besos de mi boca te hundía,
pero el hijo llegaba con su semilla clara
y en medio de tus ojos oscuros la encendía).

Eres la que no pude vencer con mi locura
y fatalmente herir con mis espadas ciegas,
y el trueno que circula por mi cabalgadura
y el búfalo que truena por mis hondas entregas.

Sobrevives y cantas a mi lado, a mi vera,
como un ave incansable que atesora mis pasos,
y vuela a toda hora sobre mi calavera
y construye su nido en mitad de mis brazos.

Ya tienes el tamaño de mis manos inmensas,
la medida del grito que me habita la vida,
y puedes abarcarme todo lo que me piensas
y elevas a tu frente la sangre de mi herida.

Siento tu punzadora dulzura en mi costado,
tu penetrante aroma de selva en mi camino,
y nadie me consuela cuando estoy a tu lado
y pienso que la muerte se beberá tu vino.






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