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jueves, 31 de marzo de 2022

"VERSIÓN LIBRE DE LA INMORTALIDAD", de LUIS GARCÍA MONTERO (ESPAÑA, 1958--, d.n.e.)


En la noche profunda,
como dormida caricia que sorprende
y sigue a más,
sombras con el calor de la materia,
mordiéndose los labios, mal quitado
el pijama y ardiendo
de loca oscuridad entre los brazos.

A media luz, perfiles
como el amor de un sueño generoso
con sus protagonistas,
diseñados despacio,
mientras el pensamiento va más rápido
que los cuerpos y explica
dónde será la próxima caricia,
cuándo la paz y cómo y qué palabras.

A luz abierta, toda,
alejado de mí para mirarnos,
para mirarte hundida y encerrada
con tus propios sentidos,
hasta que abres los ojos
llenos de solitaria claridad,
y está la habitación, conmigo, atenta,
y en tus ojos comprendes
que nos gusta mirarte como a un río,
un desmayado atardecer,
un paisaje infinito.

Ni tú ni yo creemos
en la inmortalidad. Pero hay momentos
-oscuros, de penumbra o luz abierta-
donde se roza el mundo de los libros
y las ventajas de la eternidad.
Escribo este poema celebrando
que pasado y presente
coincidan todavía con nosotros
y haya recuerdos vivos
y besos tan dorados como el beso
aquel de la memoria.





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martes, 18 de septiembre de 2018

"Poética" de LUIS GARCÍA MONTERO (España, 1958-- d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Habitaciones separadas", de fecha 1994  d.n.e.



Río seco,
silencio que bordea la puerta de mi casa.

En el cauce de piedras estancadas
se levanta la hierba,
aparecen objetos sorprendidos,
mundos sin nombre,
vida que se confunde con la muerte.
Pero hay tardes ambiguas que me llevan
hasta el cauce del río,
y entre las piedras fluye
el agua imaginada de la luz
deshaciéndose.

Quizás...,
tal vez por eso,
alguien plantó los árboles enfrente,
vinieron labios jóvenes,
bancos humanizados por la sombra.
Y sobre el cauce vuelan muchas tardes
pájaros y miradas, solitarios
rostros que se persiguen en el agua,
buscando un tiempo vivo y detenido,
una memoria
en la que sujetarse.

Yo no le debo besos,
pero quise deberle este poema.



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domingo, 18 de diciembre de 2016

"Recuerdo de una tarde" de LUIS GARCÍA MONTERO (España, 1958-- d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Diario cómplice", de fecha 1987  d.n.e.



Aquel temblor del muslo
y el diminuto encaje
rozado por la yema de los dedos,
son el mejor recuerdo de unos días
conocidos sin prisa, sin hacerse notar,
igual que amigos tímidos.

Fue la tarde anterior a la tormenta,
con truenos en el cielo.
Tú apareciste en el jardín, secreta,
vestida de otro tiempo,
con una extravagante manera de quererme,
jugando a ser el viento de un armario,
la luz en seda negra
y medias de cristal,
tan abrazadas
a tus muslos con fuerza,
con esa oscura fuerza que tuvieron
sus dueños en la vida.

Bajo el color confuso de las flores salvajes,
inesperadamente me ofrecías
tu memoria de labios entreabiertos,
unas ropas difíciles, y el rayo
apenas vislumbrado de la carne,
como fuego lunático,
como llama de almendro donde puse
la mano sin dudarlo.
Por el jardín, el ruido de los últimos pájaros,
de las primeras gotas en los árboles.

Aquel temblor del muslo
y el diminuto encaje, de vello traspasado,
su resistencia elástica
vencida con el paso de los años,
vuelven a ser verdad, oleaje en el tacto,
arena humedecida entre las manos,
cuando otra vez, aquí, de pensamiento,
me abandono en la dura solución de tus ingles
y dejo de escribir
para llamarte.


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jueves, 4 de agosto de 2016

"En los días de lluvia", de LUIS GARCÍA MONTERO (España, 1958--)

                A Mari Carmen
   Sabrás por la presente que empeoré de vida.
               Mariano Maresca

Más o menos extraña
la vida fue pasando tibiamente
por tu cuerpo y el mío.

Oigo la lluvia fría amontonarse
sobre las uralitas
y la noche me atrapa
en el sudor eterno de su tranquilidad.
                               Tal vez
debiera despertarte, hacerte compartir
este presentimiento
de lejana belleza
con el que me confundo apenas un instante
para volver a ti
                         que te abandonas
a la hermosa presencia
de tu respiración.

Pasan lentos los coches.
                             Oigo también
tu corazón lejano
pasar de madrugada entre la lluvia
y me asusta la sombra
de tanta intimidad.
                                
                                Es tarde.
Uno escribe su vida en un poema,
analiza el amor
y se acostumbra
a seguir como está, junto a tu cuerpo
que quizá me recuerde todavía
desnudo entre las sábanas,

o las noches de lluvia nos confirman
que la vida, posiblemente hermosa,
no siempre es un asunto disponible
y que a veces resulta incluso mucha,
temible como ahora,
mientras que tengo miedo de besarte al azar.

Lo sé. Hemos sido extranjeros
hablándonos por señas demasiado cercanas,
ansiosos en las calles
de una nueva ciudad,
esperando tal vez que nos fotografíen
delante de este amor y de sus cicatrices,
eso que confundimos con nuestros sentimientos
o acaso
-en noches de locura-
con una sensación de humedad en los ojos.

Pero en pocas palabras se resumen
casi todos los días,
sus sílabas contadas en mis versos
y la felicidad.
Tibiamente los años
nos descubren
que nada existe ya sin tu sudor y el mío,
que somos todavía demasiado solemnes
cuando nos sorprendemos
temblando de pasión,
llenos de instinto mal disimulado.

Por eso, mientras llueve,
agradezco tu cuerpo entre las sábanas
y esta pasión desierta
de acariciar tus muslos,
más o menos extraños
y hermosos como un sueño
que acaba de llegar.

II

Noviembre
puede ser una conquista,
porque vuelve otra vez
sobre los toldos,
las horquillas de nácar imitado,
los abrigos baratos de entretiempo
donde tú te escondías
de pronto y mi deseo.

Y vuelve
con la torpe paciencia de la fidelidad,
como la melodía
de una vieja canción que recordamos.
Ya sabes que el otoño,
además del plumaje
mojado
de los árboles,
además de la luz y de esta tierra,
era una cita rota, perdida entre nosotros.

                                    Ahora
se nos abraza el tiempo débilmente a las piernas,
rompiéndonos el paso, alargando las hojas
de las enredaderas,
mientras todo es igual y nos anuncia
aquel viejo recuerdo confuso de las horas,
aquellas caravanas
de días sin sentido
que pasaban zumbando delante de los ojos,
que trajeron consigo
solamente dos cuerpos amándose o temiendo.

Y no es ya la costumbre de acercarme,
cogerte la cintura, desearte
con un deseo azul como un viento tranquilo
o pasear despacio
cuando pesan las hojas debajo de los pies
y las campanas crujen
prendidas en los árboles.

Y no es ya la costumbre de seguirte,
de aprender a pararme en los escaparates
y oír tu voz llegar, volcarse en el oído
salvando la distancia
que cabe entre dos cuerpos.
                     Era la vida entonces
la que nos recordaba,
con las claras sirenas de sus barcos
y su bisutería,
que seguía latiendo quizás entre nosotros,
deshecha,
nublada y pasajera
como el esperma seco
sobre la piel ya fría
que tanto hemos amado y casi siempre.
                       O tal vez preferimos
una feria de amor donde encontrarnos
para llegar a ver
lo nunca visto.

No sabes que tu cuerpo,
en las noches sin tiempo como ésta,
se confunde de pronto con el amanecer,
lo detiene dormido junto a mí.

Pero noviembre vuelve
con la torpe paciencia de la fidelidad
(las huellas del amor sobre los hombros
como una caravana de detalles confusos),
y acaso pueda ser una conquista,
porque todo es más claro.

                            Yo recuerdo
los primeros abrazos, solitarios,
a la pared pegados,
huyendo de la lluvia
de una vieja ciudad,
recién enamorados todavía,
felices y nerviosos.
O la humedad imprevista de tu pelo
empapado de amor y de tormenta
en los campos abiertos
igual que nuestros cuerpos a la furia de agosto.
Y las noches de paz malhumorada
donde el amor pugnaba sobre el frío,
tiritando debajo de las nubes
sobre un lecho de escarcha.
                                           Y recuerdo
la lluvia mansa, lenta, que araña los cristales
                                    como araño tu piel,
de la misma manera que el tiempo nos araña
una vez descubierto
que también es hermoso amarse en la memoria
y en la complicidad.

Abramos el balcón,
aullémosle a la luna
estirados de cuerpo para arriba,
hermosos como lobos
que ahora entienden el rumbo del que vienen,
que ahora saben el tiempo en el que habitan.

Es una luz distinta
la de estos contornos.

Sobre tu piel se aplastan
las gotas de la lluvia
y la tierra se extiende manchada como un tigre.

III

Nos visita el amor. Tiene la casa
una memoria ciega
de sol sobre los brazos
y la pasión desierta de hierbas por la piel.

Debemos abrazarnos seriamente
esta mañana gris de todas las nostalgias
y pactar con la luz
que empieza a incomodamos
debajo de las puertas
como un mirón secreto al que hay que soportar.

Son demasiadas cosas.
Se ve que el tiempo vuela indiferente,
ajeno entre nosotros
que hemos hablado tanto de la vida
para llegar a tiempo a sus ojos abiertos,
a su pezón rosado
ya la bóveda hermosa de los cuerpos
que buscábamos juntos,
atropelladamente,
abriendo cremalleras
con la impaciencia propia de los enamorados.

El sol
que parece la carne dudosa de tus labios
se avecina reptando y me recuerda
que es posible de nuevo recorrernos
mientras se apagan lentas las últimas estrellas.
Antes de que nacieras y de que yo naciese
alguien debió vivir estas habitaciones,
sufrirlas solamente igual que las semanas,
poblarlas de deseos realizados a medias.

Gentes de soledad.

Acaso todo valga
si algún día...

                                   Nosotros
ya nada hemos fundado, ni siquiera un hogar.

Es más sabio el amor cuando amanece,
cuando ya empieza a oírse la mañana,
por el camino largo, desierto de tu piel.


Puedes escuchar la primera parte de este poema, en este podcast de R3 de RNE.

O en esta otra recitación de youtube.

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domingo, 10 de julio de 2016

"La tolerancia no sirve para comprender el beso del extranjero", de LUIS GARCÍA MONTERO (España, 1958--)

Yo, bebedor de whisky,
en tu beso conozco la ginebra.
 
Tan distinta la piel,
el país de tu beso,
un idioma con sílabas de lentitud y noche,
un mundo de costumbres muy ajenas
que marca en sus relojes compartidos
la diferencia horaria de nuestra intimidad.
El sol va por delante en la piel de tu beso.
Cuando yo abro los ojos, tú los cierras.

No sé
si he sido el extranjero
allí, en la región
de tu lluvia pendiente de mis labios.
No sé
si fuiste la extranjera
aquí, en la ciudad
de mi boca perdida por tu boca.

Pero cruzo este mar
si mi destino negro
es el blanco imprevisto de tu amor,
y si tu soledad, como un perro de raza,
se viene con mi luna callejera.

Es una patria inútil
la que cierra los labios, las puertas
a los recién llegados.

Sórdida gente triste,
gente esquiva que nunca ha salido de sí
No recorren el mundo, no se pierden,
no han sentido en su piel la luz de una frontera
que nos salva del dulce cuchillo de lo nuestro,
no conocen los labios de otro idioma,
no aman las ciudades,

no aprenden a besar.


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martes, 21 de junio de 2016

"Canción de aniversario", de LUIS GARCÍA MONTERO (España, 1958--)

Poema perteneciente al libro "Tristia", de fecha 1.982  d.n.e.



    
      "...incómodos
      de no sentir el peso de los años".
                 J. Gil de Biedma

Son
extrañamente hermosos todavía,
estos labios de hace ahora tres años
y me parece inédito
el gesto de tu beso,
este llegar aquí cada vez más tranquilo,
con la serenidad
del que tiene por cómplice la vida
y su rutina.

Hoy sabemos que entonces,
cuando tus veinte años y mi primer abrazo,
empezamos por ser
sobre todo indecisos: la tímida torpeza
de la primera noche
y la dificultad 
con que dejar las manos
en el hábito infiel de nuestros vicios.

Ahora
extrañamente hermoso estar aquí,
demasiado a menudo y decididos,
incómodo
de no sentir el peso de los años
aprendiendo contigo la premeditación
y escribiendo en tu piel mi alevosía.

Porque suele haber bancos donde se espera siempre,
aceras que prefieres por costumbre
o líneas de autobús al mediodía.

Y sin embargo tú
reapareces inédita en tu gesto
para decirme hoy
que le conteste al tiempo y sus preguntas
el práctico saber que tienes de mi cuerpo.


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lunes, 13 de junio de 2016

"Aunque tú no lo sepas", de LUIS GARCÍA MONTERO (España, 1958--)

Poema perteneciente al libro "Habitaciones separadas", de fecha 1994  d.n.e.



"Como la luz de un sueño,
que no raya en el mundo pero existe,
así he vivido yo
iluminando
esa parte de ti que no conoces,
la vida que has llevado junto a mis pensamientos.

Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto
cruzar la puerta sin decir que no,
pedirme un cenicero, curiosear los libros,
responder al deseo de mis labios
con tus labios de whisky,
seguir mis pasos hasta el dormitorio.

También hemos hablado
en la cama, sin prisa, muchas tardes
esta cama de amor que no conoces,
la misma que se queda
fría cuanto te marchas.

Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo,
hicimos mil proyectos, paseamos
por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones, elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.
Espiada a la sombra de tu horario
o en la noche de un bar por mi sorpresa.
Así he vivido yo,
como la luz del sueño
que no recuerdas cuando te despiertas".


Escucha el poema recitado por muchos amigos del poeta, cantantes, escritores...


Escucha el poema, cantado por Carlos Tarque


Escucha el poema, adaptado por Quique González, y cantado por Enrique Urquijo.


La letra ahora dice así:

Aunque tú no lo sepas 
me he inventado tu nombre, 
me drogué con promesas 
y he dormido en los coches. 
Aunque tú no lo entiendas 
nunca escribo el remite en un sobre 
por no dejar mis huellas. 

Aunque tú no lo sepas 
me he acostado a tu espalda 
y mi cama se queja 
fría cuando te marchas. 
He blindado mi puerta 
y al llegar la mañana 
no me di ni cuenta 
de que ya nunca estabas. 

Aunque tú no lo sepas 
nos decíamos tanto, 
con las manos tan llenas, 
cada día más flacos. 
Inventamos mareas, 
tripulábamos barcos 
y encendía con besos 
el mar de tus labios.

Aquí una versión de El canto del loco.

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