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viernes, 7 de junio de 2024

"Un beso", de OLAVO BILAC (Olavo Brás Martins dos Guimarães Bilac), (BRASIL, 1865-1918, d.n.e.)

Fuiste el mejor beso de mi vida.
O tal vez lo peor… gloria y tormenta.
Contigo en la luz ascendí al firmamento,
¡Contigo me fui al infierno!

Moriste y mi deseo no te olvida:
Quemas mi sangre, llenas mi pensamiento
Y de tu sabor amargo me alimento,
Y te doy vueltas en mi boca malherida
.

Beso extremo, mi premio y mi castigo.
Bautismo y ritos finales, en ese instante.
¿Por qué, feliz, no morí contigo?

Siento el ardor, y el crepitar te escucho,
¡Beso divino! Y anhelo, delirante.
En añoranza perpetua de un minuto.

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martes, 15 de noviembre de 2022

"Una negra", de STÉPHANE MALLARMÉ (FRANCIA, 1842-1998, d.n.e.)




Agitada por el demonio una negra quiere
En una niña triste saborear frutos nuevos
Y criminales, debajo de su falda horadada:
La glotona ya empieza su faena ladina:

En su vientre compara, feliz, los dos pezones
Y, tan alto que la mano no lo puede agarrar,
Dispara el golpe sordo de sus botinas
Como lengua inexperta en el placer.

Frente a esa desnudez miedosa de gacela
Que tiembla, de espaldas cual elefante loco,
Ella espera, echada, y admira, interesada,
Mientras ríe con dientes ingenuos a la niña.

Y entre sus piernas donde la víctima se tiende,
Alzando una piel negra y bajo la crin, abierta,
Avanza el paladar de esa extraña boca,
Pálido y rosa como un caracol de mar.




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jueves, 20 de octubre de 2022

"La siesta de un fauno", de STÉPHANE MALLARMÉ (FRANCIA, 1842-1998, d.n.e.)

Esas ninfas… Quiero perpetuarlas. Tan claro,
Su rosicler, que revolotea en el aire
Adormilado. ¿Amaba yo un sueño?
Mi duda, montón de antigua noche, termina
En mucha sutil rama que, siendo el mismo bosque,
Prueba, ay, que solitario yo me ofrecía
Como triunfo la falta ideal de las rosas.
Reflexionemos…
o bien las mujeres que glosas
Ilustran un deseo de tus sentidos fabulosos
(Fauno, la ilusión brota de los ojos azules
Y fríos, cual llorosa fuente, de la más casta;
Pero la otra, toda suspiro, dices que contrasta
Como brisa del cálido día, con tu vellón.
¡No!) durante la inmóvil y absorta pausa
Que con calor sofoca a la fresca mañana, si se opone.

No hay murmullo de agua que mi flauta no vierta
En el soto regado por acordes, y sólo el viento
Pronto a exhalarse de los dos tubos, antes
De dispersar el sonido cual árida llovizna,
Es, en el horizonte que ningún pliegue agita,
El visible y sereno soplo artificial
De la inspiración que vuelve al cielo.

¡Oh bordes sicilianos de un estanque tranquilo
Que cuenta Tácito, bajo las flores de la luz:
«Que yo cortaba aquí juncos por el talento
Amaestrados, cuando, en el oro glauco de lejanos
Verdores que a las fuentes consagran sus vides,
Vi ondear una blancura animal en reposo;
Y que, en el lento preludio con que los caramillos
Nacen, ese vuelo de cisnes, ¡no!, de náyades,
Huye o se sumerge…».

Todo arde en la inerte hora rojiza, sin indicar
De qué arte se valieron para escapar de aquel
Que busca ella, hímenes tan deseados:
¿Despertaré entonces con el inicial fervor,
Erguido y solo bajo una antigua oleada de fulgor
¡Lirio! y para la ingenuidad, como uno de vosotros?

Distinto de esa dulce nada que la boca dilata,
El beso, que en voz baja apuntala perfidias,
 
Mi pecho, virgen de pruebas, atesta una misteriosa
Mordedura, obra de algún augusto diente,
¡Bah! Arcano tal buscó por confidente
Al junco gemelo y amplio que suena bajo el cielo:
Que, atrayéndose la turbación de mejilla, sueña
En un largo solo, que a la belleza circundante
Distraíamos con falsas confusiones
Entre ella misma y nuestro canto crédulo:
Y que logra, tan alto como puédese modular el amor,
Borrar el ordinario dormir de espaldas
O del costado puro, seguido por mis ojos cerrados,
Una sonora, vana y monótona línea.

¡Trata, pues, instrumento de fugas, oh maligna
Siringa, de reverdecer en los lagos donde me aguardas!
Yo, de mi música ufano, quiero hablar largamente
De las diosas, y a través de idólatras pinturas,
Bajo su sombra continuaré raptando unas cinturas:
Así, cuando de las uvas la claridad exprimo
Para negar la pena que mi ficción aleja,
Alegre, alzo el racimo vacío al cielo de verano,
Y, soplando en esas pieles luminosas, ávido
De embriagueces, a través de ellos miro hasta el ocaso.
¡Oh ninfas! sigamos rellenando recuerdos diversos:
«Mis ojos, perforando los juncos, flechaban cada cuello
Inmortal, que en el agua baña el ardiente impacto
Y grita de rabia contra el cielo del bosque:
El espléndido baño de cabellos se pierde
Entre claridades y temblores, ¡oh pedrerías!
Yo, veloz acudo, cuando, a mis pies, veo,
Un par de ninfas que duermen, entrelazadas
(Y heridas por la languidez saboreada en el mal
De ser dos). Entonces las rapto
Sin desenlazarlas, y vuelo hasta ese macizo
(Odiado por la frívola sombra)
De rosas que desecan todo perfume al sol,
Donde nuestro retozo acabe como el día».

¡Te adoro! cólera de las vírgenes, oh arisca
Delicia del sacro fardo desnudo que se desliza
Para escapar de mi fogosa boca que bebe
Como se estremece un rayo, el espanto secreto
De la carne: del pie de la inhumana al corazón
De la tímida que abandona su inocencia humedecida
Por locas lágrimas o menos atristados vapores.
«Mi crimen es haber (contento de vencer estos miedos
Traidores) escindido con besos la desgreñada mata
Que los dioses guardaban tan bien enmarañada:

Pues apenas iba yo a ocultar mi ardiente risa
En los pliegues dichosos de una de ellas (reteniendo
A la pequeña, ingenua pero sin rubores,
Con sólo un dedo para que su candor de pluma
Se tiñera con la emoción de su hermana ya encendida)
Cuando, de mis brazos separados por inciertas muertes,
Esta presa, para siempre ingrata, se libera,
Sin apiadarse del gemido que me embriagaba aún».

¡No importa! otras al goce han de arrastrarme
Con sus trenzas atadas a mis cuernos:
Tú sabes, pasión mía, que, purpúrea y madura,
Toda granada estalla y de abejas murmura;
Y por nuestra sangre, prendada de quien la ciña,
Corre todo el enjambre eterno del deseo.
Cuando el bosque se tiñe de oros y cenizas,
Celébrase una fiesta en la extinguida fronda:
¡Etna! en medio de ti, visitado por Venus
Que posa sus talones ingenuos en tu lava;
Cuando, triste, uno duerme, agotada la llama,
¡Tengo a la reina! ¡Oh castigo seguro!…
¡Pero no! El alma
Vacía de palabras y este aturdido
Tarde sucumben al altivo silencio de la siesta:
¡Basta! Hay que dormir olvidando la injuria
En la sedienta arena. ¡Y cómo me gusta
Abrir la boca bajo el astro eficaz de los vinos!

¡Adiós, pareja! Voy a ver la sombra en que te has convertido.





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viernes, 16 de septiembre de 2022

"Soneto: Oh queridísima lejos y cercana y blanca", de STÉPHANE MALLARMÉ (FRANCIA, 1842-1898, d.n.e.)

Oh queridísima lejos y cercana y blanca,
Tan deliciosamente tú, Mary, que pienso
En un bálsamo raro que la mentira exhala
Sobre ningún florero de cristal sombreado

¿Lo sabes? ¡Sí! Hace tiempo que para mí
Una sonrisa tuya deslumbrante prolonga
La misma rosa que con su hermoso verano
Húndese en el pasado y luego en el futuro.

Mi corazón que intenta en la noche escucharse
O llamarte con qué palabra final y más tierna.
Se exalta con la de hermana apenas susurrada

Pero tú, gran tesoro y cabeza diminuta,
Me enseñas una dulzura del todo diferente.
Con sólo un beso y en tu pelo murmurada.





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lunes, 21 de diciembre de 2020

"Angustia", de STÉPHANE MALLARMÉ (FRANCIA, 1842.1898 d.n.e.)



Desnudo recostado, de Zinaida Serebriakova



Esta noche no vengo a vencer tu cuerpo, oh bestia
en la que se juntan los pecados de un pueblo,
ni a surcar en tu impuro pelo una triste borrasca
bajo el hastío incurable que vierte mi beso:

A tu lecho le pido dormir hondo y sin sueños
cerniéndose bajo el dosel de los remordimientos
que puedes saborear tras tus negras mentiras.
Tú, que sobre la nada sabes más que los muertos.

Porque el Vicio, que roe mi natural nobleza,
me ha como a ti marcado con su esterilidad,
pero mientras que tú guardas en tu seno de piedra

un corazón que el diente de ningún crimen hiere.
Yo huyo, pálido, exhausto, viendo en todo un sudario,
y temiendo morir cuando me acuesto solo.



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miércoles, 19 de julio de 2017

"Último deseo", de PIERRE JULES THÉOPHILE GAUTIER (FRANCIA, 1811 - 1872 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Esmaltes y camafeos", de fecha 1872  d.n.e.




Hace ya tanto tiempo que te adoro,
dieciocho años atrás son muchos días...
Eres de color rosa, yo soy pálido;
yo soy invierno y tú la primavera.

Lilas blancas como en un camposanto
en torno de mis sienes florecieron;
y pronto invadirán todo el cabello
enmarcando la frente ya marchita.

Mi sol descolorido que declina
al fin se perderá en el horizonte
y en la colina fúnebre, a lo lejos,
contemplo la morada que me espera.

Deja al menos que caiga de tus labios
sobre mis labios un tardío beso
,
para que así una vez esté en mi tumba,
en paz el corazón, pueda dormir.


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