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De
sus hermosos ojos dulcemente
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un
tierno llanto Filis despedía,
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que por
el rostro amado parecía
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claro y
precioso aljófar transparente.
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En
brazos de Damón, con baja frente,
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triste,
rendida, muerta, helada y fría,
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estas
palabras breves le decía,
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creciendo
a su llorar nueva corriente:
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«¡Oh,
pecho duro!, ¡oh, alma dura y llena
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de mil
durezas!, ¿dónde vas huyendo?,
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¿do vas
con ala tan ligera y presta».
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Y
él, soltando de llanto amarga vena,
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de ella
las dulces lágrimas bebiendo,
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la
besó... y sólo un ay fue su respuesta.
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