miércoles, 26 de octubre de 2022

"Mientras tierna mejilla y ojos verdes", de Ricardo Molina Tenor (ESPAÑA, 1917-1968, d.n.e.)

"Dánae", de Alexandre Jacques Chantron (1891)


Mientras tierna mejilla y ojos verdes
y rojos labios y morena frente
y primavera en pecho delicado
y tallo en flor, lánguido, en cintura,
y dios sin velo en astro al mediodía,
y rosa, rama, abeja y vino canten,
tú, narciso de olvido,
tú, música cantándose a sí misma,
Medina Azahara, besa que te besa,
tú y yo, viviendo, amando,
dulce leyenda, vivos
y muertos y olvidados,
y presentes y eternos, en canción, en amor.




Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 






lunes, 24 de octubre de 2022

" Romance: No pueden los sueños, Floris", de FRANCISCO DE QUEVEDO Y VILLEGAS (ESPAÑA, 1580-1645)

"Aurora y Céfalo", de Baron Pierre Narcisse Guérin (1810)


No pueden los sueños, Floris
ofender prendas divinas,
pues permiten a las almas
el mentir para sí mismas.

Prevenir un sueño quiero,
que, por hacerme caricias,
hurtó mis ojos al llanto,
que los aniega la vista.

Soñé (gracias a la noche),
no sé, Floris, si lo diga
(mas perdona, que los sueños
no saben de cortesía),

que estaban entre mis brazos,
pues eres, diosa divina,
de un amante bullicioso
las obras ejecutivas.

Soñaba el ciego que veía
y soñaba lo que quería.

Tus voces y tus razones
me di, Floris, tanta prisa
a beberlas de tu boca,

que me excusaba de oírlas.

Es no decir lo que vi
apiadarme de la envidia,
y guardar para mí solo
mis glorias con avaricia.

Lo que tocaron mis manos,
adiestradas de mentiras,
no lo darán por el cetro
de todas las monarquías.

Hechas demonios, andaban
tentando abajo y arriba,
y al escondite jugaban
mis obras con tu basquiña.

Soñaba el ciego que veía
y soñaba lo que quería.

Andúvete con la boca
rosa a rosa las mejillas,

y aun dentro de tus dos ojos
te quise forzar las niñas.

Dime una hartazga de cielo
en tan altas maravillas;
maté la hambre al deseo,
y enriquecí la codicia.

No hay estación en tu cuerpo
que no adore de rodillas;
con mis cuentas en la mano,
lloré en la postrer ermita.

De beso en beso me vine,
tomándote la medida,
desde la planta al cabello,
por rematar en las Indias.

El apetito travieso,
con sola mi fantasía,
más entremetido andaba
que fraile con bacinica.

Andando de esta manera,
topé con las barandillas,
desperté con un chichón,
estando en la cuna el día.

Perdona el sueño sabroso
lisonjeras demasías,
que, aun despierto, en la memoria
me están haciendo cosquillas.

Soñaba el ciego que veía
y soñaba lo que quería.





Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 






sábado, 22 de octubre de 2022

"El tálamo eterno", de CÉSAR VALLEJO (PERÚ, 1892-1938 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Heraldos negros", de fecha 1918  d.n.e.



Sólo al dejar de ser, Amor es fuerte!
Y la tumba será una gran pupila,
en cuyo fondo supervive y llora
la angustia del amor, como en un cáliz
de dulce eternidad y negra aurora.

Y los labios se encrespan para el beso,
como algo lleno que desborda y muere;
y, en conjunción crispante,
cada boca renuncia para la otra
una vida de vida agonizante.

Y cuando pienso así, dulce es la tumba
donde todos al fin se compenetran
en un mismo fragor;
dulce es la sombra, donde todos se unen
en una cita universal de amor.




Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 






viernes, 21 de octubre de 2022

"La forma de querer tú", de PEDRO SALINAS SERRANO (ESPAÑA, 1891-1951 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "La voz a ti debida", de fecha 1933  d.n.e.



La forma de querer tú
es dejarme que te quiera.
El sí con que te me rindes
es el silencio. Tus besos
son ofrecerme los labios
para que los bese yo.

Jamás palabras, abrazos,
me dirán que tú existías,
que me quisiste: jamás.
Me lo dicen hojas blancas,
mapas, augurios, teléfonos;
tú, no.

Y estoy abrazado a ti
sin preguntarte, de miedo
a que no sea verdad
que tú vives y me quieres.
Y estoy abrazado a ti
sin mirar y sin tocarte.
No vaya a ser que descubra
con preguntas, con caricias,
esa soledad inmensa
de quererte sólo yo.





Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 






jueves, 20 de octubre de 2022

"La siesta de un fauno", de STÉPHANE MALLARMÉ (FRANCIA, 1842-1998, d.n.e.)

Esas ninfas… Quiero perpetuarlas. Tan claro,
Su rosicler, que revolotea en el aire
Adormilado. ¿Amaba yo un sueño?
Mi duda, montón de antigua noche, termina
En mucha sutil rama que, siendo el mismo bosque,
Prueba, ay, que solitario yo me ofrecía
Como triunfo la falta ideal de las rosas.
Reflexionemos…
o bien las mujeres que glosas
Ilustran un deseo de tus sentidos fabulosos
(Fauno, la ilusión brota de los ojos azules
Y fríos, cual llorosa fuente, de la más casta;
Pero la otra, toda suspiro, dices que contrasta
Como brisa del cálido día, con tu vellón.
¡No!) durante la inmóvil y absorta pausa
Que con calor sofoca a la fresca mañana, si se opone.

No hay murmullo de agua que mi flauta no vierta
En el soto regado por acordes, y sólo el viento
Pronto a exhalarse de los dos tubos, antes
De dispersar el sonido cual árida llovizna,
Es, en el horizonte que ningún pliegue agita,
El visible y sereno soplo artificial
De la inspiración que vuelve al cielo.

¡Oh bordes sicilianos de un estanque tranquilo
Que cuenta Tácito, bajo las flores de la luz:
«Que yo cortaba aquí juncos por el talento
Amaestrados, cuando, en el oro glauco de lejanos
Verdores que a las fuentes consagran sus vides,
Vi ondear una blancura animal en reposo;
Y que, en el lento preludio con que los caramillos
Nacen, ese vuelo de cisnes, ¡no!, de náyades,
Huye o se sumerge…».

Todo arde en la inerte hora rojiza, sin indicar
De qué arte se valieron para escapar de aquel
Que busca ella, hímenes tan deseados:
¿Despertaré entonces con el inicial fervor,
Erguido y solo bajo una antigua oleada de fulgor
¡Lirio! y para la ingenuidad, como uno de vosotros?

Distinto de esa dulce nada que la boca dilata,
El beso, que en voz baja apuntala perfidias,
 
Mi pecho, virgen de pruebas, atesta una misteriosa
Mordedura, obra de algún augusto diente,
¡Bah! Arcano tal buscó por confidente
Al junco gemelo y amplio que suena bajo el cielo:
Que, atrayéndose la turbación de mejilla, sueña
En un largo solo, que a la belleza circundante
Distraíamos con falsas confusiones
Entre ella misma y nuestro canto crédulo:
Y que logra, tan alto como puédese modular el amor,
Borrar el ordinario dormir de espaldas
O del costado puro, seguido por mis ojos cerrados,
Una sonora, vana y monótona línea.

¡Trata, pues, instrumento de fugas, oh maligna
Siringa, de reverdecer en los lagos donde me aguardas!
Yo, de mi música ufano, quiero hablar largamente
De las diosas, y a través de idólatras pinturas,
Bajo su sombra continuaré raptando unas cinturas:
Así, cuando de las uvas la claridad exprimo
Para negar la pena que mi ficción aleja,
Alegre, alzo el racimo vacío al cielo de verano,
Y, soplando en esas pieles luminosas, ávido
De embriagueces, a través de ellos miro hasta el ocaso.
¡Oh ninfas! sigamos rellenando recuerdos diversos:
«Mis ojos, perforando los juncos, flechaban cada cuello
Inmortal, que en el agua baña el ardiente impacto
Y grita de rabia contra el cielo del bosque:
El espléndido baño de cabellos se pierde
Entre claridades y temblores, ¡oh pedrerías!
Yo, veloz acudo, cuando, a mis pies, veo,
Un par de ninfas que duermen, entrelazadas
(Y heridas por la languidez saboreada en el mal
De ser dos). Entonces las rapto
Sin desenlazarlas, y vuelo hasta ese macizo
(Odiado por la frívola sombra)
De rosas que desecan todo perfume al sol,
Donde nuestro retozo acabe como el día».

¡Te adoro! cólera de las vírgenes, oh arisca
Delicia del sacro fardo desnudo que se desliza
Para escapar de mi fogosa boca que bebe
Como se estremece un rayo, el espanto secreto
De la carne: del pie de la inhumana al corazón
De la tímida que abandona su inocencia humedecida
Por locas lágrimas o menos atristados vapores.
«Mi crimen es haber (contento de vencer estos miedos
Traidores) escindido con besos la desgreñada mata
Que los dioses guardaban tan bien enmarañada:

Pues apenas iba yo a ocultar mi ardiente risa
En los pliegues dichosos de una de ellas (reteniendo
A la pequeña, ingenua pero sin rubores,
Con sólo un dedo para que su candor de pluma
Se tiñera con la emoción de su hermana ya encendida)
Cuando, de mis brazos separados por inciertas muertes,
Esta presa, para siempre ingrata, se libera,
Sin apiadarse del gemido que me embriagaba aún».

¡No importa! otras al goce han de arrastrarme
Con sus trenzas atadas a mis cuernos:
Tú sabes, pasión mía, que, purpúrea y madura,
Toda granada estalla y de abejas murmura;
Y por nuestra sangre, prendada de quien la ciña,
Corre todo el enjambre eterno del deseo.
Cuando el bosque se tiñe de oros y cenizas,
Celébrase una fiesta en la extinguida fronda:
¡Etna! en medio de ti, visitado por Venus
Que posa sus talones ingenuos en tu lava;
Cuando, triste, uno duerme, agotada la llama,
¡Tengo a la reina! ¡Oh castigo seguro!…
¡Pero no! El alma
Vacía de palabras y este aturdido
Tarde sucumben al altivo silencio de la siesta:
¡Basta! Hay que dormir olvidando la injuria
En la sedienta arena. ¡Y cómo me gusta
Abrir la boca bajo el astro eficaz de los vinos!

¡Adiós, pareja! Voy a ver la sombra en que te has convertido.





Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





martes, 18 de octubre de 2022

"Renacimiento", de MICHAEL HOUELLEBECQ (FRANCIA, 1958--, d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Renacimiento", de fecha 1999  d.n.e.



Ceremonias, soles ponientes,
Luego, la constelación del Cisne
Y la sensación de ser indigno,
La imposibilidad del canto.

Tus ojos son el espejo del mundo
María, señora de los dolores,
María, que hace al corazón latir;
A través de ti, la Tierra es redonda.

No hay un abismo final
Donde griten de terror las aguas,
El tiempo se repliega y habita
En el espacio de tu dulzura,

En el espacio de tu esplendor,
El tiempo se repliega y habita
Una casa de pura dulzura,
El tiempo atrapado por los ritos

Nos envuelve con su blancura
Y en nuestros labios unidos palpita
Un canto mudo, geométrico,

De una desgarradora dulzura
Una armonía perfecta, genuina,
Armonía en lo más hondo de nuestros corazones.




Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 






lunes, 17 de octubre de 2022

"Esta tarde", de ALFONSINA STORNI (Argentina, 1.892-1.938), 1881-1958 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Languidez", de fecha 1920  d.n.e.



Ahora quiero amar algo lejano…
Algún hombre divino
Que sea como un ave por lo dulce,
Que haya habido mujeres infinitas
Y sepa de otras tierras, y florezca
La palabra en sus labios, perfumada:
Suerte de selva virgen bajo el viento…

Y quiero amarlo ahora. Está la tarde
Blanda y tranquila como espeso musgo,
Tiembla, mi boca y mis dedos finos,
Se deshacen mis trenzas poco a poco.

Siento un vago rumor… Toda la tierra
Está cantando dulcemente… Lejos
Los bosques se han cargado de corolas,
Desbordan los arroyos de sus cauces
Y las aguas se filtran en la tierra
Así como mis ojos en los ojos
Que estoy soñando embelesada…

Pero
Ya está bajando el sol tras de los montes,
Las aves se acurrucan en sus nidos,
La tarde ha de morir y él está lejos…
Lejos como este sol que para nunca
Se marcha y me abandona, con las manos
Hundidas en las trenzas, con la boca
Húmeda y temblorosa,
con el alma
Sutilizada, ardida en la esperanza
De este amor infinito que me vuelve
Dulce y hermosa…

Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 






viernes, 14 de octubre de 2022

Alguien dice tu nombre", de LUIS GARCÍA MONTERO (ESPAÑA, 1958--, d.n.e.)

Fragmento perteneciente al libro "Alguien dice tu nombre", de fecha 2013  d.n.e.



Consuelo se parece a mi tía Rosario. Quizá por eso agaché yo la cabeza cuando las tuberías empezaron a sonar de una forma inesperada en su casa. Consuelo se levanta, va hacia el baño, se desnuda y me llama. La imaginación es una amiga insolente. Sin duda vale su peso en oro para alguien que quiere convertirse en un literato, pero es muy insolente. Ve, oye y toca más de lo que debe. Consuelo se desnuda, se quita el vestido, el sujetador, las bragas, deja que el agua caiga, que baje por su piel mientras ella busca el jabón con los ojos cerrados y acaricia su cuerpo que se llena de espuma, y de lugares, y de misterios húmedos, como los pechos libres, como los pezones duros por el frío repentino, como el vientre blanco y el pelo del pubis, como los muslos redondos y las uñas de los pies. Es una llamarada el pelo del pubis. Me ve mirarla, y se vuelve pudorosa, y deja que me entretenga en la espalda, en el culo, y se enjuaga, y corta el agua, y me señala con la mano la percha de la que cuelga una toalla.
Yo soy obediente, Consuelo. Te llevo la toalla, dejo que salgas de la bañera, cuidado, no te caigas, te busco los hombros, siento el pelo empapado, presiono tu pubis con los dedos, luego te rodeo, te envuelvo con los brazos, busco tu cuello con mi boca, muerdo, busco tus pechos con mis manos, aprieto, insisto, hasta que te vuelves, y me besas, y me mojas la camisa al pegarme tus pechos, y te separas un momento para sonreírme. Estás muy guapa, Consuelo, parecida a mi tía Rosario, pero más joven, más misteriosa. Ya he dejado de ser un niño para ti. Dame la mano, llévame hasta tu dormitorio. Las cortinas están bien, pero vamos a cambiar pronto la barra. Mañana voy a volver, colocaré la nueva que hemos dejado en el salón. Será la excusa para repetir mañana y pasado mañana. Ahora te tiendes en la cama. Me observas mientras me desnudo. No doblo los pantalones, no cuelgo la camisa del respaldo de una silla, todo cae en el suelo porque tengo prisa, me estás esperando, soy el sobrino convertido en amante, el muchacho tímido que rompe la cuerda y quiere vivir una locura, el cuerpo que pesa sobre tu cuerpo, que te abre las piernas, que busca tu sexo para entrar en ti, ser tuyo, así, como el agua después de la sequía, como el mar en cada ola.
Me estoy moviendo en la cama. Miro hacia Vicente. Un ataque de pánico se apodera de mí. Por fortuna sigue dormido. El enemigo duerme, descansa. No ha notado nada extraño, ninguna debilidad en cama ajena. Lo único que falta es que me vea masturbándome a su lado, en esta pensión sórdida, que se pudre al lado del mar como los restos de un naufragio. De ninguna manera. Ayer, cuando llegué a mi casa y me metí en la cama, me desvelé. Pero no por culpa del deseo, sino por inquina contra mí, el malestar de la vergüenza. Fue el sentimiento cruel del ridículo, la forma en la que Consuelo habló de la homosexualidad de Vicente, el ruido de la ducha, la puerta abierta, la sombra de su sexo no visto, el estupor de mi parálisis. Con este calor, con esta sequía, con esta edad, resulta inconcebible no haber aceptado de inmediato una ducha.
¿Qué quieres, Consuelo? ¿Una ducha? No hace falta que nos duchemos, vamos directamente a la cama que te voy a enseñar lo que no sé, me voy a portar como un hombre, ya que parece que tú estás buscando un sustituto para las vacaciones de don Alfonso, el jefe descuidado que se va con su mujer y sus hijos a la playa, y te deja sola, y no piensa en ti porque está entretenido con las muchachas pelirrojas que se levantan de la toalla y se lanzan de cabeza al mar. Aquí estoy yo, Consuelo, o aquí estaría si no fuese un gilipollas, con J o con G, un gilipollas que se queda paralizado en el momento más inoportuno, y no se levanta para entrar en el cuarto de baño mientras cae la lluvia, y no te seca con una toalla, y no te sigue hasta la cama para abrirte los muslos, para ponerse encima, pesar con todo el cuerpo sobre ti y componer ese extraño animal de ocho extremidades del que habló Shakespeare. Hasta haciendo el amor se puede citar a los clásicos, dice mi profesor de Literatura.
No, ayer no sentí el menor arañazo de deseo. Estaba solo en mi habitación, libre, con todo el piso para mí, sin ningún testigo molesto que pudiera oír el ruido del somier o notar en la oscuridad los movimientos sistemáticos de un pajillero. No había nadie para decirme eso no necesito saberlo, eso no necesito verlo, eso no necesito oírlo. Y ahora, en esta pensión compartida, con Vicente a un metro de distancia, cae sobre mí el desnudo de Consuelo, la boca de Consuelo, su cuerpo mal tapado, su libertad; y la imaginación insolente me arrastra detrás de ella, me clava sus uñas en la espalda, me rodea con sus piernas, me dice que siga, no pienses en otra cosa y sigue, sigue.





Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 






miércoles, 12 de octubre de 2022

"Epitafio por el fuego y la flor", de SYLVIA PLATH (EE.UU., 1932-1963, d.n.e.)

También podrías tirar de ella y sostener
La verde cresta de esta ola sobre la cuerda floja
Para evitar que caiga, o anclar el flujo del aire
En cuarzo, igual que te rompes la cabeza intentando salvar
A estos dos amantes perecederos del roce
Que avivará la envidia de los ángeles, abrasará y abatirá
Sus tiernos corazones hasta dejarlos calcinados como una cerilla.
No busques el ojo petrificante de una cámara para fijar
En blanco y negro el fulgor pasajero
De cada rostro, ni intentes conservar en hielo,
Para las futuras miradas, el breve ardor de una boca;
Las estrellas renuevan sus pétalos, y los soles se apresuran a sembrar,
Por mucho que tú te afanes en retener esas ruinas que tanto quieres,
Enjambradas en tu cabeza como la miel en la colmena.
Pega ahora tu oído, calmo como una caracola,
Al cerne de sus votos: escucha cómo estos amantes auguran
Una época de cristal que conservará, abrazándolo,
Seguro en un museo, este diamante, para que las generaciones
Venideras lo contemplen maravilladas; ambos luchan
Por conquistar el reino de las cenizas en el asedio de una hora
De latidos y caricias, por mantener a salvo la fe dentro de un fósil.
Pero aunque ellos remacharan sus fuerzas en roca
Y cada beso de veleta tuviese tanto fuego contenido
Como para inflamar al mismísimo fénix,
la sangre ágil,
Espoleada por el momento, corre demasiado aprisa
Como para refrenar un deseo; por eso ellos cabalgan toda la noche
En la estela centelleante de sus latidos, hasta que el rojo gallo
Arranca de raíz la flor de ese cometa.
El alba apaga la mecha gastada de la estrella
Aunque los benditos locos del amor reclamen a gritos
La perennidad, y una languidez cerosa hiela la vena,
Por muy vivamente que ésta fulja; los contratos de fidelidad se rompen
Y se desdicen bajo la luz cambiante: el radiante renuevo
Aventa cenizas a los ojos de los amantes; la ardiente mirada
Calcina la carne hasta la médula, y los devora.




Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 






lunes, 10 de octubre de 2022

"No intentes nunca engañarme con un beso", de SYLVIA PLATH (EE.UU., 1932-1963, d.n.e.)

No intentes nunca engañarme con un beso
Simulando que los pájaros han venido a quedarse
,
Pues el moribundo se burlará con desprecio.
Una piedra puede suplantar lo que fue un corazón
Y unas vírgenes surgir donde yacía Venus:
No intentes nunca engañarme con un beso.
Nuestro noble médico afirma que el dolor es suyo,
Mientras los afligidos pacientes le dejan hablar;
Pero el moribundo se burlará con desprecio.
El soltero viril teme la parálisis, mientras la vieja
Solterona se pasa el día llorando en el hastial:
No intentes nunca engañarme con un beso.
Las afables, eternas serpientes prometen bendición
A los niños mortales que anhelan la dicha,
Pero el moribundo se burlará con desprecio.
Tarde o temprano algo va mal; los pájaros
Cantarines ahuecan el ala para siempre.
Por eso no intentes engañarme nunca con un beso,
Pues el moribundo se burlará con desprecio.





Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 






viernes, 7 de octubre de 2022

"Vuelve", de KONSTANTINOS KAVAFIS (GRECIA, 1863-1933, d.n.e.)

Vuelve muchas veces y tómame,
sensación amada, vuelve y tómame—
cuando el recuerdo del cuerpo despierta
y un viejo deseo recorre la sangre;
cuando los labios y la piel recuerdan
y sienten las manos como si de nuevo palparan.
Vuelve muchas veces y tómame en la noche,
cuando los labios y la piel recuerdan…




Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 






jueves, 6 de octubre de 2022

"Donde quiera que estés", canción de JOAN MANUEL SERRAT TERESA (ESPAÑA, 1943--, d.n.e.)

Canción perteneciente al álbum "Sombras de la China", de fecha 1 998  d.n.e.





Dondequiera que estés
Te gustará saber
Que por flaca que fuese la vereda
No malvendí tu pañuelo de seda
Por un trozo de pan.

Y que jamás
Por más cansado que estuviese
abandoné tu recuerdo a la orilla del camino.

Y por fría que fuera mi noche triste
No eché al fuego ni uno solo
De los besos que me diste.

Por ti, por ti brilló mi sol un día
Y cuando pienso en tí brilla de nuevo
Sin que lo empañe la melancolía
De dos fugaces amores eternos.

Dondequiera que estés
Te gustará saber
Que te pude olvidar y no he querido.

Y por fría que sea mi noche triste
No echo al fuego ni uno solo
De los besos que me diste
.

Dondequiera que estés
Sí te acuerdas de mí.





Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:

 








miércoles, 5 de octubre de 2022

"Dea", de PERE GIMFERRER TORRENS (ESPAÑA, 1945--, d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Amor en vilo", de fecha 2006  d.n.e.



Cámaras y recámaras del estío, las playas
donde ha reverberado la maquinaria rosa
de la tarde de cúpulas en la luz sulfurosa
del estuco del mar que el azul pinta a rayas.

Lejos quedó el solemne verdear de las hayas,
y con nalgas frutales hoy tu cuerpo reposa
como el sol atigrado en los tapices mayas,
cielo o cuenco vertido de pétalos de rosa.

Carne, celeste carne de la mujer, arcilla:
fulges como en el verso de Hugo y de Rubén;
el oro de tu piel recoge en su gavilla
los azules miniados que asaltan el arcén;

no es serrallo de Mozart ni carnaval de harén
tu cuerpo de Tiziano que la luz no mancilla;
no sabría beberme con los ojos la orilla

de tu piel oceánida en noche de satén;
este escudo de oro de tus nalgas astilla
el portón de lo oscuro cuando te digo «Ven»

y con las claridades del estuco del mar
con tus labios de plata me llegas a besar.





Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 






lunes, 3 de octubre de 2022

"Contrapunto", de MANUEL GAHETE JURADO (ESPAÑA, 1957--, d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Capítulo de fuego", de fecha 1989  d.n.e.



Mi corazón se rompe
en todas las retamas
de tu vientre de monte, de tu carne de encina
y adviértese su prisa por auparse en el alba.

Espuma de tus labios,
mi corazón se enzarza
con el mar a arrancarle
espinas a tu alma.

Mi corazón se educa con el beso caliente
de tus labios en brasas
para aprender a amarte,
para escanciar un vino de uvas en tu cara.

Mi corazón se cuela
con todas las palabras
que quedaron sin nombre
a través de tu cuerpo, por todas sus entradas.



Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado: