viernes, 19 de abril de 2019

"Ven a mí en sueños", de MARY SHELLEY (Mary Wollstonecraft Godwin) (INGLATERRA, 1797-1851 d.n.e.)

—¡Oh, ven a mí en sueños, mi amor;
no pediré una dicha más ansiada!
¡Ven con haces estrellados, mi amor,
y con tu beso acaricia mis párpados!

Y así fue, como las antiguas fábulas dicen,
que el amor visitó a una doncella griega,
hasta que ella perturbó el hechizo sagrado,
y despertó para encontrar sus esperanzas traicionadas.

Pero el apacible sueño velará mi vista,
y la lámpara de Psique se oscurecerá,
cuando en las visiones de la noche
renueves tus votos para mí.

Entonces, ¡ven a mí en sueños, mi amor,
no pediré una dicha más ansiada!
¡Ven con haces estrellados, mi amor.
y con tu beso acaricia mis párpados cerrados!



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jueves, 18 de abril de 2019

"Sueño nupcial ('placata Venere')", de DANTE GABRIEL ROSSETTI (INGLATERRA, 1828-1882)

Con cálida aflicción, al fin se deshizo el largo beso:
y como las últimas gotas repentinas caen
del resplandeciente alero cuando la tormenta ha huido,
a solas vaciló el latir de sus corazones.
Sus pechos se apartaron, con el brotar abierto
de las flores nupciales a su lado, extendidas
desde el tallo unido, mas aún sus bocas ardiendo
se acariciaron donde yacían separadas.

El sopor los hundió más profundamente que la marea
de los sueños, y sus sueños los vieron sumergirse
y escapar. Delicadas sus almas flotaron de nuevo
por esplendores acuáticos, y, ahogados, grises
objetos del día; hasta que, por un prodigio
de leños nuevos y corrientes, él se despertó y más
se maravilló: pues ella estaba a su lado.



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miércoles, 17 de abril de 2019

"Filosofía del amor", de PERCY BYSSHE SHELLEY (INGLATERRA, 1792-1822)

Poema perteneciente al libro "Poemas escogidos de Percy Bisshe Shelley", de fecha 1866  d.n.e.



Las fuentes se mezclan con el río,
y los ríos con el océano;
los vientos del cielo se mezclan para siempre
con una dulce emoción;
nada en el mundo es único,
todas las cosas por ley divina
se completan unas a otras...
¿por qué no debería hacerlo contigo?

Mira, las montañas besan el alto cielo
y las olas se acarician en la costa;
ninguna flor sería hermosa
si desdeña a sus hermanos:
y la luz del sol ama la tierra,
y los reflejos de la luna besan los mares...
¿De qué vale todo este amor
si tú no me besas?



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martes, 16 de abril de 2019

"La letanía de los siete besos", de CLARK ASHTON SMITH (EE.UU., 1893-1961)

I.
Beso tus manos, tus manos, cuyos dedos son delicados y pálidos como los pétalos del loto blanco.

II.
Beso tu cabello, que tiene el lustre de negras joyas, y es más oscuro que el Leteo, floreciendo a medianoche a través del sueño sin luna de tierras con fragancias de amapola.

III.
Beso tu frente, que se asemeja a la luna creciente en un valle de cedros.

IV.
Beso tus mejillas, donde persiste un leve rubor, como el reflejo de una rosa sostenida en una urna de alabastro.

V.
Beso tus párpados, los comparo con las flores veteadas de púrpura y me cierro bajo la opresión de una noche presente, en una tierra donde los ocasos son tan brillantes como las llamas del ámbar ardiente.

VI.
Beso tu garganta, cuya ardiente palidez es la del mármol calentado por el sol de otoño.

VII.
Beso tu boca, que tiene el sabor y el perfume de las frutas humedecidas con el rocío de una fuente mágica, en el paraíso secreto que solo nosotros encontraremos; un paraíso donde los que vienen nunca más se irán, ya que sus aguas son las del Leteo, y su fruto es el del árbol de la Vida.



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lunes, 15 de abril de 2019

"Era un fantasma del deleite", de WILLIAM WORDSWORTH (INGLATERRA, 1770-1850

Ella era un fantasma del deleite
cuando por vez primera la vi
ante mis ojos resplandeciente,
una adorable aparición enviada
para adornar un instante:
sus ojos eran como estrellas
de un bello crepúsculo,
como el atardecer
también sus cabellos oscuros.

Pero todo el resto de ella
provenía de la primavera y de la aurora gozosa:
una forma danzante,
una imagen radiante
que obsesiona, turba y descarría.

La observé más de cerca: era un espíritu,
¡pero una mujer también!
Leves y etéreos sus movimientos en el hogar,
y su paso era de virginal libertad;
un semblante en el que se contemplaban
dulces recuerdos, y promesas también.

Una criatura no demasiado brillante
ni excelente para lo cotidiano,
para los dolores fugaces, los engaños simples,
las alabanzas, los reproches, el amor, los besos,
las lágrimas y las sonrisas.

Ahora veo con ojos serenos
el mismo pulso de la máquina;
un ser respirando aire pensativo,
una peregrina entre la vida y la muerte,
la razón firme, la templada voluntad,
paciencia, previsión, fuerza y destreza.

Una mujer perfecta,
noblemente planeada para advertir,
para consolar,
para ordenar.
Y aún así, siempre un espíritu
que resplandece con algo de luz angelical.


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jueves, 11 de abril de 2019

"Él recuerda la olvidada belleza", de WILLIAM BUTLER YEATS (IRLANDA, 1865-1939)

Al rodearte en mis brazos,
estrecho contra mi corazón esa belleza
que hace tiempo se desvaneció del mundo:
coronas engastadas que reyes lanzaron
en pozos fantasmales, huyendo los ejércitos;
cuentos de amor tejidos con hebras de seda
por soñadoras damas, en telas
que nutrieron la polilla asesina:
rosas de tiempos perdidos,
que las damas trenzaron en sus cabellos;
lirios fríos de lluvia que las doncellas portaron
por lúgubres corredores sagrados,
donde brumas de incienso se elevaban
y que sólo Dios contemplaba:
ya que el pálido pecho, la mano demorada,
nos llegan de otras tierras más pesadas de sueño.
Y cuando tú suspiras entre besos
escucho la blanca Belleza también suspirando
por aquella hora cuando todo
deberá consumirse como el rocío.
Mas llama sobre llama y abismo sobre abismo,
y trono sobre trono y medio en sueños,
posadas sus espadas en sus férreas rodillas,
tristemente cavilan sobre grandes misterios solitarios.



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lunes, 8 de abril de 2019

"La belle dame sans merçi", de JOHM KEATS (INGLATERRA, 1795-1821)

—¡Oh! ¿Qué pena te acosa, caballero en armas,
vagabundo pálido y solitario?
Las flores del lago están marchitas;
y ningún pájaro canta.

¡Oh! ¿Por qué sufres, caballero en armas,
tan maliciento y dolorido?
La ardilla ha llenado su granero
y la mies ya fue guardada.

Un lirio veo en tu frente,
bañada por la angustia y la lluvia de la fiebre,
y en tus mejillas una rosa sufriente,
también mustia antes de su tiempo.

Una dama encontré en la pradera,
de belleza consumada, bella como una hija de las hadas;
largos eran sus cabellos, su pie ligero,
sus ojos hechiceros.

Tejí una corona para su cabeza,
y brazaletes y un cinturón perfumado.
Ella me miró como si me amase,
y dejó oír un dulce plañido.

Yo la subí a mi dócil corcel,
y nada fuera de ella vieron mis ojos aquel día;
pues sentada en la silla
cantaba una melodía de hadas.

Ella me reveló raíces de delicados sabores,
y miel silvestre y rocío celestial,
y sin duda en su lengua extraña me decía:
Te amo.

Me llevó a su gruta encantada,
y allí lloró y suspiró tristemente;
allí cerré yo sus ojos salvajes
sus ojos hechiceros, con mis labios.

Ella me hizo dormir con sus caricias
y allí soñé (¡Ah, pobre de mí!)
el último sueño que he soñado
sobre la falda helada de la montaña.

Ví pálidos reyes, y también princesas,
y blancos guerreros, blancos como la muerte;
y todos ellos exclamaban:
¡La 'belle dame sans merci' te ha hecho su esclavo!

Y ví en la sombra sus labios fríos abrirse
en terrible anticipación;
y he aquí que desperté,
y me encontré en la falda helada de la montaña.

Esa es la causa por la que vago,
errabundo, pálido y solitario;
aunque las flores del lago estén marchitas,
y ningún pájaro cante.



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viernes, 5 de abril de 2019

"Deseo", de FLOR ALBA URIBE (COLOMBIA, 1943--, d.n.e.)

La noche
traficante de eróticas consignas.
Los amantes transcurren hacia el éxtasis.
Un almizcle ritual de miel salobre
impregna el aire y su fervor me ubica
en el puntual laberinto del deseo.

Servidumbre
de labios suplicantes,

obstinada ambición que discrimina
todo gesto vital que no aproxime
la hoguera de otra piel, y el denso musgo.

Qué mercenario puñal,
qué ultrasonido,
qué atroz felicidad, qué fiera subterránea
podrá desvertebrar esta codicia,
este monstruo de sedas y pezuñas,
lengua en acecho, famélica pantera
que desoye la hora del que sufre,
el paso de la furia y sus escombros,
la complicidad
del aire en los violines,
y absorta en mi delirio sólo imploro
un cuerpo de varón, elemental, desnudo
que exorcice mis lúbricos fantasmas
mientras preso en mi vientre muere y vive.



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miércoles, 3 de abril de 2019

"El lecho de lirios", de ISABELLA VALANCY CRAWFORD (IRLANDA, 1850-1887)

Su bote de cedro, perfumado, rojizo,
fluyó hacia abajo en un lecho de lirios;

envuelto en una pausa de oro yacía,
entre los brazos de una apacible bahía.

Temblaba solo en su barca de corteza,
mientras los lirios rompían con certeza

el inmóvil cristal de la marea,
hiriendo la frágil proa de madera.

O cuando cerca de los delgadas plantas
levanta sus afiladas escamas de plata;

o cuando en el viento frío y sonoro
cae la libélula envuelta en oro

y todas las joyas y las amplias aguas,
en anillos cantan en sus alas;

o como el alma ardiente y alada,
que de la oscuridad desciende en llamas

sobre la fría ola, como el bálsamo
que por un gran espíritu es derramado,

el alma vuela en libertad, y el silencio se aferra
a las horas inmóviles, como cuelga la Tierra,

cortando la oscuridad, en los árboles,
a medias enterrados hasta las rodillas.

Se sentó en su quietud de plácidas hojas,
aferrado a sus sombras, doradas y rojas,

y sobre el suelo cóncavo, como una espiga,
cayó el rostro entre luces ambarinas.

Orgullosa y valiente espuma de madera,
perla brillante, una doncella frente a la marea.

Y él hubo de cantar de su alma el amor,
con la voz del águila y el dolor.

En lo alto, fuertes pinos fueron hechos de su lengua,
sus labios florecieron suaves en la sombra de la tormenta,

besando los femeninos pétalos, plateados despojos,
como lirios blancos en un íntimo arroyo.

Hasta hoy él permanece allí, en reposo,
su imagen pintada en ella, descanso glorioso.

Una isla entre dos azules no se derrite,
una gota de rocío en la costa

se alza como un crepúsculo púrpura,
sobre la vasta arena durmiendo bajo el cielo.

Su bote de cedro, perfumado, rojizo,
fluyó hacia arriba desde un lecho de lirios;

todas las flores, todos los lirios,
en la luz de la tarde la corteza agitaron.

Sus labios frescos rodearon la aguda proa,
sus caricias suaves treparon por los flancos,

con labios y senos tejieron su bóveda,
robando a sus ojos la noche estrellada;

con mano dorada ella tomó el cabello

de una nube roja, hasta su planicie de azur.

Furtivo, el dorado atardecer fluyó,
un viento frío de su cuerpo huyó.

Aceptaron lo alto, los árboles oscuros,
y los bajos lirios que cubrían todo.

Su bote de cedro, perfumado, rojizo,
escapó lejos de su lecho de lirios.



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lunes, 1 de abril de 2019

"Deshora", de EDUARDO MITRE (BOLIVIA, 1943--, d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Líneas de Otoño", de fecha 1993  d.n.e.




La Ninfa de las cerezas, Alfredo Valenzuela Puelma, (1856-1909)


                      polvo serán, mas polvo enamorado
                                       Francisco de Quevedo

La cercanía infranqueable entre sus cuerpos.
Un puente de miradas donde se cruzan
y se separan.
                    En sus labios:
un vaivén de palabras
o de silencios
-no la lenta fragua del beso.
No el hondo goce
                      ni la dicha tersa
de las desnudeces enlazadas:
sólo el roce eléctrico
de los muslos que se adivinan.

Sólo el asombro de conocerse
en la esquina
de los tardíos encuentros.

Y el sueño donde quizá se poseen
al lado
de otro cuerpo que duerme.

Y el carbón del deseo
que ha de volverse sin duda
puro diamante

al precio de no haber sido nunca
los dos el mismo leño
la húmeda llama
                   en el lecho
                               de esta única vida.



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