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jueves, 25 de noviembre de 2021

"Como gata boca arriba", de GIOCONDA BELLI (NICARAGUA, 1948-- d.n.e.)


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Te quiero como gata boca arriba,
Panza arriba te quiero,
Maullando a través de tu mirada,
De este amor—jaula
Violento,
Lleno de zarpazos
Como una noche de luna
Y dos gatos enamorados
Discutiendo su amor en los tejados,
Amándose a gritos y llantos,
A maldiciones, lágrimas y sonrisas
(De esas que hacen temblar el cuerpo de alegría).
 
Te quiero como gata panza arriba
Y me defiendo de huir,
De dejar esta pelea
De callejones y noches sin hablarnos,
Este amor que me marea,
Que me llena de polen,
De fertilidad
Y me anda en el día por la espalda
Haciéndome cosquillas.
 
No me voy, no quiero irme, dejarte,
Te busco agazapada
Ronroneando,
Te busco saliendo detrás del sofá,
Brincando sobre tu cama,
Pasándote la cola por los ojos,
Te busco desperezándome en la alfombra,
Poniéndome los anteojos para leer
Libros de educación del hogar
Y no andar chiflada y saber manejar la casa,
Poner la comida,
Asear los cuartos,
Amarte sin polvo y sin desorden,
Amarte organizadamente,
Poniéndole orden a este alboroto
De revolución y trabajo y amor
A tiempo y destiempo,
De noche, de madrugada,
En el baño,
Riéndonos como gatos mansos,
Lamiéndonos la cara como gatos viejos y cansados
A los pies del sofá, de leer el periódico.
 
Te quiero como gata agradecida,
Gorda de estar mimada,
Te quiero como gata flaca
Perseguida y llorona,
Te quiero como gata, mi amor,
Como gata, Gioconda,
Como mujer,
Te quiero.


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miércoles, 24 de julio de 2019

"Pequeñas lecciones de erotismo", de GIOCONDA BELLI (NICARAGUA, 1948-- d.n.e.)

I.
Recorrer un cuerpo en su extensión de vela
es dar la vuelta al mundo
Atravesar sin brújula la rosa de los vientos
islas golfos penínsulas diques de aguas embravecidas
no es tarea fácil -si placentera-
No creas hacerlo en un día o noche
de sábanas explayadas.
Hay secretos en los poros para llenar muchas lunas

II.
El cuerpo es carta astral en lenguaje cifrado.
Encuentras un astro y quizá deberás empezar
a corregir el rumbo cuando nube huracán
o aullido profundo
te pongan estremecimientos.
Cuenco de la mano que no sospechaste

III. Repasa muchas veces una extensión
Encuentra el lago de los nenúfares
Acaricia con tu ancla el centro del lirio
Sumérgete ahógate distiéndete
No te niegues el olor la sal el azúcar
Los vientos profundos
cúmulos nimbus de los pulmones
niebla en el cerebro
temblor de las piernas
maremoto adormecido de los besos

IV.
Instálate en el humus sin miedo
al desgaste sin prisa
No quieras alcanzar la cima
Retrasa la puerta del paraíso
Acuna tu ángel caído
revuélvele la espesa cabellera
con la espada de fuego usurpada
Muerde la manzana

V. Huele
Duele
Intercambia miradas saliva impregnante
Da vueltas imprime sollozos piel que se escurre
Pie hallazgo al final de la pierna
Persíguelo busca secreto del paso forma del talón
Arco del andar bahías formando arqueado caminar
Gústalos

VI.
Escucha caracola del oído
como gime la humedad
Lóbulo que se acerca al labio sonido de la respiración
Poros que se alzan formando diminutas montañas

Sensación estremecida de piel insurrecta al tacto
Suave puente nuca desciende al mar pecho
Marea del corazón susúrrale
Encuentra la gruta del agua

VII.
Traspasa la tierra del fuego la buena esperanza
Navega loco en la juntura de los océanos
Cruza las algas ármate de corales ulula gime
Emerge con la rama de olivo
Llora socavando ternuras ocultas
Desnuda miradas de asombro
Despeña el sextante desde lo alto de la pestaña
Arquea las cejas abre ventanas de la nariz

VIII.
Aspira suspira
Muérete un poco
Dulce lentamente muérete
Agoniza contra la pupila extiende el goce
Dobla el mástil hincha las velas
Navega dobla hacia Venus
estrella de la mañana
-el mar como un vasto cristal azogado-
Duérmete náufrago.



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sábado, 29 de diciembre de 2018

"El infinito en la palma de la mano", de GIOCONDA BELLI (NICARAGUA, 1948-- d.n.e.)

Fragmento del capítulo 9 perteneciente al libro "El infinito en la palma de la mano", de fecha 2008  d.n.e.



CAPÍTULO 9.

[...] La mujer se tendió sobre la hierba, pensativa. Adán se acostó a su lado.
Permanecieron largo rato en silencio, mirando el cielo cóncavo y azul a través de las ramas de los árboles.
—Me pregunto si la Serpiente es la Eva de Elokim —dijo ella—. Cuando hablamos en el Jardín me dijo que lo había visto hacer constelación tras constelación y luego olvidarlas. Se conocen de hace mucho.
—Quizás ella estaba dentro de él igual que tú estabas dentro de mí.
—¿Por qué crees que Elokim nos separó?
—Pensó que podríamos existir como un solo cuerpo, pero no resultó. Te dejó muy dentro. No podías ver ni oír. Por eso decidió separarnos, sacarte de mi interior. Por eso nos sentimos tan bien cuando los dos volvemos a ser uno.
—Pero tú piensas que yo soy culpable de cuanto ha acontecido porque te di a comer la fruta del Árbol del Conocimiento. Podrías haberte negado a comerla.
—Es cierto. Pero ya una vez que tú la habías comido, yo no podía hacer otra cosa. Pensé que dejarías de existir. No quería quedarme solo. Si yo no hubiese comido de la fruta y el Otro te hubiese echado del Jardín, yo habría salido a buscarte.
A Eva se le llenaron los ojos de agua.
—Yo no dudé que comerías —dijo ella.
—Y ese día te vi como si nunca antes te hubiera conocido. Tu piel lucía tan suave y brillante. Y tú me miraste como si de pronto recordaras el sitio exacto donde existías dentro de mí antes de que el Otro nos separara.
—Tus piernas me impresionaron. Y tu pecho. Tan ancho. Sí que sentí el deseo de estar allí dentro otra vez. Te he visto en sueños. Tienes cuerpo de árbol. Me proteges para que el sol no me queme.
Sin ponerse de acuerdo se levantaron y entraron de nuevo al agua a refrescarse.
—Éufrates —dijo Adán—. Así se llama este río.
Flotaron en la corriente abandonándose a la sensación del agua cristalina. Entendieron sin dificultad la alegría de los peces cuyos colores a menudo habían admirado. Adán abrió los labios y sorbió lentamente el fresco líquido. Pensó en el sabor del fruto prohibido y buscó a Eva. Volvieron a besarse y a entrar el uno en la otra, asombrados de la insólita experiencia de sus cuerpos livianos y fluidos. Largo rato estuvieron quietos, fuertemente abrazados, cada uno intentando recuperar la memoria perdida de ser una sola criatura, alcanzar las imágenes que cada quien guardaba en su interior y verter en ellas el río de las propias. Recorrieron inútilmente los pasadizos tenues de sus mentes, deseando penetrar la densidad de las sensaciones del otro, sin poder traspasar el espacio donde cada quien existía irremediablemente solo en el límite del propio cuerpo. Por más que trataron, no lograron ver el paisaje intrincado donde habitaban sus más íntimos pensamientos. Fue el reconocimiento de aquella traba infranqueable lo que finalmente los envolvió e hizo que sus músculos y huesos se abrieran sin reparos para tomarse la única intimidad plenamente concedida, a la que llegaron sobre la orilla, en medio del lodo y las algas de la ribera.
Cuando echaron a andar de regreso a la cueva, el resplandor del día daba paso a la luz suave y acogedora de la tarde. Soplaba brisa [...].


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lunes, 22 de enero de 2018

"Receta de varón", de GIOCONDA BELLI (Nicaragua, 1948--, d.n.e.)


«No importa si no es hermoso
-la fealdad en el hombre puede despertar ciertos atávicos instintos femeninos–
pero es esencial que el pecho sea acogedor
y que los brazos ofrezcan la promesa
de abrazos apretados y tiernos.

Vello en el cuerpo o no,
es cuestión de gustos.
Personalmente los prefiero
tapizados,
con espacios de sombras oscuras
suaves al tacto,
y capaces de llenar el olfato
con el olor del día a flor de piel.

La cintura que se defina, por favor;
que no le sobre, ni le falte,
que no acuse el descuido del dueño,
mas que en ciertas épocas permisibles
donde unas libritas demás,
son sólo testimonio de amables libaciones.

Las manos son definitivas:
deben saber detener la cabeza de la mujer
con el celo con que el marinero escatima al viento
la única lámpara de aceite en medio de la tormenta;
ser ágiles como pájaros o cabras de monte,
capaces de la forja del hierro, la lágrima,
de esculpir los intrincados artesonados del placer.

Las piernas también son importantes
pero les perdonamos las torceduras,
lo tosco, las imperfecciones,
si al encontrarnos con la boca
vemos una sonrisa en la que poder confiar
y unos ojos que nos aseguren la mañana
.

La espalda masculina debe ser extensa
como una pradera por donde puedan pasear los búfalos
y los heliotropos,
y es fundamental que en las caderas
se alcen dos colinas
inequívocas, sólidas,
que se nos queden prendidas en la memoria
cuando el hombre se vuelva para marcharse,
alejándose en la noche.

La voz que resuene con vibraciones de bajo
pero que sepa modular
la tensa y dulce melancolía del acordeón,
lamentando el fin de la luna en la ventana.

El hombre, al fin,
ese mítico animal
que reinventa siglo tras siglo
las quimeras que pueblan las obsesiones femeninas,
habrá de conservar,
-perdida la absoluta hegemonía–
todas aquellas cosas
galantes, fuertes, acogedoras,
que, a pesar de todos los pesares,
lo mantienen sólidamente anclado,
en el profundo, incansable mar,
de las hembras».


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viernes, 29 de abril de 2016

"Sencillos deseos", de GIOCONDA BELLI (Nicaragua, 1948--, d.n.e.)

Hoy quisiera tus dedos escribiéndome historias en el pelo
Y quisiera besos en la espalda
Acurrucos
Que me dijeras las más grandes verdades
O las más grandes mentiras
Que me dijeras por ejemplo
Que soy la mujer más linda del mundo
Que me querés mucho
Cosas así
Tan sencillas
Tan repetidas,
Que me delinearas el rostro
Y me quedaras viendo a los ojos
Como si tu vida entera dependiera de que los míos sonrieran
Alborotando todas las gaviotas en la espuma.
Cosas quiero como que andes mi cuerpo
Camino arbolado y oloroso,
Que seas la primera lluvia del invierno
Dejándote caer despacio
Y luego en aguacero.
Cosas quiero como una gran ola de ternura
Deshaciéndome
Un ruido de caracol
Un cardumen de peces en la boca
Algo de eso
Frágil y desnudo
Como una flor a punto de entregarse a la primera luz de la mañana
O simplemente una semilla, un árbol
Un poco de hierba
Una caricia que me haga olvidar
El paso del tiempo
La guerra
Los peligros de la muerte.


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jueves, 31 de marzo de 2016

"Recorriéndote", de GIOCONDA BELLI (Nicaragua, 1948-- d.n.e.)

Quiero morder tu carne,
Salada y fuerte,
Empezar por tus brazos hermosos
Como ramas de ceibo,
Seguir por ese pecho con el que sueñan mis sueños
Ese pecho-cueva donde se esconde mi cabeza
Hurgando la ternura,
Ese pecho que suena a tambores y vida continuada.
Quedarme allí un rato largo
Enredando mis manos
En ese bosquecito de arbustos que te crece
Suave y negro bajo mi piel desnuda
Seguir después hacia tu ombligo
Hacia ese centro donde te empieza el cosquilleo,
Irte besando, mordiendo,
Hasta llegar allí
A ese lugarcito
-Apretado y secreto-
Que se alegra ante mi presencia
Que se adelanta a recibirme
Y viene a mí
En toda su dureza de macho enardecido.
Bajar luego a tus piernas
Firmes como tus convicciones guerrilleras,
Esas piernas donde tu estatura se asienta
Con las que vienes a mí
Con las que me sostienes,
Las que enredas en la noche entre las mías
Blandas y femeninas.
Besar tus pies, amor,
Que tanto tienen aun que recorrer sin mí
Y volver a escalarte
Hasta apretar tu boca con la mía,
Hasta llenarme toda de tu saliva y tu aliento
Hasta que entres en mí
Con la fuerza de la marea
Y me invadas con tu ir y venir
De mar furioso
Y quedemos los dos tendidos y sudados
En la arena de las sábanas.



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jueves, 3 de marzo de 2016

"Peceras de amor", de GIOCONDA BELLI ( Nicaragua, 1948-- d.n.e.)

Nuestros cuerpos de peces
Se deslizan uno al lado del otro.
Tu piel acuática nada en el sueño
Junto a la mía
Y brillan tus escamas en la luz lunar
Filtrándose por las rendijas.
Seres traslúcidos flotamos
Confinados al agua de nuestros alientos confundidos.
Aletas de piernas y brazos se rozan en la madrugada
En el oxígeno y el calor
Que sube de las blancas algas
Con que nos protegemos del frío.
En algún momento de la corriente
Nos encontramos
Lúcidos peces se acercan a los ojos abiertos
Peces sinuosos reconociéndose las branquias agitadas.
Muerdo el anzuelo de tu boca
Y poco después despierto
Pierdo la aleta dorsal
Las extremidades de sirena.


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viernes, 5 de febrero de 2016

"En la doliente soledad del domingo", de GIOCONDA BELLI (Nicaragua, 1948-- d.n.e.)

Aquí estoy,
Desnuda,
Sobre las sábanas solitarias
De esta cama donde te deseo.

Veo mi cuerpo,
Liso y rosado en el espejo,
Mi cuerpo
Que fue ávido territorio de tus besos,
Este cuerpo lleno de recuerdos
De tu desbordada pasión
Sobre el que peleaste sudorosas batallas
En largas noches de quejidos y risas
Y ruidos de mis cuevas interiores.

Veo mis pechos
Que acomodabas sonriendo
En la palma de tu mano,
Que apretabas como pájaros pequeños
En tus jaulas de cinco barrotes,
Mientras una flor se me encendía
Y paraba su dura corola
Contra tu carne dulce.

Veo mis piernas,
Largas y lentas conocedoras de tus caricias,
Que giraban rápidas y nerviosas sobre sus goznes
Para abrirte el sendero de la perdición
Hacia mi mismo centro
Y la suave vegetación del monte
Donde urdiste sordos combates
Coronados de gozo,
Anunciados por descargas de fusilerías
Y truenos primitivos.

Me veo y no me estoy viendo,
Es un espejo de vos el que se extiende doliente
Sobre esta soledad de domingo,
Un espejo rosado,
Un molde hueco buscando su otro hemisferio.

Llueve copiosamente
Sobre mi cara
Y sólo pienso en tu lejano amor
Mientras cobijo
Con todas mis fuerzas,
La esperanza.


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sábado, 2 de enero de 2016

"Amor de frutas", de Gioconda Belli (Nicaragua, 1948-- d.n.e.)

Déjame que esparza
Manzanas en tu sexo
Néctares de mango
Carne de fresas;

Tu cuerpo son todas las frutas.

Te abrazo y corren las mandarinas;
Te beso y todas las uvas sueltan
El vino oculto de su corazón
Sobre mi boca.
Mi lengua siente en tus brazos
El zumo dulce de las naranjas
Y en tus piernas el promegranate
Esconde sus semillas incitantes.

Déjame que coseche los frutos de agua
Que sudan en tus poros:

Mi hombre de limones y duraznos,
Dame a beber fuentes de melocotones y bananos
Racimos de cerezas.

Tu cuerpo es el paraíso perdido
Del que nunca jamás ningún Dios
Podrá expulsarme.


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