jueves, 28 de diciembre de 2017

"Pasión", de MANUEL MARÍA FLORES (MÉJICO, 1840-1885 d.n.e.)


Adam Miller


¡Háblame! Que tu voz, eco del cielo,
sobre la tierra por doquier me siga...
con tal de oír tu voz, nada me importa
que el desdén en tu labio me maldiga.

¡Mírame!... Tus miradas me quemaron,
y tengo sed de ese mirar, eterno...
por ver tus ojos, que se abrase mi alma
de esa mirada en el celeste infierno.

¡Ámame!... Nada soy... pero tu diestra
sobre mi frente pálida un instante,
puede hacer del esclavo arrodillado
el hombre rey de corazón gigante.

********

Tú pasas... y la tierra voluptuosa
se estremece de amor bajo tus huellas,
se entibia el aire, se perfuma el prado
y se inclinan a verte las estrellas.

Quisiera ser la sombra de la noche
para verte dormir sola y tranquila,
y luego ser la aurora... y despertarte
con un beso de luz en la pupila
.

Soy tuyo, me posees... un solo átomo
no hay en mi ser que para ti no sea:
dentro de mi corazón eres latido,
y dentro de mi cerebro eres idea.

********

¡Oh! por mirar tu frente pensativa
y pálido de amores tu semblante;
por sentir el aliento de tu boca
mi labio acariciar un solo instante
;

por estrechar tus manos virginales
sobre mi corazón, yo de rodillas,
y devorar con mis tremantes besos
lágrimas de pasión en tus mejillas
;

yo te diera... no sé... ¡no tengo nada!...
—el poeta es mendigo de la tierra—
¡toda la sangre que en mis venas arde!
¡todo lo grande que mi mente encierra!

********

Mas no soy para ti... ¡Si entre tus brazos
la suerte loca me arrojara un día,
al terrible contacto de tus labios
tal vez mi corazón... se rompería!

Nunca será... para mi negra vida
la inmensa dicha del amor no existe...
sólo nací para llevar en mi alma
todo lo que hay de tempestuoso y triste.

Y quisiera morir... ¡pero en tus brazos,
con la embriaguez de la pasión más loca,
y que mi ardiente vida se apagara
al soplo de los besos de tu boca
!


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





viernes, 22 de diciembre de 2017

"Sabor a azúcar", de JUAN RULFO (MÉXICO, 1917-1986 d.n.e.)

Carta de Juan Rulfo a Clara Aparicio, que sería su esposa.


Clara Aparicio
Chiquilla:
¿Sabes una cosa?
He llegado a saber, después de muchas vueltas, que tienes los ojos azucarados. Ayer nada menos soñé que te besaba los ojos, arribita de las pestañas, y resultó que la boca me supo a azúcar; ni más ni menos, a esa azúcar que comemos robándonosla de la cocina, a escondidas de la mamá, cuando somos niños.
También he concluido por saber que los cachetitos, el derecho y el izquierdo, los dos, tienen sabor a durazno, quizá porque del corazón sube algo de ese sabor.
Bueno, la cosa es que, del modo que sea, ya no encuentro la hora de volverte a ver.
No me conformo, no; me desespero.
Ayer pensé en ti, además, pensé lo bueno que sería yo si encontrara el camino hacia el durazno de tu corazón; lo pronto que se acabaría la maldad a mi alma.
Por lo pronto, me puse a medir el tamaño de mi cariño y dio 685 kilómetros por la carretera. Es decir, de aquí a donde tú estás. Ahí se acabó. Y es que tú eres el principio y fin de todas las cosas.


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.









Enlace recomendado:
Volver a la página principal





jueves, 21 de diciembre de 2017

"Más allá del pecado", de GABRIEL MÚGICA CELAYA (ESPAÑA, 1911-1991 d.n.e.)


Más allá del pecado,
indecible te adoro,
y al buscar mis palabras,
sólo encuentro unos besos.

Donde tu vientre es combo,
fugitiva tu espalda,
oloroso tu cuerpo,
te quiero.

En el pecho, en la nuca,
te quiero.
En el cáliz secreto,
te quiero.

Cuando el volcán refulge,
y arde lava en la noche,
en tu montaña ardiente,
te quiero.

Más allá de la muerte,
extraño me reavivo,
y al tomarte desnuda
sólo brasas alumbro.

En el pecho, en la nuca,
te quiero.
En el cáliz secreto,
te quiero.

Más allá del pecado
indecible te adoro,
y al buscar mis palabras,
sólo encuentro unos besos.


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





lunes, 18 de diciembre de 2017

"Si algo me gusta", de BLAS DE OTERO MUÑOZ (ESPAÑA, 1916-1979 d.n.e.)


Si algo me gusta, es vivir.
Ver mi cuerpo en la calle,
hablar contigo como un camarada,
mirar escaparates
y, sobre todo, sonreír de lejos
a los árboles…

También me gustan los camiones grises
y muchísimo más los elefantes.
Besar tus pechos,
echarme en tu regazo y despeinarte,
tragar agua de mar como cerveza
amarga, espumeante.

Todo lo que sea salir
de casa, estornudar de tarde en tarde,
escupir contra el cielo de los tundras
o las medallas de los similares,
salir
de esta espaciosa y triste cárcel,
aligerar los ríos y los soles,
salir, salir al aire libre, al aire.


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





domingo, 17 de diciembre de 2017

"La serenata de Schubert", de MANUEL GUTIÉRREZ NÁJERA (MÉJICO,


Howard Rogers


¡Oh, qué dulce canción! Límpida brota
Esparciendo sus blandas armonías,
Y parece que lleva en cada nota
¡Muchas tristezas y ternuras mías!

¡Así hablara mi alma... si pudiera!
Así dentro del seno,
Se quejan, nunca oídos, mis dolores!
Así, en mis luchas, de congoja lleno,
Digo a la vida: —¡Déjame ser bueno!
—Así sollozan todos mis amores!

¿De quién es esa voz? Parece alzarse
Junto del lago azul, noche quieta,
Subir por el espacio, y desgranarse
Al tocar el cristal de la ventana
Que entreabre la novia del poeta...
¿No la oís como dice: «hasta mañana»?

¡Hasta mañana, amor! El bosque espeso
Cruza, cantando, el venturoso amante,
Y el eco vago de su voz distante
Decir parece: «¡hasta mañana, beso!»

¿Por qué es preciso que la dicha acabe?
¿Por qué la novia queda en la ventana.
Y a la nota que dice: «¡Hasta mañana!»
El corazón responde: «¿quién lo sabe?»

¡Cuántos cisnes jugando en la laguna!
¡Qué azules brincan las traviesas olas!
En el sereno ambiente ¡cuánta luna!
Mas las almas ¡qué tristes y qué solas!

En las ondas de plata
De la atmósfera tibia y transparente,
Como una Ofelia náufraga y doliente,
¡Va flotando la tierna serenata...!

Hay ternura y dolor en ese canto,
Y tiene esa amorosa despedida
La transparencia nítida del llanto,
¡Y la inmensa tristeza de la vida!

¿Qué tienen esas notas? ¿Por qué lloran?
Parecen ilusiones que se alejan...
Sueños amantes que piedad imploran,
Y como niños huérfanos, ¡se quejan!

Bien sabe el trovador cuán inhumana
Ara todos los buenos es la suerte...
Que la dicha es de ayer... y que «mañana»
Es el dolor, la obscuridad, ¡la muerte!

El alma se compunge y estremece
Al oír esas notas sollozadas...
¡Sentimos, recordamos, y parece
Que surgen muchas cosas olvidadas!

¡Un peinador muy blanco y un piano!
Noche de luna y de silencio afuera...
Un volumen de versos en mi mano,
Y en el aire ¡y en todo! ¡primavera!

¡Qué olor de rosas grescas! en la alfombra
¡Qué claridad de luna! ¡qué reflejos!
...¡Cuántos besos dormidos en la sombra,
Y la muerte, la pálida, qué lejos!

En torno al velador, niños jugando...
La anciana, que en silencio nos veía...
Schubert en su piano sollozando,
Y en mi libro, Musset con su «Lucía».

¡Cuántos sueños en mi alma y en tu alma!
¡Cuántos hermosos versos! ¡cuántas flores!
En tu hogar apacible ¡cuánta calma!
Y en mi pecho ¡qué inmensa sed de amores!

¡Y todo ya muy lejos! ¡todo ido!
¿En dónde está la rubia soñadora?
...¡Hay muchas aves muertas en el nido,
Y vierte muchas lágrimas la aurora!

...Todo lo vuelvo a ver... ¡pero no existe!
Todo ha pasado ahora... ¡y no lo creo!
Todo está silencioso, todo triste...
¡Y todo alegre, como entonces, veo!

...Esta es la casa... ¡su ventana aquélla!
Ese, el sillón en que bordar solía...
La reja verde... y la apacible estrella
Que mis nocturnas pláticas oía!

Bajo el cedro robusto y arrogante,
Que allí domina la calleja obscura,
Por la primera vez y palpitante
Estreché con mis brazos, su cintura!

¡Todo presente en mi memoria queda!
La casa blanca, y el follaje espeso...
El lago azul... el huerto... la arboleda,
Donde nos dimos, sin pensarlo, un beso.

Y te busco, cual antes te buscaba,
Y me parece oírte entre las flores,
Cuando la arena del jardín rozaba
El percal de tus blancos peinadores.

¡Y nada existe ya! Calló el piano...
Cerraste, virgencita, la ventana...
Y oprimiendo mi mano con tu mano,
Me dijiste también: «¡hasta mañana!»

¡Hasta mañana!... Y el amor risueño
No pudo en tu camino detenerte!...
Y lo que tú pensaste que era el sueño,
Fue sueño, ¡pero inmenso! ¡el de la muerte!

...........................

¡Ya nunca volveréis, noches de plata!
Ni unirán en mi alma su armonía,
Schubert, con su doliente serenata
Y el pálido Musset con su «Lucía».


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:: Puedes escucharla en la voz de Ildefonso Escobar
 
Volver a la página principal





sábado, 16 de diciembre de 2017

"Besos y lágrimas", de JUAN DE DIOS PEZA (1852-1910 d.n.e.)


Juan de Dios Peza


I

Era una noche
De primavera,
Azul el cielo,
La luna en llena,
Abajo flores,
Arriba estrellas,
Mi hogar completo,
Yo, muy contenta,
Y tú, mi amante,
Junto a mi puerta,
De pie esperaste
La cita aquella;
Cita en que hiciste
Tantas promesas,
Y en que, rendida
De pasión ciega,
Te di en un beso
Mi vida entera.

Lo que dijimos
Dicho se queda:
Amor sin nube,
Constancia eterna.
Unir las almas,
Callar las penas,
Y al fin juntarnos
Sobre la tierra,
Sin romper nunca
Nuestras cadenas...
Una casita
Blanca y modesta,
Único adorno
De una pradera;
Con fuentes claras,
Con flores nuevas,
Con dulces nidos
De aves parleras;
Y allí jugando
Las horas muertas
Dos angelitos
Que hermanos fueran:
Frente muy blanca,
Rubias cabezas,
Labios de rosa,
Pupilas negras...
—Calla y no sigas,
Que me atormentas.
Alma del alma,
¡Qué bien te acuerdas!

II

Era una noche
De enero, eterna:
El aire helado,
Las aves yertas,
Las fuentes mudas.
Las flores secas,
Mi nogar muy triste,
Mi madre muerta,
Y en torno suyo
La blanca cera
Lanzando débil
Su luz siniestra;
Y yo, velando
Con honda pena,
Oí en la torre
Sonar muy lentas
Las campanadas,
Que un tiempo fueran
Las escogidas
Con dicha inmensa
Para cumplirnos
La cita aquella;
Cita en que hiciste
Tantas promesas,
Y en que, rendida
De pasión trémula,
Te di en un beso
La vida entera...

¿Por qué olvidaste
Mi pasión ciega?
¿Por qué no vuelves?
¿Por qué te ausentas?
¿Por qué borraste
Dichas tan tiernas,
Cual borra el viento
Sobre la arena
Del caminante
La débil huella?
¡Viví tan sola!
¡Sola y enferma!
Con negros duelos,
Con horas negras,
Sin más familia
Que mis tristezas...
¡Ay! recordando
La noche aquella
En que dijiste
Cosas tan tiernas:
Que me adorabas,
Que en tu conciencia
Era mi imagen
La sola reina;
Y la casita
Con flores nuevas,
Con fuentes claras,
Y aves parleras;
Y aquellos niños
De faz serena,
Con frentes blancas,
Rubias cabezas,
Labios de rosa,
Pupilas negras...
—Calla y no sigas,
Que me atormentas.
Alma del alma,
¡Qué bien te acuerdas!


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





jueves, 14 de diciembre de 2017

"El último beso", de MANUEL MARÍA FLORES (MÉJICO, 1840-1885 d.n.e.)


Empujé, vacilando como un ebrio
la entrecerrada puerta.
Había en la estancia gentes que lloraban,
y en medio de los cirios funerarios,
ella... ¡mi vida!... muerta.

Pálido mármol que esculpió la muerte
en su mano de hielo,
la hermosura terrestre de la virgen,
del abierto sepulcro, por la entrada
se iluminaba con la luz del cielo.

Llegué, me arrodillé... y aquel gemido
que lanzó mi alma loca
hizo temblar la llama de los cirios...
Después..., no supe más... Un beso eterno
clavó a su frente mi convulsa boca.

Todo el llanto de mi alma, el duelo inmenso,
¡oh niña! de perderte,
estaba en ese beso de la tumba...
—¿Te lo llevó, verdad?—, llegando al cielo,
el ángel de la muerte?


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





miércoles, 13 de diciembre de 2017

"Este perfume" , de SALVADOR NOVO (MÉJICO, 1904-1974)

Poema perteneciente al libro "Nuevo amor", de fecha 1933  d.n.e.




Alejandro Rosemberg

Este perfume intenso de tu carne,
no es nada más
que el mundo que desplazan y mueven
los globos azules de tus ojos,
y la tierra y los ríos azules de las venas
que aprisionan tus brazos.
Hay todas las redondas naranjas
en tu beso de angustia,
sacrificado al borde de un huerto en que la vida
se suspendió por todos los siglos de la mía.

¡Qué remoto era el aire infinito
que llenó nuestros pechos!
Te arranqué de la tierra
por las raíces ebrias de tus manos
y te he bebido todo, !oh fruto perfecto y delicioso!
Ya siempre cuando el sol palpe mi carne,
he de sentir el rudo contacto de la tuya
nacida de la frescura de una alba inesperada,
nutrida en la caricia
de tus ríos claros y puros como tu abrazo,
vuelta dulce en el viento que en las tardes
viene de las montañas a tu aliento,
madurada en el sol de tus dieciocho años,
cálida para mí que la esperaba.


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





lunes, 11 de diciembre de 2017

Soneto: "Cuándo tendré", de ANTONIO GALA VELASCO (ESPAÑA, 1930-- d.n.e.)


Cuándo tendré, por fin, la voz serena,
sencillo el gesto, la ansiedad cumplida,
sigilados los labios de la herida,
mi pleamar cansada por tu arena.

Cuándo mi sangre trazará en la vena
su ronda acostumbrada y consentida,
y unánimes irán —corta la brida-
el fiero gozo y la dorada pena.

Cuándo estará mi boca sosegada,
suave el aliento, el beso compañero,
compartida la gracia de la almohada.

Cuándo llegará el día verdadero
en que me suelte ya de tu mirada,
para poder decirte que te quiero.


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:Puedes escuchar el poema en voz de CLARA MONTES pinchando AQUÍ
 






domingo, 10 de diciembre de 2017

"Tus ojos que no vi nunca en la vida", de TOMÁS SEGOVIA (España, 1.927-2011 d.n.e.)


Tus ojos que no vi nunca en la vida
turbarse de deseo, ni saciados
dormirse tras la entrega, ni extraviados
mientras gimes loca y sacudida;

tu oreja, dulce concha adormecida
que no alojó a mi lengua de obstinados
embates de molusco
; tus negados
cerrados labios de piedad prohibida.

que hurtan tu lengua, rica pesca extrema,
ni fueron nunca abiertos la diadema
de coral húmeda y abrasadora

que por tu rey mi miembro coronase:
yo mismo en todo esto, hora tras hora,
mi muerte fundo y a mi mal doy base.


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





jueves, 7 de diciembre de 2017

"Deseo", de FEDERICO GARCÍA LORCA (ESPAÑA, 1898 - 1936 d.n.e.)



Sólo tu corazón caliente,
y nada más.

Mi paraíso un campo
sin ruiseñor
ni liras,
con un río discreto
y una fuentecilla.

Sin la espuela del viento
sobre la fronda,
ni la estrella que quiere
ser hoja.

Una enorme luz
que fuera
luciérnaga
de otra,
en un campo
de miradas rotas.

Un reposo claro
y allí nuestros besos,
lunares sonoros
del eco,
se abrirían muy lejos.


Y tu corazón caliente,
nada más.


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





miércoles, 6 de diciembre de 2017

"Tú, cuya mano", de AGUSTÍN GARCÍA CALVO (ESPAÑA, 1926-2012)



Tú, cuya mano me ha bañado
de un fuego transparente las espaldas,
cuyos ojos en claros naufragios hundieron
algunos principios elementales de mi alma,
tú eres mi patria.

Tú, que no tienes apellido,
que no sé si eres pájaro o si alcándara,
que de todos tus brazos las letras de plomo
cayéndose han ido, como si fueran nueces vanas,
tú eres mis padres
y mi patria.

Tú, que ni tú te acuerdas dónde
tendiste a orear las nubes blancas,
que de tantos amores que tienes confundes
el nombre de todos los días de cada semana,
tú eres mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Tú, que tan dulcemente besas
que el cielo bocabajo se volcaba,
y que no se sabía de quién ya la lengua,
de quién la saliva, de puro sabrosa y templada
,
tú eres mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Tú, que apacientas calaveras
por las praderas de la verde África
y a los rojos leones les echas de pasto
las rosas de leche de luna de Nuruquimagua,
tú eres mi ejército
y mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Eres mi ejército y mis leyes
y mi Dios y mis padres y mi patria,
y el ejército y Dios y las leyes y todas
las patrias y padres se creen que tú no eres nada:
que no eres nada.


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado: Puedes escuchar el poema en la voz de AMANCIO PARADA pinchando AQUÍ
 






martes, 5 de diciembre de 2017

"La primavera besaba", de ANTONIO MACHADO RUIZ (ESPAÑA, 1875-1939)


La primavera besaba
suavemente la arboleda,
y el verde nuevo brotaba
como una verde humareda.

Las nubes iban pasando
sobre el campo juvenil...
Yo vi en las hojas temblando
las frescas lluvias de abril.

Bajo ese almendro florido,
todo cargado de flor
—recordé—, yo he maldecido
mi juventud sin amor.

Hoy, en mitad de la vida,
me he parado a meditar...
¡Juventud nunca vivida,
quién te volviera a soñar!


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





lunes, 4 de diciembre de 2017

"Esquicio número 1 en fa mayor. V. Toccata" (noche morena)", de LEÓN DE GREIFF HAEUSLER (COLOMBIA, 1895-1976 d.n.e.)



Torna a decir, Morena, cuanto decías.
Como yo soy la noche, abre los ojos.
Cierra los ojos, ciérralos, porque yo soy el día.

Torna a decir, Morena, tu canción.
Como te amo, dame a aspirar el humo de tu pensamiento.
Si no te amase, ya me darías tu corazón.

Torna a decir, Morena, tu luz y tu mentira.
Como yo no te creo, será una bella historia.
Si te creyese, serías tú, serías sólo tú misma.

Torna a decir, Morena, tu dolor único.
Si eres ajena, dame tus labios secos.
Si fueras mía yo te hurtaría los labios húmedos
.

Torna a decir, Morena, tu dolor.
Si eres ajena, dame tus labios, dame;
Si fueras mía te daría mi compasión.

Torna a decir, Morena, torna, torna a decir.
Como yo soy Gautama, da lo mismo.
Lo mismo da: soy Harún-el-Rashid.

Lo mismo da, mi Negra Sheherazada,
mi Dinarzada Oscura: da lo mismo.
Pero dame, dame tu boca para besarla.

Torna a decir, morena, tu rapsodia.
Como yo soy la noche, abre tus ojos.
Mas soy el día: préstame tu boca.

Abre tus ojos para ver la noche,
si no me amas. Como sí me amas,
abre tus ojos... para ver la noche!

Danza, Morena. Danza, mi Tanagra,
mi Figulina: el sobrio cuerpo ondula:
tras de tus siete velos recatada,
si eres ajena, te veré desnuda...
Mas si eres mía, oh mía, danza sin velos, danza:
Gautama soy, Gautama, el propio Budha!


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





domingo, 3 de diciembre de 2017

"Tus labios rojos", de ALBERTO RUY SÁNCHEZ LACY (MÉJICO, 1951-- d.n.e.)



Agua,
hilitos de agua
que tocan la garganta
sin dejar de sentirse en los labios.
Agua
que pones en mi boca
con la tuya
.

Y en tus labios
huellas
de una leve mordida
y una lengua tenaz
en los pliegues leves
de un beso
.

El olor de la manzana
que mordías,
no verde, roja,
me obliga
de nuevo
a cerrar los ojos
para sentirme
devorado,
bebido,
convertido
luego en un olor
en tu memoria.


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado: Blog del poeta: http://albertoruypoemas.blogspot.com/
 
Volver a la página principal






viernes, 1 de diciembre de 2017

"Oda a la ciruela", de PABLO NERUDA (seudónimo de RICARDO ELIÉCER NEFTALÍ REYES BASOALTO) (CHILE, 1904-1973 d.n.e.)



Hacia la cordillera
los caminos
viejos
iban cercados
por ciruelos,
y a través
de la pompa
de follaje,
la verde, la morada
población de las frutas
traslucía
sus ágatas ovales,
sus crecientes
pezones.
En el suelo
las charcas
reflejaban
la intensidad
del duro
firmamento:
el aire
era una
flor
total y abierta.

Yo, pequeño
poeta,
con los primeros
ojos
de la vida,
iba sobre
el caballo
balanceando
bajo la arboladura
de ciruelos.
Así en la infancia
pude
aspirar
en
un ramo,
en una rama,
el aroma del mundo,
su clavel
cristalino.

Desde entonces,
la tierra, el sol, la nieve,
las rachas
de la lluvia, en octubre,
en los caminos,
todo,
la luz, el agua,
el sol desnudo,
dejaron
en mi memoria
olor
y transparencia
de ciruela:
la vida
ovaló en una copa
su claridad, su sombra,
su frescura.
Oh beso
de la boca
en la ciruela,
dientes y
labios
llenos
del ámbar oloroso,
¡de la líquida luz de la ciruela!


Ramaje
de altos árboles
severos y sombríos
cuya
negra
corteza
trepamos
hacia el nido
mordiendo
ciruelas verdes
¡ácidas estrellas!

Tal vez cambié, no soy
aquel niño
a caballo
por los
caminos de la cordillera.
Tal vez
más
de una
cicatriz
o quemadura
de la edad o la vida
¡me cambiaron
la frente,
el pecho,
el alma!

Pero, otra vez,
otra vez
vuelvo
a ser
aquel niño silvestre
cuando
en la mano levanto
una ciruela:
con su luz
me parece
que levanto
la luz del primer día
de la tierra,
el crecimiento
del fruto y del amor
en su delicia.

Si, en esta hora,
sea
cual sea, plena
como pan o paloma
o amarga
como
deslealtad de amigo,
yo para ti levanto una ciruela
y en ella, en su pequeña
copa
de ámbar morado y espesor fragante
bebo y brindo la vida
en honor tuyo,
seas quien seas, vaya donde vayas:

No sé quien eres, pero
dejo en tu corazón
una ciruela.


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





viernes, 24 de noviembre de 2017

"Bésame y abrázame", Anónimo de la Lírca tradicional castellana.



Bésame y abrázame,
marido mío,
y daros he en la mañana
camisón limpio.

Yo nunca vi hombre
vivo estar tan muerto
ni hacer el dormido
estando despierto:
andad, marido, alerta
y tened brío
y daros he en la mañana
camisón limpio.


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal




lunes, 20 de noviembre de 2017

"5000 años", canción del cantautor PEDRO GUERRA (ESPAÑA, 1966-- d.n.e.)

Canción perteneciente al álbum "Vidas", de fecha 2008  d.n.e.



5.000 años
y aún estoy por tus huesos
abrazado a tus huesos
respirando tu olor.

5.000 años
y aún me saben tus besos
al sabor de los besos
que se dan con sabor.

Nos protegió la primavera
con una sábana de flores
y en el otoño de hojas secas
melancolía en los colores...

5.000 años
y no pudo ni el tiempo
a través de los tiempos
eludir la pasión.

Y nos encontrarán
y sabrán que alguien te amó.
El devenir será testigo
de cómo al hilo del amor
viví una eternidad contigo.

5.000 años
y aún conservo el recuerdo
del feliz cautiverio
de una luna de miel.

5.000 años
y aún recibes mi cuerpo
como un mundo desierto
donde todo es hacer.

Sobrevivimos al verano
y a su mejilla más ardiente
y en el invierno nos guardamos
bajo la sombra de la nieve

5.000 años
y aún me busco y me pierdo
en el terco misterio
del amor y su red.

Y nos encontrarán
y sabrán que alguien te amó.
El devenir será testigo
de cómo al hilo del amor
viví una eternidad contigo.

Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlaces recomendados:
Puedes escuchar la canción pinchando AQUÍ.
Puedes ver sus videosclips AQUÍ.
Su página oficial es http://www.pedroguerra.com/
Su blog es http://blog.pedroguerra.com
 
Volver a la página principal





sábado, 18 de noviembre de 2017

"El beso", de LUIS PALÉS MATOS (PUERTO RICO, 1898-1959 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Azaleas", de fecha 1915  d.n.e.



El champagne de la tarde sedativa
embriagó la montaña y el abismo,
de una sedosidad de misticismo,
y de una opalescencia compasiva.

Hundiste el puñal zarco de tu altiva
mirada en mis adentros, y el lirismo
cundió mi alma de romanticismo:
rodó la gema de la estrofa viva.

Entonces gimió el cisne de mi ansia,
por el remanso lleno de arrogancia
de tus ojos nostálgicos y sabios;

y la dorada abeja del deseo,
en su errante y sutil revoloteo
buscó el clavel sangriento de tus labios.


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





jueves, 16 de noviembre de 2017

"Noche de amor en tres cantos", de JULIA DE BURGOS (Puerto Rico, 1914-1953 d.n.e.)



Wang Hongzheng



I - OCASO

¡Cómo suena en mi alma la idea
de una noche completa en tus brazos
diluyéndome toda en caricias
mientras tú te me das extasiado!

¡Qué infinito el temblor de miradas
que vendrá en la emoción del abrazo,
y qué tierno el coloquio de besos
que tendré estremecida en tus labios
!

¡Cómo sueño las horas azules
que me esperan tendida a tu lado,
sin más luz que la luz de tus ojos,
sin más lecho que aquel de tu brazo!

¡Cómo siento mi amor floreciendo
en la mística voz de tu canto:
notas tristes y alegres y hondas
que unirán tu emoción a tu rapto!

¡Oh la noche regada de estrellas
que enviará desde todos sus astros
la más pura armonía de reflejos
como ofrenda nupcial a mi tálamo!

II - MEDIA NOCHE

Se ha callado la idea turbadora
y me siento en el sí de tu abrazo,
convertida en un sordo murmullo
que se interna en mi alma cantando.

Es la noche una cinta de estrellas
que una a una a mi lecho han rodado;
y es mi vida algo así como un soplo
ensartado de impulsos paganos.

Mis pequeñas palomas se salen
de su nido de anhelos extraños
y caminan su forma tangible
hacia el cielo ideal de tus manos.

Un temblor indeciso de trópico
nos penetra la alcoba. ¡Entre tanto,
se han besado tu vida y mi vida...
y las almas se van acercando!

¡Cómo siento que estoy en tu carne
cual espiga a la sombra del astro!
¡Cómo siento que llego a tu alma
y que allá tú me estás esperando!

Se han unido, mi amor, se han unido
nuestras risas más blancas que el blanco,
y ¡oh milagro! en la luz de una lágrima
se han besado tu llanto y mi llanto...

¡Cómo muero las últimas millas
que me ataban al tren del pasado!
¡Qué frescura me mueve a quedarme
en el alba que tú me has brindado!

III - ALBA.

¡Oh la noche regada de estrellas
que envió desde todos sus astros
la más pura armonía de reflejos
como ofrenda nupcial a mi tálamo!

¡Cómo suena en mi alma la clara
vibración pasional de mi amado,
que se abrió todo en surcos inmensos
donde anduve mi amor, de su brazo!

La ternura de todos los surcos
se ha quedado enredando en mis pasos,
y los dulces instantes vividos
siguen, tenues, en mi alma soñando...

La emoción que brotó de su vida
-que fue en mí manantial desbordado-,
ha tomado la ruta del alba
y ahora vuela por todos los prados.

Ya la noche se fue; queda el velo
que al recuerdo se enlaza, apretado,
y nos mira en estrellas dormidas
desde el cielo en nosotros rondando...

Ya la noche se fue; y a las nuevas
emociones del alba se ha atado.
Todo sabe a canciones y a frutos,
y hay un niño de amor en mi mano.

Se ha quedado tu vida en mi vida
como el alba se queda en los campos;
y hay mil pájaros vivos en mi alma
de esta noche de amor en tres cantos.


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





martes, 14 de noviembre de 2017

"Este es un amor", de EFRAÍN HUERTA ROMA (MÉJICO, 1914-1982 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Estrella en alto", de fecha 1956  d.n.e.



Adrien Henri Tanoux


Éste es un amor que tuvo su origen
y en un principio no era sino un poco de miedo
y una ternura que no quería nacer y hacerse fruto.

Un amor bien nacido de ese mar de sus ojos,
un amor que tiene a su voz como ángel y bandera,
un amor que huele a aire y a nardos y a cuerpo húmedo,
un amor que no tiene remedio, ni salvación,
ni vida, ni muerte, ni siquiera una pequeña agonía.

Éste es un amor rodeado de jardines y de luces
y de la nieve de una montaña de febrero
y del ansia que uno respira bajo el crepúsculo de San Ángel
y de todo lo que no se sabe, porque nunca se sabe
por qué llega el amor y luego las manos
—esas terribles manos delgadas como el pensamiento—
se entrelazan y un suave sudor de —otra vez— miedo,
brilla como las perlas abandonadas
y sigue brillando aún cuando el beso, los besos,
los miles y millones de besos se parecen al fuego
y se parecen a la derrota y al triunfo
y a todo lo que parece poesía —y es poesía.

Ésta es la historia de un amor con oscuros y tiernos orígenes:
vino como unas alas de paloma y la paloma no tenía ojos
y nosotros nos veíamos a lo largo de los ríos
y a lo ancho de los países
y las distancias eran como inmensos océanos
y tan breves como una sonrisa sin luz
y sin embargo ella me tendía la mano y yo tocaba su piel llena de gracia
y me sumergía en sus ojos en llamas
y me moría a su lado y respiraba como un árbol despedazado
y entonces me olvidaba de mi nombre
y del maldito nombre de las cosas y de las flores
y quería gritar y gritarle al lado que la amaba
y que yo ya no tenía corazón para amarla
sino tan sólo una inquietud del tamaño del cielo
y tan pequeña como la tierra que cabe en la palma de la mano.
Y yo veía que todo estaba en sus ojos —otra vez ese mar—,
ese mal, esa peligrosa bondad,
ese crimen, ese profundo espíritu que todo lo sabe
y que ya ha adivinado que estoy con el amor hasta los hombros,
hasta el alma y hasta los mustios labios.
Ya lo saben sus ojos y ya lo sabe el espléndido metal de sus muslos,
ya lo saben las fotografías y las calles
y ya lo saben las palabras —y las palabras y las calles y las fotografías
ya saben que lo saben y que ella y yo lo sabemos
y que hemos de morirnos toda la vida para no rompernos el alma
y no llorar de amor.


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





lunes, 13 de noviembre de 2017

"Bajo las palmas", de MANUEL MARÍA FLORES (MÉJICO, 1840-1885 d.n.e.)


Edward Hopper: "Mujer al sol"


Morena por el sol de mediodía
que en llama de oro fúlgido la baña,
es la agreste beldad del alma mía,
la rosa tropical de la montaña.

Diole la selva su belleza ardiente;
diole la palma su gallardo talle;
en su pasión hay algo del torrente
que se despeña desbordado al valle.

Sus miradas son luz, noche sus ojos;
la pasión en su rostro centellea,
y late el beso entre sus labios rojos
cuando desmaya su pupila hebrea.

Me tiembla el corazón cuando la nombro;
cuando sueño con ella, me embeleso;
y en cada flor con que su senda alfombro
pusiera un alma como pongo un beso.

Allá en las soledad, entre las flores,
nos amamos sin fin a cielo abierto,
y tienen nuestros férvidos amores
la inmensidad soberbia del desierto.

Ella, regia, la beldad altiva,
soñadora de castos embelesos,
se doblega cual tierna sensitiva
al aura ardiente de mis locos besos.

Y tiene el bosque voluptuosa sombra,
profundos y selvosos laberintos,
y grutas perfumadas, con alfombra
de eneldos y tapices de jacintos.

Y palmas de soberbios abanicos
mecidos por los vientos sonoros,
aves salvajes de canoros picos
y lejanos torrentes caudalosos.

Los naranjos en flor que nos guarecen
perfuman el ambiente, y en su alfombra
un tálamo los musgos nos ofrecen
de las gallardas palmas a la sombra.

Por pabellón tenemos la techumbre
del azul de los cielos soberano,
y por antorcha de himeneo la lumbre
del espléndido sol americano.

Y se oyen tronadores los torrentes
y las aves salvajes en conciertos,
en tanto celebramos indolentes
nuestros libres amores del desierto.

Los labios de los dos, con fuego impresos,
se dicen en secreto de las almas;
después... desmayan lánguidos los besos...
y a la sombra quedamos de las palmas.


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





domingo, 12 de noviembre de 2017

"El beso de la mujer araña", de MANUEL PUIG DELLEDONNE (ARGENTINA, 1932-1990 d.n.e.)

Fragmento perteneciente al libro "El beso de la mujer araña", de fecha 1976  d.n.e.



CAPÍTULO V. (monólogo interior)


(...) explicación de la solterona, permiso para que la sirvienta se quede en la casa si no tiene donde ir aparar, la tristeza de la solterona y la tristeza de la sirvientita, suma de dos tristezas, mejor solas que reflejadas la una en la otra, si bien otras veces mejor juntas para compartir una lata de sopa que trae dos raciones. Invierno crudísimo, nieve por doquier, silencio profundo que trae la nieve, amortiguado por el manto blanco el ruido de un motor que se detiene allí frente a la casa, las ventanas empañadas por dentro y semicubiertas de nieve por fuera, el puño de la sirvienta frota un redondel en el vidrio, el muchacho de espaldas cerrando el coche, alegría de la sirvienta, ¿por qué? pasos rápidos hasta la puerta, ¡voy volando a abrirle la puerta a ese muchacho tan alegre y buen mozo y que se venga acá con la novia mala!.., «¡¡ajjj!!, ¡perdóneme!», vergüenza de la sirvienta porque no pudo contener un gesto de asco, mirada torva del pobre muchacho, su rostro de aviador sin miedo ahora cruzado por una cicatriz horrible. La conversación del muchacho con la solterona, el relato del accidente y de su actual colapso nervioso, la imposibilidad de volver al frente, la propuesta de alquilar la casa él solo, la pena de la solterona al verlo, la amargura del muchacho, las palabras secas a la sirvientita, las órdenes secas, «tráigame lo que le pido y déjeme solo, no haga ruido que estoy muy nervioso», la cara linda y alegre del muchacho en el recuerdo de la sirvientita y me digo yo: ¿qué es lo que la hace linda a una cara? ¿por qué dan tantas ganas de acariciarla a una cara linda? ¿por qué me dan ganas de siempre tenerla cerca a una cara linda, de acariciarla, y de darle besos, una cara linda tiene que tener una nariz chica, pero a veces las narices grandes también tienen gracia, y los ojos grandes, o que sean ojos chicos pero que sonríen, ojitos de bueno... Una cicatriz desde la punta de la frente que corta una ceja, corta el párpado, tajea la nariz y se hunde en el cachete del lado contrario, una tachadura encima de una cara, una mirada torva, mirada de malo, estaba leyendo un libro de filosofía y porque le hice una pregunta me echó una mirada torva, qué feo que alguien te eche una mirada torva, ¿qué es peor, que te echen una mirada torva, o que no te miren nunca, mamá no me echó una mirada torva, me condenaron a ocho años por meterme con un menor de edad pero mamá no me echó una mirada torva, pero por culpa mía mamá se puede morir, el corazón cansado de una mujer que ha sufrido mucho, un corazón cansado, ¿de tanto perdonar, tantos disgustos toda la vida al lado de un marido que no la entendió, y después el disgusto de un hijo hundido en el vicio, y el juez no me perdonó ni un día, y delante de ella dijo que yo era de todo, lo peor, un puto asqueroso, para que no se me acercara ningún chico por eso me condenaba a ni un día menos de lo que decía la ley, y después que dijo todo eso mamá tenía los ojos fijos en el juez, llenos de lágrimas como si alguien se le hubiese muerto, pero cuando se dio vuelta y me miró me hizo una sonrisa, «los años pasan pronto y si Dios me ayuda yo voy a estar viva» y todo va a ser como si nada fuera, y cada minuto que pasa el corazón le late, ¿cada vez más débil? qué miedo que el corazón se le canse y ya no le pueda más latir, pero yo no le dije ni una palabra a este hijo de puta, de mami ni una palabra le conté jamás, porque si se anima a decir una palabra tonta lo mato a este hijo de puta, ¿qué sabe él lo que es sentimientos? ¿qué sabe lo que es morirse de pena? ¿qué sabe él lo que es tener la culpa de que mi mami enferma se ponga cada vez más grave? ¿mi mami está grave? ¿se muere mi mami? ¿no me va a esperar siete años hasta que yo salga? ¿cumple la promesa el director de la penitenciaría? ¿será cierto lo que me promete? ¿indulto ; ¿reducción de pena, un día la visita de los padres del aviador herido, el aviador encerrado en su cuarto de la planta alta, «dígales a mis padres que no quiero verlos», la insistencia de los padres, una pareja de ricos copetudos y finos cual témpano, la retirada de los padres, la llegada de la novia, «dígale a mi novia que no quiero verla», el ruego de la novia desde la escalera, «déjame querido que te vea porque te lo juro que no me importa nada de tu accidente», la hipócrita voz de la novia, la falsedad de todo lo que habla, la retirada brusca de la novia; el paso de los días, los dibujos que hace el muchacho encerrado en su estudio, la vista del bosque nevado desde la ventana, los primeros anuncios de la primavera, los brotes muy tiernos y verdes, algunos dibujos de árboles y nubes hechos al aire libre, la llegada de la sirvienta al bosque con café caliente y algunas cosquillas, una ocurrencia de la sirvienta sobre el dibujo colocado en el atrilcito, la sorpresa del muchacho herido, ¿qué era lo que le decía la chica sobre ese dibujo? ¿por qué se da cuenta el muchacho en ese momento que la sirvientita tiene un alma fina? ¿qué pasa que a veces alguien dice algo y conquista para siempre a otra persona? ¿qué era lo que le decía la sirvientita sobre ese dibujo? ¿cómo consiguió que él se diera cuenta de que ella era algo más que una sirvienta fea? Cómo me gustaría acordarme de esas palabras, ¿qué será que dijo? nada me acuerdo de esa escena, y después otra escena importante, el encuentro de él con el ciego, el relato del ciego de como poco a poco se fue resignando a haber perdido la vista, y una noche la proposición de él a la chica, «los dos estamos solos y no esperamos más nada de, la vida, ni amor, ni alegría, por eso es posible que nos podamos ayudar el uno al otro, yo tengo un poco de dinero que para usted puede ser una protección, y usted puede cuidarme un poco, que mi salud cada vez va peor, y no quiero cerca a nadie que me tenga lástima, y usted no me puede tener lástima porque usted está tan sola y triste como yo, y entonces podemos unirnos pero sin que eso sea más que un contrato, un arreglo entre nada más que amigos». ¿Habrá sido el ciego que le dio la idea? ¿qué es lo que le habrá dicho que no me acuerdo? a veces una palabra puede obrar milagros. La iglesia de madera, el ciego y la solterona están de testigos, algunas velas encendidas en el altar sin flores, los bancos vacíos, los rostros graves, vacíos el asiento para el organista y la plataforma para los coristas, las palabras del cura, la bendición, el retumbar de los pasos en la nave vacía al salir los novios, la tarde que cae, la vuelta a la casa en silencio, las ventanas abiertas para que entre el tibio aire del verano, la cama de él trasladada a su estudio, el dormitorio de la sirvienta trasladado al dormitorio de él, al ex dormitorio de él, la cena de bodas ya preparada por la solterona, la mesa con dos cubiertos en la sala de estar junto al ventanal, el candelabro entre ambos platos, las buenas noches de la solterona, su escepticismo ante un simulacro de amor, el rictus amargo en su boca, la pareja en total silencio, la botella de vino añejo, el brindis sin palabras, la imposibilidad de mirarse en los ojos, el cricrí de los grillos ahí en el jardín, el leve rumor –nunca oído hasta entonces- de la fronda del bosque que hamaca la brisa, el resplandor extraño -nunca visto hasta entonces- de los candelabros, el resplandor más y más extraño, el contorno esfumado de todas las cosas, del rostro tan feo de ella, del rostro desfigurado de él, la música casi imperceptible y muy dulce que no se sabe de dónde proviene, la cara de ella y toda su figura envuelta en bruma y luz blanca, sólo perceptible el brillo de sus ojos, la bruma poco a poco que se va esfumando, una agradable cara de mujer, la misma cara de la sirvientita pero embellecida, sus burdas cejas transformadas en líneas de lápiz, iluminados por dentro sus ojos, alargadas en arco sus pestañas, su cutis una porcelana, su boca desplegada en sonrisa de dientes perfectos, su pelo ondulado en bucles sedosos, ¿y el simple vestido en percal? un elegante soirée de encaje, ¿y él? imposible distinguir sus rasgos, la visión distorsionada por reflejos de los candelabros o también como a través de ojos cargados de lágrimas, la cara de él vista por ojos cargados de lágrimas, las lágrimas se secan, la cara de él vista con toda claridad, una cara de muchacho alegre y buen mozo que más imposible, pero de manos temblorosas, no, ella de manos temblorosas, el acercamiento de una mano de él a una mano de ella, ¿zumbidos del viento en la fronda del bosque o violines y harpas?, la mirada en los ojos el uno del otro, el convencimiento de que ambos oyen violines y arpas que trae la brisa perfumada por las araucarias, la unión de las manos, labios que se acercan, el primer y húmedo beso, el latido de los corazones... al unísono, la noche cuajada de estrellas, no están ya en la mesa,... las mesas vacías en el restaurant, los mozos sentados esperando clientes, las horas lentas y cal mas de la madrugada, el cigarrillo apenas encendido a un lado de su boca, la comisura izquierda o derecha de sus labios, su saliva con gusto a tabaco, a tabaco negro, la mirada triste perdida a lo lejos, por la ventana el paso de autos mojados de la lluvia, un auto tras otro, ¿se acuerda de mí? ¿por qué nunca me vino a ver? ¿no podría cambiar un día el turno con otro compañero? ¿habrá ido a ver al médico por el dolor de oído? lo iba dejando de un día para otro, a la noche a veces dolores terribles, según él entonces juraba que al día siguiente iba a hacerse ver, al otro día el dolor pasaba y se olvidaba de ir al doctor, y a la noche seguro que en el momento de esperar los clientes de la madrugada en el restaurant se acuerda y piensa y dice que mañana me viene a ver, y mira por el vidrio que pasan los autos, y lo más triste de todo es si en el restaurant los vidrios del frente quedaron mojados de lluvia, como si el restaurant se hubiese puesto a llorar, porque él nunca afloja, se aguanta porque es hombre y no suelta !as lágrimas, y cuando yo pienso muy fuerte en alguien veo en mi recuerdo la cara reflejada, sobre un vidrio transparente y mojado por la lluvia, la cara esfumada que veo en mi recuerdo, la cara de mami y la cara de él, seguro que se acuerda, y ojalá viniera, ojalá viniera, primero un domingo, y después todo en la vida es cuestión de costumbre, viene otro día, y otro, y cuando el indulto él me espera en la esquina de la penitenciaría, tomamos un taxi, la unión de las manos, el beso primero es tímido y seco, los labios cerrados son secos, los labios ya entreabiertos son algo más húmedos, ¿la saliva con gusto a tabaco?, y si me muero antes de salir de esta cárcel no voy a saber qué gusto tiene la saliva de él, ¿qué pasó esa noche, al despertar el miedo de que fuera todo un sueño, con miedo infinito una mira da del uno al otro a la luz del día, en aquella casa viven una chica linda y un muchacho buen mozo que más no se puede. Y se esconden de la solterona, que nunca los vea, tienen miedo de que les diga algo y así todo se eche a perder, y salen al bosque a la madrugada, cuando no hay nadie, a ver la salida del sol que ilumina sus caras tan lindas y siempre tan cerca una de la otra, al alcance de darse los besos que quieren, pero que nadie los llegue a ver, porque pueden pasar cosas raras, ¡pasos en el bosque esa madrugada!, imposible ocultarse puesto que los troncos no son tan inmensos, pasos lentos de un hombre que con sus pies va hollando el rocío del pasto, y detrás un perro... ¡es tan sólo el ciego! qué alivio, porque no los ve, pero saluda porque ha oído sus respiraciones, el saludo cordial y sincero, la intuición del ciego de que algo ha cambiado, los tres de regreso a la casa del encantamiento, el apetito de la mañanita, el desayuno a la americana, la chica encargada de preparar todo, quedan un momento el ciego y el muchacho solos, el ciego pregunta qué pasa, el relato, alegría del ciego, de golpe un negro relámpago de miedo en la retina blanca del ciego al oír esta simple frase: ¿sabe una cosa, voy a llamar a mis padres para que vengan a verme a mí y a mi esposa amada», el esfuerzo del ciego para disimular sus grandes temores, el anuncio de la llegada de los padres de él que han aceptado la invitación, el muchacho y la chica esperando a los padres sin animarse a bajar de su dormitorio, la solterona abajo esperando, el auto que llega, la charla de los padres con la solterona, la felicidad de los padres porque les ha escrito que se ha curado, la aparición del muchacho y la chica en lo alto de la escalera, la amarga decepción de los padres, feroz cicatriz le cruza la cara al muchacho, su novia una pobre sirvienta de cara muy fea y modales torpes, la imposibilidad de fingir agrado, tras breves momentos sospecha el muchacho, ¿habrá sido todo un engaño?, ¿será que no hemos cambiado, la mirada a la solterona esperando que lo encuentre buen mozo como antes, el rictus amargo en la boca de la solterona, la corrida de la chica hasta un espejo, la cruel realidad, el muchacho al lado de ella ahí en el espejo, la cicatriz infame, el refugio de la oscuridad, el terror de mirarse el uno al otro, el ruido del motor del auto de los padres, el ruido del motor ya lejos rumbo a la ciudad, la chica refugiada en su antiguo cuarto de cuando sirvienta, la desesperación de él, la destrucción del autorretrato de él abrazado a la chica, manotones dementes hasta reducir el retrato a jirones, la llamada de la solterona al ciego, la visita del ciego un atardecer de otoño, la conversación con el muchacho enfermo y la chica fea, las luces apagadas para evitar verse, tres ciegos reunidos a la hora más triste del día, la solterona escuchando detrás de la puerta, «¿no se dan cuenta de lo que les pasa?, por favor después de que yo les hable vuelvan a mirarse en la cara como antes, sé que no lo han hecho en todos estos días, que se han ocultado el uno del otro, y es tan simple explicar el encantamiento de este hermoso verano que acaban de pasar felices, simplemente... ustedes son hermosos el uno para el otro, porque se quieren y ya no se ven sino el alma, ¿es tan difícil de comprender acaso, yo no les pido que se miren ya, pero cuando yo me vaya... sí, sin el menor miedo, porque el amor que late en las piedras viejas de esta casa ha hecho un milagro más: el de permitir que, como si fueran ciegos, no se vieran el cuerpo sino sólo el alma». La partida del ciego con los últimos reflejos rojizos del atardecer, la subida del muchacho a prepararse para la cena, la mesa puesta por la chica, el miedo de !a chica de enfrentarse al espejo para arreglarse y peinarse, los pasos seguros de la solterona entrando a la pieza de la sirvientita, los ojos perdidos en lontananza de la solterona, sus palabras de aliento, la imposibilidad de peinarse de la chica dado el temblor de sus manos, las palabras de la solterona que la va peinando, «yo escuché lo que les dijo el ciego y le doy toda la razón, esta casa esperaba cobijar a dos seres amantes des de que mi novio no pudo volver de las crueles trincheras de Francia, y ustedes dos son los elegidos; y el amor es así, embellece a quien logra amar sin nada esperar a cambio. Y yo estoy segura de que si mi novio hoy volviera desde el más allá me encontraría bonita y joven como yo era entonces, sí que estoy segura, porque se murió queriéndome», la mesa puesta junto al ventanal, la muchacha de pie mirando a través de los vidrios el bosque sumido en la oscuridad los pasos de él, el temor de darse vuelta y mirarlo, la mano de él que le toma la mano, le quita el anillo y escribe en el vidrio sus nombres, la caricia de él en el pelo sedoso de ella, la caricia de él en un cutis que es de porcelana, la sonrisa de él que más buen mozo no podría ser, la sonrisa de ella de dientes perfectos, el beso húmedo de la felicidad, el fin del relato del ciego, los primeros acordes del dulce concierto, la llegada en puntas de pie de otros dos invitados, que son el muchacho y la chica, se los ve de espaldas, están elegantes, pero de espaldas no se ve si las caras son lindas o feas, y nadie se da cuenta que son los protagonistas de la historia que acaban de oír, y a mamá le gustó con locura, y a mí también, por suerte no se la conté a este hijo de puta, ni una palabra más le voy a contar de cosas que me gusten, que se ría no más que soy blando, vamos a ver si él nunca afloja, no le voy a contar más ninguna película de las que más me gustan, ésas son para mí solo, en mi recuerdo, que no me las toquen con palabras sucias, este hijo de puta y su puta mierda de revolución.


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





sábado, 11 de noviembre de 2017

"El callejón del beso", de JUAN DE DIOS PEZA (MÉJICO, 1852-1910 d.n.e.)


Juan de Dios Peza


(Leyenda de la primera calle de los plateros)


Una noche invernal, de las más bellas
Con que engalana enero sus rigores
Y en que asoman la luna y las estrellas
Calmando penas e inspirando amores;
Noche en que están galanes y doncellas
Olvidados de amargos sinsabores,
Al casto fuego de pasión secreta
Parodiando a Romeo y a Julieta.

En una de esas noches sosegadas,
En que ni el viento a susurrar se atreve,
Ni al cruzar por las tristes enramadas
Las mustias hojas de los fresnos mueve
En que se ven las cimas argentadas
Que natura vistió de eterna nieve,
Y en la distancia se dibujan vagos
Copiando el cielo azul los quietos lagos;

Llegó al pie de una angosta celosía,
Embozado y discreto un caballero,
Cuya mirada hipócrita escondía
Con la anchurosa falda del sombrero.
Señal de previsión o de hidalguía
Dejaba ver la punta de su acero
Y en pie quedó junto a vetusta puerta,
Como quien va a una cita y está alerta.

En gran silencio la ciudad dormida,
Tan sólo turba su quietud serena,
Del Santo Oficio como voz temida
Débil campana que distante suena,
O de amor juvenil nota perdida
Alguna apasionada cantilena
O el rumor que entre pálidos reflejos
Suelen alzar las rondas a lo lejos.

De pronto, aquel galán desconocido
Levanta el rostro en actitud violenta
Y cual del alto cielo desprendido
Un ángel a su vista se presenta
—¡Oh Manrique! ¿Eres tú? ¡Tarde has venido!
—¿Tarde dices, Leonor? Las horas cuenta.
Y el tiempo que contesta a tal reproche
Daba el reloj las doce de la noche.

Y dijo la doncella: —«Debo hablarte
Con todo el corazón; yo necesito
La causa de mis celos explicarte.
Mi amor, lo sabes bien, es infinito,
Tal vez ni muerta dejaré de amarte
Pero este amor lo juzgan un delito
Porque no lo unirán sagrados lazos,
Puesto que vives en ajenos brazos.

»Mi padre, ayer, mirándome enfadada
—Me preguntó, con duda, si era cierto
Que me llegaste a hablar enamorado,
Y al ver mi confusión, él tan experto,
Sin preguntarme más, agregó airado:
Prefiero verlo por mi mano muerto
A dejar que con torpe alevosía
Mancille el limpio honor de la hija mía.

»Y alguien que estaba allí dijo imprudente:
¡Ah! yo a Manrique conocí en Sevilla,
Es guapo, decidor, inteligente,
Donde quiera que está resalta y brilla,
Mas conozco también a una inocente
Mujer de alta familia de Castilla,
En cuyo hogar, cual áspid, se introdujo
Y la mintió pasión y la sedujo.

Entonces yo celosa y consternada
Le pregunté con rabia y amargura,
Sintiendo en mi cerebro desbordada
La fiebre del dolor y la locura:
—¿Esa inocente víctima inmolada
Hoy llora en el olvido su ternura?
Y el delator me respondió con saña:
—¡No! La trajo Manrique a Nueva España.

»Si es la mujer por condición curiosa
Y en inquirir concentra sus anhelos,
es más cuando ofendida y rencorosa
siente en su pecho el dardo de los celos
Y yo, sin contenerme, loca, ansiosa,
Sin demandar alivios ni consuelos,
Le pregunté por víctima tan bella
Y en calma respondió: —Vive con ella.

»Después de tal respuesta que ha dejado
Dudando entre lo efímero y lo cierto
A un corazón que siempre te ha adorado
Y sólo para ti late despierto,
Tal como deja un filtro envenenado
Al que lo apura, sin color y yerto:
No te sorprenda que a tu cita acuda
Para que tú me aclares esta duda».

Pasó un gran rato de silencio y luego
Manrique dijo con la voz serena
—«Desde que yo te vi te adoro ciego
Por ti tengo de amor el alma llena;
No sé si esta pasión ni si este fuego
Me ennoblece, me salva o me condena,
Pero escucha, Leonor idolatrada,
A nadie temo ni me importa nada.

»Muy joven era yo y en cierto día
Libre de desengaños y dolores,
Llegué de capitán a Andalucía,
La tierra de la gracia y los amores.
Ni la maldad ni el mundo conocía,
Vagaba como tantos soñadores
Que en pos de algún amor dulce y profundo
Ven como eterno carnaval el mundo.

»Encontré a una mujer joven y pura,
Y no sé qué la dije de improviso,
La aseguré quererla con ternura
Y no puedo negártelo: me quiso.
Bien pronto, tomó creces la aventura;
Soñé tener con ella un paraíso
Porque ya en mis abuelos era fama:
Antes Dios, luego el Rey, después mi dama.

»Y la llevé conmigo; fue su anhelo
Seguirme y fue mi voluntad entera;
Surgió un rival y le maté en un duelo,
Y después de tal lance, aunque quisiera
Pintar no puedo el ansia y el desvelo
Que de aquella Sevilla, dentro y fuera,
Me dio el amor como tenaz castigo
Del rapto que me pesa y que maldigo.

»A noticias llegó del Soberano
Esta amorosa y juvenil hazaña
Y por salvarme me tendió su mano,
Y para hacerme diestro en la campaña
Me mandó con un jefe veterano
A esta bella región de Nueva España...
¿Abandonaba a la mujer aquella?
Soy hidalgo, Leonor, ¡vine con ella!

»Te conocí y te amé, nada te importe
La causa del amor que me devora;
La brújula, mi bien, siempre va al norte;
La alondra siempre cantará a la aurora.
¿No me amas ya? pues deja que soporte
A solas mi dolor hora tras hora;
No demando tu amor como un tesoro,
¡Bástame con saber que yo te adoro!

»No adoro a esa mujer; jamás acudo
A mentirle pasión, pero tú piensa
Que soy su amparo, su constante escudo,
De tanto sacrificio en recompensa.
Tú, azucena gentil, yo cardo rudo,
Si ofrecerte mi mano es una ofensa
Nada exijo de ti, nada reclamo,
Me puedes despreciar, pero te amo».

Después de tal relato, que en franqueza
Ninguno le excedió, calló el amante,
Inclinó tristemente la cabeza;
Cerró los ojos mudo y anhelante
Ira, celos, dolor, miedo y tristeza
Hiriendo a la doncella en tal instante
Parecían decirle con voz ruda:
La verdad es más negra que la duda.

Quiere alejarse y su medrosa planta
De aquel sitio querido no se mueve,
Quiere encontrar disculpa, mas le espanta
De su adorado la conducta aleve;
Quiere hablar y se anuda su garganta,
Y helada en interior como la nieve
Mira con rabia a quien rendida adora
Y calla, gime, se estremece y llora.

¡Es el humano corazón un cielo!
Cuando el sol de la dicha lo ilumina
Parece azul y vaporoso velo
Que en todo cuanto flota nos fascina:
Si lo ennegrece con su sombra el duelo,
Noche eterna el que sufre lo imagina,
Y si en nubes lo envuelve el desencanto
Ruge la tempestad y llueve el llanto.

¡Ah! cuán triste es mirar marchita y rota
La flor de la esperanza y la ventura,
Cuando sobre sus restos solo flota
El negro manto de la noche obscura;
Cuando vierte en el alma gota a gota
Su ponzoñosa esencia la amargura
Y que ya para siempre en nuestra vida
La primera ilusión está perdida.

Leonor oyendo la vulgar historia
Del hombre que encontrara en su camino,
Miró eclipsarse la brillante gloria
De su primer amor, casto y divino;
Su más dulce esperanza fue ilusoria,
Culpaba, no a Manrique, a su destino
Y al fin le dijo a su galán callado:
—«Bien; después de lo dicho, ¿qué has pensado?

»Tanta pasión por ti mi pecho encierra
Que el dolor que me causas lo bendigo;
Voy a vivir sin alma y no me aterra,
Pues mi culpa merece tal castigo.
Como a nadie amaré sobre la tierra
Llorando y de rodillas te lo digo,
Haz en mi nombre a esa mujer dichosa,
Porque yo quiero ser de Dios esposa.

Calló la dama y el galán, temblando,
Dijo con tenue y apagado acento:
—«Haré lo que me pidas; te estoy dando
Pruebas de mi lealtad, y ya presiento
Que lo mismo que yo te siga amando
Me amarás tú también en el Convento;
Y si es verdad, Leonor, que me has querido
Dame una última prueba que te pido.

»No tu limpia pureza escandalices
con este testimonio de ternura
No hay errores, ni culpas, ni deslice
Entre un hombre de honor y un alma pura;
Si vamos a ser ambos infelices
Y si eterna ha de ser nuestra amargura,
Que mi postrer adiós que tu alma invoca
Lo selles con un beso de mi boca».

Con rabia, ciega, airada y ofendida,
—«No me hables más,— repuso la doncella
Sólo pretendes verme envilecida
Y mancillarme tanto como a aquélla.
Te adoro con el alma y con la vida
Y maldigo este amor, pese a mi estrella,
Si hidalgo no eres ya ni caballero
Ni debo amarte, ni escucharte quiero».

Manrique, entonces la cabeza inclina,
Siente que se estremece aquel recinto,
Y sacando una daga florentina,
Que llevaba escondida bajo el cinto
Como un tributo a la beldad divina
Que amó con un amor jamás extinto,
Altivo, fiero y de dolor deshecho
Diciendo: —«Adiós, Leonor», la hundió en su pecho.

La dama, al contemplar el cuerpo inerte
En el dintel de su mansión caído,
Maldiciendo lo negro de la suerte,
Pretende dar el beso apetecido.
Llora, solloza, grita ante la muerte
Del hombre por su pecho tan querido,
Y antes de que bajara hasta la puerta
La gente amedrentada se despierta.

Leonor, a todos sollozando invoca
Y les pide la lleven al convento
Junto a Manrique, en cuya helada boca
Un beso puede renovar su aliento
.
Todos claman oyéndola: «¡Está loca!»
Y ella, fija en un solo pensamiento
Convulsa, inquieta, lívida y turbada
Cae, al ver a su padre, desmayada.

Y no cuentan las crónicas añejas
De aquesta triste y amorosa hazaña,
Si halló asilo Leonor tras de las rejas
De algún convento de la Nueva España.
Tan fútil como todas las consejas,
Si ésta que narro a mi le lector extraña,
Sepa que a la mansión de tal suceso,
Llama la gente: «El Callejón del Beso».


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





viernes, 10 de noviembre de 2017

"Frente a frente", de MANUEL GUTIÉRREZ NÁJERA (MÉJICO, 1850-1895 d.n.e.)


Oigo el crujir de tu traje,
turba tu paso el silencio,
pasas mis hombros rozando
y yo a tu lado me siento.
Eres la misma: tu talle,
como las palmas, esbelto,
negros y ardientes los ojos,
blondo y rizado el cabello;
blando acaricia mi rostro
como un suspiro tu aliento;
me hablas como antes me hablabas,
yo te respondo muy quedo,
y algunas veces tus manos
entre mis manos estrecho.
Nada ha cambiado: tus ojos
siempre me miran serenos,
como a un hermano me buscas,
como a una hermana te encuentro.
Nada ha cambiado: la luna
deslizando su reflejo
a través de las cortinas
de los balcones abiertos;
allí el piano en que tocas,
allí el velador chinesco
y allí tu sombra, mi vida,
en el cristal del espejo.
Todo lo mismo: me miro,
pero al mirarte no tiemblo,
cuando me miras no sueño.
Todo lo mismo, pero algo
dentro de mi alma se ha muerto.
¿Por qué no sufro como antes?
¿Por qué, mi bien, no te quiero?

Estoy muy triste: si vieras,
desde que ya no te quiero
siempre que escucho campanas
digo que tocan a muerto.
Tú no me amabas, pero algo
daba esperanza a mi pecho,
y cuando yo me dormía
tú me besabas durmiendo.
Ya no te miro como antes,
ya por las noches no sueño,
ni te esconden vaporosas
las cortinas de mi lecho.
Antes de noche venías
destrenzando tu cabello,
blanca tu bata flotante,
tiernos tus ojos de cielo;
lámpara opaca en la mano,
negro collar en el cuello,
dulce sonrisa en los labios
y un azahar en el pecho.
Hoy no me agito si te hablo
ni te contemplo si duermo,
ya no se esconde tu imagen
en las cortinas del techo.

Ayer vi a a un niño en la cuna;
estaba el niño durmiendo,
sus manecitas muy blancas,
muy rizado su cabello.
No sé por qué, pero al verle
vino otra vez tu recuerdo,
y al pensar que no me amaste,
sollozando le di un beso.
Luego, por no despertarle,
me alejé quedo, muy quedo.
¡Qué triste que estaba el alma!
¡Qué triste que estaba el cielo!
Volví a mi casa llorando,
me arrojé luego en el lecho.
Todo estaba solitario,
todo muy negro, muy negro.
Como una tumba mi alcoba,
la tarde tenue muriendo,
mi corazón con el frío
de los hogares desiertos.
Busqué la flor que me diste
una mañana en tu huerto
y con mis manos convulsas
la apreté contra mi pecho;
miré luego en torno mío
y la sombra me dio miedo...
Perdóname, si..., perdóname,
¡no te quiero, no te quiero!


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





Entradas más recientes Entradas antiguas Inicio