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miércoles, 28 de septiembre de 2022

"No quiero", de ÁNGELA FIGUERA AYMERICH (ESPAÑA, 1902-1984, d.n.e.)

No quiero
que los besos se paguen

ni la sangre se venda
ni se compre la brisa
ni se alquile el aliento.
No quiero
que el trigo se queme y el pan se escatime.

No quiero
que haya frío en las casas,
que haya miedo en las calles,
que haya rabia en los ojos.

No quiero
que en los labios se encierren mentiras,
que en las arcas se encierren millones,
que en la cárcel se encierre a los buenos.

No quiero
que el labriego trabaje sin agua
que el marino navegue sin brújula,
que en la fábrica no haya azucenas,
que en la mina no vean la aurora,
que en la escuela no ría el maestro.

No quiero
que las madres no tengan perfumes,
que las mozas no tengan amores,
que los padres no tengan tabaco,
que a los niños les pongan los Reyes
camisetas de punto y cuadernos.

No quiero
que la tierra se parta en porciones,
que en el mar se establezcan dominios,
que en el aire se agiten banderas,
que en los trajes se pongan señales.

No quiero
que mi hijo desfile,
que los hijos de madre desfilen
con fusil y con muerte en el hombro;
que jamás se disparen fusiles,
que jamás se fabriquen fusiles.

No quiero
que me manden Fulano y Mengano,
que me fisgue el vecino de enfrente,
que me pongan carteles y sellos
que decreten lo que es poesía.

No quiero amar en secreto,
llorar en secreto
cantar en secreto.

No quiero
que me tapen la boca
cuando digo NO QUIERO…




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miércoles, 16 de diciembre de 2020

"Canción serena", de VICTORIANO CREMER ALONSO (ESPAÑA, 1906-2009 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Nuevos cantos de vida y esperanza", de fecha 1951  d.n.e.



Un día puro, alegre, libre quiero.
Fray Luis de León

No me dejéis así:
Sorbido por la tierra
hondísima y vibrante como el clamor penúltimo;
con este olor maduro de soles y horizontes
abriéndome en el pecho un surco luminoso.

No es que el cuerpo me suene a cristal derramado
ni que diez corazones me alanceen las yemas,
ni que cielos redondos agolpen sus rebaños
a mis ojos mastines, ladradores de cimas.

Es que un mar fugitivo rinde velas y senos
y pétalos y espumas en la gozosa playa
donde el rumor se atreve a mancillar la sombra.
¡Y se me ciegan labios y gritos y pupilas!

Es que siento que el aire es de carne dulcísima
y la luz sólo luz. Que el contorno me huye
a bandadas blanquísimas de palomas y lirios
y me abandonan manos y dientes y melenas.

¡No! ¡No me dejéis así! Moriría desnudo
sin sentirme morir.

Y mi pobre vestido, con su sangre caliente,
se hundiría, esperando mi imposible retorno.




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miércoles, 2 de diciembre de 2020

"Dulce amor", de VICTORIANO CRÉMER ALONSO (ESPAÑA, 1906-2009 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "El amor y la sangre", de fecha 1966  d.n.e.



«…Encerrados vivimos. La costumbre
levanta muros, aprisiona cielos,
esparce sones, crucifica rosas,
limita los caminos…»
VC

Las cosas suceden así,
sencillamente

Vuelven del trabajo
con sabor de cal viva entre los dientes.
La esposa les contempla con costumbre.
─¿Quién dice amor, si la palabra estalla?─.

Y cogen del pan,
como si fuera barro y arena,
un puñado tan sólo.
(Es pan de pobres, desalado y negro
y triste como el silencio de la casa toda.)

Y se marchan.

(La esposa les oye cerrar la puerta,
pero no dice nada. ¡Está tan cansada!
Prefiere aquella fría soledad
con olor de abandono.

Pudiera recordar su juventud y dormir,
pero ¿quién sueña o duerme?
Los pobres no recuerdan;
mueren como las piedras roídas de las murallas.

Ellos, en tanto, beben
un agrio vino con sabor de azufre;
y si ríen y gritan y golpean,
es porque ─¡Dios, qué vida!─
da rabia beber sin alegría.

Acaso entonces lleguen hombres
de esos que velan por la paz de las familias,
y les hablen del dulce amor de las esposas
y del descanso junto al fuego,
escuchando, por la radio, una dulce canción,
mientras los niños buscan en el atlas
países coronados de yedras o corales…

Si esto sucede, gritan con más fuerza
y beben más vino agrio con sabor de azufre,
hasta que ya no saben dónde tienen los ojos,
ni por qué les duele el corazón.

Les arrojan con prisa.
La calle es larga, y en el firmamento
las estrellas relucen.

Regresan a la casa ─¡oh dulce hogar!─ llorando.
La esposa les contempla con costumbre.
─¿Quién dice amor, si la palabra estalla?

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domingo, 5 de julio de 2020

"Pasabas por el mundo claramente", de CARLOS BOUSOÑO PRIETO (ESPAÑA, 1923-2015 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Primavera de la muerte", de fecha 1946  d.n.e.



Pasabas por el mundo claramente
como el viento. Decías que me amabas.
Yo te quería. Rozabas mi frente
con el amor que en tus manos llevabas.

Volaban nuestras almas, se querían.
Se juntaban acaso entre los cielos.
Aladamente iban y venían
olas felices y claros anhelos.

Nunca tristeza el amor enturbiara.
¡Oh, más allá de la dicha era el mundo,
eran los besos de mi boca, para
el cuerpo amado en la dicha errabundo!

Vivía el mundo en la clara corriente.
Lluvia de dicha del cielo caía.
En la lluvia calado ciegamente,
libre, inmortal nuestro cuerpo reía.







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lunes, 18 de diciembre de 2017

"Si algo me gusta", de BLAS DE OTERO MUÑOZ (ESPAÑA, 1916-1979 d.n.e.)


Si algo me gusta, es vivir.
Ver mi cuerpo en la calle,
hablar contigo como un camarada,
mirar escaparates
y, sobre todo, sonreír de lejos
a los árboles…

También me gustan los camiones grises
y muchísimo más los elefantes.
Besar tus pechos,
echarme en tu regazo y despeinarte,
tragar agua de mar como cerveza
amarga, espumeante.

Todo lo que sea salir
de casa, estornudar de tarde en tarde,
escupir contra el cielo de los tundras
o las medallas de los similares,
salir
de esta espaciosa y triste cárcel,
aligerar los ríos y los soles,
salir, salir al aire libre, al aire.


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lunes, 8 de junio de 2015

"Un relámpago apenas", de BLAS DE OTERO MUÑOZ (España, 1.916-1.979)

Poema perteneciente al libro "Ángel fieramente humano", de fecha 1.950  d.n.e.



Besas como si fueses a comerme.
Besas besos de mar, a dentelladas.
Las manos en mis sienes y abismadas
nuestras miradas. Yo, sin lucha, inerme,
me declaro vencido, si vencerme
es ver en ti mis manos maniatadas.
Besas besos de Dios. A bocanadas
bebes mi vida. Sorbes. Sin dolerme,
tiras de mi raíz, subes mi muerte
a flor de labio. Y luego, mimadora,
la brizas y la rozas con tu beso.
¡Oh Dios, oh Dios, oh Dios, si para verte
bastara un beso, un beso que se llora
después, porque, ¡oh, por qué!, no basta eso!

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