pálida flor de pétalos vejados;
lirio marchito de corola enferma.
¡Qué amargo es tu dolor, pobre violeta!
¡Acércate! Las hieles de tu alma
recogeré en la copa de mis penas.
Alza tu frente -alcázar de impurezas-
allí, mi labio dejará encendida
la ardiente llama de una azul estrella.
Como lánguido junco, tu cabeza
sobre mi pecho dulcemente inclina,
y enjugaré tus lágrimas acerbas.
Posa tus labios -como dos cerezas
que dieran su sabor- sobre mis labios
y huirán las tristes mariposas negras.
¡Y a tu alma de oscura Magdalena
tornará la ilusión, como una aurora
en la noche glacial de tus tristezas!
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