Mostrando entradas con la etiqueta Carmen González. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Carmen González. Mostrar todas las entradas

martes, 15 de marzo de 2016

"Siempre tu corazón en labio ajeno", de CARMEN GONZÁLEZ HUGUET (El Salvador, 1958-- d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Ausencia".



Siembre tu corazón en labio ajeno,
aire que hiera el surco de mi oído;
y en él siembre su pecho estremecido
la palabra dolida y su veneno.

Siembre la luz ardiente el labio pleno
en quieta frente, en pensamiento herido.
Derrota ausencia, desamor, olvido,
la voz donde a vivir yo te condeno.

Desordena mi cielo, mi mañana,
mi vida entera mueve y equivoca
con la corriente que en tu labio mana.

Que me asesina el vino de tu boca
esta escasa cordura, cruel tirana.
Alóquemela, amor, su sal, aloca.



Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





viernes, 4 de marzo de 2016

"Aire sólo, fervor que callo y digo", de CARMEN GONZÁLEZ HUGUET (El Salvador, 1958-- d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Ausencia".



Aire sólo, fervor que callo y digo,
palabra que te nombra y te delata,
que te eleva en su vuelo o te maniata:
en mi boca te encierro o te prodigo.

Te dejo a la intemperie o al abrigo,
te guardo en ventisquero o en fogata.
Pródiga, codiciosa catarata,
vas en mi labio como fiel testigo

de todo lo que en él pones y eres,
de todo lo que en él tu sed convoca
y de lo que en su amor beber quisieres.

Silencia esta ebriedad que el labio aloca
y con el agua en que dichoso mueres
cúbreme, amor, el cielo de la boca.



Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





sábado, 27 de febrero de 2016

"Es aire, sólo el aire, quien te besa", de CARMEN GONZÁLEZ HUGUET (El Salvador, 1958-- d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Ausencia".



Es aire, sólo el aire, quien te besa,
el aire que lamiendo está la llama,
el aire que te envuelve y te reclama,
que libera tu vuelo y que lo apresa.

Es aire, sólo el aire, en que la espesa
sangre del corazón de aquel que ama
vence al silencio donde se derrama
la palabra trocada en fiel pavesa.

Es aire la verdad que desafía
al frío, la distancia y esa boca
ciega a la sed ajena y su agonía

que siembra su existir en otra boca.
Máteme el beso de tu alevosía
brotado en punta de coral de roca.


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





jueves, 28 de enero de 2016

"La amante. II", de CARMEN GONZÁLEZ HUGUET (El Salvador, 1958-- d.n.e.)


Variacion de "La amante. I".


Dicen, suspiran, nombran, llaman, cantan.
Arrullan o se agitan, iracundas,
dan nombre al mundo y al nombrarlo crean
la realidad feroz de su quimera.

Tú te marchas. Te vas, pero se quedan
tus manos en mi ser, me reconocen
como dulce extensión de las caricias.

Soy suya. Me poseen, me recorren,
me saben parte de su piel. Me besan.

Yo me sumerjo en ellas y me siento
hundida en una carne transparente
más densa que la mar, más perdurable
que la roca tenaz de las distancias.

Me alimenta la sed esa agua en fuga
que entre tus dedos tejes y derramas.

Ebria estoy, mas sedienta. Tú lo sabes,
tú que inauguras esta sed a gritos
con que en silencio bebo de tu cuerpo.

Dame más sed, dame más sed. Abreva
con tu silencio mi ansiedad abierta.

Tengo la piel cuarteada sin el agua
que nace de las fuentes de tus dedos.

Sumerge el manantial, cava ese pozo,
siembra en mí con tu gesto sed y agua,
riega la era, al fin. Dame tus labios.
Las palabras, jamás. Dame los besos.
Déjame que te beba a borbotones.

Mañana sé que ha de venir el día
y con él el desierto sin memoria.

Mañana me darás, en el silencio,
potestad de medir el infortunio
con la falta infinita de tus manos.

Mañana...
Pero hoy, siémbrame toda
de ansiedades, deseos, luces, sombras,
de miradas furtivas, ecos, risas,
de cuartos defendidos contra el mundo
y abiertos a los mares interiores
de una ternura oscura, indescifrable.

Ahora ven, y ahógame en tu boca.
Déjame agonizar bajo la dicha.
Bajo tu lluvia tiende mi vacío
y sumerge en mis ojos tu mirada.

Ciega estoy si me asomo al universo
sin la luz que me otorgan tus pupilas.

Viviré en las orillas de tus besos
exilada en la noche sin fronteras.
Siempre al borde de ti. Siempre a la orilla,
siempre al margen, apenas en la playa,
mojando con la punta de mis dedos
la sed que de tu espuma me atormenta.



Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





lunes, 4 de enero de 2016

"La amante. I", de CARMEN GONZÁLEZ HUGUET (El Salvador, 1958-- d.n.e.).


Un lento derramarse, un cielo en fuga,
un crepúsculo muerto sobre el agua.
Una raíz de sal que te sumerge
en la hondura más negra de su grito.

El agua viene y lame cada orilla
con su lengua de cántico y caricia
y amortigua la luz su llaga inmóvil
para no herir la entraña de la tarde.

Sobre cada colina deja un soplo
detenido el arado de los besos.

Las manos se persiguen, se acorralan,
huyen por los rincones, vuelan, gritan
o van a agonizar en tus cabellos.

Tú miras y vacías tu mirada
en el recodo oscuro más remoto.
Y las llenas de nuevo con aromas
de un país que recorres entre sueños.

Miras y vas sembrando de tus ojos
un territorio fértil y sangriento
donde el rostro más frágil y furtivo
se hace piedra y derrota en cada ausencia.

Tú miras y te inventas lo que miras.
Miras el sol y enciendes en la tarde
un universo de luces moradas
que derraman su vino en las pupilas.

Tú miras y en el fondo de la noche
nace la luz del alba sucesiva.

Vuelve otra vez, espejo del pasado.
Ábreme en las entrañas otra llaga
más permanente y mucho más deseable
que la herida que llora lo que pierdo.

Pues si el reproche afila con su lengua
la navaja fatal de los agravios,
tú matas con la sola certidumbre
de no volver a ver el rostro amado.

Recorres un sendero y se disuelve
la ternura en tus manos como arena
deshecha en las entrañas del arroyo.

Y en al quietud endulzas esta boca,
hecha de espada y hiel, arena y odio,
para lamer el tallo del deseo
.

Entonces amo el tacto de tus dedos,
que no engaña jamás como las voces.

Pueden mentirme todas tus palabras.
Mentir tu desazón y tu distancia;
mentir también el vértigo cerrado
de la pasión que encierra mis temores.

Pero tus manos, no. Tus manos tiemblan.
Como si fueran pétalos del agua
acariciados por la brisa fría
y estremecidos por su raudo beso.

Ellas me aman más en su mutismo
que tú con las palabras exaltadas.
Tus manos, las raíces extendidas
de diez morenos dedos de mi carne,
hablan mejor en su silencio a gritos.

Dicen, suspiran, nombran, llaman, cantan.
Arrullan o se agitan, iracundas,
dan nombre al mundo y al nombrarlo crean
la realidad feroz de su quimera.

Tú te marchas. Te vas, pero se quedan
tus manos en mi ser, me reconocen
como dulce extensión de las caricias.

Soy suya. Me poseen, me recorren,
me saben parte de su piel. Me besan.

Yo me sumerjo en ellas y me siento
hundida en una carne transparente
más densa que la mar, más perdurable
que la roca tenaz de las distancias.

Me alimenta la sed esa agua en fuga
que entre tus dedos tejes y derramas.

Ebria estoy, más sedienta. Tú lo sabes,
tú que inauguras esta sed a gritos
con que en silencio bebo de tu cuerpo.

Dame más sed, dame más sed. Abreva
con tu silencio mi ansiedad abierta.

Tengo la piel cuarteada sin el agua
que nace de las fuentes de tus dedos.

Sumerge el manantial, cava ese pozo,
siembra en mí con tu gesto sed y agua,
riega la era, al fin. Dame tus labios.
Las palabras, jamás. Dame los besos.
Déjame que te beba a borbotones.


Mañana sé que ha de venir el día
y con él el desierto sin memoria.

Mañana me darás, en el silencio,
potestad de medir el infortunio
con la falta infinita de tus manos.

Mañana...
pero hoy, siémbrame toda
de ansiedades, deseos, luces, sombras,
de miradas furtivas, ecos, risas,
de cuartos defendidos contra el mundo
y abiertos a los mares interiores
de una ternura oscura, indescifrable.

Ahora ven, y ahógame en tu boca.
Déjame agonizar bajo la dicha.
Bajo tu lluvia tiende mi vacío
y sumerge en mis ojos tu mirada.

Ciega estoy si me asomo al universo
sin la luz que me otorgan tus pupilas.

Viviré en las orillas de tus besos
exilada en la noche sin fronteras.
Siempre al borde de ti. Siempre a la orilla,
siempre al margen, apenas en la playa,
mojando con la punta de mis dedos
la sed que de tu espuma me atormenta.

Sedienta de tus vértigos a gritos,
de remolino mutuo que se bebe
juntos la sed, el agua, la marea
de la ebriedad...
Dos cuerpos enlazados
bebiéndose la vida a borbotones,
saciando el agua, abriendo la frontera
donde pueda la sed seguir viviendo.

Más allá de la luz, yo te deseo
cada vez más desnudo, más tú mismo.
Despojado de antiguos atavíos,
de cadenas pesadas como nombres,
de grilletes de epítetos terribles,
de absurdos conformismos, de secretas
pasiones que sepultan su recuerdo,
que se cambian de nombre o que disfrazan
su rostro bajo símbolos oscuros.

Así quiero mirarte, que me veas:
Desnudo de verdad, de veras mío.
Aunque sea un minuto, un día sólo,
un instante sin tiempo ni distancias,
cuando pueda alcanzar al fin tu boca
y alzarme a la estatura de tu beso.


Entonces no podrá la muerte entera
vulnerar con su barba y su gusano
la pura luz de este milagro intacto.

Y voy a verte, entonces, como ahora,
inédita belleza, labio puro,
desafiando al destino desdichado
con la fe en la ternura inquebrantable.

Por ti comprendo ahora mi existencia.
Tiene sentido haber buscado en vano
por años, trenes, pájaros, distancias
el relámpago oscuro del deseo
brillando en tus pupilas como un astro.

Cada recodo halló su rostro vivo
para cobrar sentido entre tus manos:

Suave concavidad, copa inefable
que llenas con tu vino y que rebosa
cuando me das la plenitud.
Dormida
torre de sangre alzada en mi homenaje
y que en su suave miel se desparrama
endulzando los labios que la besan.

Subterránea raíz de los relámpagos.
Tu labor inefable no descansa.
Déjame que te beba con los ojos
cuando manos y boca no me alcancen
para abarcar tu cielo y tu hermosura.

Pero no seas nunca más esquivo,
ni entregues a mi boca vino amargo,
ni sea tu pan hecho de ausencia y hambre.

¿Qué puedo hacer con este mar indócil
que agita sus oleajes en mi pecho?
¿Cómo se emplea una marea inútil
de besos que no encuentran otra boca?

¿Adonde voy con la ternura sola
que se pudre en mis manos sin objeto?
¿Qué destino le espera a los abrazos
cuando sólo la noche nos estrecha?

¿Qué hacer con el amor cuando nos deja
con una vaga sombra entre los dedos?
¿quién puede comprender la melodía
si el amante está sordo o está lejos?

No confíes jamás en el olvido,
ni entregues esta historia a mi memoria.
Nadie es más cruel que una mujer herida.

Como una maldición, la ausencia pone
vinagre y hiel en todo lo que toca.
Hay un rumor de sal en la sonrisa
y un río soterrado en el silencio.

La soledad es un país saqueado
por la duda, el despecho y la amargura.
Una se siente en guerra con la vida,
exiliada del reino de la dicha,
extranjera entre todos los humanos.

El polvo crece, entonces, y sepulta
la piel de las mejores ilusiones
y la ceniza clava, silenciosa,
su puñal en el vientre de los fuegos.

Nada resiste. El río que se empoza
ve pudrirse sus aguas en el lodo,
y un mar congela su furioso oleaje
derrotado por gélidos desdenes.

Ahora voy a hablar en el silencio
de abismos que conozco, que visito
cuando me das de ti sólo la ausencia.

Soy entonces tu luna, tu satélite,
extraviada de pronto en el espacio
sin un planeta en torno al cual girar.

Y agonizo en el aire como un trino
abandonado por su flauta de alas,
o como un ave en agua sumergida
o como el agua sumergida en fuego.

Absurda, absurda, absurda y si sentido.
Boca muda, caricia sin el tacto.
Labio ciego a la voz, palabra inútil.
Oído clausurado a toda música,
nombre lanzado al fondo del vacío.

Devuélveme la voz, dame la risa.

Quiero volver a ser libre y sin miedo.
Quiero habitar un mundo a mi medida
y no el galpón oscuro de los otros.

Devuélveme mi casa, mi aposento.
Quiero ser yo de nuevo, libre, a solas.
Habitar en mi cuerpo sin intrusos,
posesionarme de mi propio mundo.

Ya no girar en órbitas de otros.
Estar sola y saber que nadie escoge
por mí la ruta inédita del viaje.

Ser libre para errar, para salvarme,
para creer, para abjurar, consciente
de que yo soy mi opción más importante.

Quiero ser más que un beso de tus labios.
Más que el bregar sin pausa de tus olas.
Más que el vórtice quieto donde acaban
de resumirse todas tus pasiones.

Quiero ser más que estela de cometa.
Más que sombra de luz, dorado anillo
con que, necia, he intentado contenerte.

Quiero ser signo solo y absoluto.
Tener al fin significado propio
y no necesitar tu compañía
para nombrar mi mundo, mi universo.

Quiero ser más que espuma, más que adorno.
Más que la luna para ti, planeta.
Cansada estoy de ser para los otros,
a costa de no ser para mí misma.

Amada, no. No quiero que me tomes,
que me bañes de espuma y de palabras,
que me entregues el nombre, las cadenas,
la razón de vivir, el eco, el mundo,
el oficio de ser ama de llaves
en la casa que siempre me es ajena.

No vas a usufructuar mi piel, mi sangre,
ni el aliento, ni el goce del deseo.
No vas a ser ya mi propietario.


Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





sábado, 5 de diciembre de 2015

"No me mueve, mi amor, para quererte", de CARMEN GONZÁLEZ HUGUET (El Salvador, 1958--, d.n.e.).

Poema perteneciente al libro "Ausencia".



No me mueve, mi amor, para quererte
la dicha dulce con que me has mentido,
ni la fecunda gracia que has vertido
en mi piel, sin llegar a merecerte.

El ojo no ha logrado conocerte,
ni el beso alcanza a asir todo el sentido,
ni la voz dice todo lo vivido,
ni consigo explicarte ni entenderte.

La luz que brilla al fondo en tu mirada
es la estrella que arde y que me mueve
a cruzar esta ausencia desolada.

Y es la fe que sostiene el lazo leve
adonde la pasión inconfesada
se te resbala, amor, y se te llueve.



Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





martes, 10 de noviembre de 2015

"Amor, eres lo único que tengo", de CARMEN GONZÁLEZ HUGUET (El Salvador, 1958-- d.n.e.).

Poema perteneciente al libro "Ausencia".



Amor, eres lo único que tengo,
agua que entre mis dedos se diluye,
que cuanto más persigo, más me huye,
por más que mi penar sin fin prevengo.

Tenaz tormento que al latir sostengo,
casa en la arena que el azar destruye.
Lunar marea, medra y disminuye
la herida de vivir que en ella vengo.

Rota de sed, desnuda y calcinada,
mi boca tu veneno dulce bebe
y bebe tu palabra alucinada

mi oído fiel. Cautiva en tu mirada
se me queda la piel enamorada
del borbotar templado de tu nieve.



Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





domingo, 18 de octubre de 2015

"Me devora la boca que me besa", de CARMEN GONZÁLEZ HUGUET (El Salvador, 1958-- d.n.e.).

Poema perteneciente al libro "Ausencia".



Me devora la boca que me besa,
me erosiona la voz que me acaricia
y me da vida la tenaz sevicia
de tu labio trocado en fiel pavesa.

Me asesina la mano que confiesa
lo que la voz no eleva a la caricia
me edifica tu labio y su codicia
que dilapida su lujuria aviesa.

Me reta y me sostiene tu locura,
me desalienta tu vivir sensato,
me desarma y cautiva tu ternura,

y en este canto preso que desato
se me enamoran alma, mente y boca
del mordiente clavel que las desboca.



Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal





domingo, 27 de septiembre de 2015

"Palabra de Diosa", de CARMEN GONZÁLEZ HUGUET (El Salvador, 1958-- d.n.e.)


I

Mi delicada flor se abre.
Tu luz penetra:
Gozo.

II

Soy la aguja,
tú el hilo:
Borda.

III

Éste es mi cuerpo.
Éste
el río de mi sangre.
Te envuelvo en él, sumerges
tu propio río oculto.

Naces de nuevo,
sales hacia el mundo.

En mí
crece la dicha.

IV

Todo sale de mí.
Doy a luz a este mundo
y cada día mi vientre
pare de nuevo al Universo.

En mí la vida tiene
cauce y manantial.

Todo hasta mí regresa.
Todo vuelve
al descanso final entre mis huesos.

Y sin embargo,
desafío a la muerte cada día.

El mundo entero cabe en mi vagina.

Todo penetra en mi ser, todo fecunda
mi cuerpo.

Yo soy la tierra,
la materia, la luz,
soy la energía.

Estoy en cada uno de tus nervios,
debajo de tu lengua
y en tus dedos.

En todo lo que fluye de tus manos.

Soy la piel y el polvo de tus pasos.
Tu mirada.

No te podrás librar de mí:
Yo soy tu sombra.
La otra que te mira en el espejo.
Tu próxima enemiga.
Tu amante más oscura.
Soy tu hija, tu madre, los latidos
de la sangre meciéndote la vida.

Soy plenitud, vacío.
silencio, voz y eco.

Soy el significado que te llena,
palabra.

Sonido que te eleva
y consagra.

Soy tuya, soy ajena, soy de nadie:
Tu propia imagen soy,
tu propia esencia.

Mírame bien,
reconóceme:
soy tú mismo.

V

De ti vengo:
Gota en el mar.

Tu semilla llevaba
implícitas
mi raíz y mi flor.

De mi vienes:
soy el mar en que nadas,
pez indómito.

Hoy que al fin
navegas por mis venas
soy fruta henchida,
manantial, cauce, estero
donde la vida fluye
su viaje interminable.

Ven,
naufraga conmigo
una,
y otra,
y otra vez,
hasta anegar al mundo.

VI

Los vocablos se encuentran
y se besan:
nace el sentido,
la poesía sonríe.

Tus labios y los míos
se encuentran,
dialogan:

la dicha llaga
cuerpo y alma.

Esta palabra alada, ahora,
¿te besa?

VII

Cada vez que camino,
mis caderas mecen
la cuna del mundo.

VIII

Nueve lunas
tejiéndote en mi vientre.

Y tú toda la vida
queriendo regresar.

IX

Esta palabra soy: Contiene
todo mi ser.

Plena y colmada
rebosante de mí,
me derrama en tu boca.

Cuando dices mi nombre
te beso en cada sílaba, tus labios
besan mi carne,
penetran en mi oído, me poseen.

Toda soy
una extensión quemada por tu voz.

X

Tu imagen
tu reflejo
tu sombra:

El reverso de ti: moneda,
palabra.

La tierra que va
debajo de tus pasos.

El aire que respiras
y te besa
por dentro y por fuera.


El agua que te moja,
te rodea,
penetras,
te bebe.

Si yo muero,
tú mueres.

Si tú mueres,
yo muero.

¿Cómo pretendes sobrevivir
cada vez que me matas?

Sin mí no hay vida.

Y si a pesar de todo sobrevives,
pobre de ti.

Huérfano definitivo.
Palabra sin sentido.
Eco sin voz.
Ausencia sin olvido.
Silencio sin sonido.
Órbita ciega.
Fuego sin luz.
Noche sin término.
Tiempo inexorable
exilio sin otro objeto que la muerte.

Sin mí no hay salvación.

XI

El deseo tiene garfios de hierro,
dedos de mar
raíces.

Con ellos se aferra a la carne
como el árbol al borde del abismo.

En él la vida afirma
su inquebrantable voluntad
de no cesar.

Sigue lloviendo, entonces,
incontenible
como el huracán más olvidado
como la tormenta más ciega
que habita
en el fondo de la gota de rocío.

Sigue lloviendo, amor,
sin pausa,
hasta que entienda el mundo.

XII

Redondo es este anillo.

Redonda mi cintura
rebosante mi vida.

Redonda la órbita que tejo en el camino.

Redondo
el Universo que te contiene
y pueblas.

Ven, planeta.
Por una vez, conviértete en satélite dichoso.

Ven, por fin:
Gira conmigo
hasta la dicha.



Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.

Enlace recomendado:
 
Volver a la página principal