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miércoles, 21 de junio de 2023

"Problemas de geografía personal", de LUIS GARCÍA MONTERO (ESPAÑA, 1958--, d.n.e.)


Nunca se despedirme de ti, siempre me quedo
con el frío de alguna palabra que no he dicho,
con un malentendido que temer,
ese hueco de torpe inexistencia
que a veces, gota a gota, se convierte
en desesperación.

Nunca se despedirme de ti, porque no soy
el viajero que cruza por la gente,
el que va de aeropuerto en aeropuerto
o el que mira los coches, en dirección contraria,
corriendo a la ciudad
en la que acabas de quedarte.

Nunca sé despedirme, porque soy
un ciego que tantea por el túnel
de tu mano y tus labios
cuando dicen adiós,
un ciego que tropieza con los malentendidos
y con esas palabras
que no saben pronunciar.

Extrañado de amor,
nunca puedo alejarme de todo lo que eres.
En un hueco de torpe inexistencia,
me voy de mí
camino a la nada.





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martes, 29 de noviembre de 2022

"Palabras para una mirada", de FRANCISCO BRINES BAÑÓ (ESPAÑA, 1932-2021. d.n.e.)



Miras, con ojos luminosos,
mientras hablo, mis ojos. Los cabellos
son fuego y seda,
y el rosa laberinto del oído
desvaría en la noche,
acepta las razones que doy sobre una vida
que ha perdido la dicha y su mejor edad.
¿Cómo me ven tus ojos? Yo sé, porque estás cerca,
que mis labios sonríen,
y hay en mí delirante juventud.
Inocente me miras, y no quiero saber
si soy el más dichoso hipócrita.
Sería pervertirte decir
que quien ha envejecido es traidor,
pues ha dado la vida
o dado el alma,
no sólo por placer, también por tedio,
o por tranquilidad;
muy pocas veces por amor.
He acercado mis labios a los tuyos,
en su fuego he dejado mi calor,

y emboscado en la noche
iba espiando en ti vejez y desengaño.




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viernes, 18 de noviembre de 2022

"Comience el sendero a serpentear", de JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO GAY (ESPAÑA, 1928-1999 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "El retorno", de fecha 1954  d.n.e.



Digo: comience el sendero a serpear
delante de la casa. Vuelva el día
vivido a transportarme
lejano entre los chopos.
Allí te esperaré.
Me anunciará tu paso el breve salto
de un pájaro en ese instante fresco y huidizo
que determina el vuelo
y la hierba otra vez como una orilla
cederá poco a poco a tu presencia.
Te volveré a mirar a sonreír
desde el borde del agua.
Sé lo que me dirás. Conozco el soplo
de tus labios mojados:
tardabas en llegar. Y luego un beso
repetido en el río.

De nuevo en pie siguiendo tu figura
regresaré a la casa lentamente
cuando todo suceda.




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viernes, 14 de octubre de 2022

Alguien dice tu nombre", de LUIS GARCÍA MONTERO (ESPAÑA, 1958--, d.n.e.)

Fragmento perteneciente al libro "Alguien dice tu nombre", de fecha 2013  d.n.e.



Consuelo se parece a mi tía Rosario. Quizá por eso agaché yo la cabeza cuando las tuberías empezaron a sonar de una forma inesperada en su casa. Consuelo se levanta, va hacia el baño, se desnuda y me llama. La imaginación es una amiga insolente. Sin duda vale su peso en oro para alguien que quiere convertirse en un literato, pero es muy insolente. Ve, oye y toca más de lo que debe. Consuelo se desnuda, se quita el vestido, el sujetador, las bragas, deja que el agua caiga, que baje por su piel mientras ella busca el jabón con los ojos cerrados y acaricia su cuerpo que se llena de espuma, y de lugares, y de misterios húmedos, como los pechos libres, como los pezones duros por el frío repentino, como el vientre blanco y el pelo del pubis, como los muslos redondos y las uñas de los pies. Es una llamarada el pelo del pubis. Me ve mirarla, y se vuelve pudorosa, y deja que me entretenga en la espalda, en el culo, y se enjuaga, y corta el agua, y me señala con la mano la percha de la que cuelga una toalla.
Yo soy obediente, Consuelo. Te llevo la toalla, dejo que salgas de la bañera, cuidado, no te caigas, te busco los hombros, siento el pelo empapado, presiono tu pubis con los dedos, luego te rodeo, te envuelvo con los brazos, busco tu cuello con mi boca, muerdo, busco tus pechos con mis manos, aprieto, insisto, hasta que te vuelves, y me besas, y me mojas la camisa al pegarme tus pechos, y te separas un momento para sonreírme. Estás muy guapa, Consuelo, parecida a mi tía Rosario, pero más joven, más misteriosa. Ya he dejado de ser un niño para ti. Dame la mano, llévame hasta tu dormitorio. Las cortinas están bien, pero vamos a cambiar pronto la barra. Mañana voy a volver, colocaré la nueva que hemos dejado en el salón. Será la excusa para repetir mañana y pasado mañana. Ahora te tiendes en la cama. Me observas mientras me desnudo. No doblo los pantalones, no cuelgo la camisa del respaldo de una silla, todo cae en el suelo porque tengo prisa, me estás esperando, soy el sobrino convertido en amante, el muchacho tímido que rompe la cuerda y quiere vivir una locura, el cuerpo que pesa sobre tu cuerpo, que te abre las piernas, que busca tu sexo para entrar en ti, ser tuyo, así, como el agua después de la sequía, como el mar en cada ola.
Me estoy moviendo en la cama. Miro hacia Vicente. Un ataque de pánico se apodera de mí. Por fortuna sigue dormido. El enemigo duerme, descansa. No ha notado nada extraño, ninguna debilidad en cama ajena. Lo único que falta es que me vea masturbándome a su lado, en esta pensión sórdida, que se pudre al lado del mar como los restos de un naufragio. De ninguna manera. Ayer, cuando llegué a mi casa y me metí en la cama, me desvelé. Pero no por culpa del deseo, sino por inquina contra mí, el malestar de la vergüenza. Fue el sentimiento cruel del ridículo, la forma en la que Consuelo habló de la homosexualidad de Vicente, el ruido de la ducha, la puerta abierta, la sombra de su sexo no visto, el estupor de mi parálisis. Con este calor, con esta sequía, con esta edad, resulta inconcebible no haber aceptado de inmediato una ducha.
¿Qué quieres, Consuelo? ¿Una ducha? No hace falta que nos duchemos, vamos directamente a la cama que te voy a enseñar lo que no sé, me voy a portar como un hombre, ya que parece que tú estás buscando un sustituto para las vacaciones de don Alfonso, el jefe descuidado que se va con su mujer y sus hijos a la playa, y te deja sola, y no piensa en ti porque está entretenido con las muchachas pelirrojas que se levantan de la toalla y se lanzan de cabeza al mar. Aquí estoy yo, Consuelo, o aquí estaría si no fuese un gilipollas, con J o con G, un gilipollas que se queda paralizado en el momento más inoportuno, y no se levanta para entrar en el cuarto de baño mientras cae la lluvia, y no te seca con una toalla, y no te sigue hasta la cama para abrirte los muslos, para ponerse encima, pesar con todo el cuerpo sobre ti y componer ese extraño animal de ocho extremidades del que habló Shakespeare. Hasta haciendo el amor se puede citar a los clásicos, dice mi profesor de Literatura.
No, ayer no sentí el menor arañazo de deseo. Estaba solo en mi habitación, libre, con todo el piso para mí, sin ningún testigo molesto que pudiera oír el ruido del somier o notar en la oscuridad los movimientos sistemáticos de un pajillero. No había nadie para decirme eso no necesito saberlo, eso no necesito verlo, eso no necesito oírlo. Y ahora, en esta pensión compartida, con Vicente a un metro de distancia, cae sobre mí el desnudo de Consuelo, la boca de Consuelo, su cuerpo mal tapado, su libertad; y la imaginación insolente me arrastra detrás de ella, me clava sus uñas en la espalda, me rodea con sus piernas, me dice que siga, no pienses en otra cosa y sigue, sigue.





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viernes, 23 de septiembre de 2022

"Ahí mismo", de CLAUDIO RODRÍGUEZ (ESPAÑA, 1934-1999 d.n.e.)


Te he conocido por la luz de ahora,
tan silenciosa y limpia,
al entrar en tu cuerpo, en su secreto,
en la caverna que es altar y arcilla,
y erosión.
Me modela la niebla redentora, el humo ciego
ahí, donde nada oscurece.
Qué trasparencia ahí dentro,
luz de abril,
en este cáliz que es cal y granito,
mármol, sílice yagua. Ahí, en el sexo,
donde la arena niña, tan desnuda,
donde las grietas, donde los estratos,
el relieve calcáreo,
los labios crudos, tan arrasadores
como el cierzo, que antes era brisa,
ahí, en el pulso seco, en la celda del sueño,
en la hoja trémula
iluminada y traspasada a fondo
por la pureza de la amanecida.
Donde se besa a oscuras,
a ciegas, como besan los niños,
bajo la honda ternura de esta bóveda,
de esta caverna abierta al resplandor
donde te doy mi vida.

Ahí mismo: en la oscura
inocencia.




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martes, 6 de septiembre de 2022

"Provocación ilusoria de un accidente mortal", de FRANCISCO BRINES BAÑÓ (ESPAÑA, 1932-2021, d.n.e.)

He aquí el ciego, que sólo ve la vida en el recuerdo.
Era la playa estrecha e irregular, junto al mar sosegado en el crepúsculo;
y el mundo va a morir, porque en la soledad y en la belleza
tendrá lugar el acto del amor dentro del agua.
Desnudos reposamos en la orilla
del sur del Adriático platino,
y aguardamos la noche en nuestros ojos.
Mas no vino la noche; sí el infortunio
(la vida sucedida desde entonces).
Y aquella brisa falsa, ya en el coche,
mientras los faros amarillos desunían la intimidad de la fatiga y aquel país extraño.
Ahora acerco tu rostro hasta mi boca,
y quiero que mi vida y tu historia concluyan bruscamente.

Y si existe el poema, no fue escrito por nadie.




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viernes, 19 de agosto de 2022

"Gestos", de CLAUDIO RODRÍGUEZ (ESPAÑA, 1934-1999 d.n.e.)


Una mirada, un gesto,
cambiarán nuestra raza. Cuando actúa mi mano,
tan sin entendimiento y sin gobierno,
pero con errabunda resonancia,
y sondea, buscando
calor y compañía en este espacio
en donde tantas otras
han vibrado, ¿qué quiere
decir? Cuántos y cuántos gestos como
un sueño mañanero,
pasaron. Como esa
casera mueca de las figurillas
de la baraja: aunque
dejando herida o beso, sólo azar entrañable.

Más luminoso aún que la palabra,
nuestro ademán, como ella
roído por el tiempo, viejo como la orilla
del río, ¿qué
significa?
¿Por qué desplaza el mismo aire el gesto
de la entrega o del robo,
el que cierra una puerta o el que la abre,
el que da luz o apaga?
¿Por qué es el mismo el giro del brazo cuando siembra
que cuando siega,
el de amor que el de asesinato?

Nosotros, tan gesteros pero tan poco alegres,
raza que sólo supo
tejer banderas, raza de desfiles,
de fantasías y de dinastías,
hagamos otras señas.
No he de leer en cada palma, en cada
movimiento, como antes. No puedo ahora frenar
la rotación inmensa del abrazo
para medir su órbita
y recorrer su emocionada curva.

No, no son tiempos
de mirar con nostalgia
esa estela infinita del paso de los hombres.
Hay mucho que olvidar
y más aún que esperar. Tan silencioso
como el vuelo del búho, un gesto claro,
de sencillo bautizo,
dirá, en un aire nuevo,
su nueva significación, su nuevo
uso. Yo solo, si es posible,
pido, cuando me llegue la hora mala,
la hora de echar de menos tantos gestos queridos,
tener fuerza, encontrarlos
como quien halla un fósil
(acaso una quijada aún con el beso trémulo)
de una raza extinguida.
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jueves, 8 de julio de 2021

"Adiós", de CLAUDIO RODRÍGUEZ (ESPAÑA, 1934-1999 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Alianza y condena", de fecha 1965  d.n.e.




Cualquier cosa valiera por mi vida
esta tarde. Cualquier cosa pequeña
si alguna hay. Martirio me es el ruido
sereno, sin escrúpulos, sin vuelta,
de tu zapato bajo. ¿Qué victorias
busca el que ama? ¿Por qué son tan derechas
estas calles? Ni miro atrás ni puedo
perderte ya de vista. Esta es la tierra
del escarmiento: hasta los amigos
dan mala información. Mi boca besa
lo que muere, y lo acepta. Y la piel misma
del labio es la del viento
. Adiós. Es útil,
norma este suceso, dicen. Queda
tú con las cosas nuestras, tú, que puedes,
que yo me iré donde la noche quiera.







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viernes, 5 de febrero de 2021

"Tiempo mezquino", de CLAUDIO RODRÍGUEZ GARCÍA (ESPAÑA, 1934-1999 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Desde mis poemas", de fecha 1983  d.n.e.



"Pulp Girl", de David Seguin



Hoy con el viento del Norte
me ha venido aquella historia.
Mal andaban por entonces
mis pies y peor mi boca
en aquella ciudad de hosco
censo, de miseria y de honra.
Entre la vieja costumbre
de rapiña y de lisonja,
de pobre encuesta y de saldo
barato, iba ya muy coja
mi juventud. ¿Por qué lo hice?
Me avergüenzo de mi boca
no por aquellas palabras
sino por aquella boca
que besó.
¿Qué tiempo hace
de ello? ¿Quién me lo reprocha?
Un sabor a almendra amarga
queda, un sabor a carcoma;
sabor a traición
, a cuerpo
vendido, a caricia pocha.

Ojalá el tiempo tan sólo
fuera lo que se ama. Se odia
y es tiempo también. Y es canto.
Te odié entonces y hoy me importa
recordarte, verte enfrente
sin que nadie nos socorra
y amarte otra vez, y odiarte
de nuevo. Te beso ahora
y te traiciono ahora sobre
tu cuerpo.
¿Quién no negocia
con lo poco que posee?
Si ayer fue venta, hoy es compra;
mañana, arrepentimiento.
No es la sola hora la aurora.




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lunes, 25 de enero de 2021

"La casa", de DIEGO JESÚS JIMÉNEZ (ESPAÑA, 1942-2009 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "La ciudad", de fecha 1965  d.n.e.



Priego (Cuenca)


Se ha plantado el invierno,
y la casa del pueblo,
y los trigales y las llanuras, y la serenidad
que conducen los ríos.
Allí las ventanas al campo, nuestra casa
vacía. Por el corral
andan las yuntas y el esfuerzo
del carro; duermen
las vertederas. El sol
trae aquel aire de la última fiesta: los ruidos
de artificio, las quincallas, la noria
permitida; el turrón, las trompetas
del niño, el buen tema
del baile.
Bajo la chimenea,
la pana del domingo, las baldosas
viviendo aquel momento alegre, aquella pulsación
de los membrillos.
Si hoy volviese a la casa
preguntaría si es a las nueve la procesión, si sale Juan pidiendo
por las casas, sin han traído casetas para tirar, si hay toros
por la tarde, si hay banderillas para el anís o si aquel baile
sigue siendo en la plaza, y hay amores
inútiles.
Mi habitación, la mesa de nogal, los libros,
la ventana...; allí estarán las Ciencias Naturales, la Geografía
de los jueves, los vientos, las distancias...
Involuntario, duro,
el nombre de Raquel, la habitación de arriba...
Si volviese a la casa
preguntaría que cuándo es el examen; si deja aún Pilar
la rendija del balcón abierta, o si cruza José
al acarreo, o si sube la sangre del jardín, o si es la primavera,
o son los años, o aquel pecho en sus bodas,
o aquella piel herida.
Los baúles cerrados en la cámara,
la ropa negra de los muertos más próximos, la hora de cenar. Los aleros,
los nidos
de los tordos, las sartenes sin uso, los fantasmas, la bicicleta
sin manillar, sin niño por las cuestas.
Preguntaría,
si hoy llegase a la casa, si sigue allí Miguel
esperando a los pájaros; si se juega a las cartas o se fuma.
O si Andrés tiene novia y nos despierta
la voluntad de amar, "cuéntanos lo del beso",
o si la madre sube y nos sorprende,
contando labradores en el llano, o campanadas sueltas
de la Iglesia.
Si volviese a la casa
negaría la paz. Los tiestos ya no tienen
la sangre de la flor, ni sube el griterío de la plaza, ni se encuentra el jornal
para los olivares, ni está abierto el balcón, ni se ha casado Andrés
con Margarita (yuntas y carros, la lentitud
del buey, las cuevas, los rastrojos...),
ni labradores en el llano
a media tarde, levantando la siega.
Si volviese a la casa
negaría la paz, comprendería
lo duro de esta siesta, vencería aquel miedo.




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miércoles, 20 de enero de 2021

"Un suceso", de CLAUDIO RODRÍGUEZ GARCÍA (ESPAÑA, 1934-1999 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Desde mis poemas", de fecha 1983  d.n.e.



"Retrato de una joven" (1869), de Pierre Auguste Cot


Tal vez, valiendo lo que vale un día,
sea mejor que el de hoy acabe pronto.
La novedad de este suceso, de esta
muchacha, casi niña pero de ojos
bien sazonados ya y de carne a punto
de miel, de andar menudo, con su moño
castaño claro, su tobillo hendido
tan armoniosamente, con su airoso
pecho que me deslumbra más que nada
la lengua... Y no hay remedio, y le hablo ronco
como la gaviota, a flor de labio
(de mi boca gastada),
y me emociono
disimulando ciencia e inocencia
como quien no distingue un abalorio
de un diamante, y le hablo de detalles
de mi vida, y la voz se me va, y me oigo
y me persigo, muy desconfiado
de mi estudiada habilidad, y pongo
cuidado en el aliento, en la mirada
y en las manos, y casi me perdono
al sentir tan preciosa libertad
cerca de mí. Bien sé que esto no es sólo
tentación. Cómo renuncio a mi deseo
ahora. Me lastimo y me sonrojo
junto a esta muchacha a la que hoy amo,
a la que hoy pierdo, a la que muy pronto
voy a besar muy castamente sin que
sepa que en ese beso va un sollozo.



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lunes, 14 de diciembre de 2020

"La noche le es propicia", de JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO GAY (ESPAÑA, 1928-1999 d.n.e.)

Venus dormida, de Luca Giordano



Todo fue muy sencillo:
ocurrió que las manos
que ella amaba,
tomaron por sorpresa
su piel y sus cabellos;
que la lengua
descubrió su deleite.

¡Ah! detener el tiempo!
Aunque la historia
tan sólo ha comenzado
y sepa que la noche
le es propicia,
teme que con el alba
continúe su sed
igual que siempre.
Ahora el amor la invade
una vez más. ¡Oh tú
que estás bebiendo!
Apiádate de ella,
su garganta está seca,
ni hablar puede.
Pero escucha su herido,
respira la agonía
de un éxtasis y el ruego:
¡no te vayas, no, no te vayas.
¡Quiero beber yo!




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miércoles, 31 de mayo de 2017

"Mientras tú duermes", de CLAUDIO RODRÍGUEZ (ESPAÑA, 1934-1999 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "El vuelo de la celebración", de fecha 1979  d.n.e.




Cuando tú duermes
pones los pies muy juntos,
alta la cara y ladeada, y cruzas
y alzas las rodillas, no astutas todavía;
la mano silenciosa en la mejilla izquierda
y la mano derecha en el hombre que es puerta
y oración no maldita.

Qué cuerpo tan querido,
junto al dolor lascivo de su sueño,
con su inocencia y su libertad,
como recién llovido.

Ahora que estás durmiendo
y la mañana de la almohada,
el oleaje de las sábanas,
me dan camino a la contemplación,
no al sueño, pon, pon tus dedos
en los labios,
y el pulgar en la sien,
como ahora. Y déjame que ande
lo que estoy viendo y amo: tu manera
de dormir, casi niña,
y tu respiración tan limpia que es suspiro
y llega casi al beso.

Te estoy acompañando. Despiértate. Es de día.


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