miércoles, 28 de septiembre de 2022

"No quiero", de ÁNGELA FIGUERA AYMERICH (ESPAÑA, 1902-1984, d.n.e.)

No quiero
que los besos se paguen

ni la sangre se venda
ni se compre la brisa
ni se alquile el aliento.
No quiero
que el trigo se queme y el pan se escatime.

No quiero
que haya frío en las casas,
que haya miedo en las calles,
que haya rabia en los ojos.

No quiero
que en los labios se encierren mentiras,
que en las arcas se encierren millones,
que en la cárcel se encierre a los buenos.

No quiero
que el labriego trabaje sin agua
que el marino navegue sin brújula,
que en la fábrica no haya azucenas,
que en la mina no vean la aurora,
que en la escuela no ría el maestro.

No quiero
que las madres no tengan perfumes,
que las mozas no tengan amores,
que los padres no tengan tabaco,
que a los niños les pongan los Reyes
camisetas de punto y cuadernos.

No quiero
que la tierra se parta en porciones,
que en el mar se establezcan dominios,
que en el aire se agiten banderas,
que en los trajes se pongan señales.

No quiero
que mi hijo desfile,
que los hijos de madre desfilen
con fusil y con muerte en el hombro;
que jamás se disparen fusiles,
que jamás se fabriquen fusiles.

No quiero
que me manden Fulano y Mengano,
que me fisgue el vecino de enfrente,
que me pongan carteles y sellos
que decreten lo que es poesía.

No quiero amar en secreto,
llorar en secreto
cantar en secreto.

No quiero
que me tapen la boca
cuando digo NO QUIERO…




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martes, 27 de septiembre de 2022

"La realidad y el sueño", de JAIME MARIO LABASTIDA OCHOA (MÉJICO, 1939--, d.n.e.)

Espesa turbulencia preside mis palabras.
Para mí, tú eres aún una doncella.
Dentro de mí, habito un nido de fantasmas,
un lecho de cigarras, casi un cielo infantil.

Tomándote los pechos, jugamos a ser niños.
Ríes. Rozo apenas tus párpados.
Inocente me miras.

Yo te beso en la boca y tu misterio se abre,
ávido de abrazos.
Mi cuerpo se abre en cruz.
Nuestras manos se estrechan.
Tu palpitante corazón deshoja mis latidos.
Dicen ser esto la alegría.

Yo te estrecho,
yo te estrecho.
Somos los dos turbias bestias
crucificadas en los brazos del otro.

El antiguo ensueño azul se desbarata.
He aquí la vida, hermosa y dura.




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lunes, 26 de septiembre de 2022

"I will survive", de ELENA MÉDEL (ESPAÑA, 1985--, d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Ni primer bikini", de fecha 2001  d.n.e.




Tengo una enorme colección de amantes.
Me consuelan y me aman y con ellos mi ego
se expande y extramuros alcanza la azotea.
Cuando estoy con cualquiera de ellos,
o con todos a la vez, siento la pesada carga
de millones de pupilas subidas a mi grupa,
y a mi oído lo acosan millones de improperios,
se habrá visto niña más desvergonzada / pobrecita,
Dios le libre del problema que suponen / habría
que encerrarlas a todas . Languidezco.
Quiero volar y volar y volar como Campanilla

-blanco y radiante cuerpo celestial,
pequeño cometa, pequeño cometa-
de la mano mis amantes, que dicen cosas bonitas
como estigma, princesa, miss cabello bonito, asteroide.

Todo sea por mis amantes, que no son dignos de elogio:
son minúsculos, y redondos, y azules,
azules o blancos, o azules y blancos,
y su boquita de piñón es invisible,
y para besarles introduzco a los pitufos
en mi boca
, y para gozar de ellos
los trago, porque me sé mantis religiosa.
Quién soy, quién soy, ni siquiera sé quién soy.
Sólo los necesito cuando me desdoblo en dos,
cuando mi ego se encoge incomprensiblemente
e intramuros alcanza un punto mínimo,
cuando lloro demasiado o río demasiado,
y entonces los llamo y ellos, decidme vosotros
quién soy, mi pequeño y urgente consuelo,
se adentran en mi boca sin dudarlo, complacidos,
y me recorren por dentro, y al fin sonrío, soy,
sonrío tras sus cuatro, cinco, seis besos azules,
un balanceo en mi regazo, la sonrisa desencajada,
quién soy ahora, quién soy realmente ahora,
quizá sea una muñeca de trapo, me toman prestada,
sonrío con sus besos fríos color pitufo, color papá pitufo,
besos de colores, ligero toque frío y plástico en mi lengua,

quién soy ahora, quién soy realmente ahora.

Les comparto con muchas otras, Sylvia, Anne,
ay mis amantes pluriempleados, no lo he dicho,
mis amantes que son minúsculos, redondos y azules,
apuestos príncipes de un cuento de hadas,
cuando hago como que duermo
creen que soy la Bella Durmiente,
y entonces quiebran el relato y me besan,
y son como cualquier beso que lo es para dormirse,

buenas noches pequeñas plásticas azules y blancas,
quién soy, ya no quiero responder, no sé quién soy,
y contradigo el cuento y mi sueño es más profundo,
y no quiero despertar, no quiero, sólo quiero más
besos azules, quién, besos blancos,
besos porque mi ego tambalea en el centro de mi estómago,
quién soy, besos redondos o cilíndricos,

no importa quién soy, quién soy realmente,
falo químico para mi sonrisa, quién soy ahora,
falo químico de colores para mi cabeza baja.





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viernes, 23 de septiembre de 2022

"Ahí mismo", de CLAUDIO RODRÍGUEZ (ESPAÑA, 1934-1999 d.n.e.)


Te he conocido por la luz de ahora,
tan silenciosa y limpia,
al entrar en tu cuerpo, en su secreto,
en la caverna que es altar y arcilla,
y erosión.
Me modela la niebla redentora, el humo ciego
ahí, donde nada oscurece.
Qué trasparencia ahí dentro,
luz de abril,
en este cáliz que es cal y granito,
mármol, sílice yagua. Ahí, en el sexo,
donde la arena niña, tan desnuda,
donde las grietas, donde los estratos,
el relieve calcáreo,
los labios crudos, tan arrasadores
como el cierzo, que antes era brisa,
ahí, en el pulso seco, en la celda del sueño,
en la hoja trémula
iluminada y traspasada a fondo
por la pureza de la amanecida.
Donde se besa a oscuras,
a ciegas, como besan los niños,
bajo la honda ternura de esta bóveda,
de esta caverna abierta al resplandor
donde te doy mi vida.

Ahí mismo: en la oscura
inocencia.




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martes, 20 de septiembre de 2022

"Detrás de un beso", de ADRIANA RUBENS (ESPAÑA, 1977--, d.n.e.)

Fragmento perteneciente al libro "Detrás de un beso", de fecha 2019  d.n.e.



CAPÍTULO 31

«¿Tan difícil es creer que soy una mujer?», pensó Jacqueline con frustración al ver el rostro de incredulidad de Joshua ante su declaración.

Por eso, solo por eso, lo besó: para demostrarle la clase de mujer que subyacía bajo su disfraz. Bueno, por eso y porque él había afirmado que la quería. O, mejor dicho, que quería a Jack Ellis. Pero, demonios, él estaba confundido por el opio, se veía en su mirada turbia, y ella estaba demasiado feliz como para no aprovechar la oportunidad de besarlo. Así que, lo acercó a su cuerpo con ímpetu, cogiéndolo por las solapas de la chaqueta, y apretó los labios contra los suyos con torpeza.
Los separó un segundo después, antes de que él pudiese reaccionar a su ataque.
Un ligero rubor cubrió sus mejillas, avergonzada por su atrevimiento, pero aun así lo miró a los ojos, expectante.
Se suponía que aquel beso debía evidenciar su sexualidad, despertar alguna reacción de deseo en él, pero el rostro de Joshua permanecía inescrutable.
¡Demonios! Algo había hecho mal, eso era. Después de todo, ¿qué sabía ella de besos?
Nada. Su experiencia era nula.
Decidida a obtener alguna respuesta, volvió a repetir el beso. Lo atrajo hacia sí, se alzó de puntillas, contuvo el aliento y estampó sus labios contra los de él. Esta vez no se separó al instante. Un segundo, dos, tres… Y le puso fin con una sonrisa satisfecha. Sonrisa que pronto se transformó en un ceño fruncido al ver que Joshua continuaba imperturbable.
—¿Se puede saber qué te pasa? —inquirió frustrada.
—Estoy esperando.
—¿A qué?
—A despertar —respondió él, con la mirada confusa—. No lo entiendes. He soñado con este momento durante meses: que tú eras en realidad una mujer. Algo en mi interior siempre lo ha sabido. Pero en mis sueños, justo cuando nuestros labios se unen, despierto.
—Joshua, mira dónde estamos: en un sucio y hediondo callejón —murmuró Jacqueline, poniéndole una mano en la mejilla—. Tú estás embotado por el opio. Yo voy disfrazada de chico. Esto dista mucho de ser un sueño. Esta es nuestra triste realidad.
Sus palabras debieron de hacer mella en él, porque sus ojos cobraron vida de pronto.
—Pues si esta es la realidad, déjame mostrarte lo que llevo deseando hacer durante meses en mis sueños.
Joshua tomó el rostro de Jacqueline entre las manos y la besó. ¡Ay, pero qué diferente podía ser un beso cuando uno sabía lo que hacía! Y ese hombre, aun estando bajo los efectos del opio, sabía besar. Acarició sus labios con un roce suave, tentador y excitante, que la hizo ronronear de placer. Entreabrió la boca para dejar escapar el aliento y él aprovechó aquella inocente invitación para poner en juego la lengua. Primero de forma tentativa, lamiendo con delicadeza sus labios, pero al ver que Jacqueline aceptaba su avance con un pequeño gemido, profundizó el beso.
La lengua masculina ahondó en su boca con maestría, explorando su interior con hambre. Pronto Jacqueline empezó a imitar sus movimientos, deseosa de experimentar aquella dulce pasión que hacía vibrar su cuerpo.
El mundo giró a su alrededor mientras sus lenguas se unían en una danza más antigua que el amor: el deseo.




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viernes, 16 de septiembre de 2022

"Soneto: Oh queridísima lejos y cercana y blanca", de STÉPHANE MALLARMÉ (FRANCIA, 1842-1898, d.n.e.)

Oh queridísima lejos y cercana y blanca,
Tan deliciosamente tú, Mary, que pienso
En un bálsamo raro que la mentira exhala
Sobre ningún florero de cristal sombreado

¿Lo sabes? ¡Sí! Hace tiempo que para mí
Una sonrisa tuya deslumbrante prolonga
La misma rosa que con su hermoso verano
Húndese en el pasado y luego en el futuro.

Mi corazón que intenta en la noche escucharse
O llamarte con qué palabra final y más tierna.
Se exalta con la de hermana apenas susurrada

Pero tú, gran tesoro y cabeza diminuta,
Me enseñas una dulzura del todo diferente.
Con sólo un beso y en tu pelo murmurada.





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martes, 13 de septiembre de 2022

"Amantes, caminantes nocturnos", de JOROSLAV SEIFERT (CHEQUIA, 1901-1986, d.n.e.)

Amantes, caminantes nocturnos,
van de tiniebla a tiniebla
hacia el banco vacío
y despiertan a los pájaros.
Sólo las ratas que anidan con el cisne
en la orilla del lago y bajo las ramas del sauce,
los asustan a veces.
Los ojos de la cerradura brillan en el cielo,
y cuando una nube los vela
es que alguien pone la mano en el picaporte
y el ojo que pretendía ver el misterio
mira vanamente.
—Yo quisiera abrir esa puerta,
mas no sé cuál,
y además me da miedo lo que hay detrás.
Pero ya caían los dos juntos
y sosteniéndose estrechamente en el abrazo.
en ese estado de ingravidez
se mecían en espasmos de sorpresa.
Y las sombras bailan. Llevan coronitas
de guano, de herrumbre y margaritas,
y su capa
está hecha de crepúsculos rojos extinguidos al atardecer.
Aquellos dos, sin embargo, con los labios unidos
siguen aún fuera del mundo
tras la puerta del cielo.

—Cuando caigas, agárrate firmemente a mí
y no pierdas el pañuelo.




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lunes, 12 de septiembre de 2022

"En la desesperación", de KONSTANTINOS KAVAFIS (GRECIA, 1863-1933, d.n.e.)

Lo perdió para siempre.
Y ahora busca
en los labios de cada
nuevo amante
los labios de aquél;

en la unión con cada
nuevo amante
busca ilusionarse
con que es el mismo joven,
con que es aquél a quien se entrega.

Lo perdió para siempre,
como si jamás hubiera existido.
Porque quería —dijo aquél—
quería salvarse
del denostado,
mórbido placer;
del denostado,
infame placer.
Aún había ocasión
—como decía— de salvarse.

Lo perdió para siempre,
como si jamás hubiera existido.
En la fantasía,
en la ilusión
de otros nuevos labios,
busca aquellos labios;
busca sentir
nuevamente aquel amor.





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sábado, 10 de septiembre de 2022

"Los besos", de MANUEL VILAS VIDAL (ESPAÑA, 1962--, d.n.e.)

Fragmento perteneciente al libro "Los besos", de fecha 2021  d.n.e.



CAPÍTULO 55

Montserrat acepta la invitación y al rato está en mi casa. Llega sobre las seis de la tarde.
Me dice hola, nos besamos en la boca, y se sienta.
Me la quedo mirando y, después del beso abierto a los órganos internos (lengua, garganta, corazón) que nos hemos dado, pienso que ya es completamente Altisidora, que me tengo que decidir, pero no puedo hacerlo sin su consentimiento.
Ha llegado el momento del bautismo.
Le digo esto: Hay un personaje en la novela de Cervantes que se llama Altisidora. Es una doncella inteligente y enigmática, muy joven, pero no lo aparenta, ella dice que tiene menos de quince años, pero miente, yo creo que tiene más; engaña a don Quijote, haciéndole creer que se ha enamorado de él. Don Quijote está perplejo, asustado, pero también con la vanidad satisfecha. Ninguna mujer se le ha declarado en la vida. Ella aparece en la segunda parte de la novela, es por tanto un personaje cocido en la madurez de Cervantes. Tiene fama de intrigante e incluso de mujer cruel, pero a mí no me lo parece. A mí me parece adorable. Me parece un símbolo del poder de la vida. Sí que es un poco transgresora, rebelde también. Y tiene un nombre hermosísimo. Me gusta la fuerza del nombre, su sonoridad. Y me gustaría llamarte así: Altisidora. Quiero decir que me gustaría que seas solo para mí Altisidora. No te alarmes, no te llamaré así en público, aunque ahora que lo pienso nunca nos ha visto nadie en público, y eso me entristece. Déjame que te llame Altisidora, por favor.
Montserrat/Altisidora se ríe, se emociona también, y me dice: Claro que sí, es un nombre hermoso. Bien, ya soy Altisidora. Estás completamente loco, pero mientras no seas el Anthony Perkins de Psicosis me conformo. Porque no estás loco, ¿no?
Entonces la beso, para que vea que no estoy loco. En la forma de besar se sabe todo. Nos quedamos un rato en silencio.
Creo que le ilusionan estas formas de adoración, estos juegos, esta celebración de su presencia. La veo sonreír. Le ha hecho gracia lo de Altisidora.
Nos besamos otra vez.
No puedo creer que sus manos toquen mi cara.
Esas manos grandes, románticas. Mira que llamar románticas a unas manos, pero son tan importantes las manos.
Altisidora dice: ¿Quién te acaba de besar, Montserrat o Altisidora?
Respondo: Altisidora.
¿Cómo sabes distinguir un beso de Montserrat de otro de Altisidora?, me pregunta.
Los besos de Montserrat son en la mejilla, contesto. Además, Montserrat tiene que ponerse de vez en cuando la mascarilla y Altisidora nunca.
Hablamos de Cervantes a propósito de su cambio de nombre. Altisidora dice que estudió una diplomatura de humanidades, aunque le faltan algunas asignaturas. Pero no le sirvió de nada.
Altisidora dice que no deberíamos emplear la palabra confinamiento, porque ya llevamos casi dos meses así, que la palabra confinamiento debería ceder paso a la palabra reclusión o encarcelamiento o encierro.
Nos reímos un poco, pero no mucho.
Yo le digo esto: Y a nosotros qué nos importa lo que pase allí afuera si nos tenemos el uno al otro, como si desaparece el mundo. Tú ya eres Altisidora, y estás por encima del bien y del mal.
Altisidora ha traído de la tienda una botella de Johnny Walker, y pasamos del café a unos chupitos de whisky. Nos sentamos juntos en el sofá, y yo me la quedo mirando. Espera que la bese otra vez. Por nada del mundo querría que ese beso que se acerca fuese frívolo, insignificante, pasajero, impuesto, fruto de la insolencia del presente, de la absurda compostura de este tiempo presente.
Me pongo nervioso, porque tal vez la historia del cambio de nombre le haya parecido una payasada.
Como si hubiera oído mi remordimiento, dice que si Marc hubiera sido una niña y hubiera conocido ese nombre de Altisidora, lo habría elegido, porque es simplemente un nombre hermoso.
Digo esto: Para mí es mucho más hermoso que Dulcinea, incluso más hermoso que el nombre de Rita Hayworth o Marilyn Monroe.
Reímos.
Volvemos a besarnos, y ahora nos acariciamos la cara con las manos.
Hay una horrible maldición atávica, hija de la noche de los tiempos y de la especie, que consiente la idea de que un hombre impone su presencia erótica ante una mujer, aunque esa mujer esté deseando ese encuentro sexual. Y esa maldición llega a mí, y por eso me pongo nervioso y me angustio, porque desearía cambiar para siempre esa ley, pues carece de belleza.
Soy ajeno a mi condición de hombre, o esa condición en mí deja paso a la condición de un ser humano asustado ante el misterio de la existencia y a la vez arrebatado y enamorado de ese misterio.
Yo deseo besarla sin que mi beso contenga la historia de los millones de besos sin fortuna y sin elegancia y sin ternura y sin bondad que se han dado en cinco mil años de historia amorosa ente hombres y mujeres.
Los besos inelegantes e insanos conforman una historia de la humanidad también, tal vez la más expresiva historia de la humanidad.
La beso por sexta o séptima vez, en realidad no hacemos otra cosa, y ella toca mi cara con ternura, y es más bella su caricia que mi beso, al que intento despojar de la lujuria y de sexo apremiante, y si despojas a un beso de sexo y morbo, qué queda, ¿un beso fraternal?, pero si el beso contiene lascivia, ¿qué estás proclamando sino la intención de perseverar en la carne, en un cuerpo, en un botín de guerra? Cómo besar con la ternura justa y el erotismo justo. ¿Cuáles son las medidas perfectas de un beso entre un hombre y una mujer para que sea el mejor beso de la historia del beso? Altisidora lo resuelve sin contemplaciones: su lengua ha cazado la mía, y se la lleva derrotada al castillo de su alma.
Los besos que nos damos ahora son pura lujuria, qué palabra más vieja, besos llenos de fluidos, de saliva, de dientes que contemplan toda esta novedad de encontronazos de los labios, y los labios que se agrietan, y que se convierten en símbolos de la identidad.
Los besos están saliendo a borbotones, como hacen los adolescentes que se dan besos que duran horas.




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viernes, 9 de septiembre de 2022

"Epílogo del amor", de MANUEL GAHETE JURADO (ESPAÑA, 1957--, d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Capítulo de fuego", de fecha 1989  d.n.e.



Sobre tu piel renazco. Mi debelada fuerza
ergógena, insistente se vuelve a reclamarte.
Tañes en mis oídos la cántiga más triste.
Mi cuerpo es a tu imagen, átomo de tu cuerpo.

Te reconozco apenas. El beso de tus labios
parece remozarse como una fruta joven
sobre mi piel de invierno. Apenas me conozco,
me reconozco apenas espasmo de tu beso.

Por devolverte intacta tu prístina alegría
yo tronzaría mi vida, la rompería en añicos,
haría de mis ojos sarta para tu cuello.

Y negaría mi nombre si con ello olvidaras
la cicatriz o lágrima que agraz ajó tu vida.
¡Te cambiaría ahora mi vida por tu sueño!



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martes, 6 de septiembre de 2022

"Provocación ilusoria de un accidente mortal", de FRANCISCO BRINES BAÑÓ (ESPAÑA, 1932-2021, d.n.e.)

He aquí el ciego, que sólo ve la vida en el recuerdo.
Era la playa estrecha e irregular, junto al mar sosegado en el crepúsculo;
y el mundo va a morir, porque en la soledad y en la belleza
tendrá lugar el acto del amor dentro del agua.
Desnudos reposamos en la orilla
del sur del Adriático platino,
y aguardamos la noche en nuestros ojos.
Mas no vino la noche; sí el infortunio
(la vida sucedida desde entonces).
Y aquella brisa falsa, ya en el coche,
mientras los faros amarillos desunían la intimidad de la fatiga y aquel país extraño.
Ahora acerco tu rostro hasta mi boca,
y quiero que mi vida y tu historia concluyan bruscamente.

Y si existe el poema, no fue escrito por nadie.




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lunes, 5 de septiembre de 2022

"Yo quiero", de SYLVIA PLATH (EE.UU., 1932-1963, d.n.e.)

Abriendo la boca, el pequeño dios inmenso,
Calvo a pesar de su cabeza infantil,
Pidió a gritos el pecho de su madre
.
Los dos volcanes secos se cuartearon y escupieron,
La arena abrasó los labios sedientos de leche.
El niño dios pidió entonces sangre a su padre,
Que puso a trabajar a la avispa, al lobo y al tiburón,
Y luego ideó el pico del alcatraz.
Sin una lágrima en los ojos, el inveterado patriarca
Creó a los hombres de carne y hueso,
Púas en la corona de alambre enrojecido,
Espinas en el tallo de la rosa encarnada.




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viernes, 2 de septiembre de 2022

"Request", de PERE GIMFERRER TORRENS (ESPAÑA, 1945--, d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Amor en vilo", de fecha 2006  d.n.e.



Quiero para mis labios esta piel de gladiolo,
quiero para mis brazos este cuerpo de luz,
si desnuda no vienes, que me llamen Pocholo,
si desnuda no vienes a mis brazos en cruz.

Y si vienes, tu cuerpo me fulmina al trasluz
y con todo tu cuerpo me quedaré tan solo
como si el mundo entero volcara un arcaduz
o como si un relámpago desenroscara el polo.

Nada más deslumbrarme, nada más embeberme
de esta luz recobrada de tu canon de oro,
las cucharas doradas de tus nalgas y el cloro

con que sacia mi sed tu boca al poseerme:
no he vivido de luces para morir sin verme
nuevamente en tus brazos, nuevamente en el oro.




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jueves, 1 de septiembre de 2022

"Piel", de JAIME MARIO LABASTIDA OCHOA (MÉJICO, 1939--, d.n.e.)

Creyente sólo en lo que toco, yo te toco,
mujer, hasta la entraña, el hueso,
aquello que otros llaman alma, tan unida,
tan cerca de la carne mortal y voluptuosa
o siempre ardiente o nunca maltratada
sino dulce, oscilante entre querer
y subir, adentro de la espuma.
Te toco, dije, mujer, hasta el más húmedo
hueso de tu vientre, donde ya gimes tú,
y el aire libre viene, sin sangre
o pensamientos: un solo extremo
de mi cuerpo se convierte en el todo.
Ni un pensamiento impuro empaña entonces
ese goce: cuando estoy en tu vientre
sólo estoy en tu vientre. Soy ahora
ese límite extraño, esa piel que consume,
que se quema y se gasta, ese tacto
profundo que va desde la piel
al pozo ciego de mis venas, y también
un ruiseñor y un alto sol, tendido,
mudo. Un beso apenas, un leve,
ya risueño fulgor que lento acaba:
la piel que se contrae. La sangre
toda y los sudores hablan. Vuelven
a mí los pensamientos. Por ti camino
llano, por el tiempo. Cuando estoy
a tu lado, no estoy sólo a tu lado:
el agua entera fructifica, el espacio
se amplía y un lento sol nocturno
nos enciende por dentro.




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