martes, 20 de septiembre de 2022

"Detrás de un beso", de ADRIANA RUBENS (ESPAÑA, 1977--, d.n.e.)

Fragmento perteneciente al libro "Detrás de un beso", de fecha 2019  d.n.e.



CAPÍTULO 31

«¿Tan difícil es creer que soy una mujer?», pensó Jacqueline con frustración al ver el rostro de incredulidad de Joshua ante su declaración.

Por eso, solo por eso, lo besó: para demostrarle la clase de mujer que subyacía bajo su disfraz. Bueno, por eso y porque él había afirmado que la quería. O, mejor dicho, que quería a Jack Ellis. Pero, demonios, él estaba confundido por el opio, se veía en su mirada turbia, y ella estaba demasiado feliz como para no aprovechar la oportunidad de besarlo. Así que, lo acercó a su cuerpo con ímpetu, cogiéndolo por las solapas de la chaqueta, y apretó los labios contra los suyos con torpeza.
Los separó un segundo después, antes de que él pudiese reaccionar a su ataque.
Un ligero rubor cubrió sus mejillas, avergonzada por su atrevimiento, pero aun así lo miró a los ojos, expectante.
Se suponía que aquel beso debía evidenciar su sexualidad, despertar alguna reacción de deseo en él, pero el rostro de Joshua permanecía inescrutable.
¡Demonios! Algo había hecho mal, eso era. Después de todo, ¿qué sabía ella de besos?
Nada. Su experiencia era nula.
Decidida a obtener alguna respuesta, volvió a repetir el beso. Lo atrajo hacia sí, se alzó de puntillas, contuvo el aliento y estampó sus labios contra los de él. Esta vez no se separó al instante. Un segundo, dos, tres… Y le puso fin con una sonrisa satisfecha. Sonrisa que pronto se transformó en un ceño fruncido al ver que Joshua continuaba imperturbable.
—¿Se puede saber qué te pasa? —inquirió frustrada.
—Estoy esperando.
—¿A qué?
—A despertar —respondió él, con la mirada confusa—. No lo entiendes. He soñado con este momento durante meses: que tú eras en realidad una mujer. Algo en mi interior siempre lo ha sabido. Pero en mis sueños, justo cuando nuestros labios se unen, despierto.
—Joshua, mira dónde estamos: en un sucio y hediondo callejón —murmuró Jacqueline, poniéndole una mano en la mejilla—. Tú estás embotado por el opio. Yo voy disfrazada de chico. Esto dista mucho de ser un sueño. Esta es nuestra triste realidad.
Sus palabras debieron de hacer mella en él, porque sus ojos cobraron vida de pronto.
—Pues si esta es la realidad, déjame mostrarte lo que llevo deseando hacer durante meses en mis sueños.
Joshua tomó el rostro de Jacqueline entre las manos y la besó. ¡Ay, pero qué diferente podía ser un beso cuando uno sabía lo que hacía! Y ese hombre, aun estando bajo los efectos del opio, sabía besar. Acarició sus labios con un roce suave, tentador y excitante, que la hizo ronronear de placer. Entreabrió la boca para dejar escapar el aliento y él aprovechó aquella inocente invitación para poner en juego la lengua. Primero de forma tentativa, lamiendo con delicadeza sus labios, pero al ver que Jacqueline aceptaba su avance con un pequeño gemido, profundizó el beso.
La lengua masculina ahondó en su boca con maestría, explorando su interior con hambre. Pronto Jacqueline empezó a imitar sus movimientos, deseosa de experimentar aquella dulce pasión que hacía vibrar su cuerpo.
El mundo giró a su alrededor mientras sus lenguas se unían en una danza más antigua que el amor: el deseo.




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