Abriendo la boca, el pequeño dios inmenso,
Calvo a pesar de su cabeza infantil,
Pidió a gritos el pecho de su madre.
Los dos volcanes secos se cuartearon y escupieron,
La arena abrasó los labios sedientos de leche.
El niño dios pidió entonces sangre a su padre,
Que puso a trabajar a la avispa, al lobo y al tiburón,
Y luego ideó el pico del alcatraz.
Sin una lágrima en los ojos, el inveterado patriarca
Creó a los hombres de carne y hueso,
Púas en la corona de alambre enrojecido,
Espinas en el tallo de la rosa encarnada.
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