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viernes, 7 de julio de 2017

"Soneto insistente" de EDUARDO CARRANZA FERNÁNDEZ (COLOMBIA, 1913-1985)



La cabeza hermosísima caía
del lado de los sueños; el verano
era un jazmín sin bordes y en su mano
como un pañuelo azul flotaba el día.

Y su boca de súbito caía
del lado de los besos;
el verano
la tenía en la palma de la mano,
hecha de amor, ¡ Oh, qué melancolía!

A orillas de este amor cruzaba un río;
sobre este amor una palmera era:
agua del tiempo y cielo-poesía.

Y el río se llevó todo lo mío;
la mano y el verano y mi palmera
de poesía. ¡Oh, qué melancolía!


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sábado, 10 de junio de 2017

"Madrigal con un río, una rosa, una hamaca..." de EDUARDO CARRANZA FERNÁNDEZ (COLOMBIA, 1913-1985)



Tú, mi amor, que caminas como un beso,
andando vas por entre mis palabras:
es como si avanzaras separando
las ramas azuladas de un jardín,
las verdes hojas trémulas de donde sale el viento.
Recorres el papel con mi escritura.
Y cuando escribo río
tú lo cruzas nadando
y llegas y te extiendes en la arena
dorada de otras sílabas radiantes
que en la orilla te esperan;
y cuando escribo rosa, la rosa que has besado
da su forma a tus dos manos unidas,
si escribo sed te acercas a mis labios,
si cascada, aparece tu cintura,
si nido azul, palpita tu garganta,
y si palmera escribo, descansas a su sombra,
y si escalera, ruedas por tu risa
donde tu corazón relampaguea,
y si escribo paloma anida en ti
partida en dos magnolias temblorosas.
Apoya tu cabeza en esta luz,
en este pecho de hombre, en este verso
de plumas desveladas y febriles
y quédate dormida
tronchada y extendida en esta hamaca
mecida por el sueño que sale de mi mano
cuando te escribo, o, lento, te acaricio.

Si alguien quiere tocar la brasa pura
del amor en los años venideros
que toque estas palabras donde brilla
nuestro quemante beso para siempre.


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lunes, 29 de mayo de 2017

"A veces cruza mi pecho dormido" de EDUARDO CARRANZA FERNÁNDEZ (COLOMBIA, 1913-1985)



A veces cruza mi pecho dormido
una alada magnolia gimiendo,
con su aroma lascivo, una campana
tocando a fuego, a besos,
una soga llanera
que enlaza una cintura
una roja invasión de hormigas blancas,
una venada oteando el paraíso
jadeante, alzado el cuello
hacia el éxtasis,
una falda de cámbulos
un barco que da tumbos
por ebrio mar de noche y de cabellos,
un suspiro, un pañuelo que delira
bordado con diez letras
y el laurel de la sangre,
un desbocado vendaval, un cielo
que ruge como un tigre,
el puñal de la estrella fugaz
que sólo dos desde un balcón han visto,
un sorbo delirante de vino besador,
una piedra de otro planeta silbando
como la leña verde cuando arde,
un penetrante río que busca locamente
su desenlace o desembocadura
donde nada la Bella Nadadora,
un raudal de manzana y roja miel
el arañazo de la ortiga más dulce
la sombra azul que baila en el mar de Ceilán,
tejiendo su delirio,
un clarín victorioso levantado hacia el alba
la doble alondra del color del maíz
volando sobre un celeste infierno
y veo, dormido, un precipicio súbito
y volar o morir...

A veces cruza mi pecho dormido
una persona o viento,
un enjambre o relámpago,
un súbito galope:
es el amor que pasa en la grupa de un potro
y se hunde en el tiempo hacia el mar.


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