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lunes, 23 de diciembre de 2019

"El secreto de Villa Mimosa", de ELIZABETH ADLER (GRAN BRETAÑA, 1950--, d.n.e.)

Fragmento perteneciente al libro "El secreto de Villa Mimosa", de fecha 1994  d.n.e.



En el bar de la planta baja Brad la contempló con admiración.

—El norteamericano que hay en mí diría que tiene el aspecto de un millón de dólares —dijo él, besando galante la mano de Phyl. —Pero esta noche el francés que hay en mí debe confesarle que usted parece ravissante.

La llevó a Le Grand Véfour, y Phyl pensó que el comedor rococó con sus espejos dorados y sus enormes despliegues florales era maravilloso; opinó que la comida era deliciosa y los vinos en realidad sublimes. Brad Kane la cuidó como si ella hubiese sido una preciosa flor de invernadero. Phyl sonrió mientras se sentía florecer ante el calor de los sutiles cumplidos; recordaba que había dicho a Mahoney que ella misma era una doncella de hielo. Mahoney no le había creído, y Phyl pensó ahora que había estado en lo cierto. Casi podía sentir que estaba derritiéndose bajo la mirada cálida de Brad.

El demostró que era un anfitrión perfecto y un acompañante atento. Recomendó los platos que le pareció que podían agradar a Phyl, ordenó vino tinto porque ese era el favorito de la psiquiatra y le mostró todas las celebridades que cenaban allí. Relató la historia de ese antiguo y grandioso restaurante y le contó anécdotas de la vida de París, así como muchas murmuraciones. Se dedicó a entretener y divertir a Phyl y lo consiguió con tanta eficacia que ella se sintió encantada.

Cuando llegó el café, Brad sonrió y dijo con tranquilidad:

—Parece que he hablado yo solo. ¿Y qué me dice de usted? Hábleme de su vida, Phyl Foster. De su trabajo fascinante.

Ella volvió con resistencia a la realidad.

—En efecto —reconoció, —es fascinante descubrir cómo funciona la mente de los individuos. Le sorprendería saber que algunas personas al parecer comunes y corrientes viven fantasías extraordinarias. Y que hay personas brillantes y excitantes que me dicen que su vida está marcada por la desesperación y la duda. Trato a personas que son maniacos depresivos y que no ven motivos para vivir, y a psicópata que cometen delitos terribles y no muestran signos de remordimiento. Veo a niños de quienes se ha abusado, adolescentes perturbados, a madres recientes y angustiadas que anhelan matar a sus hijos. —Meneó la cabeza y contempló con tristeza la copa de vino. —A veces vuelvo a casa de noche y me pregunto si en este mundo hay personas cuerdas. Incluida yo misma.

—Pero usted asumió la carga de los problemas de esos individuos —dijo Brad. —¿Eso está mal?

—Por supuesto, está mal. Y evito continuar en esa actitud. De noche intento aflojarme y olvidarlo todo. Bebo una copa de vino. Escucho música, leo un libro. Hay un solo caso en que me he permitido aceptar un compromiso personal y eso responde tanto a mis propias necesidades como a las necesidades de la paciente. Es un caso de pérdida de la memoria.

—¿Puedo suponer que es fácil devolver la memoria a alguien? preguntó Brad. —¿Los parientes no vienen a buscar a los enfermos? Un hermano, un esposo, una madre? —No en este caso. La joven perdió la memoria como resultado de un accidente, y hasta ahora nadie vino a buscarla. —Sonrió. —Tal como explico las cosas, parece que se tratara de un objeto perdido.

—Y así es.

—Supongo que eso es cierto. De todos modos, todavía no he podido restaurar su memoria. Ahora estoy tratando de rehabilitarla de modo que pueda continuar viviendo. Le encontré trabajo con una de mis amigas. Por eso voy a Antibes la semana próxima. A verla.

—¿A verificar los progresos de su experimento? —preguntó Brad, y a Phyl le pareció que lo hacía con cierto cinismo.

—No es una condición tan clínica —replicó Phyl, con un poco de su antigua firmeza. — Mi paciente es una mujer joven. Poder ayudarla significa mucho para mí.

Touché, doctora. —Brad sonrió en actitud de disculpa. —Creo que no dispongo de tiempo para enfermedades de la cabeza. Puedo entender una pierna rota —se encogió de hombros en actitud muy expresiva. —¿Pero la locura? Nunca.

—Mis pacientes no están locos —protestó Phyl. —Están perturbados.

El rió y le tomó la mano. La invirtió y la besó con suavidad. Dijo, mirándola a los ojos:

—Doctora Phyl Foster, creo que usted es una dama muy bondadosa, además de muy bella.

El deseo se manifestó en la mirada de los ojos azules. En un instante ella olvidó todo lo que se relacionaba con el trabajo, los asesinatos y Bea. Lo único que podía ver eran sus ojos, lo único que podía sentir era el contacto. De pronto se le cortó la respiración a causa del deseo.

Salió del restaurante enlazada por el brazo de Brad, apenas consciente de la cortés despedida del personal. Volvieron en silencio al apartamento de Brad, sin tocarse, pero cada uno consciente de la presencia del otro. Estacionaron en el garaje de la planta baja y caminaron tomados de la mano hasta el ascensor.

Él le rodeó los hombros con el brazo mientras esperaban. Empezó a besarla. Besos pequeños que le cubrían la cara, los ojos, la garganta. El ascensor llegó en ese momento, y una pareja de personas mayores, muy elegantes, descendió. Los miraron, divertidos, cada uno rodeado por los brazos del otro, pero Phyl ni siquiera prestó atención.

En el ascensor Brad deslizó las manos bajo la chaqueta de Phyl. La acercó, sosteniéndola con firmeza, mientras su boca cubría los labios femeninos. Escalofríos de placer recorrieron el cuerpo de Phyl; no deseaba que el beso terminase.Cuando el ascensor se detuvo en el último piso, Brad la alzó en brazos y la llevó al apartamento, sin separar sus labios de los labios de Phyl.

Se sentaron juntos en las profundidades del gran sofá de brocado, aún absortos cada uno en el otro. Por fin, él dejó de besarla. Le apartó los cabellos desordenados y la miró a los ojos. Leyó en ellos el mensaje que era la expresión del deseo de Phyl. Le movió el mentón, de nuevo acomodó su boca para que recibiese el beso y bebió este como si hubiese sido vino. Una descarga eléctrica pasó de los labios de Phyl a sus senos, de las profundidades de su vientre a sus pies, y ella gimió feliz.

La tomó de la mano y la llevó sin resistencia al dormitorio. Las lámparas con las luces amortiguadas por las pantallas enviaban fragmentos de luz a los distintos rincones de la habitación, mientras un fuego ardía en el hogar de piedra caliza. Las alfombras de suave seda, todas de color rosa, cubrían el piso de parquet oscuro y las largas persianas los separaban de la noche. Estaban en su propio mundo, un lugar que Phyl no había visitado durante mucho tiempo. Quizá nunca.

La obligó a volverse y abrió el vestido de encaje negro. Ella bajo los brazos y permitió que el vestido cayese al suelo. Un minuto después los dos estaban desnudos.

Permanecieron mirándose. Después él le sostuvo la mano. Phyl se la entregó en actitud de confianza. Brad la acercó a él y permanecieron con sus cuerpos desnudos y temblorosos apretados en el abrazo. Phyl echó la cabeza hacia atrás, y él comenzó a besarla, primero la garganta y después los pechos, hasta que ambos se hundieron en la cama. Brad deslizó los brazos bajo el cuerpo de Phyl y la alzó para acercarla a su boca, bebiéndola como un licor, hasta que ella temblando y gimiendo pidió compasión. Y sólo entonces la penetró.

El era un enamorado exigente, que reclamaba de ella más de lo que la propia Phyl sabía que podía ofrecer, y a su vez Phyl cerró las piernas sobre el cuerpo de Brad, llegando a una cumbre casi inconcebible de deseo. Y eso se repitió varias veces. Largo rato después, finalmente quedaron tendidos en silencio y fatigados, y los temblores continuaron sacudiendo sus cuerpos.

El permaneció tendido sobre las almohadas, con las manos tras la cabeza. La miró y dijo con suavidad:

—No sentí nada parecido desde que tenía catorce años.

Phyl le sonrió, todavía sumida en una especie de fulgor tierno y cálido. Esperó aturdida que él le hablase de su primer amor, de alguna fresca y joven condiscípula del colegio secundario y del primer beso que sacudió su existencia juvenil.

Pero la voz de Brad de pronto cobró matices duros cuando dijo:

—Yo tenía catorce años y estaba abrumado por la curiosidad sexual, aunque carecía en absoluto de conocimiento práctico. Una tarde estaba montando mi bicicleta y se me pinchó una goma. Me encontraba precisamente frente a la casa de un amigo de mi padre, de modo que llevé la bicicleta hasta el sendero, con la esperanza de conseguir que me ayudara.

"La puerta estaba abierta y no había nadie cerca. Me asomé al vestíbulo, pero estaba vacío. Rodeé la casa, con la esperanza de encontrarlo en la pista de tenis o en la piscina. La ventana de lo que él denominaba su sala de recibir permanecía abierta, y de pronto oí un sonido que provenía de allí. Me detuve a escuchar. Era una clase diferente de sonido.

Misterioso. Algo me indujo a adoptar precauciones, de modo que avancé de puntillas y espié por la ventana.

"Vi a una mujer acostada desnuda sobre la enorme alfombra de piel. Era la que emitía esos ruidos extraños. Tenía las piernas alrededor del cuello del hombre. Las manos del individuo le sostenían las nalgas, y mantenían el cuerpo en alto. Y él estaba devorándola. Ella gemía y gritaba. Tenía los ojos cerrados, pero su cara estaba deformada por la pasión."

Brad miró en silencio el lecho, y Phyl esperó, preguntándose qué vendría después. Un momento más tarde, él dijo:

—Fue mi primera relación con el sexo, y los resultados fueron inmediatos. Me alejé avergonzado. Pero nunca olvidé esa escena. Está indeleblemente grabada en mi memoria, y juro que jamás hice el amor en mi vida sin recordarla.

—Me lo imagino —dijo Phyl en actitud comprensiva. —Fue tu primera experiencia pornográfica.

—Más que eso. —Brad se puso de pie y se acercó desnudo a la ventana. Levantó un paquete de cigarrillos depositado sobre la mesa, extrajo uno y lo encendió. Inhaló profundamente y después exhaló el humo, mirando sin ver por la ventana hacia el jardín iluminado por la luz de los faroles. Por fin dijo, con voz fría: —El hombre era un amigo a quien conocía de toda la vida. Y la mujer a quien devoraba tan ávidamente era mi madre.

Los ojos de Brad tenían un vacío terrible. Phyl comprendió que ella estaba asomada a las profundidades del alma de Brad y ahora no podría hallar palabras para consolarlo. No había nada que pudiera decir a su amante. En su condición de profesional, con la distancia adecuada entre paciente y doctor, habría podido encontrar la fórmula, las respuestas acertadas que lo apartasen de sus crueles recuerdos. Pero esto era diferente. Mientras yacía desnuda en la cama, con la impronta del amor de Brad todavía sobre ella, lo único que pudo decir fue:

—Lo siento.

Brad se encogió de hombros malhumorado.

—Así era Rebecca. Nunca sabré por qué mi padre la toleró tantos años. Ni cómo lo hizo. Mi padre era un hombre apuesto... rico y con éxito. Pero mi madre era una aristócrata, una mujer que se movía en los grandes círculos sociales. Y él no era más que el hijo de un ranchero. —Se encogió de hombros. —Creo que armonizaban el uno con el otro. Nunca hablé del asunto con mi padre. Y nunca dije a nadie lo que vi —Se acercó y besó levemente la mejilla de Phyl. —Tampoco debí decírtelo. Perdóname.

Por supuesto, ella lo perdonó, pero continuaba impresionada. Los cambios de humor de Kane de la tristeza a la alegría eran inquietantes.

Y ahora de nuevo él se encogió de hombros, desechó su ánimo sombrío y la llevó a desayunar en el Café Flore. Más tarde, fueron a hacer compras en la Rue du Cherche- Midi y recorrieron los puestos de libros a orillas del Sena. Phyl olvidó todo lo relativo a la conferencia que había determinado su visita a París. Brad era apuesto, un hombre encantador, y además divertido, Y ahora ella se sentía sexualmente tan atraída por Brad y él por la psiquiatra que pensó qué la gente sin duda podía percibir el calor que emanaba de los cuerpos de ambos, mientras se detenían para besarse sin vergüenza en los portales de las casas o para mirarse profundamente cada uno a los ojos del otro. Percibían el calor fulminante de la atracción sexual que determinaba que cada uno sólo deseara tener al otro. Phyl no pensaba en Bea o en Millie. O en Franco Mahoney. Sólo pensaba en Brad.

Pasaron tardes largas y sensuales en el dormitorio penumbroso de Phyl, veladas románticas en los bistros mal iluminados, y noches maravillosas en el apartamento de Brad. Se desnudaban cuando atravesaban la puerta, tocándose, besándose, devorándose uno al otro. Una noche Brad ni siquiera alcanzó a esperar para desvestirse y la poseyó contra la pared, alzándola en el aire, penetrándola salvajemente. Ella gritó de dolor, pero él no se detuvo hasta que rodaron juntos por el suelo, medio sollozando, medio riendo. Hacían el amor por doquier, en la cama de Brad, en la valiosa alfombra Aubusson frente al fuego en el gran salón y en la ducha, empapándose de jabón y de sus propios jugos.



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jueves, 14 de marzo de 2019

"A su esquiva amada", de ANDREW MARVELL (GRAN BRETAÑA, 1621-1678)


De tener tiempo y mundo suficientes,
no sería delito tu recato.
Dónde ir pensaríamos, sentados,
y en pasar nuestro amor en largo día.
Tú, en las riberas índicas del Ganges
en busca de rubíes; yo, plañendo
en las ondas del Humber. Te amaría
desde diez años antes del Diluvio:
y rehusar podrías, si quisieseis,
hasta la conversión de los judíos.
Mi vegetal amor se extendería
más vasto que un imperio y más despacio.
Unos buenos cien años yo daría
para alabar tus ojos y tu frente,
doscientos adorando cada pecho:
y quizá treinta mil en cuanto resta.
Mil años, por lo menos, cada parte,
si al fin tu corazón se me mostrase.
Pues, Señora, mereces tal respeto;
y amarte no podría a menos precio.

Pero, detrás de mí, yo siempre escucho
la carroza del tiempo, inexorable:
y allende de nosotros se dilatan
desiertos de la vasta eternidad.
No tendrás todo el tiempo tu belleza,
ni habrá de resonar en tu sepulcro
el eco de mi canto: pues gusanos
probarán tu inmortal virginidad:
tu honor sin par se habrá tornado polvo;
muertas cenizas todo mi deseo.
La tumba es un lugar íntimo y bello,
pero creo que allí nadie se abraza.

Por eso, ahora, cuando un fresco tinte
vive en tu piel cual matinal rocío,
y mientras tu alma diáfana transpire
por cada poro fuegos instantáneos,
vámonos a gozar mientras podamos;
como amorosas aves de rapiña,
devoremos al punto nuestro tiempo,
en vez de perecer entre sus fauces.
Envolvamos, pues, todas nuestras fuerzas,
nuestra dulzura toda, en una esfera:

nuestros placeres, bastos, adentremos
por el portal de hierro de la vida.
Si parar no podemos nuestro sol,
al menos obliguémoslo a correr.

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lunes, 4 de febrero de 2019

"Para Fanny", de JOHM KEATS (GRAN BRETAÑA, 1795-1821, d.n.e.)

¡Imploro tu compasión, piedad, amor! ¡Sí, amor!
Compasivo amor que no atormenta,
único en mi pensamiento, nunca errante, puro amor,
sin máscara, y ya descubierto, ¡sin mancilla!

¡Oh! ¡Déjame tenerte entera, toda, toda, sé mía!
Esa forma, esa beldad, ese dulce y pequeño gozo
de amor, tu beso; esas manos, esos ojos divinos,
ese cálido, blanco, radiante, infinitamente placentero pecho,

a ti misma, tu alma, por piedad, dámelo todo,
no retengas ni un átomo de un átomo o muero,
o si vivo, tal vez, como tu miserable esclavo,

¡olvida, en medio de la ociosa desdicha,
los propósitos de la vida, el gusto de mi mente
perdido en su arrebato, y mi ciega ambición!


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miércoles, 21 de junio de 2017

"Bésame", de ED SHEERAN

Canción perteneciente al Album Discográfico titulado "+" (plus), de fecha 2011  d.n.e.




Settle down with me
And cover me up
And cuddle me in
Lie down with me
And hold me in your arms
And your heart's against my chest
Your lips pressed in my neck
And I'm falling for your eyes
But they don't know me yet
And with this feeling I'll forget
I'm in love now
Kiss me like you want to be loved
You want to be loved
You want to be loved
This feels like falling in love
Falling in love
We're falling in love

Settle down with me
And I'll be your safety
And you'll be my lady
I was made to keep your body warm
But I'm cold as the wind blows
So hold me in your arms, oh no
Your heart's against my chest
Your lips pressed in my neck
And I'm falling for your eyes
But they don't know me yet
And with this feeling I'll forget
I'm in love now
Kiss me like you want to be loved
You want to be loved
You want to be loved
This feels like falling in love
Falling in love
We're falling in love

Yes, I've been feeling everything
From hate to love
From love to lust
From lust to truth
I guess that's how I know you
So I hold you close to help you give it up
So kiss me like you want to be loved
You want to be loved
You want to be loved
This feels like falling in love
Falling in love
We're falling in love
We're falling in love
Kiss me like you want to be loved
You want to be loved
You want to be loved
This feels like falling in love
We're falling in love
Quédate conmigo,
cúbreme,
abrázame,
túmbate conmigo,
y sujétame en tus brazos.
Y tu corazón contra mi pecho,
tus labios presionados en mi cuello.
Me estoy cayendo por tus ojos,
pero todavía no me conocen,
y con esta sensación olvidaré
que ahora estoy enamorado.
Bésame como si quisieras ser amada,
quisieras ser amada,
quisieras ser amada.
Esto se parece a enamorarse,
enamorarse,
estamos enamorándonos.

Quédate conmigo,
y seré tu guardían,
y tú serás mi princesa.
Fui hecho para mantener tu cuerpo caliente,
pero yo estoy frío mientras sopla el viento,
así que abrázame con tus brazos, oh no.
tu corazón contra mi pecho,
tus labios presionando mi cuello,
y yo estoy cayéndome por tus ojos,
pero todavía no me conocen,
y con esta sensación olvidaré
que ahora estoy enamorado.
Bésame como si quisieras ser amada,
quisieras ser amada,
quisieras ser amada.
Esto se parece a enamorarse,
enamorarse,
estamos enamorándonos.

Sí, he estado sintiendo todo,
desde el odio al amor,
del amor a la lujuria,
de la lujuria a la verdad.
Supongo que es así como (llegué a) conocerte,
así que te abrazo fuerte para ayudarte a rendirte.
Bésame como si quisieras ser amada,
quisieras ser amada,
quisieras ser amada.
Esto se parece a enamorarse,
enamorarse,
estamos enamorándonos,
estamos enamorándonos.
Así que bésame como si quisieras ser amada,
quisieras ser amada,
quisieras ser amada.
Esto se parece a enamorarse,
estamos enamorándonos.


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domingo, 20 de noviembre de 2016

"Pasión de invierno", de MARGARET MAYO (seud. de JESSICA MAYO) (Ingaterra, 1936--, d.n.e.)

Fragmento perteneciente al libro "Pasión de invierno", de fecha 2004  d.n.e.



Capítulo IV.

«...Pero no había llegado a la puerta cuando Luigi se interpuso en su camino.
—Me niego a pasar la noche solo. No vas a marcharte, Megan.
Y antes de que se diera cuenta, antes de que pudiera hacer nada, su ex marido la tomó por la cintura para buscar sus labios.
Ella sabía que debería apartarse, pero no hizo nada. Luigi siempre había sido un amante fantástico y tardó sólo un segundo en descubrir lo que se había perdido en esos cuatro años.
No tenía fuerza de voluntad para detenerlo. Todo su cuerpo se puso en alerta roja, respondiendo a aquel beso. Estaba hambrienta. Tanto tiempo sin un hombre...
Que el hombre fuese Luigi era una ironía, desde luego, pero quizá era mejor lo malo conocido... Megan le devolvió el beso abriendo los labios para permitir que la acariciara con su lengua, frotándose contra él. Sólo un beso, se decía. Luego se iría a su habitación.
Pero era más fácil pensarlo que hacerlo. El beso duró una eternidad y poco a poco se convertía en algo más...
—Eres la mujer más sexy de la tierra —murmuró él con voz ronca—. Debí estar loco para dejarte ir.
No tan loco como ella en aquel momento, decidió Megan, enredando los dedos en su pelo.
Luigi deslizó las manos hasta su trasero, apretándola contra el bulto que había bajo su pantalón. Como ella no protestó, la tomó en brazos para llevarla al sofá.
Megan respiraba agitadamente. Tenía los ojos brillantes, llenos de un deseo que no había sentido en muchos años. ¿Debería poner fin a aquello o dejarse llevar por el instinto? ¿Lo lamentaría siempre o sería el fin de su trágico matrimonio? Quizá incluso podría ser una venganza. Que Luigi viera lo que se había perdido. Dejar que le hiciera el amor por última vez y luego marcharse. Megan tuvo que sonreír.
— ¿De que te ríes? —preguntó él.
—De nada. Nada que tú puedas entender.
—Cómo te he echado de menos —murmuró Luigi, acariciando sus pechos.
Megan cerró los ojos, disfrutando de la caricia. Pero aquél era un juego peligroso. Debería levantarse mientras le quedasen fuerzas para hacerlo. Pero ya era demasiado tarde. Luigi estaba desabrochando los botones de su vestido y, con una velocidad nacida de la desesperación inclinó la cabeza para chupar sus pezones por encima de la tela del sujetador.
Megan estaba perdida. Siempre le había gustado que le hiciera eso y no podía evitar arquearse hacia él... ofreciéndose, deseando todo lo que él podía ofrecerle.
El sentido común le decía que estaba cometiendo un terrible error, pero cuando Luigi la tumbó sobre la alfombra, cuando se quitó la ropa con indecente velocidad y luego empezó a desnudarla, no pudo hacer nada. Ella misma se quitó el vestido a toda prisa. Cayó el uno sobre el otro, con un hambre contenida durante años.
Luigi había sido siempre un gran amante, no podía negar eso. Y no había cambiado. Todo lo Contrario. ¿Cómo podía desearlo de tal forma? ¿Cómo podía desear a un hombre al que había abandonado cuatro años antes? Se besaban, se tocaban, se movían con un ritmo tan antiguo como el tiempo. Luigi, como siempre, permitió que ella llegara antes al orgasmo. Cuando las convulsiones terminaron, acarició su pelo.
—Como en los viejos tiempos, ¿eh?
Megan asintió. ¿Cómo iba a negarlo? Pero no volvería a pasar. Había sucumbido y era un error. No lo lamentaba, ¿para qué lamentar algo que no podía deshacer? Además, su cuerpo estaba muerto y su marido lo había despertado a la vida.
— ¿Sigues queriendo irte a dormir?
—No —contestó ella, en voz baja.
Luigi volvió a besarla. Aquella vez sin prisas, con una contención excitante. Hicieron el amor de nuevo, despacio, recuperando la deliciosa excitación que casi había olvidado.
Cuando Megan por fin se fue a la cama se sentía como flotando. Ya no podía pensar en volver a casa. Su sitio estaba allí, con Luigi.
¡Luigi, que estaba en la cama, a su lado!
El había querido que durmieran en su cuarto, pero Megan se negó».


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sábado, 26 de abril de 2014

"La primera vez que él me besó", de ELIZABETH BARRET BROWNING (Inglaterra, 1.806-1.861 d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Sonetos del portugués", de fecha 1850  d.n.e.

La primera vez que él me besó, solo besó
los dedos de esta mano con que escribo;
y desde entonces, se volvió más elegante y blanca,
lenta para los saludos mundanos, rápida con su "¡
Oh, escucha!"

cuando hablan los ángeles. Una sortija de amatista
que pudiera usar en ella, no sería más visible para mí
que ese primer beso. El segundo sobrepasó la altura
del primero, y buscó la frente, mas se perdió la mitad,

y cayó la otra mitad sobre el cabello. ¡Oh, el premio más alto!
Ese fue el aceite bautismal del amor, que precedió
a la misma coronación del amor, con santificadora dulzura.

El tercero, sobre mis labios se plegó hacia abajo
en situación perfecta e imperial; desde entonces, ciertamente,
he vivido y he dicho con orgullo, "
Mi amor, mi bien".



 
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martes, 15 de abril de 2014

"El primer beso de amor", de GEORGE GORDON -LORD BYRON- (Inglaterra, 1788-1824)

Poema perteneciente al libro "Presente amistoso", de fecha 1851  d.n.e.

George Gordon (Lord Byron)
Ausente con tus ficciones de endebles romances,
aquellos harapos de falsedad tejidos por la locura;
dadme el espíritu fugaz con su débil resplandor,
o el arrebato que habita en el primer beso de Amor.

Si, poetas, vuestros pechos con fantasías brillarán,
aquella pasión en la arboleda danzará con ardor;
y de la bendita inspiración vuestros sonetos fluirán,
¿pero podrán alguna vez saborear el primer beso de amor?

Si Apolo debe rehusar su asistencia,
o las Nueve dispuestas están a tu servicio;
no las invoquéis, decidle adiós a las Musas,
y prueba el efecto del primer beso de amor.

Los odio, y odio vuestras frías composiciones,
aunque el prudente me condene,
y el intolerante lo repruebe;
yo abrazo las delicias que brotan del corazón,
cuyos latidos y alegría son el primer beso de amor.

Vuestros pastores y sus rebaños, aquellos temas fantásticos,
Tal vez puedan divertir pero nunca conmoverán.
Arcadia se despliega como un sueño de bello color,
¿pero cómo podría compararse con el primer beso de amor?

¡Oh, cesad de afirmar que el hombre, desde que surgió
del linaje de Adán, ha luchado contra la miseria!
Algunas parcelas del Cielo vibran en la Tierra,
y el Edén resurge con el primer beso de amor.

Cuando los años hielen la sangre, cuando nuestros placeres pasen,
(flotando durante años en las alas de una paloma)
el recuerdo más amado será siempre el último,
nuestro monumento más dulce, el primer beso de amor.



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