sobre tu pecho colocar mi oído
y escuchar el dulcísimo latido
con que tu blando corazón se mueve.
Prendí en mis brazos tu cintura breve
y hundí mi rostro en el caliente
nido de tu seno, que es mármol encendido,
carne de flores y abrasada nieve.
¡Con qué prisa y qué fuerza palpitaba
tu enamorado corazón! Pugnaba
tu talle, en tanto, más, con ansia loca,
bajo la nieve el corazón latía,
y, en su gallarda rebelión, quería
saltar del pecho por besar mi boca...
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