martes, 24 de marzo de 2020

"Drama eterno", de FRANCISCO VILLAESPESA MARTÍN (ESPAÑA, 1877-1936, d.n.e.)

"Conjugación de mi última máscara", de Merlina Mendoza


¡La tragedia es vulgar por lo sencilla!
Una breve disputa acalorada:
la sangre que se agolpa a la mejilla
y que de pronto nubla la mirada.

Un grito: un arma que en el aire brilla;
y una mujer que rueda ensangrentada,
partido el corazón por la cuchilla,
por una tremebunda puñalada.

Yo miré al criminal enloquecido
de rodillas, besando el rostro ciego
donde la muerte su pavor retrata...

Siempre así es el amor, será y ha sido:
mata de celos y de un golpe, y luego
besa y besa,
llorando lo que mata.






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lunes, 23 de marzo de 2020

"Y dormir contigo se convierte, entonces, en poesía", de ELVIRA SASTRE SANZ (ESPAÑA, 1992--, d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo", de fecha 2014  d.n.e.



Caminas descalza
como si supieras de qué está hecho el mundo
y quisieras darle forma con la curva de tus pies,
bailándolo a tu antojo
como bailas mis días,
haciendo que al resto
se nos claven tus huellas
en lo que nos queda de ojos
después de mirarte,
y no podamos sino seguirte.

A veces sonríes,
y el mundo se abre con tu boca,
como cuando bostezas
y tiras por la borda
cualquier amago de abandonarte,
porque la paz está ahí,
entre tus dientes,
cuando me muerdes el corazón
y te lo tragas,
y yo respiro.

Me miras
noventa y nueve veces al día
como si yo fuera lo único que se interpusiera
entre la realidad y tus ojos,
me conviertes en tu filtro
y dices que a través de mí
el mundo se ve más bonito,
y son cien las veces que yo te miro de vuelta
preguntándome
qué diablos será eso que te convierte en cielo
y despeja mis tormentas,
que te hace sujetarme
cuando decido precipitarme
o dejarme la garganta
en mil silencios,
qué esconde mi boca
para que mientras me besas
solo pienses en el siguiente beso,

qué verás
en mi pelo alborotado al despertar
para que quieras acariciármelo así,
como si estuviera herido
y tú supieras exactamente
qué hacer
para salvarlo,

—preguntándome
qué diablos
tendré
para
ser
lo
único
que
ves
cuando
miras
al
mundo—.

Me masturbas el alma
a dos manos
—cómo no voy a creerme
que tus dedos
me esconden—,
me pones de espaldas
y te dejas
entera
dentro de mí
—así pasa ahora,
que te llevo a todas partes—,
te vuelves
algo así como un animal salvaje
pero tierno,
con esa lascivia
que dibuja tu boca
cuando tienes hambre
,
te vuelves gigante
y me nombras,
y yo te digo
al oído
que voy a correrme contigo
hasta llegar al fin del mundo,
si es que eso existe
después de ti
—tú,
que lo único que tienes de final
es todo lo bonito
que viene después—,
y entonces
caigo rendida,
vencedora,
libre,
con el alma aun entre tus dedos,
desnuda,
palpitante,
viva,
en calma,
frágil,
repleta,
satisfecha,
completa,
sobre tu pecho,
y es entonces cuando entiendo
lo de soñar sin dormir.

Y me creo lluvia
y te duermo a besos.

Quién me iba a decir a mí
que ibas a llegar a mi corazón
entrando por la boca.

Conviertes las mil maneras
que existen de huir
en mil maneras de quedarse,
contigo.
Y dormir a tu lado
se convierte,
entonces,
en poesía.






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viernes, 20 de marzo de 2020

"Soneto: Quiere el Amor Feliz", de DULCE MARÍA LOYNAZ MUÑOZ (Cuba, 1.902-1.997)

Poema perteneciente al libro "Versos (1920-1938)", de fecha 1950  d.n.e.




Quiere el Amor Feliz —el que se posa
poco...— arrancar un verso al alma oscura:
¿Cuándo la miel necesitó dulzura?
¿Quién esencia de pomo echa en la rosa?

Quédese en hojarasca temblorosa
lo que no pudo ser fruta madura:
No se rima la dicha; se asegura
desnuda de palabras, se reposa...

Si el verso es sombra, ¿qué hace con el mío
la luz?... Si es luz... ¿la luz por qué lo extraña?
¡Quien besar puede, bese y deje frío

símbolo, el beso escrito!... ¡En la maraña
del mapa no está el agua azul del río,
ni se apoya en su nombre la montaña!...





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jueves, 19 de marzo de 2020

"Un suspiro", de MANUEL ACUÑA NARRO (Méjico, 1849-1873 d.n.e.)

"Mujer desnuda con paloma", de Ferdinand Preiss


Si llega a tu ventana una paloma
blanca y hermosa como el casto armillo,
recíbela en tu pecho, Lola bella,
y dale un beso en su rosado pico.

Que la paloma al recibir tus besos
ha de entregarte los que yo te envío,
y así unidos, mis besos con los tuyos
se han de convertir en «un suspiro».






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miércoles, 18 de marzo de 2020

"Serenata", de LEOPOLDO LUGONES (ARGENTINA, 1874-1938)

Poema perteneciente al libro "El libro fiel", de fecha 1912  d.n.e.



"El beso", de Emilce Nora


I

Fiel al tormento que me desgarra,
Cual todo amante digno de amar,
Vengo a llorarte con mi guitarra
Las cosas que ella sabe llorar.

Tú también sabes que este es mi modo
De irme muriendo de amor por ti;
Pues si quererte, mi vida, es todo,
Quién no se muere de amar así.

Entre las cuerdas, sordo y convulso
Como un quejido, divaga el son,
Porque en los dedos con que las pulso
Me duele un poco de corazón.

Es que, glorioso con mis cadenas,
Cantando aumento mi padecer,
Que no hay compaña como estas penas,
Para morirse... para querer...


II

Si para un fino amante,
Nada es tropiezo,
En todo lo que toques
Yo seré beso.

En todas las estrellas
Seré mirada,
Que tu rigor es noche
Que no se acaba.

Lima para tus rejas
Serán mis celos,
Y mi sangre la marca
De tu pañuelo.


III

El jardín primaveral
Te manda en sus mariposas,
Besos de amor de las rosas
Que te dedica el rosal.
El lirio sentimental
Te declara su interés,
Y con su aire de marqués
Parece que en la pradera
Solamente floreciera
Para ponerse a tus pies.

Pero si, por desventura,
Las rimas de mis amores
No te cambiaran en flores
Mis suspiros de ternura,
Los mares de mi amargura
Llenos de perlas están,
Y abrasado en el afán
Con que muriendo te adoro,
Te encenderá en besos de oro
La llama de mi volcán.

Si cultivo es menester
A las rosas y a los lirios,
Yo al rigor de tus martirios
He porfiado en florecer.
Así aunque extraño poder
Me aparte de tu afición,
Guardará mi corazón
Por tu perfume habitado,
Como un pañuelo llorado
La esencia de tu pasión.




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martes, 17 de marzo de 2020

"Idilio eterno", de JULIO FLÓREZ ROA (COLOMBIA, 1867-1923, d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Horas", de fecha 1893  d.n.e.



Ruge el mar y se encrespa y se agiganta;
la luna, ave de luz, prepara el vuelo,
y en el momento en que la faz levanta,
da un beso al mar y se remonta al cielo.

Y aquel monstruo indomable que respira
tempestades y sube y baja y crece,
al sentir aquel ósculo, suspira...
Y en su cárcel de rocas... ¡se estremece!

Hace siglos de siglos que de lejos
tiemblan de amor en noches estivales:
ella le da sus límpidos reflejos,
¡Él le ofrece sus perlas y corales!

Con orgullo se expresan sus amores
estos viejos amantes afligidos;
ella le dice: «¡te amo!» en sus fulgores,
y él responde: «¡te adoro!» en sus rugidos.

Ella lo aduerme con su lumbre pura,
y el mar la arrulla con su eterno grito,
y le cuenta su afán y su amargura
¡con una voz que truena en el infinito!

Ella pálida y triste lo oye y sube
por el espacio en que su luz desploma,
y velando la faz tras de la nube,
le oculta el duelo que a su frente asoma.

Comprende que su amor es imposible,
que el mar la copia en su convulso seno,
y se contempla en el cristal movible
del monstruo azul en que retumba el trueno.

Y al descender tras de la sierra fría
le grita el mar: «¡en tu fulgor me abraso!
No desciendas tan pronto, estrella mía!
¡Estrella de mi amor... detén el paso!...

»¡Un instante!... ¡mitiga mi amargura
ya que en tu lumbre sideral me bañas;
¡no te alejes!... ¿no ves tu imagen pura
brillar en el azul de mis entrañas?
»

Y ella exclama en su loco desvarío:
«Por doquiera la muerte me circunda!
Detenerme no puedo, monstruo mío!
Compadece a tu pobre moribunda!...

¡Mi último beso de pasión te envío;
mi casto brillo a tu semblante junto!...
»
y en las hondas tinieblas del vacío
hecha cadáver se desploma al punto.

¡Entonces el mar, de un polo al otro polo,
al encrespar sus olas plañideras,
inmenso, triste, desvalido y solo,
cubre con sus sollozos las riberas!

Y al contemplar los luminosos rastros
de la alba luna en el oscuro velo,
¡tiemblan de amor los soñolientos astros
en la profunda soledad del cielo!

¡Todo calla!... el mar duerme y no importuna
con sus gritos salvajes de reproche,
y sueña que se besa con la luna
¡en el tálamo negro de la noche
!




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lunes, 16 de marzo de 2020

"Perico y Juana", de TOMÁS DE IRIARTE (ESPAÑA, 1750-1791. d.n.e.)

Pareja besándose, de Falconet

Poema censurado por el Santo Oficio.

Un día con Perico riñó Juana
por no sé qué disgusto o fantasía,
pero antes que pasase una semana
ya de tanta altivez se arrepentía.
Con el zagal querido más humana,
volver quiso a entablar nueva armonía
y para hacer las paces mano a mano
diole una cita que él aceptó ufano.

Una fresca mañana del otoño
madrugó Juana, y desde el pie pulido
hasta el dorado pelo de su moño,
de traje más airoso que lucido
adornada salió, y junto a un madroño,
que en un sombrío valle está escondido,
alegre el rostro y el oído atento,
esperando a su amante tomó asiento.

Viendo pues lo mucho que tardaba
y que era solitario aquel paraje,
segura de que nadie la miraba,
abrió de las enaguas el encaje,
descubrió pues la maravilla octava,
que ocultaban las sombras del ropaje
y ató en la pierna una encarnada liga,
pero, ¡qué pierna!, Dios se la bendiga.

Llevaba tan delgada vestidura,
que casi estar desnuda parecía,
la ágil cadera, el muslo, la cintura,
todo el lienzo sutil lo descubría,
dos hemisferios de gentil hechura,
en que un rollizo globo se partía,
formaban tiernos y elevados bultos,
que no pudo el brial tener ocultos.

Perico entre unas matas a Juanilla
atento observaba en tan graciosa planta.
Ya admira la robusta pantorrilla,
ya del pie a la estrechísima garganta,
¡qué redonda y nevada es la rodilla!,
¡cómo a los ojos y aún al alma encantan
al corto zagalejo, aquel calzado,
la media blanca y el azul cuadrado!

Arrebatado de un impulso ardiente
de la imaginación y los sentidos,
salió el joven gallardo y de repente,
con brazos amorosos y atrevidos,
ciñó a la ninfa, y señaló en su frente
la estampa de los labios encendidos,
y el dulce fuego que alteró sus venas
esto le permitió decir apenas.

Deja que bese el blanco y liso pecho,
que a la nieve ha robado su blancura,

¡qué alto y bien dividido!, ¡que derecho
sin sufrir de cotilla la clausura
de qué terso marfil estará hecho
el cordón de esa enana dentadura!
¡Qué dicha!, repetía el fino mozo,
en un abrazo mil deleites gozo.

Ella que, antojadiza y desdeñosa
mostrarse intentó, tal vez por gala
nególe aquélla boca que de rosa
el color tiene y el olor exala,

y huyendo de sus brazos presurosa
poco menos le envió que en enhoramala.
Perico, que la entiende al verla descontenta,
finge serenidad, calla, y se ausenta.

Sola queda la ninfa y ya reniega
de su capricho y melindre raro;
no, dice, ¿no es verdad que el amor ciega
cuando en tales escrúpulos reparo?
La que al dueño que adora no se entrega,
la que su cuerpo le vende caro,
no merece los gustos de Cupido,
sino que su beldad muera en olvido.

Parte tras su galán y lo divisa.
Vuelto de cara a un roble y despachando
diligencia, no limpia, aunque precisa
estaba el joven (si lo diré) meando.
Escondiose la moza a toda prisa
a observar de Perico el contrabando
y ardiendo en cosquillas de deseo
se chupaba los labios de recreo.

Salen a la luz pública por fin
las crecidas insignias de varón.
Con un botón más blanco que carmín,
con un miembro más blanco que algodón,
menudos como el césped de un jardín,
negros rizos se asoman al calzón
y ocultos dos acólitos se ven,
que no dejó el calzón distinguir bien.

Apenas el zagal regado había
el grueso tronco cuando, descuidado,
sintió que el cuerpo por detrás le asía
un bello brazo de su dueño amado
y forcejeando entonces a porfía
cayeron ambos en el verde prado,
él, sin botón alguno en la braguera
y con las faldas ella en la mollera.

No de otra suerte la sutil caterva
de inferiores poetas imaginan,
que en la edad de oro la mojada hierba
sirvió de lecho al hombre, y que la encina,
que de aires y soles le preserva,
del tálamo nupcial era cortina.
Si este era siglo de oro a fe que Juana
lo gozó con Perico una mañana.

El dulce peso del mancebo siente
en el desnudo muslo y la rodilla.
Ya con deseo mueve impaciente
del empeine la suave almohadilla.
Ya incita al saleroso combatiente
con saltos de lasciva rabadilla
y juntando los labios a las mejillas tiernas,
enlazados los brazos y las piernas.

¡Con qué desenvoltura, cuán risueña,
al nervio altivo echó la mano blanca!
Él era corpulento, ella pequeña,
empuñarle intentó, pero fue en vano.
Ya con el dedo, práctico, le enseña
el paso del estrecho gaditano
y ofreciendo al bagel la senda clara,
las dos columnas de Hércules separa.

Aquel angosto y deleitoso ojal,
con los bordes teñidos de clavel,
entre dos blancas rocas de cristal,
más rubio el crespo pelo que oropel,
aquel en que unos dicen que hallan sal
y otros son de dictamen de que hay miel,
con mil cosquillas y respingos mil
hospedó el instrumento varonil.

Y mientras con caricias regaladas
palpa el joven los pechos de la moza,
con las dos que le cuelgan arracadas
el tacto de la picara retoza,
dale tiernos pellizcos y palmadas,
se empina, se columpia, se alboroza
y al fin yo no se qué la sucede,
que en éxtasis suspensa hablar no puede.

La dulce boca inmóvil medio abierta,
con la lengua cogida entre los dientes
a suspirar apenas casi casi acierta
.
En lugar de dar ósculos ardientes,
la vista con los párpados cubierta,
solo indica repentinos accidentes
y si no ha muerto Juana por lo menos
le ha dado un parasismo de los buenos.

En gracias a Dios que resucita
pronto se ha serenado. No, no es cosa
cómo abre ya los ojos, pobrecita,
¿qué tal, estáis mejor? Duerme, reposa,
antes que la congoja se repita.
¡Ay, ay, qué enfermedad tan contagiosa!
Pegósele a Perico, vaya, vaya,
también el angelito se desmaya.

Ella, que ya por experiencia sabe
la causa de aquel mal, su especie y cura,
viendo que cada vez era más grave
del zagal la amorosa calentura,
con un meneo de caderas suave,
el remedio aplicó con tal blandura
que la inundó por dentro y fuera
de copioso sudor la delantera.

Aquí de los amantes abrazados,
alegremente suspendió el oído
el canto que formaban acordados
los jilgueros del valle, y el ruido
de un manso arroyo, a que ellos ocupados
no habían hasta entonces atendido.
Y allí soplando el céfiro halagüeño
embargó sus espíritus el sueño.

A este tiempo un pastor que la espesura
penetraba guardando su vacada,
en divertida y cómoda postura
encontró a nuestra gente embelesada.
De la dormida y lánguida hermosura
el pecho de Perico era almohada,
enlazados los muslos de él y de ella
y sin pañuelo su garganta bella.

Lindo, dijo el pastor, por vida mía,
¿son estos los que quieren que se crea
que hay entre ellos mortal antipatía?
Condujo allí las mozas de la aldea,
y, señalando a Juana, las decía:
"mirad como esta su beldad emplea,
aprended a hacer paces, bellas niñas,
así habéis de dar fin a vuestras riñas".





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domingo, 15 de marzo de 2020

"Mil cauces bebió mi boca", de ORIÓN DE PANTHOSEAS, seudónimo de ANTONIO JUSTEL (España, 1943--, d.n.e.)


mil cauces bebió mi boca hasta encontrarte y tú estabas en la orilla;
y verte fue un latido a vida o muerte, un bloque desprendido,
un hallazgo de nieve en el desierto;
y quedé vencido cual badajo roto,
cual hoz sin filo;

… vencedora,
tú conoces el alma del hombre más felino y yo conozco tus lágrimas;
por ellas, por cada una de ellas,
traspasaría todas las fronteras y marcas de la tierra,
porque tú sabes que tus ojos son mis ojos
y tu aliento es mi aliento;

… soy en ti el hombre más rudo y más veraz,
el instinto arrancado entre la sangre,
pero recuerda ¿qué soy, qué soy cuando te beso…?
porque entonces te prendes, te deshielas, te desvaneces,
y en ese instante y pulso que atropella nuestro ser y nuestras bocas,
compartimos un vuelo sin miedo al infinito.



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martes, 10 de marzo de 2020

"Soneto a la boca y ojos de su dama implorando piedad", de PEDRO ESPINOSA (ESPAÑA, 1578-1650, d.n.e.)

Obra de Jean Baptiste Santerre (1658-1717)

El Sol a noble furia se provoca
cuando sin luz lo dejas descontento,
y, por gozarte, enfrena el movimiento
el aura, que de gloria se retoca;

tus bellos ojos y tu dulce boca,
de luz divina y de oloroso aliento,
envidia el claro sol y adora el viento,
por lo que el uno ve y el otro toca.

Ojos y boca, que tenéis costumbre
de darme vida, honraos con más despojos;
mi ardiente amor vuestra piedad invoca.

Fáltame aliento y fáltame la lumbre.
Prestadme vuestra luz, divinos ojos.
Beba yo vuestro aliento, dulce boca.



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lunes, 9 de marzo de 2020

"A un beso de una dama", de JUAN DE TASSIS Y PERALTA, CONDE DE VILLAMEDIANA (ESPAÑA, 1582-1622, d.n.e.)





Divina boca de dulzores llena,
dichoso el labio que te besa y toca,
que no hay en cuantas hay tan dulce boca,

ni para aprisionarme tal cadena.


No el sabroso panal de la colmena
a tanto gusto y suavidad provoca,
que está el dulzor en ti y el suyo apoca
el ámbar, el clavel, el azucena.


Mas dentro de la miel está escondido
el aguijón crüel con que me hieres,
y nadie de la vida [ve] este signo;


boca tierna y pecho empedernido,
no, ni jamás en todas las mujeres
boca tan blanda y corazón tan di[g]no.






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viernes, 6 de marzo de 2020

"Amor terrible", de EVELYN DOUGLAS, seudónimo de JOHN BARLAS (INGLATERRA, 1860-1914, d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Sonetos de amor", de fecha 1889  d.n.e.



Obra de Ivan Slavinsky





El matrimonio de dos asesinos en la oscuridad
de un templo sombrío, adorando la noche más oscura;
frente a un sacerdote que oculta sus manos
debajo de la túnica maldita,
para que todos vean las flores sangrientas que brotan
como gemas sobre los dedos, rojo sobre blanco;
creciendo hacia las bóvedas del vértigo
las trompetas del órgano tañen y se quejan:
así es nuestro amor. ¡Oh, suaves y deliciosos labios
Dónde toda la sangre del mundo fluye hasta mi!

¡Oh, cintura etérea, mejillas pálidas, ojos de fuego,
pequeños y firmes senos, gigantes caderas,
oscuros cabellos de serpentinas trenzas
que se deslizan de mis manos
en las horas del rojo deseo.






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miércoles, 4 de marzo de 2020

"El lenguaje del amor", de ELLA WHEELER WILCOX (EE. UU., 1850--1919, d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Poemas de pasión", de fecha 1883  d.n.e.



¿Cómo habla el Amor?
Sobre una mejilla en su tenue rubor,
y en la palidez que le sucede, en aquel
temblor de unos ojos que huyen
—la sonrisa que se convierte en suspiro—.
Así habla el Amor.

¿Cómo habla el Amor?
Por la desigualdad de dos corazones que palpitan,
monstruo que en el pulso vibra, inmóvil ante el dolor,
mientras nuevas emociones, como insólitas barcas
que a lo largo de las venas trazan su inquietante curso;
—como el amanecer, con la fuerza súbita del amanecer—.
Así habla el Amor.

¿Cómo habla el Amor?
Cuando evitamos aquello que buscamos,
el silencio repentino que nos asalta cuando
contemplamos el ojo que brilla con su lágrima esquiva,
cuando la alegría nos arrebata el corazón del pecho
—conociendo de memoria los nombres divinos—.
Así habla el Amor.

¿Cómo habla el Amor?
En el orgulloso espíritu que crece mansamente,
en el corazón altanero creciendo humilde; en la cálida
luz sin nombre que inunda el mundo con su esplendor;
en la semejanza donde los ojos trazan
en todas las cosas justas el rostro amado;
en el tímido roce de las manos que se estremecen,
en los labios y las miradas que ya no disimulan
Así habla el Amor.

¿Cómo habla el Amor?
Cuando las palabras pronunciadas parecen tan débiles
que se someten al silencio; en el fuego
que abate las miradas, destellos rápidos y más altos,
como relámpagos que preceden la furia de la tormenta;
en lo profundo: sentimental quietud;
en la cálida marea apasionada que barre las venas
entre las orillas del deleite y el dolor;
en el abrazo que se derrite en la locura del placer,
—en el arrebato convulsivo de un beso—.
Así habla el Amor.





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martes, 3 de marzo de 2020

"Duerme ahora el pétalo carmesí", de ALFRED TENNYSON (1809-1892, d.n.e.)

Duerme ahora el pétalo carmesí, también el blanco.
No ondulan los cipreses en la senda del palacio
ni la aleta dorada brilla en la fuente de pórfido.
Despierta la luciérnaga. Despierta tú conmigo.

Ahora sueña el blanco pavo real como un fantasma
y también como un fantasma resplandeces en mí.
La tierra entera, como Dánae, a las estrellas
se expone, como se expone tu corazón a mí.

Ahora en el silencio resbalan los astros, dejan
un surco brillante, como tu pensamiento en mí.
Ahora repliega ya el lirio toda su dulzura
y al oscuro fondo del lago se va deslizando.

Así que repliégate también tú, mi amor, y duerme
en mi fondo, piérdete entera dentro de mí.





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lunes, 2 de marzo de 2020

"Carta lírica a otra mujer", de ALFONSINA STORNI (Argentina, 1.892-1.938)

Poema perteneciente al libro "De languidez", de fecha 1920  d.n.e.




Vuestro nombre no sé, ni vuestro rostro
conozco yo, y os imagino blanca,
débil como los brotes iniciales,
pequeña, dulce... Ya ni sé... Divina,
en vuestros ojos, placidez de lago
que se abandona al sol y dulcemente
le absorbe su oro mientras todo calla.

Y vuestras manos, finas, como aqueste
dolor, el mío, que se alarga, se alarga,
y luego se me muere y se concluye
así, como lo veis, en algún verso.

Ah, ¿sois así? Decidme si en la boca
tenéis un rumoroso colmenero
,
si las orejas vuestras son a modo
de pétalos de rosa ahuecados...

Decidme si lloráis, humildemente,
mirando las estrellas tan lejanas
y si en las manos tibias se os duermen
palomas blancas y canarios de oro.

Porque todo eso y más, vos sois, sin duda
vos, que tenéis el hombre que adoraba
entre las manos dulces, vos la bella
que habéis matado, sin saberlo acaso,
toda esperanza en mí... Vos, su criatura.

Porque él es todo vuestro: cuerpo y alma
estáis gustando del amor secreto
que guardé silencioso... Dios lo sabe
por qué, que yo no alcanzo a penetrarlo.

Os lo confieso que una vez estuvo
tan cerca de mi brazo, que a extenderlo
acaso mía aquella dicha vuestra
me fuera ahora... Sí, acaso mía...

Mas ved, estaba el alma tan gastada
que el brazo mío no alcanzó a extenderse:
la sed divina, contenida entonces,
me pulió el alma....¡Y él ha sido vuestro!

¿Comprendéis bien? Ahora, en vuestros brazos
él se estremece y le decís palabras
pequeñas y menudas que semejan
pétalos volanderos y muy blancos.

¡Oh, ceñidle la frente! ¡Era tan amplia
Arrancaban tan firmes los cabellos
a grandes ondas, que a tenerla cerca,
no hiciera yo otra cosa que ceñirla!

Luego dejad que en vuestras manos vaguen
los labios suyos; él me dijo un día
que nada era tan dulce al alma suya
como besar las femeninas manos...

Y acaso, alguna vez, yo, la que anduve
vagando por afuera de la vida,
—como aquellos filósofos mendigos
que van a las ventanas señoriales
a mirar sin envidia toda fiesta—

me allegue alguna vez a vuestro lado
y con palabras quedas, susurrantes,
os pida vuestras manos un momento,
para besarlas, yo, cómo él las besa
...

Y al recubrirlas, lenta, lentamente,
vaya pensando: aquí se aposentaron
¿cuánto tiempo, sus labios, cuánto tiempo
en las divinas manos que son suyas?

¡Oh, qué amargo deleite, este deleite
de buscar huellas suyas y seguirlas
sobre las manos vuestras tan sedosas,
tan finas, con las venas tan azules!

¡Oh, que nada podría, ni ser suya,
ni dominarle el alma, ni tenerlo
rendido aquí a mis pies, recompensarme
este horrible deleite de ser mío
un inefable, apasionado rastro...!

Y allí en vos misma, sí, pues sois barrera,
barrera ardiente, viva, que al tocarla
ya me remueve este cansancio amargo,
este silencio de alma en que me escudo,

este dolor mortal en que me abismo
esta inmovilidad del sentimiento,
que sólo salta bruscamente cuando
nada es posible!





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