lunes, 31 de diciembre de 2018

"Pongo el alma en los labios", de ANTONIO COLINAS LOBATO (ESPAÑA, 1946-- d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Junto al lago", de fecha 1967  d.n.e.



Pongo el alma en los labios, pongo el beso
más allá de la luz de tus dos ojos

y se estremece el aire, y tiembla el pecho,
y amparado en el tuyo aspira hondo.
Crece el aroma de la yerba, mueve
las copas de los álamos frondosos
este intenso verano, pero nada
siento ya en mi interior.
Espero sólo
de tu cuerpo la vida, la alegría
que encendí con los sueños más hermosos.
El agua que esperó mi sed, la fuente
que canta por tus venas, hoy la agoto
en la aventura de ensoñar.
Abrazo
lo que ayer fue ilusión.
Hoy ya soy otro.
Pongo el alma en los labios y me entrega
tu sangre las respuestas a los hoscos
momentos de otros días, cuando estuve
por ti desconsolado, cuando el gozo
no era sino una espera ilusionada.
Mujer, quiero apurar hasta los posos
este esperado encuentro con tu boca,
y el fuego lento, y el ocaso rojo.
Después, sólo a la muerte le permito
que, una vez más, se lleve de mis ojos
el sueño de los míos, la ternura
de tus labios abiertos, donde poso
toda la fe del mundo, donde aprendo,
por fin, a comprender lo que es el gozo.


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sábado, 29 de diciembre de 2018

"El infinito en la palma de la mano", de GIOCONDA BELLI (NICARAGUA, 1948-- d.n.e.)

Fragmento del capítulo 9 perteneciente al libro "El infinito en la palma de la mano", de fecha 2008  d.n.e.



CAPÍTULO 9.

[...] La mujer se tendió sobre la hierba, pensativa. Adán se acostó a su lado.
Permanecieron largo rato en silencio, mirando el cielo cóncavo y azul a través de las ramas de los árboles.
—Me pregunto si la Serpiente es la Eva de Elokim —dijo ella—. Cuando hablamos en el Jardín me dijo que lo había visto hacer constelación tras constelación y luego olvidarlas. Se conocen de hace mucho.
—Quizás ella estaba dentro de él igual que tú estabas dentro de mí.
—¿Por qué crees que Elokim nos separó?
—Pensó que podríamos existir como un solo cuerpo, pero no resultó. Te dejó muy dentro. No podías ver ni oír. Por eso decidió separarnos, sacarte de mi interior. Por eso nos sentimos tan bien cuando los dos volvemos a ser uno.
—Pero tú piensas que yo soy culpable de cuanto ha acontecido porque te di a comer la fruta del Árbol del Conocimiento. Podrías haberte negado a comerla.
—Es cierto. Pero ya una vez que tú la habías comido, yo no podía hacer otra cosa. Pensé que dejarías de existir. No quería quedarme solo. Si yo no hubiese comido de la fruta y el Otro te hubiese echado del Jardín, yo habría salido a buscarte.
A Eva se le llenaron los ojos de agua.
—Yo no dudé que comerías —dijo ella.
—Y ese día te vi como si nunca antes te hubiera conocido. Tu piel lucía tan suave y brillante. Y tú me miraste como si de pronto recordaras el sitio exacto donde existías dentro de mí antes de que el Otro nos separara.
—Tus piernas me impresionaron. Y tu pecho. Tan ancho. Sí que sentí el deseo de estar allí dentro otra vez. Te he visto en sueños. Tienes cuerpo de árbol. Me proteges para que el sol no me queme.
Sin ponerse de acuerdo se levantaron y entraron de nuevo al agua a refrescarse.
—Éufrates —dijo Adán—. Así se llama este río.
Flotaron en la corriente abandonándose a la sensación del agua cristalina. Entendieron sin dificultad la alegría de los peces cuyos colores a menudo habían admirado. Adán abrió los labios y sorbió lentamente el fresco líquido. Pensó en el sabor del fruto prohibido y buscó a Eva. Volvieron a besarse y a entrar el uno en la otra, asombrados de la insólita experiencia de sus cuerpos livianos y fluidos. Largo rato estuvieron quietos, fuertemente abrazados, cada uno intentando recuperar la memoria perdida de ser una sola criatura, alcanzar las imágenes que cada quien guardaba en su interior y verter en ellas el río de las propias. Recorrieron inútilmente los pasadizos tenues de sus mentes, deseando penetrar la densidad de las sensaciones del otro, sin poder traspasar el espacio donde cada quien existía irremediablemente solo en el límite del propio cuerpo. Por más que trataron, no lograron ver el paisaje intrincado donde habitaban sus más íntimos pensamientos. Fue el reconocimiento de aquella traba infranqueable lo que finalmente los envolvió e hizo que sus músculos y huesos se abrieran sin reparos para tomarse la única intimidad plenamente concedida, a la que llegaron sobre la orilla, en medio del lodo y las algas de la ribera.
Cuando echaron a andar de regreso a la cueva, el resplandor del día daba paso a la luz suave y acogedora de la tarde. Soplaba brisa [...].


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viernes, 28 de diciembre de 2018

"Canto XXXV: Me he sentado en el centro del bosque a respirar", de ANTONIO COLINAS LOBATO (ESPAÑA, 1946-- d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Noche más allá de la noche", de fecha 1980-1981  d.n.e.



Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
He respirado al lado del mar fuego de luz.
Lento respira el mundo en mi respiración.
En la noche respiro la noche de la noche.
Respira el labio en labio el aire enamorado.
Boca puesta en la boca cerrada de secretos,

respiro con la savia de los troncos talados,
y como roca voy respirando el silencio,
y como las raíces negras respiro azul
arriba en los ramajes de verdor rumoroso.
Me he sentado a sentir cómo pasa en el cauce
sombrío de mis venas toda la luz del mundo.
Y yo era un gran sol de luz que respiraba.
Pulmón el firmamento contenido en mi pecho
que inspira la luz y espira la sombra,
que recibe el día y desprende la noche,
que inspira la vida y espira la muerte.
Inspirar, espirar, respirar: la fusión de contrarios,
el círculo de perfecta consciencia.
Ebriedad de sentirse invadido por algo
sin color ni sustancia, y verse derrotado
en un mundo visible por esencia invisible.
Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
Me he sentado en el centro del mundo a respirar.
Dormía sin soñar, mas soñaba profundo
y, al despertar, mis labios musitaban despacio
en la luz del aroma: "Aquel que lo conoce
se ha callado y quien habla ya no lo ha conocido
".
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jueves, 27 de diciembre de 2018

"El desayuno", de LUIS ALBERTO DE CUENCA (ESPAÑA, 1950--, d.n.e.).

Poema perteneciente al libro "El hacha y la rosa", de fecha 1993  d.n.e.



Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.

Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.

Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:

«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno
».


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domingo, 23 de diciembre de 2018

"Rima XXVIII: Cuando entre la sombra oscura", de GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER (1836-1870)

Cuando entre la sombra oscura
perdida una voz murmura
turbando su triste calma,
si en el fondo de mi alma
la oigo dulce resonar,
dime: ¿es que el viento en sus giros
se queja, o que tus suspiros
me hablan de amor al pasar?

Cuando el sol en mi ventana
rojo brilla a la mañana
y mi amor tu sombra evoca,
si en mi boca de otra boca
sentir creo la impresión
,
dime: ¿es que ciego deliro,
o que un beso en un suspiro
me envía tu corazón
?

Y en el luminoso día
y en la alta noche sombría,
si en todo cuanto rodea
al alma que te desea
te creo sentir y ver,
dime: ¿es que toco y respiro
soñando, o que en un suspiro
me das tu aliento a beber
?


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viernes, 21 de diciembre de 2018

"El beso" de EDGAR ALLAN POE (EE.UU., 1809-1849 d.n.e.)


Nacieron en lejanas primaveras
Las angustias eternas del beso
Que esperando un tardío regreso,
Se tornaron en quimeras.

Aferradas con la juventud,
Se sostuvieron de la vida,
Y deshojando despedidas,
Se alejó la ingratitud.

Tal vez, un día, el mejor,
Reaparezcan las ilusiones,
Y serán como corazones
Sin huella alguna de dolor.

Igual a una plegaria al cielo
Se levanta la nave de la mañana,
Previendo que el beso de la amada
Será ardiente, será fuego.

En aguas puras y labios delineados.
Se desplazan los besos
que se dirán:
¿A dónde, a dónde se irán
Las horas que faltan de pecado?


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miércoles, 19 de diciembre de 2018

"La prueba", de EMILIA PARDO BAZÁN (ESPAÑA, 1851-1921)

Fragmento perteneciente al cuento "La Prueba", de fecha 1890  d.n.e.



CAPÍTULO 11.

Entré. Siempre me gustaba sorprender así a Carmiña, porque dada la vehemencia de su carácter, le era muy difícil reprimirse en los primeros momentos y no dejar asomar a la superficie lo interior del alma. Acerté de medio a medio, pues al sentir el ruido de mis pasos, al verme en la sillita donde estaba haciendo labor, la impresión fue tan fuerte, que no sabía qué contestar a mi saludo: se le trababa la lengua. De tal modo se sobrecogió, que yo era entonces el que permanecía relativamente sereno, dueño de mí, el que dominaba la situación, a pesar de mi estudiantil inexperiencia, para los casos pasionales. Cogí sus manos, que en la palma humedecía ligero y helado sudor; la arrastré hasta la ventana, y clavé los ojos en su rostro, que encontré más pálido, más deshecho, más desencajado que nunca. Pugnaba por apartarse, y porque nos sentásemos como en visita, muy formales; pero no lo consentí, y la mantuve junto a los vidrios, sin saciarme de verle la cara. Estábamos tan cerca, que yo, siendo más alto, podría bien fácilmente inclinarme y robarle el supremo bien, el sello de amor, el ansiado beso, favor dulcísimo que implica los restantes; pero me detuvo, más que el respeto, la piedad, el temor de cubrir de vergüenza aquellas mejillas mustias. Si yo la besase, de fijo le quedaría una mancha roja en la faz. Sí; yo veía el beso apetecido señalarlo como la marca que imprimía allá en otros tiempos el hierro candente del verdugo. No: besarla, nunca. Reprimiendo la tentación, le estrujaba las manos, le incrustaba mis dedos en la palma trémula. Ella consiguió por fin llevarme hacia el sofá, y sentándose en él, me señaló la butaca, donde me hundí sin soltarle las manos.


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miércoles, 12 de diciembre de 2018

"La durmiente", de JOSÉ SOMOZA MUÑOZ (ESPAÑA, 1781-1852)

La luna mientras duermes te acompaña,
tiende su luz por tu cabello y frente,
va del semblante al cuello, y lentamente
cumbres y valles de tu seno baña.

Yo, Lesbia, que al umbral de tu cabaña
hoy velo, lloro y ruego inútilmente,
el curso de la luna refulgente,
dichoso he de seguir o amor me engaña.

He de entrar cual la luna en tu aposento,
cual ella al lienzo en que tu faz reposa,
y cual ella a tus labios acercarme;

cual ella respirar tu dulce aliento,
y cual el disco de la casta diosa,
puro, trémulo, mudo, retirarme.


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martes, 11 de diciembre de 2018

"El ruego encarecido", de JUAN MELÉNDEZ VALDÉS (ESPAÑA, 1754-1817)

Dosso Dossi - Escena mitológica

Deja ya la cabaña, mi pastora;
déjala, mi regalo y gloria mía;
ven, que ya en el oriente raya el día,
y el sol las cumbres de los montes dora.

Ven, y al humilde pecho que te adora,
torna con tu presencia la alegría.
¡Ay!, que tardas, y el alma desconfía;
¡ay!, ven, y alivia mi pesar, señora.

Tejida una guirnalda de mil flores
y una fragante delicada rosa
te tengo, Filis, ya para en llegando.

Darételas cantando mil amores,
darételas, mi bien; y tú amorosa
un beso me darás sabroso y blando
.


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martes, 4 de diciembre de 2018

"Cárcel de amor", de AMALIA BAUTISTA (ESPAÑA, 1962-- d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Cárcel de amor", de fecha 1988  d.n.e.



De todas las mujeres que has tenido
que me quieres a mí más que a ninguna
es lo que dices siempre. Sin embargo,
ellas pudieron compartir tu cama,

y a mí me has encerrado en este cuarto
en el que me visitas por las tardes,
me traes dulces y libros, y me hablas
de arte y literatura. Al despedirte

me das un paternal beso en la frente
y así hasta el otro día. Y yo me quedo
sola y me aburro. Y echo en falta un hombre.

Por eso no te extrañes, amor mío,
si vienes a mi celda por sorpresa
y me ves abrazada al carcelero.


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lunes, 3 de diciembre de 2018

"La mujer de humo", de DULCE MARÍA LOYNAZ MUÑOZ (Cuba, 1.902-1.997)

Hombre que me besas,
hay humo en tus labios.

Hombre que me ciñes,
viento hay en tus brazos.

Cerraste el camino,
yo seguí de largo;
alzaste una torre,
yo seguí cantando...

Cavaste la tierra,
yo pasé despacio...
Levantaste un muro
¡yo me fui volando!...

Tu tienes la flecha:
yo tengo el espacio;
tu mano es de acero
y mi pie es de raso...

Mano que sujeta,
pie que escapa blando...
¡Flecha que se tira!...
(El espacio es ancho...)

Soy lo que no queda
ni vuelve. Soy algo
que disuelto en todo
no está en ningún lado...

Me pierdo en lo oscuro,
me pierdo en lo claro,
en cada minuto
que pasa... En tus manos.

Humo que se crece,
humo fino y largo,
crecido y ya roto
sobre un cielo pálido...

Hombre que me besas,
tu beso es en vano.
..
Hombre que me ciñes:
¡nada hay en tus brazos!


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domingo, 2 de diciembre de 2018

"A trabajos forzados me condena", de ANTONIO GALA VELASCO (ESPAÑA, 1930-- d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "27 sonetos de La Zubia", de fecha 1987  d.n.e.



A trabajos forzados me condena
mi corazón, del que te di la llave.
No quiero yo tormento que se acabe,
y de acero reclamo mi cadena.

No concibe mi mente mayor pena
que libertad sin beso que la trabe,

ni castigo concibe menos grave
que una celda de amor contigo llena.

No creo en más infierno que tu ausencia.
Paraíso sin ti, yo lo rechazo.
Que ningún juez declare mi inocencia,

porque, en este proceso a largo plazo,
buscaré solamente la sentencia
a cadena perpetua de tu abrazo.

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Enlace recomendado: Puede escuchar el poema musicado por Antonio Vega en este enlace: https://www.youtube.com/watch?time_continue=133&v=gAwh3C5c_Ec
 
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