cuando por vez primera la vi
ante mis ojos resplandeciente,
una adorable aparición enviada
para adornar un instante:
sus ojos eran como estrellas
de un bello crepúsculo,
como el atardecer
también sus cabellos oscuros.
Pero todo el resto de ella
provenía de la primavera y de la aurora gozosa:
una forma danzante,
una imagen radiante
que obsesiona, turba y descarría.
La observé más de cerca: era un espíritu,
¡pero una mujer también!
Leves y etéreos sus movimientos en el hogar,
y su paso era de virginal libertad;
un semblante en el que se contemplaban
dulces recuerdos, y promesas también.
Una criatura no demasiado brillante
ni excelente para lo cotidiano,
para los dolores fugaces, los engaños simples,
las alabanzas, los reproches, el amor, los besos,
las lágrimas y las sonrisas.
Ahora veo con ojos serenos
el mismo pulso de la máquina;
un ser respirando aire pensativo,
una peregrina entre la vida y la muerte,
la razón firme, la templada voluntad,
paciencia, previsión, fuerza y destreza.
Una mujer perfecta,
noblemente planeada para advertir,
para consolar,
para ordenar.
Y aún así, siempre un espíritu
que resplandece con algo de luz angelical.
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Eso fue lindo, es agradable que los publiques por aquí
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