Desnudo recostado, de Zinaida Serebriakova |
en la que se juntan los pecados de un pueblo,
ni a surcar en tu impuro pelo una triste borrasca
bajo el hastío incurable que vierte mi beso:
A tu lecho le pido dormir hondo y sin sueños
cerniéndose bajo el dosel de los remordimientos
que puedes saborear tras tus negras mentiras.
Tú, que sobre la nada sabes más que los muertos.
Porque el Vicio, que roe mi natural nobleza,
me ha como a ti marcado con su esterilidad,
pero mientras que tú guardas en tu seno de piedra
un corazón que el diente de ningún crimen hiere.
Yo huyo, pálido, exhausto, viendo en todo un sudario,
y temiendo morir cuando me acuesto solo.
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