Yo, bebedor de whisky, en tu beso conozco la ginebra. Tan distinta la piel, el país de tu beso, un idioma con sílabas de lentitud y noche, un mundo de costumbres muy ajenas que marca en sus relojes compartidos la diferencia horaria de nuestra intimidad. El sol va por delante en la piel de tu beso. Cuando yo abro los ojos, tú los cierras. No sé si he sido el extranjero allí, en la región de tu lluvia pendiente de mis labios. No sé si fuiste la extranjera aquí, en la ciudad de mi boca perdida por tu boca. Pero cruzo este mar si mi destino negro es el blanco imprevisto de tu amor, y si tu soledad, como un perro de raza, se viene con mi luna callejera. Es una patria inútil la que cierra los labios, las puertas a los recién llegados. Sórdida gente triste, gente esquiva que nunca ha salido de sí No recorren el mundo, no se pierden, no han sentido en su piel la luz de una frontera que nos salva del dulce cuchillo de lo nuestro, no conocen los labios de otro idioma, no aman las ciudades, no aprenden a besar.
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