y el perfume del huerto se me fue al corazón,
son por eso mis ojos dos diamantes azules
dilatados por una brujería de amor.
Ese beso que a tiempo me pediste temblando
esta noche en mis labios es granada en sazón.
Dime, loco bohemio... ¿no presientes acaso
el panal que te ofrecen mis caricias en flor?
Nadie pasa... El camino serpentea en la sombra
mancillando la calma con su inquieto blancor...
En mi boca los besos son angustia infinita
y mi cuerpo es un nido palpitante de sol.
Ya lo ves, cuando ansioso me pediste ese beso,
se nevaron mis labios con tu claro fervor,
y esta noche, que hubieras agotado tus ansias,
por creerme de hielo sepultaste mi voz.
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