viernes, 29 de noviembre de 2019

"El autor", de ROSARIO DE ACUÑA Y VILLANUEVA (ESPAÑA, 1850-1923, d.n.e.)

Poema perteneciente al libro "Sentir y pensar", de fecha 1884  d.n.e.



Wilhelm Menzler Casel (Alemania, 1846-1926) - Cisnes en el parque

El eco de la voz de aquel amante
se perdió en el espacio; muda y fría,
miró hacia el sol María;
después hizo una trenza en su cabello;
con el pulgar de su rosada mano
quitó del rostro bello
una lágrima audaz que lo surcaba
y que a los rayos de la luz brillaba,
como una fresca gota de rocío;
se recogió en el talle su pañuelo;
miró a la senda que a sus pies se abría
y, fijas sus miradas en el suelo,
comenzó a caminar con lento paso,
dando la espalda al sol, frente al ocaso.
Él la miró marchar, con ironía,
hizo un mohín de duda, y con la mano
la frente se tocó, como quien dice:
—«Alzó sus hombros; recogió su abrigo;
y, tosiendo, después, seco y cortado,
se alejó de María
por un sendero del opuesto lado.
De pronto, oyese un grito penetrante,
agudo, como el grito del que mira
en noche de naufragio y de tormenta
apagarse la luz por quien suspira;
Fernando se paró, quiso volverse,
pero antes de cumplir con su deseo
dos brazos le impidieron el moverse;
unos labios de fuego, temblorosos,
por lágrimas de pena humedecidos,
dejaron escapar impetuosos
el rayo abrasador de los sentidos;
un beso, el de los sueños amorosos,
daba a su amante la infeliz María,
y en tanto que él, cual insensible roca,
se dejaba besar diciendo —«¡Loca!...»
—La joven en su anhelo repetía—
«¡¡Quiero llevarme un beso en tu boca!!»
¡Oh misterio sin igual! El lazo
de la atracción ¿do existe, cuando liga
desemejantes almas? ¿Do reside
esa ley del amor que a tanto obliga,
y que manda, y preside,
la indisoluble unión de dos conciencias?
¿Cómo se pueden sujetar a un tiempo
opuestas existencias?...
¿Cómo el alma de aquella que vivía
en los efluvios del amor, ligóse
a otra alma informe, vanidosa y fría,
que no contó uno más de sus latidos
ni ante el fuego voraz de los sentidos?...
¡Vida, espíritu, muerte, sombras, dudas
y abismos, donde el alma se confunde!
¡Esfinges pavorosas, siempre mudas
ante el afán que anima al pensamiento,
jamás responden al humano acento,
solamente su impávida mirada
descubre, igual que al sabio al ignorante,
que al fin llega un instante
en que dice Ya sé que no sé nada.



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