martes, 14 de septiembre de 2021

"Canción: Sale la aurora, y de su fértil manto", de FRANCISCO DE FIGUEROA (ESPAÑA, 1530-1588, d.n.e.)

Sale la aurora, y de su fértil manto
rosas suaves esparciendo y flores,
pintando el cielo va de mil colores
y la tierra otro tanto,
cuando la tierna pastorcica mía,
lumbre y gloria del día,
no sin astucia y arte,
de su dichoso albergue alegre parte.

Pisada del gentil blanco pie, crece
la hierba y nace el monte, en valle o llano.
Cualquier planta que toca con la mano,
cualquier árbol, florece.
Los vientos, si soberbios van soplando,
con su vista amansando,
en la fresca ribera
del río Tibre siéntase y me espera.

Deja por la garganta cristalina
suelto el oro que encoge el sutil velo.
Arde de amor la tierra, el río, el cielo
y a sus ojos se inclina.
Ella de azules y purpúreas rosas
coge las más hermosas
y tendiendo su falda
teje de ellas después bella guirnalda.

En esto ve que el sol, dando al aurora
licencia, muestra en la vecina cumbre
del monte el rayo de su clara lumbre
que el mundo orna y colora.
Túrbase y una vez arde y se aíra,
otra teme y suspira
por mi luenga tardanza,
y en medio del temor cobra esperanza.

Yo, que estaba encubierto, los más raros
milagros de natura y de amor viendo,
y su amoroso corazón leyendo
poco a poco en sus claros
ojos, principio y fin de mi deseo,
como turbar los veo
y enojado conmigo
temblando ante ellos me presento y digo:

-"Rayos, oro, marfil, sol, lazos, vida
de mi vida, y mi alma y de mis ojos.
Pura frente que estás de mis despojos
más preciosa ceñida.
Ébano, nieve, púrpura, jazmines,
ámbar, perlas, rubíes:
tanto vivo y respiro
cuanto sin miedo y sobresalto os miro".

Alza los ojos a mi voz turbada,
y mirando los míos segura y leda
sin moverlos a mí se arroja, y queda
de mi cuello colgada;
así está un poco embebecida y luego
con amoroso fuego
blandamente me toca
y bebe las palabras de mi boca.

Después comienza en son dulce y sabroso
y a su voz cesa el viento y para el río:
-"Dulce esperanza mía, dulce bien mío,
fuente, sombra, reposo
de mi sedienta, ardiente y cansada alma,
vista serena y calma,
muera aquí si más cara
no me eres que los ojos de la cara".

Así dice ella y nunca en tantos nudos
fue de hiedra o de vid olmo enlazado
con cuantos en sus brazos apretado
hasta el codo desnudos
la aprieto y vengo a la amorosa lucha.
No se siente ni escucha
otro sonido entero
sino "¡Ay Fili!, ¡ay Tirsi!, ¡ay, ardo y muero!"
Canción, si alguno de saber procura
lo que después pasamos,
si envidioso no es, di que gozamos
cuanto puede amor dar gloria y dulzura.






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