Me besabas los ojos con tus ojos.
Con tus ojos mi vientre y tu ternura
se engarzaban felices en el arco lunar de tu alegría.
Y en ese resplandor de los atardeceres
me ofrecías el milagro de renacer por ellos.
Doraba la sonrisa y el amor que me dabas,
podía descubrirte,
regresarte,
hacerte mío,
a través de una mesa de fibra aguamarina.
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