una mejilla húmeda, fresca de rocío,
una mejilla suave y llena,
es bien dulce de besar.
Una mejilla bajo los labios,
el beso se forma solo.
Entre dos silencios, beso silencioso,
cómo nos dejaste temblando a los dos
en la noche quieta, con dejos ardientes
de los mediodías y térreos vientos.
Los recibiste en silencio,
mis labios, dulces aún,
te preguntaron una cosa
y tú no me respondiste.
¿Qué te pregunté?... Sólo recuerdo el beso,
y que se escuchaba la plena mar alta.
Y tú, completamente callada, parecías enferma.
¡Oh! No lo haré nunca más.
Pero tu blanda mejilla mojada en rocío,
bajo mi boca, de espaldas al mar;
mas la densa noche serena de agosto mojada,
¿cómo, ¡ay!, la podré olvidar?
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