Soledad Fernández |
y tú te afeitas.
Nos besamos.
Se te quedan los ojos
como en blanco
final de aquellos muertos
que hice con mis manos.
Tienes la edad ahora
que tuvieron.
Yo sigo, con aquellos
escasísimos años.
Un beso de café
por la mañana
que sostiene el lavabo.
La crema de afeitar
junto a mi lengua
y a la sangre que sale
de tu labio.
¡Hemos hecho el amor
en tantas partes...!
Si, también en la cocina
y en el cuarto de baño.
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