Poema perteneciente al libro "Ardieron ya los sándalos", de fecha 1982 d.n.e.
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"Ninfa", de Leopoldo G. Andrades |
Yo nunca tuve el mar: mi infancia oscura fue una siesta de cobre en alacenas donde todo era fuego y jaramago, donde todo era un rito de orfandades, de pupilas vacías. El mar era mi llanto: gaviotas en mi frente me hablaban de esa patria, dibujaban sus azules fronteras, su extensa libertad, su luz sonora. Y yo en mi ausencia, niño triste y cansado, viendo pasar los días. Pero llegaste tú, y el mar llegó contigo. Traías en tus manos la pulpa de las olas, brilladora y furtiva, en tu pelo un rebullir de peces asombrados, y en tus ojos isleños como un viento salino que cantara. Era tu piel de arena, tu cintura una tierna bahía, tus pechos desbocados un refugio de veleros sin sueño, hasta en tu voz guardabas un no sé qué de brújulas y espumas. Y te acercaste a mí: en tus acantilados yo vi nacer el sol, me cobijé en tus playas, aprendí a navegar entre tus islas, y me encontré la vida buceando tus simas luminosas. Yo nunca tuve el mar: mi infancia oscura era un sediento páramo sin nombre. Pero llegaste tú, y el mar llegó contigo para siempre.
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