No me digas ahora
que la vida vuelve,
la vida no vuelve,
ya lo entenderás.
Quedan los recuerdos
como tenues sombras
perdidas al viento
y a la soledad.
Quedan los paisajes,
los días agrestes,
los labios vacíos
sin poder besar,
jolgorios de aulas,
domingos de fútbol,
noches increíbles
de alcohol y amistad.
Eso es lo que queda
de este tren que va,
al que llaman vida
y no volverá.
También quedan plazas,
rincones difusos,
ríos increíbles
que no van al mar,
ojos diminutos
que miran atentos
las voces que vienen
por la oscuridad.
Y quedan los puños
crispados de rabia,
la sangre aterida
dentro de un fanal,
y el rostro increíble
de aquella muchacha
que tenía el cielo
como libertad.
Y eso es lo que queda
de este tren que va,
al que llaman vida
y no volverá.
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