Palpitaba un aroma desde Naid,
que, al soplar, se agitaba con olor de claveles,
zureaba una tórtola en los árboles,
se inclinaban las ramas de los mirtos sobre el arroyo
y el jardín se mostraba alborozado
por lo que presenció:
abrazos, besos y caricias...
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