Conozco de la mujer el beso nocturno, espiral y térreo. Velocísimo labio musculado requema en un abismo de húmeda luz que adentra. Oleosa dulzura templando la sangre más profunda, más láctea color-de-rosa, maculada y pura, acrecentada. El beso bien nocturno tiene perfil de serpiente en ávida lengua, fluyente y diluida de simientes lunares, esencias agridulces o saladas e hirvientes en el abismo conocido, en la morada hendida que evapora un incendio en las bocas deslizadas al centro, masa líquida recurvada y ansiosa, destilación convulsa de inmodulada muerte en eco cenagoso, cenizas de agua seca en furias ondulantes, entretejidas llamas de un gemido quebrado, dulces ondulaciones de un estertor de gloria, animales tan sumergidos enrojecen en la entraña del placer dislocado, instantánea grandeza del fin en lento fulgor de bocas fascinadas. El beso muerde arcilla espumosa y profunda de suave quemadura y florece encarnado fermentando un ardor pensativo y constante en los labios calcinados. Conozco el beso nocturno de la mujer silenciosa, conozco los besos oscuros hasta inflamar las bocas de una pureza extraña, la delicada muerte de los alientos sin sabia, sin aurora carnal, lengua de húmedo fuego, húmeda ceniza pura, húmeda muerte lenta hasta la tierra sin mácula, conozco de la mujer su beso más nocturno hasta perder los labios consumidos de sueño sin final ni comienzo.
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