Ansié besar sus ojos o su boca,
La punta de sus dedos o su trenza,
Y siempre, lo confieso con vergüenza,
La hallé más inflexible que una roca.
No por esto mi espíritu se apoca;
Aunque a ceder mi pretensión comienza,
Y pues no hay argumento que la venza,
Pedí lo que por bajo el suelo toca.
Movióla acaso mi actitud de hinojos,
Y al fin, de una princesa con la calma,
Su mano de cristal dio mis antojos.
Yo la volví por la sensible palma,
Y como por la boca o por los ojos,
Creí beber todo un raudal de su alma.
Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.
La punta de sus dedos o su trenza,
Y siempre, lo confieso con vergüenza,
La hallé más inflexible que una roca.
No por esto mi espíritu se apoca;
Aunque a ceder mi pretensión comienza,
Y pues no hay argumento que la venza,
Pedí lo que por bajo el suelo toca.
Movióla acaso mi actitud de hinojos,
Y al fin, de una princesa con la calma,
Su mano de cristal dio mis antojos.
Yo la volví por la sensible palma,
Y como por la boca o por los ojos,
Creí beber todo un raudal de su alma.
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