Sobre el diván estaba su vestido,
la bata roja que ella prefería,
y yo besé esa prenda que tenía
el suave aroma de mi amor perdido.
¡Cuántas veces, en citas que no olvido,
sentí, bajo esa tela, hoy mustia y fría,
hervir su sangre junto con la mía!
¡Su sangre que era fuego derretido!
Hoy que su ausencia ahonda mi querella,
contemplando su túnica la invoco
como el viajero la perdida estrella.
Y su bata, que tiembla si la toco,
parece, como yo, triste por ella
y que se va muriendo poco a poco...
la bata roja que ella prefería,
y yo besé esa prenda que tenía
el suave aroma de mi amor perdido.
¡Cuántas veces, en citas que no olvido,
sentí, bajo esa tela, hoy mustia y fría,
hervir su sangre junto con la mía!
¡Su sangre que era fuego derretido!
Hoy que su ausencia ahonda mi querella,
contemplando su túnica la invoco
como el viajero la perdida estrella.
Y su bata, que tiembla si la toco,
parece, como yo, triste por ella
y que se va muriendo poco a poco...
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