Vuelve, adorada Filis, vuelve al seno
de los constantes cándidos amores:
vuelve a la orilla, do su nido hicieran,
del Betis cristalino.
Ven; que el ardiente inextinguible fuego, 5
que en el pecho de Anfriso derramaste,
para exhalarse en férvidas caricias
espera tu presencia.
Creció escondido: con el falso nombre
de la amistad aleve serpeando 10
por mis entrañas todas, de repente,
cual es, se manifiesta.
Así de nieve su elevada cumbre
corona el Etna, y la mansión severa
de áspero invierno y de aquilón silboso 15
al peregrino anuncia.
En tanto abrasa el cavernoso abismo
oculto fuego, y repentino lanza
por su humeante dividida cima
mares de ardiente lava. 20
Rugen los bosques encendidos, ruge
el hervoroso piélago, bañado
de llama infausta; y cárdenas centellas
vomita al firmamento.
¡Ah Filis, Filis! te engañé: los dulces 25
de amistad que me diste,
blandos besos,
para mí fueron las sañudas flechas
del insano Cupido.
Maligno sonreía el niño ciego
y de mi necio orgullo se burlaba: 30
«prueba», me dice, «prueba de este arco
la fuerza vencedora».
«Aprende a amar a Filis sin peligro:
aprende a ver sus celestiales gracias,
su blanda risa, su colmado seno 35
y sus ardientes ojos»:
«Aprende a ver los bienes más preciados
que a sus dulces amantes da Citeres,
sin sentir del amor y del deseo
el aguijón sañudo». 40
Ya estoy vencido: si tu flecha esquiva
sin conocerla, ¡ay triste! me ha llagado,
ya el cuello doblo a tu seguro yugo
e imploro tus piedades.
Mas no; de ti, maligno, nada espero: 45
sólo espero en tu pecho bondadoso,
oh dulce Filis, que a mi triste herida
remedio des suave.
No pido, que al delirio correspondas,
en que me abraso;
mas concede al menos 50
los besos de una amiga compasiva
al labio de tu Anfriso.
Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.