Amo el campus universitario, sin cabras, con muchachas que pax pacem en latín, que meriendan pas pasa pan con chocolate en griego, que saben lenguas vivas y se dejan besar en el crepúsculo (también en las rodillas) y usan la coca cola como anticonceptivo. Ah las flores marchitas de los libros de texto finalizando el curso deshojadas cuando la primavera se instala en el culto jardín del rectorado por manos todavía adolescentes y roza con sus rosas manchadas de bolígrafo y de tiza el rostro ciego del poeta transustanciándose en un olor agrio a naranjas Homero o semen... Todo eso será un día materia de recuerdo y de nostalgia. Volverá, terca, la memoria una vez y otra vez a estos parajes, lo mismo que una abeja da vueltas al perfume de una flor ya arrancada: inútilmente. Pero esa luz no se extinguirá nunca: llamas que aún no consumen, ...ningún presentimiento puede quebrar las risas que iluminan las rosas y los cuerpos y cuando el llanto llegue como un halo los escombros la descomposición que los preserva entre las sombras puros no prevalecerán serán más ruina absortos en sí mismos y solo erguidos quedarán intactos todavía más brillantes ignorantes de sí esos gestos de amor... sin ver más nada.
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