Chal azul, de Tina Spratt |
Y luego, una torre de marfil, una flor mística, una estrella a quien enamorar... Pasó. La vi como quien viera un alba, diluyente, rápida, implacable.
Era una estatua antigua con alma que se asomaba a los ojos, ojos angelicales, todos ternura, todos cielo azul, todos enigma.
Sintió que la besaba con mis miradas y me castigó con la majestad de su belleza, y me vio, como una reina y como una paloma; pero pasó arrebatadora, triunfante, como una visión que deslumbra. Y yo, el pobre pintor de la Naturaleza y de Psiquis, hacedor de ritmos y castillos aéreos, vi el vestido luminoso del hada, la estrella de su diadema, y pensé en la promesa ansiada del amor hermoso.
Mas de aquel rayo supremo y fatal sólo quedó en el fondo de mi cerebro un rostro de mujer, un sueño azul.
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