Retocé yo en la infancia
Con una prima,
De todas las del corro
La más ladina.
¡Qué ojos tan bellos!
¡Qué labios y qué frente!...
¡Jesús! ¡Qué cuerpo!
A lo sumo tendría
Once o doce años,
Y en la misma semana
Nos bautizaron:
Pero a los doce,
Inocentes las niñas
Eran entonces.
Cuando íbamos al cerro
Algún domingo
Llenaba su pañuelo
Yo de mortiños;
Y a veces coja
Andaba por quedarse
Conmigo a solas.
Cuando así nos dejaban
Iba contenta
Asida de mi brazo,
Dulce y parlera;
De sus hechizos
Abusaba buscando...
Los ojos míos.
Al verme ruboroso
Loca reía
Acercando a mi cara
Su cara linda,
Y en son de juego
Murmuraba quedito:
– ¿Quieres un beso?
Tantas veces propuso
La misma cosa,
Que una tarde la dije,
– Dámele ahora.
Pero al instante,
Dejando de reírse
Quiso alejarse.
El fuego de mis ojos
Mi torpe mano,
Que estrechaba las suyas,
La intimidaron.
¡Triste y esquiva
Estuvo en los oteros
El alma mía!
Su voz aquella noche
Turbó mis sueños
Diciéndome al oído:
– ¿Quieres un beso?
Y me ofuscaban
Extraños resplandores
De sus miradas.
¡Qué tortura! ¡Qué lejos
Otro domingo!
Una semana entera...
¡Cuánto! ¡Dios mío!
¡Una semana
De Fleury, de doctrina
Y haciendo planas!
Un lujoso vestido
Pedí a mi padre
De botones dorados
Y albos encajes.
Eran las plumas
De mi gorrilla, blancas
Como la espuma.
Llegó al fin el domingo:
Pequé en la misa
Porque estuve pensando
Mucho en mi prima...
¡Santos recuerdos!
Sin fe ya el alma, y sola...
¡Sin Dios el templo!
Hermosa fue la tarde,
¡Qué linda era!
Pero estaba mi prima
Mucho más bella:
De leve gasa
Como el cielo sin nubes
Su corta falda.
¡Qué aroma de mis selvas
En sus ropajes!...
¡Qué ondular tan airoso
Del leve talle!
Y ya en su seno,
Entre blondas y tules,
¡Cuántos misterios!
En bucles desparcidos
Sobre los hombros
Los cabellos castaños;
Sus lindos ojos,
Bajo del ala
De italiano sombrero,
Reverberaban.
Al fin nos vimos solos,
Trémulos ambos,
Indecisas las plantas...
Los ojos bajos...
– ¿Quieres un beso!
Balbucí, y por respuesta
Voló a mi cuello.
Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.
Con una prima,
De todas las del corro
La más ladina.
¡Qué ojos tan bellos!
¡Qué labios y qué frente!...
¡Jesús! ¡Qué cuerpo!
A lo sumo tendría
Once o doce años,
Y en la misma semana
Nos bautizaron:
Pero a los doce,
Inocentes las niñas
Eran entonces.
Cuando íbamos al cerro
Algún domingo
Llenaba su pañuelo
Yo de mortiños;
Y a veces coja
Andaba por quedarse
Conmigo a solas.
Cuando así nos dejaban
Iba contenta
Asida de mi brazo,
Dulce y parlera;
De sus hechizos
Abusaba buscando...
Los ojos míos.
Al verme ruboroso
Loca reía
Acercando a mi cara
Su cara linda,
Y en son de juego
Murmuraba quedito:
– ¿Quieres un beso?
Tantas veces propuso
La misma cosa,
Que una tarde la dije,
– Dámele ahora.
Pero al instante,
Dejando de reírse
Quiso alejarse.
El fuego de mis ojos
Mi torpe mano,
Que estrechaba las suyas,
La intimidaron.
¡Triste y esquiva
Estuvo en los oteros
El alma mía!
Su voz aquella noche
Turbó mis sueños
Diciéndome al oído:
– ¿Quieres un beso?
Y me ofuscaban
Extraños resplandores
De sus miradas.
¡Qué tortura! ¡Qué lejos
Otro domingo!
Una semana entera...
¡Cuánto! ¡Dios mío!
¡Una semana
De Fleury, de doctrina
Y haciendo planas!
Un lujoso vestido
Pedí a mi padre
De botones dorados
Y albos encajes.
Eran las plumas
De mi gorrilla, blancas
Como la espuma.
Llegó al fin el domingo:
Pequé en la misa
Porque estuve pensando
Mucho en mi prima...
¡Santos recuerdos!
Sin fe ya el alma, y sola...
¡Sin Dios el templo!
Hermosa fue la tarde,
¡Qué linda era!
Pero estaba mi prima
Mucho más bella:
De leve gasa
Como el cielo sin nubes
Su corta falda.
¡Qué aroma de mis selvas
En sus ropajes!...
¡Qué ondular tan airoso
Del leve talle!
Y ya en su seno,
Entre blondas y tules,
¡Cuántos misterios!
En bucles desparcidos
Sobre los hombros
Los cabellos castaños;
Sus lindos ojos,
Bajo del ala
De italiano sombrero,
Reverberaban.
Al fin nos vimos solos,
Trémulos ambos,
Indecisas las plantas...
Los ojos bajos...
– ¿Quieres un beso!
Balbucí, y por respuesta
Voló a mi cuello.
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