El día que llegaste, con tu ofrenda de amor,
una voz, que surgía de mi mundo interior,
susurróme, muy quedo: “He aquí un nuevo dolor”.
Otros aclaman y ruegan, con fiebre en la mirada.
Yo te besé en los ojos y no te pedí nada.
Sólo ansiaba el deleite de la dicha callada.
Me juraste cien veces un amor sin olvido.
Mas la voz, al compás de mi propio latido,
murmuraba: “Estas frases ya las hemos oído”.
Y volvieron los éxtasis, los suspiros, el beso...
Y la voz que insistía, con un ritmo de obseso:
“Corazón, no recuerdas en que acaba todo eso? ...
Hoy si busco tus ojos, tu ternura tu risa,
sólo encuentran mis manos un montón de ceniza:
el rescoldo de un ascua que en la sombra agoniza.
Ya la voz misteriosa me repite: “El amor
es rosal de otros climas, que no alcanza a dar flor...
Sólo existe algo eterno: el dolor... ¡el dolor! ”
Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.
una voz, que surgía de mi mundo interior,
susurróme, muy quedo: “He aquí un nuevo dolor”.
Otros aclaman y ruegan, con fiebre en la mirada.
Yo te besé en los ojos y no te pedí nada.
Sólo ansiaba el deleite de la dicha callada.
Me juraste cien veces un amor sin olvido.
Mas la voz, al compás de mi propio latido,
murmuraba: “Estas frases ya las hemos oído”.
Y volvieron los éxtasis, los suspiros, el beso...
Y la voz que insistía, con un ritmo de obseso:
“Corazón, no recuerdas en que acaba todo eso? ...
Hoy si busco tus ojos, tu ternura tu risa,
sólo encuentran mis manos un montón de ceniza:
el rescoldo de un ascua que en la sombra agoniza.
Ya la voz misteriosa me repite: “El amor
es rosal de otros climas, que no alcanza a dar flor...
Sólo existe algo eterno: el dolor... ¡el dolor! ”
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