Discúlpame, poeta: la música es hermosa,
pero la letra falta a la verdad:
no se sabe de un solo
beso que, si fue amor, haya gastado
jamás a nadie. Un beso
no quita nada si es amor: nos llena
de un resplandor divino,
un resplandor que impregna y transfigura
el cuerpo del amado, irradia desde él
y reviste las cosas de sus días
con el aura infinita de los símbolos;
resplandor de otro mundo,
que, como dijo Borges, permite ver al otro
igual que lo ve Dios, y dura mucho más
que la presencia del amante, mucho
más que el amante mismo,
como la luz de las estrellas muertas.
Qué extraño que ignorases, precisamente tú,
que hay vidas cuya eterna duración
se alimentó de un beso, un solo beso
que desde la memoria las sostuvo
a través de años, las penas y la ausencia.
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