de una mano de nieve que tenía,
la apariencia de un lirio desmayado
y el palpitar de un ave en agonía.
Y sucedió que un día
aquella mano suave,
de palidez de círio,
de languidez de lírio
de palpitar de ave,
se acercó tanto a la prisión del beso,
que ya no pudo más el pobre preso
y se escapó; mas con voluble giro,
huyó la mano hasta confín lejano,
y el beso, que volaba tras la mano,
rompiendo el aire se volvió suspiro.
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