que no sienten fatigas, olvidadas del pan,
escuchan de los labios de Jesús altas cosas
y ante el hondo misterio pensativas están.
Unos niños levantan sus caritas de rosas;
de los ojos divinos les atrae el imán;
acercasen quisieran, mas las manos rugosas
de los viejos apóstoles se oponen a su afán.
Y Jesús dijo entonces: «¡Dejadles!, son los dueños
del cielo de mi Padre todos estos pequeños,
dejadles que a Mí vengan, e imitad su candor
si queréis formar parte de mi reino bendito!»
En seguida inclinose hasta el más pequeñito
y lo besó lo mismo que se besa una flor.
Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.
No hay comentarios:
Publicar un comentario