-Te querré mientras viva,- me decía.
Y un cielo vislumbré que competía
con el diáfano azul del firmamento.
Esclavo de mi causa el pensamiento,
gobernaba del mundo la armonía,
la envidiable emoción de la alegría
y el continuo activar del sentimiento.
En necia ofuscación, la mente loca,
soñar me hizo en su infernal acceso
el dios mundano que a su Dios provoca;
y un instante fui rey de todo eso
al juntar yo mi boca con su boca
y saltar como chispa ¡el primer beso!
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