He besado tu blanco cuerpo de mármol solitario,
hermético refugio en la noche,
árbol de nieve encendida,
río de limpio estaño.
En ti descansan los ojos con el ámbar más puro,
que de día parecen carambolas detenidas,
pequeños y nublados soles.
He besado tu cuerpo de tierno nácar,
delgado cuerpo nacido de las sombras siempre distante,
cuerpo que derrumba los elevados muros,
porque siempre del mar obtienes la fuerza.
Tu cuerpo no perece, vuela, no se consume, renace siempre.
He besado tu bronco cuerpo con la ternura de una brisa,
como si se tratara de una pluma recorriéndolo,
como la seda deslizándose,
como una llovizna interminable.
Tu cuerpo es mi raíz al mundo.
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