en lava de silencios y otros modos,
que guarda con recelo, tiempo y beso.
Nadie sabe de sus hábiles manos,
torpes hoy, que otrora fueran vida.
Nadie entiende que inventa sonrisas
en el sendero oculto que galopa
por su boca, palomar o río.
Nadie escucha su rezo desnudo
si en la noche se pierde un instante
y en la almohada calza los suspiros.
Nadie siente el dolor de un secreto
que muerde vicioso sus senos.
Nadie ve como estrena su vida a diario
sembrándole rosas a un tiempo de muerte.
Nadie.
-Huye, y su sombra le persigue-.
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